La Muerte de Jesús en la Profecía
Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberle escarnecido . . . le llevaron para crucificarle. — Mateo 27:29-31
La crucifixión de Jesús fue el acto más ruin de toda la historia. Él era Dios hecho carne, quien había venido a la tierra para expresar Su amor íntimo por Su creación. Él amó. Él sanó. Él alimentó. Él consoló. Él reveló la Paternidad de Dios. Sin embargo, aquellos a quienes Él creó lo rechazaron y lo asesinaron. 1
Tampoco fueron sólo los judíos los que estuvieron involucrados en este indescriptible acto de deicidio. A medida que la Iglesia quedó atrapada en una ola de antisemitismo en sus primeros años, hubo un intento de atribuirlo todo a los judíos, lo que resultó en que fueran etiquetados como “asesinos de Cristo”. Pero la Biblia nunca hace tal acusación.
Más bien, la Biblia deja claro que toda la gente en Jerusalén en ese momento tenía la culpa. Así es como los discípulos de Jesús lo explicaron en una oración que hicieron juntos: “Porque verdaderamente, tanto Herodes como Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel se reunieron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, al cual ungiste” (Hechos 4:27). Así que Jesús fue asesinado por los gobernantes romanos, los gentiles y los judíos.
Pero incluso este versículo no es suficiente para describir a todos aquellos que tienen la sangre de Jesús en sus manos. Porque ya ve, Jesús murió por los pecados de toda la humanidad. Por lo tanto, todos nosotros somos culpables de Su muerte, porque “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Esa es la razón por la que, cuando los grandes pintores cristianos de la Edad Media pintaban un cuadro de la crucifixión, siempre ponían su propio retrato entre las personas que estaban al pie de la cruz.
Una Profecía Increíble
Una de las profecías más notables en toda la Biblia es una acerca de la muerte del Mesías. Es muy detallada, y profetiza con precisión cada aspecto de la muerte del Mesías. En el proceso, se convierte en una prueba absoluta de que la Biblia es la Palabra de Dios y que Jesús era Dios en la carne.
La profecía constituye la totalidad del Salmo 22. Este salmo fue escrito por David, hijo de Isaí, mil años antes del nacimiento de Jesús. Considerémoslo versículo por versículo.
Un Grito de Desesperación
1 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?
2 Dios mío, clamo de día y no respondes; clamo de noche y no hay sosiego para mí.
Como puede ver, el salmo comienza con un grito agonizante de desesperación. David clama: “¿Dónde estás, Dios?”. Lamenta el hecho de que, aunque ha estado buscando la ayuda del Señor, tanto de día como de noche, todo lo que ha recibido como respuesta es silencio.
¿Alguna vez ha tenido esa experiencia? Si ora regularmente, la ha tenido. Sucede porque Dios contesta las oraciones de tres maneras: Sí, No y Espera. Podemos lidiar con “Sí” y “No”. Es la espera lo que desgasta nuestros nervios. Por lo general, deseamos gratificación instantánea, en lugar de la voluntad de Dios en Su tiempo perfecto.
David había experimentado este sentimiento antes. Un ejemplo se puede encontrar en el Salmo 6:6-7 —
6 Me he agotado de tanto gemir. Toda la noche inundo mi cama y con mis lágrimas empapo mi lecho.
7 Mis ojos están debilitados por el pesar; se han envejecido a causa de todos mis adversarios.
Este tipo de declaración no es evidencia de una pérdida de fe. El salmista ni siquiera se molestaría en clamar a Dios si hubiera perdido su fe. Es más una expresión de impaciencia y una verbalización de un sentimiento de desesperación.
Una Reafirmación de la Fe
De hecho, después de lanzar su grito de desesperación, David inmediatamente reafirma su fe en Dios. Se recuerda a sí mismo de la fidelidad de Dios:
3 Pero tú eres santo. ¡Tú, que habitas entre las alabanzas de Israel!
4 Nuestros padres esperaron en ti: Esperaron, y tú los libraste.
5 Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron defraudados.
Como para preservar su cordura en medio de su sufrimiento, el salmista se recuerda a sí mismo la fidelidad de Dios para responder a las necesidades desesperadas de sus antepasados.
Un Misterio
Ahora bien, una cosa es que David clame a Dios desesperado en su frágil humanidad, pero ¿cómo se puede explicar el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, exclamó el mismo grito lastimero mientras estaba colgado en la cruz?
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? — Mateo 27:46
Una vez más, ¿cómo se pueden explicar tales palabras que salen de la boca del Hijo de Dios? Creo que, al igual que con David, esta expresión no estaba relacionada con una pérdida de fe. Más bien, fue un grito desesperado de agonía inexpresable y lamento por la separación de Dios Padre que Jesús experimentó en la Cruz.
Sufrimiento Espiritual
Verás, el mayor sufrimiento que Jesús experimentó en su pasión no fue físico o emocional — fue espiritual.
Piénselo: Él había experimentado eternamente una perfecta comunión de amor con Dios el Padre. Entonces, de repente, esa dulce comunión se rompió porque sus pecados y los míos fueron puestos sobre Jesús, y la ira de Dios, que merecemos, fue derramada sobre el Hijo. Así es como el apóstol Pablo lo expresó en 2 Corintios 5:21:
Al que no conoció pecado [el Hijo], por nosotros [Dios el Padre] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Una vez más, por un breve momento, la comunión perfecta entre el Padre y el Hijo se rompió porque nuestros pecados fueron puestos sobre Jesús, y la santidad de Dios no puede tolerar el pecado. Dios el Padre tuvo que darle la espalda a Su Hijo, lo que llevó a Jesús a clamar desde lo más profundo de Su alma: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Sufrimiento Físico y Emocional
En el versículo 6 del Salmo 22, el salmista pasa del sufrimiento espiritual del Mesías a su angustia física y emocional.
6 Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7 Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8 Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía.
La palabra hebrea traducida como “gusano” en el versículo 6 es tola, la palabra para carmesí o escarlata. También es una palabra para un cierto tipo de gusano. En este contexto, lo más probable es que se refiera a la condición roja sangrienta del Mesías después de Su flagelación — cuando habría estado tan mutilado e hinchado que ya ni siquiera se parecería a un hombre y sería objeto de burla.
Por lo tanto, este pasaje describe el intenso sufrimiento físico del Mesías combinado con el sufrimiento emocional que experimentaría cuando los espectadores se burlaban de Él y gritaban burlas cáusticas.
Encontramos el cumplimiento de esta profecía en Mateo 27:39-42 —
39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
Otra Afirmación de Fe
Una vez más, en los versículos 9 al 10 del Salmo 22, el salmista tiene al Mesías reafirmando Su fe en medio de Sus intensos sufrimientos.
9 Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
Esta reafirmación de la fe es un increíble acto de voluntad, y es un ejemplo para todos nosotros. Nuestra tendencia es revolcarnos en la autocompasión cuando las cosas se ponen difíciles. David se niega a hacer esto. Aprovecha la oportunidad para reafirmar su fe, e indica proféticamente que el Mesías hará lo mismo en medio de Su pasión.
Fe Firme
Me recuerda la fe tenaz de Pablo. Cuando estaba en prisión en Roma, esperando la ejecución, escribió: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Procedió a instar a sus compañeros creyentes a: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4: 6). Luego reveló el secreto de su actitud positiva en medio del sufrimiento: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
En otras palabras, Pablo estaba diciendo que debemos mantener nuestros ojos enfocados en el Señor en lugar de nuestros problemas, y “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Otro gran ejemplo de fe firme se puede encontrar en la vida del profeta del Antiguo Testamento, Jeremías. Él profetizó que si el pueblo judío no se arrepentía, su nación sería destruida. Vivió para ver sus profecías hacerse realidad.
Cuando el sitio de Jerusalén fue completado por los babilonios, Jeremías caminó por las calles escribiendo un lamento fúnebre en el que describió vívidamente la destrucción física y la carnicería humana que lo rodeaba. Ese lamento constituye el libro de Lamentaciones.
En medio de su lamento, como para preservar su cordura, el profeta de repente deja de llorar y vocaliza una de las más grandes declaraciones de fe firme registradas en cualquier parte de la Biblia (Lamentaciones 3:21-24):
21 Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.
22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.
Sufrimiento Emocional
Con el versículo 11 del Salmo 22, el salmista vuelve al sufrimiento emocional del Mesías:
11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude.
Ésta es una profecía concerniente a la soledad que el Mesías experimentaría en Su pasión. Él sufriría emocionalmente por Su abandono por parte de todos Sus discípulos. El cumplimiento de esta profecía se registra en Mateo 26:
47 Mientras todavía hablaba [Jesús], vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos . . .
49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
56 . . .Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Más Sufrimiento Espiritual
En el versículo 12 del Salmo 22, el enfoque vuelve al sufrimiento espiritual del Mesías:
12 Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado.
13 Abrieron sobre mí su boca, como león rapaz y rugiente.
Creo que ésta es una profecía de que el Mesías en Su pasión estaría rodeado de hordas demoníacas que se regodearían con su muerte que se acercaba. En el Nuevo Testamento, Pedro describe a Satanás como “león rugiente, [que] anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).
Aunque no hay un cumplimiento registrado de esta profecía en el Nuevo Testamento, no tengo duda alguna de que sucedió. Las personas que fueron testigos de la crucifixión no podían ver a los demonios con sus ojos físicos. Pero Jesús, con Sus ojos espirituales, sin duda podía verlos, mientras bailaban alrededor de la Cruz y se regodeaban en su “victoria”, al orquestar el asesinato del Hijo de Dios.
Lea la parte 2 aquí
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)