El Fin del Gobierno Humano Fallido
¿Sabía que en este momento casi 200,000 personas están sufriendo en el equivalente moderno de los campos de concentración nazis? Estos horribles campos de labor forzado se pueden encontrar en Corea del Norte. Este país asiático, oficial e irónicamente llamado República Popular Democrática de Corea, es, según la Comisión de Investigación de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, uno de los peores infractores de todas las naciones en lo que respecta a su atroz historial de derechos humanos. El gobierno de Corea del Norte infringe casi toda la Declaración Universal de Derechos Humanos de su pueblo, como la libertad de tener una opinión y expresarla. El asesinato, la tortura, la esclavitud, la violencia sexual, el hambre masiva y otros abusos son métodos comunes empleados por este gobierno autoritario para aterrorizar a su población y someterla.
Cuando el conflicto coreano terminó extraoficialmente a principios de la década de 1950, el dictador de Corea del Norte, Kim Il-Sung, se declaró “Presidente Eterno” y cerró las fronteras de su nación para establecer un gobierno comunista totalitario.
La Voz de los Mártires (VOM, por sus siglas en inglés), un ministerio de vigilancia de la persecución, estima que unos 30,000 cristianos sufren diariamente en estos campos de trabajo por el “crimen” de no adorar a su “Querido Líder”, y muchos nunca salen con vida. VOM cuenta una verdadera historia cotidiana de persecución cristiana en un pequeño pueblo llamado GokSan. Un pastor y 26 de los miembros de su iglesia clandestina fueron atados y llevados ante una multitud de comunistas que gritaban. Los soldados exigieron a los cristianos: “¡Nieguen a Cristo o mueran!”. Al no obtener la respuesta que estaban buscando, los soldados amenazaron con matar a los niños. La única respuesta que se escuchó fue una madre que se inclinó y le susurró a su pequeña hija: “Hoy, mi amor, te veré en el cielo”.
Los comunistas procedieron a colgar a los niños. Cuando los padres sollozantes todavía se negaban a negar a Cristo, los soldados sacaron una enorme apisonadora y procedieron a aplastar a los miembros restantes de la iglesia, todos los cuales cantaban juntos: “Más amor, oh Cristo, para ti, más amor para ti”.
Los Propósitos de Dios para el Gobierno Humano
Regímenes como Corea del Norte claramente no entienden el propósito del gobierno. Entonces, ¿cuál es el propósito del gobierno?
El Padre Fundador de los Estados Unidos, Thomas Paine, en su folleto Sentido Común (1776), escribió que la seguridad es “el verdadero diseño y fin del gobierno”. Otro Padre Fundador, John Adams, en su libro Pensamientos sobre el Gobierno (1776), creía que su propósito se encontraba “en la meta de la felicidad a través de la virtud”. Thomas Jefferson, en su escrito titulado Economía Política (1816) declaró: “El más sagrado de los deberes de un gobierno es hacer justicia igual e imparcial a todos sus ciudadanos”.
Seguridad en lugar de esclavitud, justicia en lugar de corrupción, virtud en lugar de vicio y la preservación de la felicidad de su pueblo en lugar de la causa de su sufrimiento — esos fueron los ideales piadosos sobre los que estos hombres fundaron una nación. Estos ideales corresponden a lo que la Biblia dice que es el verdadero propósito del gobierno, es decir, proporcionar una atmósfera en la que los creyentes puedan vivir, como enseña 1 Timoteo 2:2, “una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad”.
¿Son naciones como Corea del Norte simplemente manzanas podridas, o demuestran que el gobierno es en sí mismo inherentemente malo? Debido a que estaban inmersos en la Biblia, los Padres Fundadores pensaban muy mal del gobierno humano. Thomas Paine escribió: “El gobierno, incluso en su mejor estado, no es más que un mal necesario: en su peor estado; uno intolerable”.
La razón por la que los Padres Fundadores creían que el gobierno era inherentemente malo era porque creían en las enseñanzas bíblicas (como Romanos 3:23 y 10:10-18) de que la humanidad es inherentemente mala y necesita un Redentor. De hecho, Jeremías 17:9 revela que ¡no hay nada más corrupto que el corazón humano!
Por lo tanto, la Biblia advierte una y otra vez que no hay que confiar en el hombre. Una de las advertencias más fuertes se encuentra en el Salmo 118:8-9:
Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en príncipes [políticos].
Como otro Padre Fundador, Alexander Hamilton confirmó,
Los hombres son inherentemente malvados, gobernados por la codicia, la lujuria y el amor al poder y una multitud de pasiones aún menos entrañables.
El primer Presidente de Estados Unidos, George Washington, lo expresó de esta manera:
El gobierno no es razón. El gobierno no es elocuencia. Es fuerza. Y, como el fuego, es un sirviente peligroso y un amo temible.
Los autores de la Constitución de los Estados Unidos sabían que, si bien el gobierno humano es un mal necesario, sigue siendo propenso a caer en la villanía y la corrupción. Por lo tanto, en sus escritos, sabiamente enseñaron que el gobierno debe ser limitado. El gobierno debe ser constantemente controlado por la población, para que sólo pueda extraer la menor cantidad de impuestos para realizar las funciones más limitadas — proporcionar seguridad a su gente.
Un gobierno que no es monitoreado constantemente se convertirá en un monstruo, uno que para alimentar su sed interminable de poder consumirá el dinero de su población y pisoteará sus derechos inalienables dados por Dios. En otras palabras, los Padres Fundadores sabían que el gobierno está compuesto de personas, y las personas son inherentemente caídas y malvadas. Inevitablemente, cuanto más corrupto y malvado se vuelva un gobierno, mayor sufrirá la gente. Como el ex presidente del Seminario Teológico Fuller, el Dr. David Allan Hubbard, comentó una vez:
Cuando los hombres viciosos y sin ley son el gobierno, ¿a dónde va la gente en busca de ayuda? Deben sentirse como un niño pequeño que huye de un matón a los brazos de su padre, sólo para que su padre lo sostenga mientras el matón lo golpea.
Cómo Terminará el Gobierno Humano
¿A quién podemos huir cuando nuestro propio gobierno es el matón? ¿Cómo podemos, como esos cristianos de la pequeña aldea de GokSan, mantener una apariencia de esperanza, cuando el gobierno humano nos ha fallado completamente en proporcionar seguridad, justicia y tranquilidad?
Nuestro Señor proporciona la respuesta tan necesaria a este dilema a través de un sueño perturbador dado a un monarca con problemas.
El gran rey Nabucodonosor soñó con una estatua enorme con una cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, dos piernas de hierro y pies una mezcla de hierro y arcilla. Nabucodonosor luego vio una gran piedra — una que no había sido cortada por manos humanas — que caía del cielo con estrépito. Destrozó la estatua, rompiéndola en pedazos, y su polvo voló. La piedra creció y se convirtió en una gran montaña que rápidamente llenó toda la tierra.
Daniel interpretó el sueño del rey. Explicó que la cabeza era el propio Nabucodonosor, y que cada metal era un imperio sucesivo: el Imperio Babilónico, el Imperio Medo-Persa, el Imperio Griego, el Imperio Romano y un Imperio Romano Revivido. La gran piedra aplastante representaba al “Dios del cielo” que “levantará un reino que jamás será destruido...desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos reinos...” (Daniel 2:44-45).
Si bien Daniel no pudo comenzar a comprender la amplitud y el alcance de esta visión, Jesucristo siglos más tarde describiría en detalle al apóstol Juan en Apocalipsis 19-20 este mismo evento — la venida del Rey de Reyes.
Durante miles de años, el gobierno humano le ha fallado a la humanidad. El gobierno no puede mantener a raya la guerra, la pobreza, el hambre y las enfermedades. La corrupción pudre rápidamente su otrora noble núcleo, y muchos de sus líderes caen en la villanía. Los tiempos de seguridad, paz y protección han sido tan fugaces como la vida de una efímera.
Y, sin embargo, Dios le prometió al profeta Daniel que en un día glorioso una “piedra cortada no por manos humanas” irrumpiría de los cielos y destruiría la estatua del gobierno mundial gentil, y el reino de Su Hijo llenaría toda la tierra. Este Reino será gobernado por un Monarca perfecto y divino, sus administradores serán los santos resucitados en sus cuerpos glorificados y sin pecado, y su población inicialmente serán todos creyentes que serán enseñados a los pies de su Rey.
El reino de paz, rectitud y justicia de Cristo será establecido. Pero primero, antes de que podamos entrar en esa era largamente anhelada, el Rey Jesús debe regresar y destruir el fracaso que es un gobierno humano defectuoso. Y, con esa esperanza gozosa apenas en el horizonte, sólo podemos exclamar: “¡Maranata! ¡Ven, Señor Jesús!”.
Video: Amir Tsarfati entrevista al Dr. Mark Hitchcock y Jeff Kinley (subtitulado)
9 Preguntas Candentes sobre el Anticristo
Amenazas Virales a la Libertad Religiosa (pdf)
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
The Statue and the Stone