La Rebelión de los Estados Unidos
Al final de la Segunda Guerra Mundial, nuestra nación se encontraba en su pináculo de poder y prestigio mundial. Éramos vistos como “La Salvadora de la Democracia”, “La Ciudadela de la Libertad”, “La Esperanza de las Naciones” y “La Ciudad Resplandeciente sobre una Colina”. Trágicamente, la “Ciudad Resplandeciente” se ha convertido en un barrio marginal oscuro cuya luz se ha apagado.
La Transición
Durante la Segunda Guerra Mundial habíamos venido al rescate de la humanidad sin ningún objetivo imperialista, y habíamos atribuido nuestro éxito a nuestro Creador. Por lo tanto, durante la década de 1950, nuestro Congreso agregó las palabras “bajo Dios” a nuestra Promesa de Lealtad (1954) y adoptó “En Dios Confiamos” como nuestro lema nacional (1956) — dos acciones legislativas que serían impensables hoy.1
Sin embargo, a pesar de toda nuestra gloria y de quitarnos el sombrero ante Dios por ello, había algunos problemas subyacentes serios. Uno era la mancha del racismo, que siguió ensombreciendo toda nuestra retórica sobre la libertad y la igualdad. El otro era la ola de materialismo que barrió nuestra nación al final de la guerra, cuando los bienes de consumo volvieron a estar disponibles, y la gente tenía el dinero para comprarlos por primera vez desde el comienzo de la Gran Depresión en 1929.
Cuando nuestra nación fue liberada de la guerra y la depresión económica, ya no sentimos la necesidad de Dios. Empezamos a revolcarnos en el materialismo y nos enamoramos de nuestro poder. Todavía hablábamos del cristianismo, pero ya no lo vivíamos.
Nuestra juventud despreció nuestra hipocresía y respondió en la década de 1960 con una contrarrevolución cultural. Muy de repente, empezaron a gritar “¡Amor libre!”, y comenzaron a desconectarse en los viajes de drogas LSD. Los valores cristianos fueron dejados de lado. La creencia en Dios fue reemplazada por la creencia en uno mismo.
En los años que siguieron a la tumultuosa década de 1960:
- El Todopoderoso Dólar se convirtió en nuestro dios.
- La avaricia se convirtió en nuestra motivación.
- Los juegos de azar se convirtieron en un pasatiempo nacional.
- El sexo se volvió nuestra obsesión.
- Nos convertimos en el mayor consumidor mundial de drogas ilegales.
- Expulsamos a Dios de nuestras escuelas.
- Legalizamos el aborto.
- Respaldamos la perversión moral.
- Y nos convertimos en el contaminante moral del planeta, a través de nuestras películas y programas de televisión violentos, morales y blasfemos.
Nuestra Situación Actual
Hoy, a principios de la tercera década del siglo XXI, hemos llegado al punto que caracterizó los días anárquicos de Israel durante el tiempo del gobierno de la nación por los Jueces, cuando la Biblia dice que “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25).
Hemos abandonado el consejo de Salomón, que escribió en Proverbios 3:5–6: “Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos”.
Hemos recorrido muy lejos el camino de convertirnos en un reflejo de la sociedad depravada de Noé, que se caracterizaba por la violencia y la inmoralidad (Génesis 6).
Nos hemos vuelto como Judá en sus días de decadencia, cuando Dios condenó a la nación a través del profeta Isaías con estas palabras: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno; y a lo bueno, malo!” (Isaías 5:20).
Romanos Capítulo Uno
Estamos, de hecho, en la última etapa de rebelión contra Dios, como lo explica el apóstol Pablo en Romanos capítulo uno. Pablo comienza diciendo que la ira de Dios es invocada desde el Cielo contra una nación con ciertas características:
18) Pues la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que con injusticia detienen la verdad.
19) Porque lo que de Dios se conoce es evidente entre ellos pues Dios hizo que fuese evidente.
20) Porque lo invisible de él —su eterno poder y deidad— se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en las cosas creadas de modo que no tienen excusa.
21) Porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias; más bien, se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido.
22) Profesando ser sabios se hicieron fatuos
23) y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen a la semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Note los cuatro atributos que Pablo identifica como cualidades de vida que provocan la ira de Dios: impiedad, injusticia, supresión de la verdad, y adoración de la creación en lugar del Creador. Somos culpables de todos los cargos:
- Estamos practicando la impiedad al echar a Dios de nuestras escuelas y de todos los aspectos de la vida pública.
- Estamos participando en la injusticia en nuestro asesinato diario de bebés en el útero.
- Estamos suprimiendo la verdad del origen del universo y la vida al exigir que la única explicación que se puede enseñar es la Evolución.
- Estamos adorando a la “Madre Tierra” en lugar del Creador de este mundo.
Pablo procede en Romanos 1 a decirnos cómo responde Dios a este tipo de rebelión contra Él y Su Palabra. Él explica que Dios entregará a la nación a la ira de abandono, dejando que la nación se destruya a sí misma.
Primero, Dios dará un paso atrás, bajará el cerco de protección alrededor de la nación rebelde, y permitirá que el pecado se multiplique, lo que resultará en una revolución sexual inmoral — que es exactamente lo que sucedió en esta nación en la década de 1960 (Romanos 1:24–25).
Luego, Romanos 1 dice que, si la nación se niega a arrepentirse, Dios dará un segundo paso atrás, bajará aún más el cerco de protección y el resultado será una plaga de homosexualidad (Romanos 1:26–27). Por lo tanto, la homosexualidad no es sólo un pecado; también puede ser un juicio. Y es un juicio que Dios ha infligido sobre esta nación.
Finalmente, Romanos 1 dice que, si la nación aún se niega a arrepentirse, Dios dará un tercer paso atrás, bajará aún más el cerco de protección y el resultado será el abandono de la nación a una “mente reprobada” (Romanos 1:28–32).
La Maldición de la Depravación
La depravación de la mente es exactamente dónde estamos hoy. Ésa es la razón por la que escuchamos reclamos constantes por cosas que habrían sido inimaginables hace sólo unos años. Permítanme darles algunos ejemplos:
- Quitar los fondos a la policía — en otras palabras, socavar la barrera entre nosotros y los bárbaros.
- Vaciar las cárceles y prisiones para brindar orientación en lugar de castigo.
- Pagar reparaciones de esclavitud a los negros. En otras palabras, pagos a personas que nunca han sido esclavas por parte de personas que nunca han tenido un esclavo.
- Proporcionar reparaciones a los homosexuales, por haber prohibido la homosexualidad en el pasado y por haber impedido que los homosexuales se casaran.
- Legalizar la prostitución e incluso la pedofilia.
- Legitimar todas las drogas duras.
- Legalizar la eutanasia y el infanticidio.
- Exigir que las escuelas públicas enseñen desde el jardín de infantes que varias formas de perversión sexual son “normales”.
- Caracterizar las críticas a la perversión sexual y el aborto como discurso de odio y, por tanto, penado por la ley.
- Afirmar que cualquier declaración de Jesús como el único camino al cielo constituye un discurso de odio.
- Confinar todo vestigio de expresión religiosa a los lugares de culto.
- Cobrar impuestos a iglesias y ministerios.
- Obligar a las iglesias y ministerios a contratar personas que no están de acuerdo con sus declaraciones de credo.
- Decomisar las armas de fuego.
- Desfinanciar a las fuerzas armadas.
- Abrir nuestras fronteras a cualquiera que quiera entrar.
- Otorgar amnistía instantánea y ciudadanía a todos los extranjeros ilegales.
- Eliminar a los capellanes de las fuerzas armadas.
- Llenar la Corte Suprema para asegurar una mayoría liberal.
- Abolir el Colegio Electoral.
- Abandonar el nacionalismo en favor de un Orden Mundial Único.
- Eliminación progresiva del uso de combustibles fósiles.
- Abandonar cualquier apoyo a Israel.
- Revisar la historia estadounidense para menospreciar nuestra herencia cristiana y presentarnos como el mayor mal del mundo.
- Enseñar que los blancos son inherentemente racistas.
- Reemplazar el Star Spangled Banner (La Bandera Estrellada) como nuestro himno nacional con la canción de John Lennon, “Imagine”, que celebra el ateísmo y el socialismo.
- Rediseñar nuestra bandera nacional y reemplazar nuestro lema nacional.
La lista sigue y sigue, y cada vez que pienso que no podría empeorar, ¡empeora aún más!
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Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)