lunes, 2 de noviembre de 2020

La Tormenta Perfecta (parte 3 de 4)

Nuestra Sociedad en Caos

Por Dr. David R. Reagan

 

La Personalidad del Presidente Trump

Otro factor que ha contribuido a nuestra actual “tormenta perfecta” es uno que la mayoría de los conservadores no quieren reconocer. Es el ego monumental del presidente Trump. Una vez más, he advertido repetidamente que, las políticas del presidente Trump están de acuerdo con los principios judeocristianos y deben aplaudidas y apoyadas, su constante alarde de su riqueza, su sabiduría y su grandeza, constituyen un peligro para sí mismo y para la nación, porque Dios aborrece el orgullo. Considere las siguientes escrituras:

Proverbios 16:5 — “Abominación es al SEÑOR todo altivo de corazón; de ninguna manera quedará impune”. 

Jeremías 9:23 — “Así ha dicho Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas”.

Isaías 2:12 — “Porque el día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo lo arrogante, y será abatido”.

Proverbios 16:18 — “Antes del quebranto está la soberbia, y antes de la caída, la altivez de espíritu”.

Proverbios 26:12 — “¿Te has fijado en quien se cree muy sabio? Más se puede esperar de un necio que de gente así”.

Mateo 23:12 — “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Santiago 4:6 — “…Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.

Éstas son advertencias asombrosas y aleccionadoras. Una vez más, Dios aborrece el orgullo. No podemos esperar que bendiga a una persona orgullosa. Recuerde al rey Nabucodonosor. Mientras se felicitaba por su grandeza, fue reducido a la locura. 

Un segundo problema personal que caracteriza al presidente Trump, y que es responsable de gran parte del odio y división en nuestra nación hoy, son sus respuestas juveniles a sus críticos. En lugar de lidiar con sus críticas, los ataca personalmente en tuits que a menudo son toscos, groseros, e incluso vulgares.

Una de las voces proféticas de Dios en la actualidad es Albert Mohler, Jr., el Presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur, en Louisville, Kentucky. Recientemente habló sobre el problema de la personalidad del presidente Trump. En junio, en una entrevista con la revista The New Yorker, Mohler llamó a Trump “una enorme vergüenza” para los evangélicos debido a su “mal comportamiento” y las “deficiencias evidentes en su carácter público y privado”. Sin embargo, Mohler dijo que iba a votar por el Presidente, porque “la alternativa es impensable”. 

Imagen que muestra a Albert Mohler junto a la portada de su libro: "La Tormenta que se Avecina: Secularismo, Cultura e Iglesia.

Una cosa favorable sobre Trump, además de sus valores conservadores, es que ha cumplido su palabra concerniente a las promesas políticas que hizo en 2016. De hecho, creo que sería muy difícil encontrar un Presidente que haya sido tan fiel a sus promesas. Nos hemos acostumbrado tanto a que los políticos nos mientan sobre lo que harán si son elegidos, que es particularmente reconfortante encontrar a uno que realmente haga lo que dice. 

En la cuarta y última parte de esta mirada a la “tormenta perfecta” que se cierne sobre Estados Unidos, examinaremos cómo la destrucción está llegando a nuestros cimientos. 


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

Original article:

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Avivamiento vs. Revolución: ¿Cuál será? (pdf)

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viernes, 30 de octubre de 2020

La Tormenta Perfecta (parte 2 de 4)

Nuestra Sociedad en Caos

Por Dr. David R. Reagan


La Gracia de Dios hacia Estados Unidos

Cuando el Presidente Trump se estaba postulando para las elecciones en 2016, con el lema de “Hacer que Estados Unidos Vuelva  a ser Grande”, advertí repetidamente que nadie podría hacer grande a nuestra nación de nuevo, mientras estemos burlándonos de Dios. Señalé específicamente varias cosas en particular:

  • La repugnante apostasía en la Iglesia.
  • Nuestra legalización de la matanza de bebés en el vientre de su madre.
  • Nuestra legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.
  • Estamos inundando el mundo con películas y programas de televisión violentos, inmorales, y blasfemos.
  • Nuestra abrumadora adicción a las drogas.
  • Nuestra determinación de expulsar a Dios de todos los aspectos de la vida pública.
  • Nuestro liderazgo mundial en la producción de pornografía.

Dios orquestó la elección de Trump y nos dio una ventana de gracia. Dios permitió que Trump lanzara un “milagro económico”, pero creo que lo permitió para dramatizar Su destrucción de la noche a la mañana.

Dios quería que seamos plenamente conscientes de que estamos experimentando Su ira. El problema es que la mayoría de los estadounidenses se han vuelto tan seculares que ya no pueden percibir lo espiritual. Por lo tanto, desestiman la ira de Dios como “mala suerte”.

Destrucción desde Adentro

Estamos cosechando lo que hemos sembrado (Gálatas 6:7). Como señalé en mi libro, Las Voces Proféticas de Dios para Estados Unidos, comenzamos a claudicar la herencia cristiana de nuestra nación al comienzo del siglo XX, cuando nuestras iglesias tradicionales comenzaron a tratar la Biblia como la búsqueda de Dios por parte del hombre, en lugar de la revelación de Dios al hombre. Estas iglesias abandonaron el verdadero Evangelio por el evangelio social, y las iglesias comenzaron a morir. 

Esta apostasía comenzó al mismo tiempo que los humanistas comenzaron a organizarse e impulsar su agenda atea, llamando a la secularización de la sociedad. 

Muy rápidamente, el humanismo (fe en el hombre) se convirtió en nuestra religión. El materialismo (el amor al dinero) se convirtió en nuestro dios, y nuestro estilo de vida se convirtió en hedonismo (la búsqueda del placer). Esto fue en cumplimiento de la profecía. En términos generales, la Biblia dice que, en los tiempos del fin, la sociedad se volverá tan malvada como lo fue en los días de Noé (Mateo 24:37) — una época que se caracterizó por la inmoralidad y la violencia (Génesis 6:5; 11).

Específicamente, el apóstol Pablo profetizó que, en los tiempos del fin, los hombres amarían tres cosas — el yo, el dinero y el placer (2 Timoteo 3:1-5). Ahí es precisamente donde nos encontramos en Estados Unidos hoy. Pero Dios no puede ser burlado (Gálatas 6:7). Cuando esas tres cosas convergen en una “tormenta perfecta”, el resultado es siempre el nihilismo — que es una elegante palabra filosófica para la desesperación. Y así, encontramos a nuestra sociedad regodeándose en la desesperación, mientras la gente busca significado en todas las cosas equivocadas — como sexo, dinero, drogas, alcohol y la búsqueda del poder. 

Manifestantes en Washington, D.C., en junio de 2020.

Básicamente, lo que estamos presenciando hoy es que Dios nos está permitiendo destruirnos a nosotros mismos. Los teólogos lo llaman “ira de abandono”. Se describe en detalle en el capítulo uno de Romanos. Ese capítulo dice que, cuando una nación se llega a caracterizar por la impiedad, la injusticia y la supresión de la verdad — y cuando comienza a adorar a la creación en lugar del Creador — Dios dará un paso atrás, bajará Su cobertura de protección alrededor de la nación, y permitirá que el mal se multiplique.

Cuando esto sucede, Romanos 1 dice que la primera manifestación será una revolución sexual (versículo 24). Si no hay arrepentimiento, entonces Dios dará un paso atrás por segunda vez y bajará más la cobertura, lo que producirá una plaga de homosexualidad (versículos 26-27). Si la rebelión persiste, Dios bajará la cobertura por tercera y última vez, entregando a la nación a una mente depravada (versículos 28-32). Ahí es donde estamos. 

Evidencia de la Depravación

Por lo tanto, no debería sorprendernos que la gente esté demandando un gobierno socialista que los cuide desde la cuna hasta la tumba. Tampoco debería resultar increíble que la gente esté en las calles exigiendo que se retiren las estatuas de algunas de nuestras mayores figuras históricas. Tampoco deberíamos sorprendernos por los siguientes objetivos de los “progresistas”:

  • Anular todas las órdenes ejecutivas de Trump que hacen cumplir los principios judeocristianos.
  • Ampliar la legislación sobre delitos de odio para incluir discursos contra el aborto, la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, y el transgenderismo.
  • Promover el Movimiento de la Perversión Sexual para incluir la protección legal de la poligamia, el poliamor, la prostitución, y otras conductas sexuales desviadas.
  • Desfinanciar nuestros departamentos de policía. 
  • Destazar la Segunda Enmienda al restringir drásticamente el derecho de los estadounidenses a poseer armas.
  • Imponer impuestos a las iglesias y ministerios que se niegan a respaldar la revolución sexual.
  • Imponer impuestos draconianos a los estadounidenses de clase media, para proporcionar reparaciones a los negros y homosexuales. 
  • Socializar los aspectos más importantes de la economía estadounidense para lograr una “redistribución de la riqueza”. 
  • Llenar nuestra Corte Suprema con jueces que tienen un desprecio absoluto por nuestra Constitución.
  • Intentar reformar la Constitución para eliminar el Colegio Electoral.
  • Aislar y poner en peligro a Israel, dando el máximo apoyo a sus enemigos.
  • Maximizar nuestro apoyo a las Naciones Unidas y otras organizaciones mundiales con el fin de llevarnos hacia el establecimiento de Un Gobierno Mundial.

En la tercera parte de esta mirada a la “tormenta perfecta”, que se cierne sobre Estados Unidos, examinaremos cómo la destrucción viene desde el gobierno. 


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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Avivamiento vs. Revolución: ¿Cuál será? (pdf)

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jueves, 29 de octubre de 2020

La Tormenta Perfecta (parte 1 de 4)

Nuestra Sociedad en Caos

Por Dr. David R. Reagan


La primera vez que recuerdo haber escuchado el término, “tormenta perfecta”, fue en 1991, cuando los meteorólogos le dieron ese nombre a una tormenta muy fuerte frente a las costas de Nueva Escocia. La tormenta fue producida por un frente frío del noroeste que convergió con un ciclón que descendía desde el noreste. La tormenta se dirigió al sur, hacia Nueva Inglaterra, donde convergió con el Huracán Grace. Esta convergencia de un frente frío, un ciclón y un huracán produjo la “tormenta perfecta”. 

La tormenta recibió mucha publicidad porque produjo olas de hasta 30 pies de altura, que inundaron la casa de vacaciones del Presidente George H. W. Bush, en Kennebuckport, Maine, causando daños importantes. Recibió aún más atención cuando viró de regreso hacia su punto de partida frente a la costa de Nueva Escocia, donde produjo olas de hasta 100 pies. Fue en esta zona que el barco pesquero, Andrea Gail, se hundió, matando a sus seis tripulantes. Esta tragedia inspiró el libro, y la película posterior, La Tormenta Perfecta (2000).

Nuestra Tormenta Social

Hoy, aquí en los Estados Unidos estamos experimentado otra “tormenta perfecta” de un tipo diferente que es mucho más peligrosa. Es una tormenta que nos golpeó repentina y abrumadoramente. Primero, vino la pandemia de coronavirus que produjo un desplome bursátil de 8,000 puntos. Luego, vino un cierre de la economía, seguido de disturbios y saqueos generalizados en las calles. Millones se han quedado sin trabajo, miles de empresas se están declarando en quiebra, y millones de personas están incumpliendo con sus pagos de alquiler e hipoteca.

En un momento, nuestra nación estaba sentada en la cima del mundo disfrutando de uno de los mayores resurgimientos económicos de la historia. Luego, en lo que pareció un aviso de un momento, nos sumergimos en el caos económico, social y político. 

Una vez fui testigo de un colapso social similar de la noche a la mañana en Rusia, en 1992. Cuando llegué a Moscú, apenas podía creer lo que veía. La nación estaba sumida en un caos absoluto. Sólo unos meses antes, ésta había sido la nación más poderosa del planeta Tierra, con más armas nucleares que cualquier otro país. 

"Desunión Soviética", portada de la revista Time del 12 de marzo de 1990.

Encontré todas las tiendas en Moscú vacías — y quiero decir completamente vacías de comida y ropa. Miles de personas estaban de pie en las aceras con mesas plegables llenas de artículos para intercambiar. La gente intercambiaba productos alimenticios como leche y papas por jeans, camisas y ropa interior. En el hotel de primera clase donde me hospedaba, la única comida que tenían para servir eran papas, y una Coca Cola tenía que ser compartida con otras tres personas. 

Al ver este espectáculo desgarrador, el Señor habló a mi corazón y me dijo que regresara a Estados Unidos y compartiera la devastación que Él puede derramar en un instante, sin importar cuán poderosa sea la nación — tal como lo hizo con Babilonia en los tiempos del Antiguo Testamento.

Me dijo que enfatizara que Su juicio sobre nuestra nación sería mucho peor. Después de todo, el pueblo ruso había estado bajo una dictadura totalitaria durante 70 años, durante los cuales los cristianos habían sido severamente perseguidos y la distribución de Biblias había sido prohibida. 

Por el contrario, durante ese mismo período de tiempo, Dios había derramado abundantes bendiciones sobre nuestra nación. Además, tenemos iglesias en cada esquina, un promedio de cinco Biblias en cada hogar, y tenemos el Evangelio siendo proclamado por radio y televisión.

En resumen, a diferencia del pueblo ruso, no tenemos excusa ante Dios por nuestra rebelión desenfrenada contra Él y Su Palabra. El versículo que el Señor puso en mi corazón para esta nación fue Lucas 12:48, que dice que a aquellos a quienes se les da mucho, mucho se espera de ellos. 

Burla Pública de las Advertencias Proféticas

He estado proclamando ese mensaje a lo largo y ancho desde entonces — en libros, artículos de revistas, sermones, programas de televisión y producciones de video. Y descubrí desde el principio que la gente no quería escuchar el mensaje.

Eso no es nada nuevo. Las voces proféticas que Dios envió a las naciones a lo largo de los tiempos del Antiguo Testamento fueron tratadas de la misma manera. La gente se mofaba de ellas, se burlaban y las abucheaban, las acosaban, e incluso intentaban matarlas.  

Cuando Jeremías comenzó a advertir al pueblo de Judá del inminente juicio de Dios, no se arrepintieron. En cambio, se rieron de él y respondieron exclamando: “¡Templo del SEÑOR, templo del SEÑOR! ¡Este es el templo del SEÑOR!” (Jeremías 7:4, RVA-2015). Lo que querían decir, por supuesto, era que no creían que Dios alguna vez permitiría que alguien destruyera el templo. Después de todo, la Gloria Shejiná de Dios residía en el templo. 

Del mismo modo, he descubierto que los estadounidenses tienden a responder de la misma manera a las advertencias de la ira inminente de Dios sobre esta nación. “¡Nunca a Estados Unidos!”, cantan. ¡Estoy convencido de que muchos creen que Dios está sentado en Su trono envuelto en una bandera estadounidense!

Agitador en Mineápolis, 17 de abril de 2020 (Associated Press, foto de Julio Cortez).

Cómo Trata Dios con las Naciones Rebeldes

La Biblia claramente revela un patrón definido de cómo Dios trata con una nación que ha bendecido, cuando ésta comienza a volverse contra Él. Primero, envía voces proféticas para llamar a la nación al arrepentimiento. En nuestro caso, Dios comenzó a hacer eso a mediados de la década de 1970, cuando levantó voces como David Wilkerson, Francis Schaeffer, Aleksandr Solzhenitsyn and Donald Wildmon. Desde ese momento, el Señor ha demostrado gran paciencia con nosotros, al continuar enviándonos advertencias proféticas, a pesar de nuestra negativa a arrepentirnos.

Cuando nos encaprichamos y resistimos obstinadamente los llamados al arrepentimiento, el Señor comenzó a bombardearnos con juicios correctivos para llamar nuestra atención — juicios como los ataques del 11/9 (2001), el Huracán Katrina (2005), la Caída de la Bolsa de Valores de 2008, y la elección de Barack Obama en 2008. Y ahora, la “tormenta perfecta”.

En la segunda parte de esta mirada a la “tormenta perfecta”, que se cierne sobre Estados Unidos, examinaremos cómo la destrucción viene desde adentro. 

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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Lea también: 

Avivamiento vs. Revolución: ¿Cuál será?

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miércoles, 28 de octubre de 2020

Observaciones del Editor: De Cara al 2021

Por Dr. David R. Reagan


No sé quién será elegido para servir como nuestro próximo Presidente. Pero hay dos cosas que sé con certeza. Primero, sé que Dios tiene el control. Segundo, sé que Estados Unidos está bajo el juicio de Dios.

La soberanía de Dios es algo de lo que los incrédulos se burlan. La mayor tragedia es que la mayoría de los cristianos profesantes parecen saber poco al respecto. Después de todo, muchas, sino la mayoría, de las iglesias están escuchando mensajes basados en psicología en lugar de los fundamentos bíblicos.

Pero puede estar seguro de que Dios está en control. Incluso cuando las cosas parecen estar completamente fuera de control, Dios está en Su trono. El Salmo 2 dice que, mientras los líderes políticos del mundo conspiran contra el Creador y Su Ungido, el Mesías, ¡Dios se sienta en los cielos y se ríe! No se está riendo porque no le preocupa. No, se está riendo porque tiene todos los eventos del mundo bajo control. La conclusión es que Dios tiene la sabiduría y el poder para orquestar toda la maldad de Satanás y del hombre para el triunfo de Su Hijo, Jesús.

“Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca” (Salmos 115:3, NVI).

“En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado” (Proverbios 21:1, NVI).

La forma en que Dios trata con naciones rebeldes, particularmente con las que ha bendecido grandemente, también es desconocida para la mayoría de los cristianos profesantes. Como explicarán en detalle los artículos de esta edición, Dios primero envía voces proféticas para llamar a la nación al arrepentimiento. Si son ignoradas, Dios luego enviará juicios correctivos. Y si también son ignorados, Dios entregará a la nación a la destrucción, ya sea por fuerzas externas o internas. 

Nuestra nación se encuentra actualmente en medio de lo que los teólogos llaman “juicio de abandono”. Éste es cuando Dios da un paso atrás, baja su cobertura de protección alrededor de la nación y permite que el pecado se multiplique, lo que resulta en que la nación se destruya a sí misma. 

Los pecados de nuestra nación son tan atroces, que el juicio de Dios permanecerá sobre nosotros sin importar quién gane las elecciones. Si los demócratas ganan, nuestra destrucción nacional se acelerará debido a sus programas impíos.  Si los republicanos ganan, el ritmo se ralentizará, pero no se detendrá. Ya hemos ido demasiado lejos en la renuncia a los valores judeocristianos en los que esta nación se basó. 

Ésta es una nación que le ha dado la espalda a Aquel que nos ha bendecido tan abundantemente. Nuestra sociedad se ha secularizado e incluso paganizado. Nuestras iglesias están llenas de apostasía. Le estamos agitando nuestro puño a Dios y escupiendo en Su cara —  como lo hicimos, por ejemplo, al iluminar la Casa Blanca con los colores del Movimiento de la Perversión Sexual , para celebrar la legalización del entre personas del mismo sexo por nuestra Corte Suprema.

Nuestra nación se está hundiendo. La pregunta crucial es si se hundirá o no con ella. ¿Ha puesto su fe en Jesús como su Señor y Salvador? Si es así, entonces tiene esperanza, porque tiene la promesa del Rapto y la vida eterna. Si ha rechazado la gracia que Dios ha extendido por medio de Su Hijo, entonces está condenado.

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36, RVR-1995).

¿Está bajo la gracia o la ira? Si está bajo la gracia, no tiene nada que temer y mucho que esperar. Si está bajo la ira, su futuro es sombrío. ¡Huya de la ira que vendrá huyendo a los brazos amorosos de Jesús ahora!


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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Avivamiento vs. Revolución: ¿Cuál será?

El Contenido del Evangelio de Salvación

Por Dr. Charlie Bing



Cuando compartimos el evangelio claramente, debemos tener dos grandes inquietudes:

Primera, debemos ser absolutamente claros acerca de la condición para la salvación: creer. Esa creencia debe estar libre de cualquier obra, compromiso, o idea de mérito de nuestra parte, para que la gracia siga siendo gracia.

La segunda inquietud es que debemos ser claros acerca del contenido del evangelio, o en lo que se tiene que creer. El contenido del evangelio es la persona y la obra de Jesucristo, que son inseparables como el objeto de la fe que salva.

La Persona de Jesucristo

Somos salvos por Alguien, el Señor Jesucristo. No sólo cualquier Jesús, sino el enviado de Dios, quien es el Hijo de Dios. Existen muchas cosas implícitas en la designación Señor Jesucristo como la deidad, la humanidad, y la misión mesiánica. Si bien es posible que alguien no comprenda una Cristología en su totalidad, debe haber cierta comprensión de la unicidad y autoridad divina de Jesús. El evangelio de Juan, reconocido por su intención evangelista (Jn. 20:30-31), enfatiza la deidad de Jesús más que cualquier otro libro de la Biblia (por ejemplo, Jn. 1:1-3, 14, 18; 5:17-21; 6:69; 7:38; 8:19, 58; 10:30; 20:28). En Juan, la persona de Jesucristo es el objeto de la fe en varios contextos evangelísticos (por ejemplo, Jn. 1:12; 3:16; 5:24; 6:29, 47; 9:35-37; 11:25-26).

La Provisión de Jesucristo

Como el Hijo de Dios, Jesús nos salva por lo que hizo por nosotros; Él proveyó para nuestra mayor necesidad. Después de todo, somos salvos de algo y para algo. Como pecadores separados de Dios, necesitábamos que alguien pagara la pena que nosotros no podíamos pagar. Jesús pagó ese precio al morir en la cruz. Por supuesto, un salvador muerto no podía a nadie, así que Jesús se levantó de entre los muertos. Su resurrección muestra que el precio ha sido pagado, que Dios aceptó el pago, y que Él vive para darnos la vida eterna. Jesús hizo posible que pasemos de muerte a vida, si aceptamos Su provisión (Jn. 5:24).

La persona de Jesús no puede separarse de Su obra. Jesús es el “Cordero de Dios” que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). Él dio Su vida por nosotros (por ejemplo, Jn. 6:51; 10:11-18) como el supremo sacrificio por nuestros pecados (Heb. 10:5-10). Isaías 53 habla proféticamente acerca de la muerte sustitutiva de Jesús (Is. 53:3-12) y Su resurrección (Is. 53:10-12).

Una vez más, existen muchas complejidades insondables y profundas que rodean la muerte y resurrección de Jesús, que una persona inconversa pueda no comprender de inmediato. Sin embargo, parece que debe haber al menos la comprensión más simple de que somos pecadores separados de Dios, que Jesús removió la barrera causada por el pecado a través de Su muerte y resurrección, y que ahora vive para darnos Su vida. Es por eso que vemos la predicación de la cruz y de la resurrección en la iglesia primitiva (por ejemplo, Hch. 2:23-24, 36; 3:18-20; 4:2, 10; 5:29-31; 10:39-40; 13:29-30; 17:3; 26:22-23) y por qué esos grandes hechos fueron reiterados en las epístolas (por ejemplo,  Ro. 3-8, 1 Cor. 1:18-24; 2:1-2; 15:1-4; Ga. 3:1; Ef. 1:20; Fil 2:8-9; Col. 2:12- 14; Hebreos; 1 Pe.1:3, 18-21; 3:18).

La Promesa de Jesucristo

Ciertamente es concebible que una persona pueda comprender los hechos acerca de la persona y la obra de Cristo y, sin embargo, no ser salva porque no los aplica a su propia condición espiritual. Creemos en Cristo para algo, y eso es la vida eterna. Dios nos ha prometido que cualquiera que cree en Cristo Jesús como Aquel que murió y resucitó tendrá vida eterna (por ejemplo, Jn. 1:12; 3:16; 5:24; 6:40, 47; 7:38; 10:26-29; 11:25-26; 12:44-50; 20:31). Una persona debe creer, o ser persuadida, de que la promesa es verdadera, y que es verdadera para él.

La vida eterna tiene muchas implicaciones que una persona puede no comprender por completo. Abarca la seguridad eterna, el perdón de pecados, la justificación, el nuevo nacimiento, la glorificación, y otras verdades maravillosas que se aclararán con la instrucción de la Palabra de Dios. La vida eterna también se define  como conocer a Dios a través de Cristo (Jn. 17:3). Una persona debe creer en la promesa de Dios para algún aspecto salvífico de esta vida eterna.

Algunas Incógnitas 

Si bien el contenido del evangelio es esencialmente simple y podemos compartirlo claramente, pueden existir algunas preguntas acerca de ciertas situaciones: ¿Cómo entiende un niño muy pequeño comprender el contenido del evangelio? ¿Cómo puede ser salva una persona con discapacidad mental? ¿Qué les sucede a los bebés que mueren sin ningún conocimiento del evangelio? ¿Cómo entiende un hindú los conceptos de Dios, pecado, Hijo de Dios, resurrección, y vida eterna?

Cuando compartimos el evangelio, debemos darnos cuenta de que el proceso de comunicación tiene dos componentes, el comunicador y el que lo recibe. El oyente no siempre procesa la información exactamente como lo dice el comunicador. En otras palabras, existen barreras en la comunicación del evangelio como el idioma, la interpretación cultural, la atención, la claridad, el procesamiento, la comprensión previa , y las idea religiosas preconcebidas.

A la luz de estas incógnitas, debemos reconocer humildemente que la comprensión de una persona puede no ser siempre lo que pensamos que es. Afortunadamente, el Espíritu Santo sabe lo que nosotros no sabemos. Si bien es nuestra responsabilidad compartir el evangelio con la mayor claridad posible, es Su obra convencer al oyente de Su veracidad (Jn. 16:8). Cuando compartamos el evangelio, debemos depender del Espíritu Santo para que trabaje en el oyente para darle suficiente comprensión para producir fe (Ro. 10:14-17). La forma exacta en que obra el Espíritu Santo en el entendimiento de una persona, seguirá siendo un misterio (Jn. 3:8; 6:44-45, 65). Sin embargo, nada de esto quita el hecho de que, si nos equivocamos en nuestro mensaje, el oyente estará equivocado en su fe.

Conclusión

Estamos llamados a compartir el evangelio de salvación lo que significa que compartimos la persona, la provisión, y la promesa de Jesucristo. ¿Por qué compartiríamos menos que eso? Ya sea que lo expliquemos en los términos más básicos o con gran profundidad, siempre es el Espíritu Santo quien trae el entendimiento que impulsa la fe. Predicamos el evangelio de la gracia a través de la fe sola en Cristo solo y dejamos que Dios haga el resto. Ciertamente eso requiere que lo comuniquemos claramente, y también a que oremos fervientemente.


Fuente:
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