Consecuencias Económicas de Largo Plazo
Muchos han estado afirmando todo el tiempo que la cura que nuestra nación ha perseguido para el coronavirus — es decir, las órdenes de quedarse en casa y el cierre de negocios — va a demostrar ser más dolorosa que el virus mismo.
Esa afirmación parece estar haciéndose realidad ante nuestros propios ojos, ya que millones de personas se han quedado sin trabajo y miles de negocios se han declarado en bancarrota.
Pero hay una mayor amenaza de largo plazo en el horizonte que podría resultar aún más devastadora. Estoy pensando en el impacto de los paquetes de estímulo aprobados por el Congreso. Han agregado cuatro billones de dólares a nuestra deuda nacional de la noche a la mañana. Y los paquetes posteriores podrían agregar fácilmente uno o dos billones, lo que hace que el total sea de alrededor de seis billones.
Nuestra deuda nacional ya estaba en $24 billones cuando el Congreso promulgó los paquetes de estímulo por la pandemia. Pero ése no es el verdadero nivel de deuda de nuestro gobierno nacional. Cuando agrega a eso las promesas no financiadas de Medicare y de Seguro Social, más las obligaciones de pensiones y atención médica, la deuda total de nuestro gobierno nacional antes de la pandemia llegaba a más de $124 billones, ¡o un total de $802,000 por contribuyente! (Para obtener estadísticas detalladas, vea el reloj de la deuda nacional en truthinaccounting.org)
¿Y cómo estamos cubriendo el costo de los paquetes de estímulo? Lo estamos haciendo vendiendo bonos del tesoro e imprimiendo dinero. Esa solución significa que dos perspectivas sombrías nos están mirando a la cara — ya sea una inflación desbocada o un servicio de deuda tan grande que aplasta a nuestra economía.
Manifestación en el edificio del Capitolio del Estado de Colorado
El Peligro de la Inflación
La mayoría de la gente no reconoce el impacto devastador de la inflación, así que permítanme darles algunos ejemplos. En 1960, cuando mi esposa y yo nos casamos, podíamos comprar una semana de comestibles y las necesidades del hogar por menos de $25. Siete años después, en 1967, compramos nuestra primera casa. Estaba ubicada en Sherman, Texas, Era una casa nueva de ladrillo, de tres dormitorios y dos baños en un vecindario muy agradable. Costó $17,500. Los pagos eran de $200 al mes, y estaba financieramente estirado para hacerlos con mi salario de profesor de $9,000 al año.
El valor del dólar cambió repentina y radicalmente por la rápida inflación que ocurrió cuando el Presidente Nixon abandonó el patrón oro en la década de 1970, lo que resultó en una tasa del 11%. Durante el gobierno del Presidente Jimmy Carter (1977-1982), la tasa se disparó por encima del 14% y los precios comenzaron a aumentar tan rápido que los restaurantes dejaron de imprimir el precio de las comidas en sus menús. En vez de eso, escribían los precios cada día. En comparación, la tasa de inflación de nuestra nación durante 2019 fue de 1.5%.
En 1967, el ingreso familiar promedio en nuestra nación era de $6,900 por año. Hoy es de $63,000. El salario promedio de un maestro de escuela en 1967 era $7,692. Hoy es de $60,482. ¡Tenga en cuenta que éstas son cifras equivalentes! Por lo tanto, $8,000 en 1967 tenían el mismo poder adquisitivo que $65,125 hoy.
El punto es que la inflación rápida es un monstruo que puede hacer que todos sus ahorros no valgan nada de la noche a la mañana.
La Amenaza de la Deflación
Y luego está la amenaza de la deflación que podría producirse cuando las tasas de interés de nuestras deudas nacionales, estatales y municipales dan como resultado quiebras e impagos en los planes de jubilación y los programas de beneficios como el Seguro Social y Medicare.
La conclusión es que no podemos seguir acumulando deuda tratando de posponer el problema. Tarde o temprano tendremos que afrontar las consecuencias, particularmente cuando no hay voluntad política para recortar nuestros sobre-hinchados presupuestos municipales, estatales, y nacionales.
Además, debemos tener en cuenta que estamos actuando irresponsablemente al colocar nuestras deudas en los hombres de nuestros hijos, nietos y bisnietos. Lo que estamos haciendo es equivalente a que compre una mansión de 50 millones de dólares con una nota de 100 años, que obligue a mis descendientes a hacer los pagos de la hipoteca mucho después de que muera.
El Juicio que Estamos Rogando
Siempre he creído que el juicio final de Dios sobre nuestra nación por nuestros pecados impenitentes sería de naturaleza económica. Primero expresé esta creencia en mi libro, ¿América la Hermosa? (2003). Al considerar las posibles formas en la que Dios podría derramar Su ira sobre esta nación, escribí: “Lo primero que me viene a la mente es una catástrofe económica que resultará de nuestra situación de deuda fuera de control…No hay forma de escapar a la conclusión de que Estados Unidos se ha convertido en un adicto a la deuda”. Concluí con esta observación:
Creo que un colapso económico sin precedentes es muy probable porque el dinero es el verdadero dios de Estados Unidos, y el verdadero Dios de este universo es un Dios celoso y no tolera la idolatría, Dios, por Su propia naturaleza, se verá obligado a destruir a nuestro falso dios.
Una Experiencia Personal Impactante
Fui a la Unión Soviética en 1992, poco después del colapso del gobierno comunista. La nación estaba en un caos absoluto. Era difícil creer que, sólo unos meses antes, ésta había sido la nación más poderosa del planeta tierra, con más armas nucleares que cualquier otro país.
En Moscú, todas las tiendas estaban vacías — y quiero decir completamente vacías de comida y ropa. Miles de personas estaban de pie en la acera con mesas de cartón llenas de artículos para intercambiar. La gente intercambiaba productos alimenticios como leche y papas por ropa y otros artículos esenciales. En el hotel de primera clase donde estábamos alojados, la única comida que tenían para servirnos eran papas, y teníamos que compartir una Coca-Cola entre cuatro de nosotros.
Al ver esta escena desgarradora, el Señor habló a mi corazón y me dijo que regresara a Estados Unidos y compartiera la devastación que Él puede derramar sobre una nación en un instante, sin importar cuán poderosa puede ser — tal como lo hizo con Babilonia en los tiempos del Antiguo Testamento.
Me dijo que enfatizara que Su juicio sobre nuestra nación sería mucho peor. Después de todo, el pueblo ruso había estado bajo una dictadura totalitaria durante 70 años, tiempo durante el cual los cristianos habían sido severamente perseguidos y la distribución de Biblias había sido prohibida.
Las señales de advertencia de Dios
En contraste, durante ese mismo período de tiempo, Dios había derramado abundantes bendiciones sobre nuestra nación. Además, tenemos iglesias en cada esquina, un promedio de cinco Biblias en cada hogar y tenemos el Evangelio siendo proclamado en la radio y la televisión. En resumen, a diferencia del pueblo ruso, no tenemos excusa ante Dios por nuestra rebelión desenfrenada contra Él y Su Palabra. El versículo que el Señor puso en mi corazón para esta nación era Lucas 12:48, que dice: “a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará…”.
Dios has enviado voces proféticas a esta nación para llamarnos al arrepentimiento, y ha enfatizado la seriedad de sus mensajes al infligirnos con juicios correctivos como la Guerra de Vietnam, los ataques del 11 de Septiembre y el Huracán Katrina.
Pero hemos hecho oídos sordos y nos hemos precipitado a toda velocidad con nuestro comportamiento impío. Literalmente estamos rogando la ira de Dios y, cuando caiga, no tendremos a nadie a quien culpar más que a nosotros mismos. Necesitamos recordarnos estas palabras en 2 Crónicas 7:
13) Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo;
14) si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe
Original article:
The Pandemic: Long-Range Economic Consequences