¿Alma dormida o existencia consciente?
La Palabra vs. la Tradición
¿No es sorprendente lo lejos que podemos alejarnos de la Palabra de Dios cuando dejamos de leer Su Palabra y comenzamos a hablar de las tradiciones de los hombres?
A medida que seguía haciendo un descubrimiento tras otro en la Palabra Profética de Dios que iba en contra de lo que me habían enseñado, comencé a preguntarme sobre el origen de las doctrinas que había aprendido. No tardé mucho en descubrir que la fuente era la filosofía griega.
El primer intento de mezclar los conceptos de la filosofía griega con las enseñanzas de la Palabra de Dios llegó muy temprano en la historia de la Iglesia. El intento se llamó gnosticismo. La herejía gnóstica surgió entre los primeros conversos gentiles porque trataron de helenizar las Escrituras, es decir, trataron de hacer que las Escrituras se ajustaran a los principios básicos de la filosofía griega.
Los griegos creían que el universo material, incluido el cuerpo humano, era malo. Esta visión negativa de la creación era diametralmente opuesta al pensamiento hebreo, como se revela en la Biblia. Para la mente hebrea, el mundo fue creado bueno (Génesis 1:31). Y, a pesar de que la bondad de la creación fue corrompía por el pecado del hombre (Isaías 24:5-6), la creación aún refleja en cierto grado la gloria de Dios (Salmos 19:1). Lo más importante es que la creación algún día será redimida por Dios (Romanos 8:18-23).
La Herejía Gnóstica
Cuando los primeros gentiles se convirtieron al Evangelio, su mentalidad griega colisionó inmediatamente con algunas de las enseñanzas fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, se preguntaban: “¿Cómo pudo Jesús haber venido en la carne si Él era Dios? Dios es santo. ¿Cómo puede El que es santo encerrarse en un cuerpo que es malo?”.
En resumen, porque veían el universo material como malo, no podían aceptar la enseñanza de la Biblia de que Dios se encarnó. Su respuesta fue desarrollar la herejía gnóstica de que Jesús era un ser espiritual o fantasma que nunca se encarnó y, por lo tanto, nunca experimentó la muerte física.
Esta herejía es denunciada fuertemente en la Escritura. En 1 Juan 4:1-2, se nos dice que probemos a quienes buscan nuestra comunión espiritual, pidiéndoles que confiese “que Jesucristo ha venido en carne...”.
La Corrupción Agustiniana
Alrededor del año 400 d.C., un notable teólogo llamado San Agustín, intentó helenizar lo que las Escrituras enseñaban sobre los eventos del tiempo del fin y la vida después de la muerte. Agustín tuvo mucho éxito en su intento. Sus puntos de vista fueron adoptados por el Concilio de Éfeso en el año 431 d.C., y han permanecido como dogma católico hasta este día.
La influencia de la filosofía griega no le permitiría a Agustín aceptar lo que la Biblia enseñaba sobre la vida después de la muerte.
Por ejemplo, la Biblia dice que los santos pasarán la eternidad en cuerpos glorificados en una Tierra Nueva (Apocalipsis 21:1-7). Tal concepto era anatema para la mente griega de Agustín. Si el mundo material es malo, entonces razonó que el mundo material debe dejar de existir cuando el Señor regrese. Agustín resolvió el problema espiritualizando lo que la Biblia decía. Hizo esto argumentando que la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 es sólo un lenguaje simbólico para el cielo.
Las opiniones de Agustín son sostenidas por la mayoría de los cristianos profesantes hoy, tanto católicos como protestantes. Eso significa que la mayoría del cristianismo hoy enseña filosofía griega en lugar de la Palabra de Dios cuando se trata del ámbito de la profecía del tiempo del fin y la vida después de la muerte.
El Estado Intermedio
Algunas de las mayores confusiones sobre la vida después de la muerte se relacionan con el estado intermedio entre la muerte y la eternidad. Algunas personas abogan por un concepto llamado “sueño del alma”. Argumentan que tanto los salvos como los no salvos están inconscientes después de la muerte hasta el regreso de Jesús.
Pero la Biblia deja muy en claro que nuestro espíritu no pierde su conciencia después de la muerte. Pablo dice en 2 Corintios 5:8 que preferiría estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. En Filipenses 1:21, observa: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Luego añade en el versículo 23 que su deseo es “partir y estar con Cristo”. ¡Pablo ciertamente no esperaba estar en coma después de su muerte!
Si entonces nuestros espíritus retienen su conciencia después de la muerte, ¿a dónde van? La Biblia enseña que antes de la resurrección de Jesús, los espíritus muertos iban a un lugar llamado Hades (“Seol” en el Antiguo Testamento). Los espíritus existían allí conscientemente en uno de dos compartimentos, ya fuera el Paraíso o el Tormento. Este concepto se muestra gráficamente en la historia de Jesús del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31).
La Biblia indica que después de la muerte de Jesús en la Cruz, descendió al Hades y declaró a todos los espíritus allí Su triunfo sobre Satanás (1 Pedro 3:18-19; 4:6). La Biblia también indica que después de Su resurrección, cuando ascendió al Cielo, Jesús tomó el Paraíso con Él, transfiriendo los espíritus de los santos del Hades al Cielo (Efesios 4:8-9; 2 Corintios 12:1-4). Los espíritus de los santos muertos se describen posteriormente en el Cielo, ante el trono de Dios (vea Apocalipsis 6:9; 7:9). Los espíritus de los justos muertos no podían directamente ir al Cielo antes de la Cruz, porque sus pecados no estaban perdonados. En cambio, sus pecados fueron simplemente cubiertos por su fe. El perdón de sus pecados tuvo que esperar el derramamiento de la sangre de Cristo (Levítico 17:11; Romanos 5:8-9; Hebreos 9:22).
Eventos de la Muerte
Entonces, ¿qué pasa cuando mueres? Si eres un hijo de Dios, tu espíritu es inmediatamente introducido en el seno de Jesús por Sus santos ángeles. Tu espíritu permanece en el Cielo, en la presencia de Dios, hasta el momento del Rapto. Cuando Jesús venga por Su Iglesia, trae tu espíritu con Él, resucita y glorifica tu cuerpo, haciéndolo de naturaleza eterna (1 Corintios 15; 1 Tesalonicenses 4). Reinas con Cristo por mil años y luego vives eternamente con Él en una tierra nueva (Apocalipsis 20-22).
Si no eres un hijo de Dios, entonces tu espíritu va al Hades cuando mueres. Este es un lugar de tormentos, donde tu espíritu es mantenido hasta la resurrección de los injustos, que se lleva a cabo al final del reinado milenial de Jesús. En esa resurrección, eres llevado ante el Gran Trono Blanco de Dios, donde eres juzgado por tus obras y luego condenado a la “muerte segunda”, que es el “lago de fuego” o el Infierno (Apocalipsis 20:11-15).
Preparándose para la Eternidad
Una cosa es segura: “¡Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor!” (Isaías 45:23; Romanos 14:11). Tu destino eterno será determinado por cuándo hagas esta confesión.
Si se hace antes de morir, entonces pasarás la eternidad con Dios. Si no, entonces harás la confesión ante el juicio del Gran Trono Blanco, antes de ser arrojado al Infierno. Para pasar la eternidad con Dios, tu confesión de Jesús como Señor debe hacerse ahora.
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
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La Muerte
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)