Haga clic sobre la imagen para ir al Índice
Parte 4
La Conclusión
¿Por qué Jesús?
La Palabra de Dios, la Biblia, dice que Jesús es Dios en la carne (Mateo 1:23; Juan 10:30; 1 Juan 5:20). También dice que vivió una vida perfecta y sin pecado (Hebreos 4:15; 2 Corintios 5:21). Eso significa que Él es la única persona que ha vivido que no merecía morir, porque “la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23).
Por lo tanto, cuando Jesús fue voluntariamente a la cruz para sufrir y morir la muerte más horrible, lo hizo, no por Sus pecados, sino que por los suyos y los míos. Pablo lo expresó de esta manera en 1 Corintios 15:3: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras…”. Pedro afirmó esta declaración en 1 Pedro 3:18, cuando escribió: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”.
Esto significa que cuando Jesús estaba colgado en la cruz, cada pecado que usted y yo hemos cometido y que cometeremos fue colocado sobre Él, y Él recibió la ira de Dios, que usted y yo merecemos. Cuando usted acepta a Jesús como su Señor y Salvador, entra en el área donde la ira de Dios ya ha caído, y se vuelve inmune a esa ira.
Hay una canción cristiana contemporánea que expresa poderosamente esta verdad. Dice:54
Él pagó una deuda que no debía;
Yo debía una deuda que no podía pagar;
Necesitaba a alguien que lavara mis pecados.
Y, ahora, canto una nueva canción,
“Sublime Gracia”.
Cristo Jesús pagó una deuda que yo jamás podría pagar.
Otra Pregunta Crucial
Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿Cómo apropiamos la sangre de Jesús a nuestras vidas, para que podamos recibir el perdón de los pecados, y la esperanza del Rapto y la vida eterna con Dios?
La respuesta de la Biblia es que la salvación es un don gratuito de la gracia de Dios que recibimos por medio de Jesús, al responderle en fe (Romanos 5:1-2). Así es cómo Pablo lo dice en Efesios 2:8 — “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”.
El plan de salvación de Dios siempre ha sido el mismo — la gracia por medio de la fe. Antes de la cruz, el punto focal de esa fe era Dios el Padre y Su promesa de un Mesías. Desde la cruz, el punto focal de la fe salvadora ha sido Dios el Hijo, Jesús el Mesías, quien murió por nuestros pecados.
La Fe que Salva
Observe que, en la oración anterior, usé el término, “fe salvadora”. Ese término fue cuidadosamente seleccionado porque la fe que salva es algo mucho más sustancial que la simple creencia de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Después de todo, las Escrituras dicen que “incluso los demonios creen y tiemblan” (Santiago 2:19).
La fe salvadora produce confianza en Jesús como el Salvador de uno (Juan 3:16-17). La fe que salva también produce obediencia a la Palabra de Dios (1 Juan 5:13). Y la verdadera fe salvadora siempre se manifiesta en buenas obras (Efesios 2:10).
El último punto es una paradoja. No somos salvos por las buenas obras. Más bien, somos salvos para hacer buenas obras (Tito 2:14). No obramos para ser salvos. Obramos porque somos salvos. La verdadera fe siempre se manifestará en obras, “porque la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:14-26).
El Verdadero Significado de la Salvación
Esto nos lleva de regreso a la esencia de la salvación. Quiero enfatizar una vez más que es una relación con un Hombre y no la obediencia a un plan. Podemos ser salvos al poner nuestra confianza en una persona, y seguimos siendo salvos al continuar confiando en esa persona.
Esa persona, por supuesto, es Jesús de Nazaret, quien es Dios en la carne (Juan 1:1-14). Es por eso que Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Es también la razón por la que Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
La esencia del cristianismo es una relación con una persona. Uste entra en esa relación por un acto de fe, por medio del cual usted acepta a Jesús como su Señor y Salvador.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Si usted nunca ha puesto su fe en Jesús como su Señor y Salvador, le invito a que lo haga ahora. Confiésele a Dios que es un pecador y pídale que le perdone sus pecados. Y luego reciba a Jesús como su Salvador.
Una vez que haya hecho esto, busque una iglesia que crea en la Biblia, donde Jesús sea exaltado como la única esperanza para el mundo. Vaya ante esa iglesia y confiese su fe y luego manifieste esa fe en el bautismo de agua. Luego, busque un grupo de oración y de estudio bíblico dentro de esa iglesia, donde pueda comenzar a crecer en su fe.
Habiendo hecho esto, estará listo para el regreso del Señor, y podrá unirse a mí y a muchos otros cristianos que reciben cada día con gran esperanza exclamando: “¡Maranatha! Ven pronto, Señor Jesús” (1 Corintios 16:22).
¿Qué Acerca de los Creyentes?
¿Qué pasa con aquellos de nosotros que ya hemos recibido a Jesús como Señor y Salvador? ¿Cómo debemos prepararnos para el Rapto de la Iglesia?
Esta pregunta es respondida por el apóstol Pablo en Tito 2:
11) Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
12) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
13) aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
14) quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
En este pasaje, Pablo comienza en el versículo 11 refiriéndose a la Primera Venida de Jesús como una manifestación de “la gracia de Dios”, proporcionando salvación a un mundo que no la merecía. En los versículos 12 y 13, comienza a decirnos lo que nosotros, como creyentes, deberíamos estar haciendo mientras esperamos la “bienaventurada esperanza” — su término para el Rapto. Él dice que debemos:
- Negar la impiedad.
- Negar los deseos mundanos.
- Vivir sensata, justa y piadosamente.
- Y vivir con una perspectiva eterna, esperando diariamente la aparición en gloria de Jesús.
- También debemos buscar hacer buenas obras, que traerán honor y gloria a Jesús.
El apóstol Juan enfatizó la importancia de vivir con una perspectiva eterna cuando escribió en 1 Juan 3:
2) Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
3) Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
En otras palabras, si los creyentes viven con una perspectiva eterna, anhelando la aparición de Jesús por Su Iglesia, experimentarán una creciente purificación espiritual.
También se convertirán en candidatos para una recompensa especial cuando se presenten ante el tribunal de Jesús. Pablo hace esta promesa en 2 Timoteo 4:8, donde dice que una “corona de justicia” le será dada a cada creyente que vivió su vida esperando la “aparición” de Jesús. Si usted es un creyente, ¿es un candidato para esa recompensa?
Espero que sí.
¡Maranatha!
Lea la parte 1 aquí
Lea la parte 2 aquí
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)