Alrededor del año 740 a.C., Dios ungió a un hombre sofisticado y erudito llamado Isaías para que fuera un profeta a Judá, y lo primero que le pidió que hiciera fue que buscara la tierra y compilara un inventario espiritual de los pecados del pueblo.
Dios conocía los pecados. Ésta era Su manera de familiarizar a Isaías con ellos de primera mano.
El informe posterior de Isaías fue sorprendente y desgarrador. Revelaba claramente que el pueblo a quien Dios había bendecido tan ricamente le había dado la espalda a Él y a Su Palabra.
Y, dado que éstos son los pecados que motivaron a Dios a destruir la nación, la ciudad y el templo que Él amaba tanto, debemos prestar mucha atención a lo que eran.
El Informe de Isaías
El informe de Isaías se encuentra en el capítulo 5 de sus escritos, y comienza en el versículo 7 con el pecado de la injusticia:
“Él [Dios] esperaba una cosecha de justicia, pero, en cambio, encontró opresión. Esperaba encontrar rectitud, pero, en cambio, oyó gritos de violencia” (NTV).
Luego, él mencionó la avaricia: (5:8)
“Compran propiedades para que otros no tengan dónde vivir. ¡Sus casas están construidas en grandes propiedades, para que puedan estar solos en medio de la tierra!” (The Living Bible, traducción del editor).
El siguiente pecado que descubrió fue la búsqueda del placer: (5:12)
“En sus banquetes hay vino y arpas, liras, tambores y flautas; pero no se fijan en los hechos del Señor ni tienen en cuenta las obras de sus manos” (NVI).
El cuarto pecado que reportó fue la blasfemia: (5:19)
“Incluso se burlan del Santo de Israel y desafían al Señor para que los castigue. ‘Date prisa y castíganos, Señor’, dicen. ¡Queremos ver lo que puedes hacer!” (The Living Bible, traducido por el editor).
Luego, Isaías señaló el impactante pecado de la perversión moral: (5:20)
“Dicen que lo correcto está mal y que lo que está mal es lo correcto; que lo negro es blanco y que lo blanco es negro; que lo amargo es dulce y que lo dulce es amargo” (TLB, ed.).
Isaías lamentó el pecado del orgullo intelectual: (5:21)
“¡Ay de aquellos que son sabios y astutos en sus propios ojos!” (TLB, ed.).
Luego, Isaías identificó el pecado de la intemperancia: (5:22)
“¡Ay de aquellos que son ´héroes´ cuando se trata de beber y que se jactan del licor que pueden contener!” (TLB, ed.).
El pecado final identificado por Isaías fue la corrupción política: (5:23)
“Aceptan sobornos para pervertir la justicia, para dejar en libertad a los perversos y para poner a hombres inocentes en la cárcel” (TLB, ed.).
Isaías concluyó su lista con una declaración sumaria que identificaba la razón fundamental de todos los pecados: (5:24)
“…han desechado las leyes de Dios y despreciaron la palabra del Santo de Israel” (TLB, ed.).
Así pues, los ocho pecados de Judá que Isaías reportó eran: injusticia, avaricia, búsqueda del placer, blasfemia, perversión moral, orgullo intelectual, intemperancia y corrupción política. Todos los cuales, afirmó, se produjeron por el desprecio a la Palabra de Dios.
Isaías también reportó que todos sus llamados al arrepentimiento fueron recibidos con burla y frivolidad (22:12-13):
“El Señor Dios los llamó a arrepentirse, a llorar y lamentar, a raparse sus cabezas en tristeza por sus pecados, y a vestirse de cilicio para mostrar su remordimiento. Pero en cambio, cantan y bailan y juegan, y celebran y beben. ‘Comamos, bebamos y estemos felices’, dicen, ‘¿Cuál es la diferencia?’, porque mañana moriremos” (TLB, ed.).
Isaías respondió a esta crasa indiferencia con una fuerte advertencia: (5:26-30)
“Dios enviará una señal a las naciones lejanas, silbando a las que están en los confines de la tierra, y vendrán corriendo hacia Jerusalén…Sus flechas son agudas; sus arcos están doblados; chispas vuelan de los cascos de sus caballos, y las ruedas de sus carros giran como el viento. Rugen como leones y se abalanzan sobre la presa. Se apoderan de mi pueblo y los llevan cautivos sin que nadie los rescate” (TLB, ed.).
El Informe de Jeremías
Sesenta años más tarde, Dios llamó a un joven sacerdote llamado Jeremías para que hiciera lo mismo que le había pedido a Isaías. Le pidió que saliera y que hiciera un inventario de los pecados de Judá.
Cuando le informó a Dios, enumeró los mismos pecados que Isaías, pero agregó tres nuevos.
El primero era la inmoralidad. Éste, por supuesto, había sido insinuado en la acusación de Isaías de perversión moral. Pero Jeremías fue específico: (5:7-8)
Él declaró que Dios había alimentado a Su pueblo hasta que estuvieron llenos, pero le agradecieron “cometiendo adulterio y haciendo fila en los prostíbulos”. Él añadió: “Son vigorosos sementales, bien alimentados, cada uno relinchando por la mujer de su prójimo” (NTV).
El segundo pecado que Jeremías detectó fue la corrupción religiosa: (5:30-31)
“Algo terrible y espantoso ha sucedido en este país: los profetas dan profecías falsas, y los sacerdotes gobiernan con mano de hierro. Peor todavía, ¡a mi pueblo le encanta que sea así!” (NTV).
El tercer pecado que agregó a la creciente lista fue mentes cerradas: (6:10-11)
Él declaró que el pueblo no escuchaba cuando Dios habla: “Tienen sordos los oídos y no pueden oír. Ellos desprecian la palabra del Señor. No quieren escuchar para nada” (NTV).
Jeremías luego concluyó con tres poderosas declaraciones sumarias:
- “Sus caras son más duras que una roca” (5:3).
- “Tienen un corazón terco y rebelde” (5:23).
- “No saben lo que es la vergüenza” (6:15).
Jeremías emitió un llamado al arrepentimiento, junto con una severa advertencia (6:26):
“Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera y siéntate entre las cenizas. Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único. ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!” (NTV).
Pero el pueblo de Judá estaba tan atrapado en la rebelión, que se negaron a arrepentirse, y se burlaron de la advertencia, y respondieron gritando: “¡El Templo, el Templo, el Templo!” (Jeremías 7:4).
Lo que querían decir con esta burla era que no creían que Dios destruiría jamás su nación y su ciudad capital porque la Gloria Shejiná de Dios descansaba en su Templo.
"Una Nación Bajo el Juicio de Dios".
Juicios Correctivos
Mientras tanto, mientras Dios estaba hablando a través de voces proféticas, llamando al pueblo al arrepentimiento y advirtiéndole de un juicio final, simultáneamente estaba infligiendo juicios correctivos a la nación.
Estos son juicios diseñados para humillar al pueblo y para motivarlo a pensar con una perspectiva eterna.
Antes de que entraran a la Tierra Prometida, Dios les advirtió por medio de Moisés que, si no eran fieles a Sus mandamientos, sufrirían juicios correctivos para llamarlos al arrepentimiento. Estos juicios se enumeran en detalle en Deuteronomio 28, e incluyen cosas como malas cosechas, rebelión de adolescentes, una epidemia de divorcios, enfermedades desenfrenadas, políticas gubernamentales confusas, derrotas ante los enemigos, dominación extranjera, y el juicio final — exilio de la tierra.
Pero el pueblo de Judá estaba fijo en sus pecados, y Jeremías por lo tanto declaró que su “herida era incurable” (Jeremías 10:19).
El resultado fue la conquista babilónica de la nación y su capital en el año 586 a.C., lo que ocasionó que la mayoría del pueblo fuera llevada al cautiverio.
Dios, en Su misericordia, les permitió regresar 70 años después, pero durante los siguientes 400 años, persistieron en sus pecados, y así, en el año 70 d.C., Dios permitió que fueran conquistados por los romanos y que fueran dispersados por todo el mundo, tal como Él lo había advertido.
Esta sórdida historia de un pueblo ricamente bendecido que se rebela contra su Dios, que los había bendecido tan abrumadoramente, se resume en dos versículos muy tristes en los que casi se puede escuchar al Señor llorar (2 Crónicas 36:15-16):
15) Repetidas veces el Señor, Dios de sus antepasados, envió a sus profetas para advertirles, porque tenía compasión de su pueblo y de su templo.
16) Sin embargo, el pueblo se mofaba de estos mensajeros de Dios y despreciaba sus palabras. Se burlaron con desprecio de los profetas hasta que el enojo del Señor no pudo ser contenido y ya no se podía hacer nada.
En la quinta parte de nuestra serie concerniente al destino de los Estados Unidos, descubriremos cómo Dios trata con las naciones rebeldes.