martes, 21 de agosto de 2018

Los Días de Noé – Parte 3

Génesis 6




Génesis 6:3

Éste ha sido otro versículo difícil, sujeto a diversas interpretaciones. Cuando Dios dijo, “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”, hay una pregunta acerca de si se refería al Espíritu Santo o al espíritu que Él había infundido en el cuerpo del hombre, y también si se refería a la humanidad en general o a Adán en particular (la palabra “hombre” es Adán, y el mismo Adán todavía puede haber estado vivo cuando Dios habló estas palabras, quizás en los días de Enoc). La referencia a “ciento veinte años” se ha entendido por algunos como a la longevidad futura del hombre y por otros como el tiempo que aún quedaba antes de la llegada del Diluvio, además de la interpretación de que éste era simplemente el tiempo restante antes de la muerte de Adán.

Parece que la lectura más natural del pasaje se refiere al Espíritu Santo de Dios en Su ministerio de convencer “al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). A medida que el carácter moral y espiritual del mundo antediluviano se degeneró, especialmente después de la conquista demoníaca que acabamos de describir, era evidente que la gente se había vuelto tan irremediablemente corrupta como para estar más allá de la recuperación. Se habían resistido total e irrevocablemente al testimonio del Espíritu, por lo que era inútil “contender” más con el hombre. Esta palabra (hebreo doon) se usa sólo aquí y, por lo tanto, tiene un significado algo incierto, posiblemente incluyendo también la idea de “juzgar”.

El Señor también enfatizó que el hombre también era “carne”, el “también” probablemente refiriéndose al hecho de que tenía un cuerpo físico así como una naturaleza espiritual. Dado que el testimonio del Espíritu de Dios al espíritu del hombre había sido rechazado, no había propósito alguno en ser servido más para mantener su vida física y multiplicación continua. También puede haber una sugerencia implícita de que el hombre no había llegado a ser mejor que los animales: estaba dominado exclusivamente por la “carne” — ya no se preocupaba por Dios, sino sólo por sus propios apetitos corporales, al igual que los animales. Dios le dijo a Noé que “He decidido el fin de todo ser” (6:13), y más tarde, de hecho, “Y murió toda carne” (7:21), incluyendo al hombre y los animales. 

Esta lucha del Espíritu de Dios con los apetitos carnales del hombre fue tomada más tarde por el apóstol Pablo como un tipo del conflicto en el creyente del Nuevo Testamento entre su espíritu (iluminado y energizado por el Espíritu de Dios) y su carne, la naturaleza natural y carnal con la que nación (Romanos 8:5; Gálatas 5:16, 17).

Este testimonio antediluviano del Espíritu de Dios al hombre debe haber sido logrado por la predicación de la Palabra de Dios por medio de uno de Sus profetas. Se sabe que tanto Enoc como Noé dieron un fuerte testimonio a la gente de su época, y es posible que Matusalén y Lamec hicieran lo mismo. 

Esta profecía en particular evidentemente fue dad, quizás a través de Matusalén, apenas 120 años antes de la llegada del Diluvio. Puesto que Enoc ya había sido trasladado, Matusalén era el patriarca viviente más antiguo en este momento. Sem, Ham y Jafet aún no habían nacido; y presumiblemente los mandamientos específicos de Dios a Noé (5:32; 6:10; 6:13-21) aún no habían sido dados. 

Dios siempre ha sido paciente, incluso en condiciones tan horribles como las que prevalecían en los días de Noé (1 Pedro 3:20). Aunque todos lo habían rechazado, aún concedió 120 años a la humanidad a la luz de la pequeña posibilidad de que al menos algunos “procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Éste era más que un tiempo suficiente para aquellos que eran niños para crecer hasta la madurez y tener abundante oportunidad para aceptar o rechazar a Dios. Aquellos que nacerían más tarde (por ejemplo, Sem, Ham, Jafet, y sus esposas) presumiblemente requerirían alguna manifestación muy especial de la gracia de Dios para tener salvación (vea 6:8; 7:1).

Génesis 6:4

Uno de los hechos más asombrosos revelados por la paleontología (el estudio de los restos fosilizados de criaturas que habitaron la tierra en una era anterior) es que casi todos los animales modernos alguna vez estuvieron representados por antepasados más grandes. Uno piensa en los mamuts y osos de las cavernas, cucarachas y libélulas gigantes, y enormes reptiles como los dinosaurios. Junto con ellos ocasionalmente se encuentran huellas humanas gigantes, lo que sugiere que “había gigantes en la tierra en aquellos días”. No sólo en la Biblia, sino en muchos otros libros antiguos, se conservan tradiciones de gigantes.

Con un testimonio tan uniforme de la tradición antigua, y también con la evidencia paleontológica, es una sofisticación superficial que ignora la posibilidad de que estos datos puedan contener reflejos primitivos de los eventos y personajes reales descritos históricamente aquí en el registro de Génesis.

Los hijos de las uniones de demoníacamente controlados hombres y mujeres de este período son los que se dice que se convirtieron en los “gigantes”, los poderosos hombres de antaño. La palabra en el hebreo es nephilim y viene del verbo naphal (“caer”). Aunque algunos comentaristas sugieren que la palabra significa “los que caen sobre” — es decir, “atacantes” — el significado más natural y probable es “los que han caído”, probablemente una referencia a la naturaleza de sus pseudo padres, los ángeles caídos. El nombre también llegó a significar “gigantes” y se aplicó más tarde a los gigantes vistos en Canaán por los espías israelitas (Números 13:33). La palabra fue así entendida por los traductores de Génesis al griego, representando la palabra en la Septuaginta como gigantes. 

En cuanto a por qué los hijos nacidos de padres controlados por demonios deben convertirse en gigantes, podemos hacer al menos una suposición razonable, sin embargo, en ausencia de la revelación bíblica sobre el tema, no puede ser más que eso. La genética moderna ha mostrado que hay dos causas básicas de las variaciones en las características físicas entre los hombres, a saber, mutaciones y recombinaciones. En el sistema genético hay un tremendo número de factores para diferentes características, algunos dominantes en una población particular, algunos latentes o recesivos. Éstos pueden ser “recombinados” de varias maneras, para permitir una variación casi ilimitada en las características físicas. La recombinación, sin embargo, puede operar sólo sobre factores que ya están implícitamente presentes en los genes. Las mutaciones, por otro lado, pueden introducir nuevas características que no estaban presentes del todo, respondiendo a influencias externas cuyas energías producen cambios aleatorios en el sistema genético.

Los factores para la gran estatura física aparentemente han residido desde el principio en el conjunto de genes creados de la población humana. Su aparición como características frecuentes o dominantes en una población específica podría resultar por casualidad en una población endogámica pequeña, o bien podría resultar por diseño en el caso de la manipulación controlada de los genes por parte de los criadores que entienden lo suficiente acerca del proceso genético para hacer esto. Los genetistas hoy parecen estar a punto de lograr avances que permitirían exactamente tal “ingeniería genética”, como este tipo de cosas que se pueden lograr de forma práctica.

Se cree que las mutaciones también pueden producir “gigantismo”. El extraño proceso de clonación, mediante el cual los genetistas creen que algún día serán capaces de producir una raza de copias al carbón de Einstein (o de Will Chamberlain, o lo que quieran), mediante la implantación de células corporales en óvulos humanos fertilizados podría ser otro medio de hacerlo. 

El punto es que, si los genetistas modernos pueden discutir con toda seriedad la posibilidad inminente de lograr tales cosas, entonces no es improbable que el conocimiento de estos secretos pudiera haber estado disponible a las huestes angélicas (y demoníacas). Habiendo obtenido esencialmente un control completo sobre las mentes y los cuerpos de estos padres antediluvianos, estos “hijos de Dios” caídos podrían entonces, por alguna manipulación genética, hacer que su progenie se convirtiera en una raza de monstruos. Los últimos también estarían bajo su control y posesión. 

La combinación demoníaca del materialismo y la impiedad de la civilización cainita en general, con esta irrupción de la simiente de la Serpiente directamente en un gran número de la raza humana y luego con el empuje de las hordas de los descendientes monstruosos de estas uniones ilícitas, llevaron a condiciones en el mundo que finalmente fueron intolerables incluso para un Dios de compasión y longanimidad. 

Los hombres poseídos por demonios y su progenie, junto con todos los otros habitantes impíos del mundo antediluviano, pronto perecerían en las aguas del Diluvio. Estas aguas ahora son las aguas del mar y bien pueden ser éstas a las que se hace referencia en conexión con el juicio final cuando dice que “el mar entregó los muertos que había en él” (Apocalipsis 20:13). Los espíritus malignos que moraban en sus cuerpos han sido encarcelados en el Tártaro (2 Pedro 2:4) y probablemente sean “espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé” (1 Pedro 3:19,20), a quienes Cristo fue en el Espíritu después de Su muerte para proclamar Su victoria definitiva sobre sus propósitos malvados.

Había gigantes “también después”, en los días de los cananeos, y éstos también eran conocidos como, entre otras cosas, los nephilim (Números 13:33). Humanamente hablando, eran descendientes de Anac, y por eso también eran conocidos como los anaceos. Estos pueblos eran, por supuesto, conocidos por Moisés y probablemente fue él quien insertó editorialmente la frase “y también después” en el registro original de Noé aquí en Génesis 6:4. Moisés probablemente también insertó la información de que éstos eran los “valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre”, hombres cuyas hazañas de fuerza y violencia los habían hecho famosos en canciones y fábulas en todas las naciones en las épocas posteriores al Diluvio. Para los hombres rebeldes de épocas posteriores, eran reverenciados como grandes héroes; pero a los ojos de Dios eran simplemente hombres impíos de violencia y maldad. 

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Lea la parte 2 »»aquí
Lea la conclusión »»aquí




Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.

El Dr. Morris fundó en 1970 el Institute for Creation Research con el propósito de llevar a cabo investigaciones científicas en el área de los orígenes e historia de la Tierra.


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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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domingo, 19 de agosto de 2018

Los Días de Noé – Parte 2

Génesis 6




Satanás no había olvidado la profecía de Dios de que una Simiente prometida de la mujer un día lo destruiría. Él había implantado su propia simiente espiritual en Caín y sus descendientes, pero Dios había preservado la línea de la verdadera Simiente por medio de Set. Cuando Noé nació y Lamec fue llevado a profetizar que “alivio” concerniente a la Maldición vendría a través de él (Génesis 5:29), Satanás y sus ángeles debieron temer que sus oportunidades de victoria en este conflicto cósmico estaban en peligro inminente. Deseando refuerzos para una batalla venidera contras las huestes del cielo, y también deseando, de ser posible, corromper por completo a la humanidad antes de que la Simiente prometida pudiera lograr la derrota de Satanás, parecen haber decidido utilizar el maravilloso poder de la procreación que Dios le había dado a la familia humana y corromperla para sus propios fines. Los hombres ahora se estaban multiplicando rápidamente sobre la tierra y, al implantar su propia “simiente” en la humanidad, ellos podrían reclutar en sólo una generación a una vasta multitud de aliados contra Dios. Así que estos “hijos de Dios” vieron a las hijas de los hombres y “tomaron esposas [o, literalmente, “mujeres”] escogiendo entre todas”.

Algunos comentaristas han dicho que, dado que la frase “tomaron esposas” es la misma frase que se usa normalmente en todo el Antiguo Testamento para “tomar esposa”, aquí no puede haber algo más que el matrimonio humano normal. Por lo tanto, argumentan, estos “hijos de Dios” deben ser simplemente creyentes masculinos en la línea de Set que se casaron con mujeres atractivas de la línea cainita (u otra), sin importar si eran o no verdaderos creyentes en Dios. Este argumento, sin embargo, es débil y, por lo demás, es apenas suficiente para derrocar el peso de la evidencia. La palabra usada para “esposa” (hebreo ishah) también se usa comúnmente para “mujer”, independientemente si era o no una mujer casada. La palabra para “tomar” (hebreo laqach) es un verbo muy común, y puede tener cualquier sustantivo como su objeto. Siquem, por ejemplo, “tomó” a Dina y se acostó con ella, aunque no estaba casado con ella (Génesis 34:2).

El hecho de que estas criaturas pudieran tomar cualquier mujer que eligieran sugiera además un estado de libertinaje que hizo que las uniones sexuales indiscriminadas fueran comunes. Esto también es sugerido por la frase descriptiva de Cristo “casándose y dándose en casamiento” (Mateo 24:38), como característica de las actitudes negligentes de los días de Noé.  

Si, por el bien del argumento, al menos, asumimos que los bene elohim, eran, de hecho, ángeles, y que los ángeles pueden asumir una forma humana tan total que realmente tienen sistemas reproductivos masculinos, entonces una pregunta grave tendría que plantearse relativa a la naturaleza de la progenie que resultaría de su relaciones sexuales con mujeres humanas. La identidad de los “gigantes” se discute más abajo, pero la seriedad de este problema influye en cómo deberíamos interpretar estas uniones. Los ángeles caídos no tienen la posibilidad de salvación, pero los hombres y las mujeres caídos tienen al menos esta posibilidad. ¿Cuál sería, entonces, el caso de “personas” que eran mitad ángel, mitad hombres? 

Ésta parece ser una situación tan grotesca que parece extremadamente dudoso que Dios la habría permitido en absoluto, incluso si realmente fuera fisiológicamente una posibilidad realista. Y, sin embargo, como ya se indicó, violenta el texto real del pasaje si hacemos que signifique simplemente que los hijos de Set comenzaron a casarse con las hijas de Caín. (Si esto lo que significaba, ¿por qué el escritor simplemente no lo dijo, y evitar así toda esta confusión?). ¿Y por qué los gigantes, y por qué la violencia universal?

Seguramente no todos los hijos de Set eran hombres piadosos; entonces, ¿por qué deberían ser llamados hijos de Dios? (recuerde que todos ellos perecieron en el Diluvio). Además, Adán tuvo muchos hijos además de Caín y Set; ¿eran ellos “hijos de Dios” espirituales también? No es muy probable, en este período de la historia. Además, ¿por qué destacar sólo la unión de hombres piadosos con mujeres impías? ¿Qué pasa con las “hijas de Dios”? ¿Se estaban casando con los “hijos de los hombres”?

Esta interpretación naturalista es tan forzada e incómoda que parece perjudicar a la doctrina de la inspiración divina suponer que esto es realmente lo que el escritor quiso decir. Seguramente quería transmitirles a sus lectores la idea de que, en estos días de Noé, una irrupción tan terrible de anormalidades y maldades estalló en la tierra que sólo podía ser explicada por una causa demoníacamente sobrenatural.

Los exégetas racionalistas, por supuesto, aceptan el significado llano del texto aquí y están de acuerdo de que éste habla de ángeles cohabitando con mujeres humanas. Entonces, siendo racionalistas, mantienen que dado que este tipo de cosas es imposible, el escritor del Génesis simplemente recurriendo a los mitos y leyendas de los semidioses en diversas tradiciones religiosas.

Por otro lado, ¿no es posible que la Biblia tenga el verdadero registro y que estas diversas leyendas de gigantes y semidioses representen las distorsiones que se habían acumulado a través de largos siglos de transmisión verbal de los cuentos en culturas removidas de la verdadera línea de transmisión patriarcal?

Es significativo que la Septuaginta traduzca la frase “hijos de Dio” como “ángeles de Dios”. Ésta era la versión del Antiguo Testamento en uso dominante en el período apostólico y, por lo tanto, ésta sería la forma en que la frase habría sido leída por Cristo y Sus apóstoles. El libro apócrifo de Enoc también existía entonces, y aparentemente era conocido por los escritores del Nuevo Testamento (Judas 14); y éste desarrollaba intensamente esta interpretación angelical. Como resultado aparente de estos hechos, esta interpretación está fuertemente implícita, y probablemente requerida (como se señala a continuación) por tres pasajes del Nuevo Testamento: Judas 6; 2 Pedro 2:4-6; 1 Pedro 3:19,20.

Es cierto, sin embargo, que existe una grave dificultad en la idea de las uniones sexuales entre ángeles y humanos, no sólo la cuestión de si tal cosa es posible, sino aún más en la teológicamente paradójica y grotesca naturaleza de la progenie de tales uniones. ¿Hay alguna forma de resolver este dilema?

Una solución parece consistir en reconocer que los hijos eran verdaderos hijos humanos de verdaderos padres y madres humanos, pero que todos estaban poseídos por espíritus malignos. Es decir, estos angélicos “hijos de Dios” caídos cumplieron sus propósitos por algo equivalente a la posesión demoníaca, morando en los cuerpos de hombre humanos, y luego también tomando (o “poseyendo”) los cuerpos de las mujeres también. Los hombres cuyos cuerpos poseían evidentemente se hicieron tan atractivos para las mujeres negligentes y rebeldes de la época, que podían apoderarse y usar a cualquiera de las mujeres que eligieran. La belleza seductora de las mujeres, probablemente reforzada por diversos cosméticos artificiales y seducciones desarrolladas en ese tiempo, era suficiente para inducir a los hombres a la constante obsesión con el sexo, lo que aseguraba una máxima rapidez de multiplicación de la población. Así pues, los “hijos de Dios” controlaban no sólo a los hombres cuyos cuerpos habían adquirido para su propia explotación, sino también a las mujeres que tomaron para sí mismos de esta manera, y luego a todos los hijos que tuvieron. 

Estos ángeles satánicos particular, por lo tanto, agravaron su pecado original al seguir a Satanás en su rebelión contra Dios al dejar ahora “su propia habitación” y no guardar su “primer estado” (literalmente, “principado”), “yendo tras carne extraña” como más tarde hicieron los sodomitas “de la misma manera” (Judas 6,7). Por lo tanto, Dios ya no les permite vagar por la tierra como a otros demonios, sino que los ha confinado en “prisiones de oscuridad”, arrojándolos a un “infierno” especial (literalmente, “Tártaro”, no el lugar ordinario de los espíritus difuntos) donde están “reservados para el juicio” (2 Pedro 2:4).

Este horrible fenómeno de la “toma” y “habitación” demoníaca de cuerpos humanos a menudo se ha repetido desde entonces, aunque aparentemente nunca en una escala mundial que Satanás intentó en los días de Noé. Muchos de esos casos de posesión demoníaca se mencionan en el Nuevo Testamento, y los misioneros aún dan testimonio de su ocurrencia común en tierras de paganas hoy en día. Incluso en las modernas “tierras cristianas”, donde la influencia del Evangelio hasta ahora la ha mantenido al mínimo, esta forma de actividad satánica está evidentemente aumentando rápidamente. El espiritismo, la brujería, y otras formas de creencias y prácticas ocultas — incluso el propio satanismo — están cautivando las mentes y cuerpos de multitudes hoy, especialmente entre los jóvenes.

Un fenómeno estrechamente relacionado es el tremendo aumento reciente de interés en las “huestes del cielo” — en términos de astrología, las así llamadas carrozas de los dioses, las diversos objetos voladores no identificados, y sus extraños ocupantes —. Aunque los científicos muy acertadamente han señalado las falaces suposiciones e interpretaciones involucradas en éstos, queda un residuo obstinado de fenómenos científicamente inexplicables, pero aparentemente bien comprobados, unidos a estos tipos de datos altamente inusuales. 

No debe olvidarse que existen “principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12) y que Satanás es el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Los ángeles malvados, así como los santos ángeles de Dios, aparentemente en ciertas ocasiones tienen la habilidad de aparecer en formas materiales de varios tipos (incluso como “ministros de justicia — 2 Corintios 11:15) y también de habitar y controlar los cuerpos de seres humanos. Además, Jesús advirtió que, en los días postreros, “habrá terror y grandes señales del cielo” (Lucas 21:11). Es posible que esta característica particular de los días de Noé esté comenzando a repetirse en la proliferación moderna de este gran complejo de fenómenos ocultos inexplicables y espiritualmente intimidantes, cuyo propósito para ser ganar control satánico directo sobre las mentes y cuerpos de huestes de seres humanos antes de que Cristo regrese. 

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Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.

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sábado, 18 de agosto de 2018

Los Días de Noé – Parte 1

Génesis 6




Los Hijos de Dios

La primera era de la historia humana llegó a su clímax y culminación en los días de Noé. La enfermedad del pecado, que comenzó de forma tan inocua cuando Eva fue tentada a dudar de la palabra de Dios, que luego comenzó a mostrar su verdadera fealdad en la vida de Caín, que llegó a la madurez en la civilización impía desarrollada por sus descendientes, finalmente descendió a un pantano de maldad y corrupción tan terrible que sólo un baño de agua mundial desde las ventanas del cielo podría purgar y limpiar la tierra febril. Las características de esos días espantosos y trágicos, por extraños que parezcan para nuestra cultura ilustrada de hoy en día, se repetirán en los días postreros de esta edad presente. Es urgentemente importante, desde el punto de vista tanto de la comprensión de la historia pasada como de la búsqueda de orientación para el futuro, que entendamos los eventos que tuvieron lugar en los días de Noé. 

Dos días antes de la crucifixión de Cristo, Sus discípulos le preguntaron, “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Su respuesta apuntaba a una serie de “señales”, todas las cuales ocurren juntas en esa generación (es decir, la generación que vería las señales), sería la señal que habían pedido. Estas señales culminaban con la advertencia profética: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37-39). Así pues, Jesús no sólo verificó la historicidad del gran Diluvio, sino que también nos animó a estudiar de cerca las características de los días previos al Diluvio, ya que éstas también caracterizarían los días justo antes de Su regreso. 

Génesis 6:1, 2

Las condiciones morales y espirituales en el mundo antediluviano se habían deteriorado con el paso de los años, no sólo entre los cainitas sino también entre los setitas. El materialismo y la impiedad abundaban, excepto por el pequeño remanente conectado con la línea de la Simiente prometida, junto con aquellos pocos que pudieron haber sido influenciados por el testimonio de hombres como Enoc.

Luego, en los días de Noé, un evento extraño y terrible tuvo lugar, que llevó rápidamente a tal ola de violencia y maldad sobre la tierra que ya no había más remedio que la destrucción total. Los “hijos de Dios” vieron a las “hijas de los hombres” y las tomaron como esposas, los hijos de tales uniones eran “gigantes en la tierra”, poderosos hombres de renombre, monstruos no sólo en tamaño sino también en maldad (Génesis 6:1, 2, 4).

La primera reacción de alguien a este pasaje (y la interpretación estándar de los liberales) es pensar de los cuentos de hadas de la antigüedad, las leyendas de ogros y dragones, y los mitos de los dioses que se relacionan con los hombres — y luego descartar toda la historia como leyenda y superstición.

Por otro lado, los cristianos modernos a menudo han tratado de hacer que la historia sea más aceptable intelectualmente al explicar que los “hijos de Dios” son setitas y que las “hijas de los hombres” son cainitas, con su unión representando la destrucción del muro de separación entre los creyentes y los incrédulos. Otra posible interpretación que evita las implicaciones sobrenaturales es que la frase “hijos de Dios” se refería a reyes y nobles, en cuyo caso la mezcla así descrita es simplemente una descripción de la realeza que se casa con plebeyos. 

Sin embargo, ninguna de estas interpretaciones naturalistas explica por qué la progenie de tales uniones sería “gigantes” o por qué conducirían a la violencia y corrupción universal. Aunque la Escritura enseña que los creyentes no deberían casarse con incrédulos (2 Corintios 6:14; 1 Corintios 7:39), no hay indicio alguno de que este pecado en particular sea imperdonable o más productivo de deterioro moral general que otros pecados. Independientemente de las dificultades intelectuales, parece claro que algo más allá de lo normal y natural se describe aquí en estos versículos. 

La interpretación del pasaje obviamente gira sobre el significado de la frase “hijos de Dios” (bene elohim). En el Nuevo Testamento, por supuesto, este término se usa con referencia a todos los que han nacido de nuevo mediante la fe personal en Cristo (Juan 1:12; Romanos 8:14, etc.), y el concepto de la relación espiritual de los creyentes con Dios como análoga a la de los hijos con un padre también se encuentra en el Antiguo Testamento (Salmo 73:15; Oseas 1:10; Deuteronomio 32:5; Éxodo 4:22; Isaías 43:6). Sin embargo, ninguno de estos ejemplos, usa la misma frase de Génesis 6:2, 4; además, en cada caso el significado no es realmente paralelo al significado aquí en Génesis. Ni a los descendientes de Set ni a los verdaderos creyentes de cualquier tipo se les ha mencionado anteriormente en Génesis como hijos de Dios en ningún tipo de sentido espiritual y, a excepción de Adán mismo, no podrían haber sido hijos de Dios en un sentido físico. En contexto, tal significado estaría forzado, por decir lo menos, en ausencia de cualquier tipo de explicación. El único significado obvio y natural sin tal aclaración es que estos seres eran hijos de Dios, más que de hombres, porque habían sido creados, no habían nacido. Tal descripción, por supuesto, se aplicaría sólo a Adán (Lucas 3:38) y a los ángeles, a quienes Dios había creado directamente (Salmos 148:2, 5; 104:4; Colosenses 1:16).

La frase real bene elohim se usa otras tres veces, todas en el muy antiguo de Job (1:6; 2:1; 38:7). No hay duda de que, en estos pasajes, el significado aplica exclusivamente a los ángeles. Una forma muy similar (bar elohim) se usa en Daniel 3:25, y también se refiere a un ángel o a una teofanía. El término “hijos del poderoso (bene elim, NASB) se usa en Salmos 29:1 y también en Salmos 89:6, y de nuevo se refiere a los ángeles. Por lo tanto, no parece haber alguna duda razonable de que, en lo que respecta al lenguaje en sí, la intención del autor era transmitir la idea de ángeles — ángeles caídos, sin duda, puesto que estaban actuando en oposición a la voluntad de Dios. Éste también era el significado puesto en el pasaje por los traductores griegos de la Septuaginta, por Josefo, por el escritor del antiguo libro apócrifo de Enoc, y por todos los otros intérpretes judíos antiguos y los primeros escritores cristianos. Aparentemente, los primeros escritores cristianos en sugerir la interpretación setita fueron Crisóstomo y Agustín.

La razón para cuestionar este significado obvio, además de los matices sobrenaturales, es (para los que no rechazan la idea de ángeles) la opinión de que sería imposible que los ángeles tengan relaciones sexuales con mujeres humanas y tener hijos con ellas. Sin embargo, esta objeción presupone más acerca de las habilidades angélicas de lo que sabemos. Cada vez que los ángeles se han aparecido visiblemente a los hombres, como se registra en la Biblia, han aparecido en los cuerpos físicos de hombres. Aquellos que se reunieron con Abraham, por ejemplo, realmente comieron con él (Génesis 18:8) y, más tarde, se les aparecieron a los habitantes de Sodoma en una forma tan perfectamente humana que los sodomitas estaban tratando de llevarse a estos “hombres” para propósitos homosexuales. El escritor de Hebreos sugiere que, en varias ocasiones, algunos “sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). 

Es cierto que el Señor Jesús dijo que “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22:30). Sin embargo, esto no es equivalente a decir que los ángeles son “asexuados”, ya que las personas que comparten la resurrección seguramente conservarán su propia identidad personal, ya sea masculina o femenina. Además, los ángeles siempre son descritos, cuando se aparecen, como “hombres”, y el pronombre “él” siempre se usa en referencia a ellos. De alguna manera, Dios les ha dado la capacidad de materializarse a sí mismos en forma masculina humana cuando las circunstancias lo requieren, aun cuando sus cuerpos no están bajo el control de las fuerzas gravitacionales y electromagnéticas, que limitan nuestros propios cuerpos en esta vida presente.

Cuando Jesús dijo que los ángeles de Dios en el cielo no se casan, esto no necesariamente significa que aquellos que han sido expulsados del cielo fueran incapaces de hacerlo. Claramente no era la voluntad o intención de Dios que los ángeles se mezclaran de tal manera con las mujeres humanas, pero estos ángeles malvados no estaban preocupados con la obediencia a la voluntad de Dios. De hecho, fue probablemente con el propósito de intentar frustrar la voluntad de Dios que este batallón en particular de los “hijos de Dios” participó en esta invasión ilegal de los cuerpos de las hijas de los hombres.

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Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


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jueves, 16 de agosto de 2018

Libro: Los Fundamentos de la Profecía Bíblica – Lección 6 (parte 1)

Profecía en el Antiguo Testamento

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Hecho: El Antiguo Testamento es esencial para el entendimiento y del Nuevo Testamento y para la comprensión de los mensajes proféticos de la Biblia.

Escritura Clave:Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,” (2 Timoteo 3:16).

El Problema

Hoy es común que los ministros se centren principalmente en el Nuevo Testamento en su predicación y enseñanza, mientras que apenas citan el Antiguo Testamento. Peor aún son los lemas como: “Ésta es una iglesia del Nuevo Testamento”, o “Nosotros sólo predicamos a Jesús”.

Sin embargo, en la cita bíblica anterior, el apóstol Pablo le enfatizó a Timoteo que toda la Escritura es de provecho. De hecho, un versículo anterior, Pablo declaró que “y que desde la niñez has sabido [Timoteo] las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. Un lector de hoy en día asume que Timoteo debe haber tenido una copia del Nuevo Testamento. ¡Pero el Nuevo Testamento no existía cuando Pablo escribió estas palabras!

Además, Pablo amonestó a Timoteo a comprometerse con “la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:13). De nuevo, Pablo se estaba refiriendo a lo que nosotros llamamos El Antiguo Testamento. 

La Importancia del Antiguo Testamento

Este padecimiento espiritual de ignorar el Antiguo Testamento, que es epidémico en la Iglesia hoy, es un problema grave porque no hay forma de entender el Nuevo Testamento sin el conocimiento del Antiguo Testamento.

Por ejemplo, Pablo se refiere a Jesús en 1 Corintios 15:20 como las “primicias” de los que habrán de resucitar. No hay forma de entender esa expresión aparte del conocimiento del sistema sacrificial del Antiguo Testamento. 

De igual manera, Jesús es mencionado en el libro de Hebreos como el “sumo sacerdote de nuestra profesión” (Hebreos 3:1) y como “sumo sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hebreos 5:10). Estos términos no tienen significado alguno aparte del conocimiento de la interacción entre Abraham y Melquisedec y el papel del sumo sacerdote tal como se revela en las Escrituras hebreas. 

El conocimiento de la profecía del Antiguo Testamento es particularmente necesario para el entendimiento de la profecía del Nuevo Testamento. Los libros de Daniel y Apocalipsis encajan como una mano en un guante. Ninguno de los dos se puede entender aparte del otro.

El libro de Apocalipsis contiene más de 300 citas o referencias a pasajes del Antiguo Testamento, y ni una sola está identificada. Una persona sin el conocimiento del Antiguo Testamento podría leer el libro de Apocalipsis y nunca darse cuenta de cuán entrelazado está con la profecía del Antiguo Testamento. Considere el tema del libro que se encuentra en Apocalipsis 1:7 —

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
Esta declaración está compuesta de dos citas del Antiguo Testamento puestas de punta a punta. La primera se encuentra en Daniel 7:13 y la segunda en Zacarías 12:10.

El Evangelio en el Antiguo Testamento

Cuando Pablo le dijo a Timoteo que las “sagradas escrituras” eran suficientes para conducirlo a la salvación por medio de la fe en Jesús, él se estaba refiriendo a la profecía del Antiguo Testamento.

El Día de Pentecostés, después de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, el apóstol Pedro predicó el primer sermón del Evangelio en Jerusalén (Hechos 2:14-36). De principio a fin, el sermón consistió de profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías, seguido por las declaraciones de Pedro de que Jesús había cumplido esas profecías. 

Felipe, el evangelista, tuvo el mismo enfoque cuando se encontró con el eunuco etíope, un judío devoto que había estado en Jerusalén para guardar las fiestas y estaba regresando a su hogar en África (Hechos 8:26-39). Felipe descubrió que el hombre estaba leyendo un pasaje del Antiguo Testamento de Isaías acerca de que el Mesías vendría como un “cordero sufriente” (Isaías 53:1-9).

Felipe le explicó el pasaje al etíope, y el hombre aceptó el hecho de que Jesús lo había cumplido. En respuesta, él fue bautizado. Luego continuó su camino, regocijándose por haber encontrado al Mesías.

El Volumen de Profecía en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento contiene más de 300 profecías específicas sobre la Primera Venida del Mesías. Pero muchas de éstas son repetitivas. Cuando se filtran, quedan 109 profecías separadas y distintas, todas las cuales se cumplieron en la vida de Jesús. 

Las Escrituras hebreas contienen muchas más profecías acerca de la Segunda Venida que de la Primera. Y están dispersas por todas partes, desde Génesis hasta Malaquías. La gente normalmente sólo piensa en los Profetas Mayores y Menores, pero los Salmos están llenos de profecía, como el Salmo 22, que profetiza acerca de la crucifixión del Mesías en detalle, escrito mil años antes del nacimiento de Jesús.

Incluso los libros históricos del Antiguo Testamento contienen profecías. La primera profecía mesiánica en la Biblia se encuentra en Génesis 3:15. Ésta declara que el Mesías nacerá de una virgen. Deuteronomio 31 profetiza que, si el pueblo judío es infiel a Dios, serán dispersados entre las naciones del mundo y serán perseguidos donde quiera que vayan. 

La Segunda Venida en la Profecía del Antiguo Testamento

La Biblia enseña que Jesús establecerá Su reinado personal sobre toda la tierra en el momento de Su Segunda Venida, y el Antiguo Testamento contiene muchas profecías sobre ese evento. Como ya hemos visto, Zacarías 14 dice que el Señor regresará al Monte de los Olivos, desde el cual ascendió al Cielo y, en ese momento, se convertirá en “rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:9).

En el mismo relato de Isaías del mismo evento, él se refiere a que el Señor regresa al Monte Sión, que es un nombre alternativo para Jerusalén: “Así Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de Sion, y sobre su collado. Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando” (Isaías 31:4b-5).

Tanto Isaías como Jeremías retratan al Señor regresando en ira. Jeremías dice que Él “rugirá” desde los cielos (Jeremías 25:30-31). Isaías dice que Él estará “lleno de ira” y que Su lengua será “como fuego que consume”. Sofonías dice que el día de Su regreso será uno de “angustia y aflicción” y de “desolación y de devastación” (Sofonías 1:14-18, RVA-2015). 

El Milenio en el Antiguo Testamento

Una vez que el Mesías haya derramado la ira de Dios sobre los enemigos de Dios, establecerá Su reinado sobre la tierra, y comenzará a manifestar Su gloria: “La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso” (Isaías 24:23).

Todos los diversos aspectos acerca del reinado milenial del Señor están descritos en detalle en el libro de Isaías. El libro de Apocalipsis trata sobre la Tribulación. Es el libro de Isaías el que revela los detalles del Milenio. La única información nueva contenida en el libro de Apocalipsis es que durará mil años (Apocalipsis 29:2-7).

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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)


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