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Vista aérea del Monte del Templo dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén (bibleplaces.com)
La Jerusalén Milenial
Viene un día glorioso para Jerusalén, porque cuando el Señor regrese, Él va a reinar sobre todo el mundo durante mil años, y Su reinado de paz, rectitud y justicia tendrá su sede en Jerusalén: “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Isaías 2:3 y Miqueas 4:2).
Jerusalén será el centro político, económico y religioso del mundo (Miqueas 4:1-7).
La ciudad será muy diferente de la que conocemos hoy. El gran terremoto mundial que ocurrirá cuando Jesús regrese cambiará radicalmente la topografía de la tierra, incluyendo la de Jerusalén (Isaías 40:4; Apocalipsis 6:12; 16:18). La Biblia indica que Jerusalén se ampliará considerablemente en área y se elevará más alto, tal vez convirtiéndose en el punto más alto de la tierra (Zacarías 14:10).
La ciudad será considerablemente ampliada y enormemente embellecida, y el templo más magnífico de la historia se construirá en medio de ella, bajo la supervisión personal del Mesías. Ese templo está descrito en detalle en los capítulos 40-48 de Ezequiel.
La gloria de Jerusalén en esos días se resume mejor en Isaías 62:1-7, donde se nos dice que la ciudad será una “corona de gloria en la mano del Señor” (versículo 3). El profeta también dice que la ciudad será una “alabanza en la tierra” (versículo 7). Por primera vez en su larga y sangrienta historia, será un refugio de paz (Joel 3:16-17 y Sofonías 3:14-20).
También será la maravilla más grande de la tierra. Piense en esto — albergará al Príncipe de Paz y contendrá Su templo —. También servirá una vez más como el hogar de la espectacular gloria Shejiná de Dios. Pero esta gloria no estará contenida dentro del Lugar Santísimo. Increíblemente, Isaías dice que la Shejiná se cernirá sobre toda la ciudad de Jerusalén como una nube de día y como un fuego de noche, lo que proporcionará un dosel para proteger a la ciudad del calor y la lluvia (Isaías 4:5-6).
Zacarías dice que las naciones del mundo enviarán delegaciones a Israel cada año para celebrar la Fiesta de los Tabernáculos. Y el último versículo de Ezequiel dice que ese día el nombre de la ciudad será cambiada de Yerushalyim a Jehová-Sama, que significa, “El Señor está ahí” (Ezequiel 48:35).
La Jerusalén Eterna
Finalmente, los profetas nos dicen que la Jerusalén milenial será reemplazada por una nueva Jerusalén, que Jesús está preparando en el Cielo ahora.
Al final del Milenio, después de que la tierra haya sido renovada por el fuego, la nueva Jerusalén descenderá a la nueva tierra, y los Redimidos, en sus nuevos cuerpos glorificados, vivirán en esta nueva ciudad en la presencia del Dios Todopoderoso, quien descenderá del Cielo para vivir para siempre con Sus hijos (Apocalipsis 21:1-3). Esta enseñanza muy clara del libro de Apocalipsis sorprende a muchos cristianos, a quienes siempre se les ha enseñado que vivirán eternamente en un mundo etéreo llamado Cielo.
¡Qué ciudad tan asombrosa será esta nueva Jerusalén! El apóstol Juan dedica 24 versículos a su descripción detallada en Apocalipsis 21 y 22. Será un cubo de 2,400 kilómetros con 12 cimientos hechos de piedras preciosas — cada uno nombrado para uno de los doce apóstoles —. Del mismo modo, habrá 12 puertas nacaradas, cada una nombrada por cada tribu de Israel. Las paredes estarán hechas de jaspe. La ciudad misma será de oro puro, como vidrio transparente.
¿Alguna vez se ha detenido a pensar en la forma y el tamaño de esta fenomenal ciudad? Por ejemplo, ¿Por qué será de 2,400 kilómetros de altura? La razón, por supuesto, es que en nuestros cuerpos glorificados, seremos inmunes a las leyes de la gravedad. Por lo tanto, seremos capaces de utilizar todo el espacio de la ciudad, y no sólo la planta baja.
¿Y cuánto espacio tendremos? ¿Habrá el suficiente para todos los Redimidos? Henry Morris, el fundador del Institute for Creation Research (Instituto para la Investigación del Creacionismo), ha calculado el espacio que existiría para cada persona, asumiendo que al menos el 50% del área sería usada para propósitos comunes (calles, parques, centros recreativos, etc.), y asumiendo que 20 mil millones de personas han sido salvas en el curso de la historia humana. El resultado es asombroso: ¡cada persona tendría un cubo con 75 acres en cada superficie! Eso es ciertamente más espacio que lo que la mayoría de nosotros tenemos ahora.
Pero la mejor parte de esta ciudad no será su belleza ni su amplitud. La mejor parte será la presencia personal de Jesús nuestro Señor y Dios Todopoderoso, el Padre. Apocalipsis 22 dice que serviremos eternamente a Dios en esta ciudad y que “veremos Su rostro”. Creo que eso significa que tendremos una comunión íntima y personal con nuestro Creador eternamente. Y eso me causa asombro.
El Mensaje para Nosotros
¿Qué significa todo esto para usted y para mí? ¿Tiene alguna relevancia para los cristianos gentiles hoy? La respuesta es que ciertamente sí la tiene.
En primer lugar, significa que Dios es fiel. Así como Él ha cumplido las profecías sobre Jerusalén en el pasado y lo está haciendo ahora, podemos estar seguros de que Él continuará haciéndolo en el futuro. Va a haber una Jerusalén milenial y va a haber una eterna, y nosotros, los Redimidos, vamos a ser ricamente bendecidos por ambas — más allá de todo lo que podamos imaginar —.
En segundo lugar, el registro de Jerusalén en la profecía significa que Dios es soberano. Él está en control. Incluso cuando todo parece estar fuera de control aquí en la tierra, podemos estar seguros de que Dios tiene la sabiduría y el poder para orquestar toda la maldad de la Humanidad para el triunfo de Su voluntad en la historia.
En tercer lugar, Dios nos está llamando a ti y a mí a vivir con una perspectiva eterna. En Hebreos 11 se nos dice que Abraham vivió por fe como un “extranjero” en este mundo, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:9-10). ¿No es eso interesante? Abraham no consideró su llegada a la Tierra Prometida como el cumplimiento de las promesas de Dios a él. Por el contrario, vivió anhelando su recompensa final, es decir, la vida con Dios en una ciudad eterna — la nueva Jerusalén —.
En Hebreos 11:3 dice que todos los héroes de la fe que están mencionados en ese capítulo vivieron sus vidas como “extranjeros y peregrinos”, porque deseaban la ciudad que Dios había preparado para ellos. El libro de Hebreos concluye con un recordatorio para nosotros de que en este mundo no tenemos una ciudad permanente. En cambio, debemos buscar “la por venir”.
Jesús está agregando cuartos a esa ciudad ahora mismo para acomodar a los miembros de Su cuerpo (Juan 14:1-4). Por lo tanto, vivamos como peregrinos y extranjeros en este mundo, sin llegar a sentirnos cómodos con él. Vivamos aguardando la venida del Señor (2 Timoteo 4:7-8).
Y vivamos orando por la paz de Jerusalén (Salmo 122.6), dándonos cuenta de que, al hacerlo, realmente estamos orando por el regreso del Señor, porque Jerusalén nunca experimentará la paz verdadera sino hasta que el Príncipe de Paz regrese.
El 25 de septiembre de 1995, un nuevo año judío muy especial comenzó. Ése fue el año designado por el gobierno de Israel como el 3,000mo aniversario de la conquista de la ciudad de Jerusalén por el Rey David.
La Importancia de la Ciudad
No hay otra ciudad en la faz de la tierra tan importante como la ciudad de Jerusalén. Todas las otras grandes ciudades de la tierra — Nueva York, Londres, Moscú, e incluso Roma — palidecen en comparación. ¿Qué otra ciudad puede presumir de ser “la ciudad de Dios” o “la ciudad del Gran Rey”? (Salmo 48).
Dios ama a Jerusalén y, al comienzo del Estado Eterno, la Biblia dice que Él tendrá Su residencia en la ciudad y vivirá en ella eternamente, junto con Sus santos redimidos (Apocalipsis 21:1-7). Salmo 68:16 dice que Dios ha deseado el monte de Sión “para Su morada” y que Él pretende “habitar en él para siempre”. Salmo 132:13-14 contiene una promesa similar: “Jehová a escogido a Sión; La quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; Aquí habitaré, porque la he querido”.
Cuando lee este tipo de declaraciones, puede entender por qué Jerusalén es identificada en Ezequiel 5:5 como “el centro de las naciones”, y en Ezequiel 38:12 como “el centro de la tierra”.
Jerusalén es donde el Hijo de Dios derramó Su preciosa sangre. Es donde Jesús ascendió al cielo. Es donde Jesús regresará para ser coronado Rey de reyes. Y, de nuevo, Jerusalén es donde Dios vendrá a residir eternamente con los redimidos.
No es de extrañar que Jerusalén siempre haya sido un tema importante de la profecía bíblica.
Vista aérea del Monte del Templo dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén (bibleplaces.com)
La Ciudad en la Historia
Pero, antes de que veamos a Jerusalén en la profecía, recordemos brevemente su historia.
La primera mención de Jerusalén en la Biblia se encuentra probablemente en Génesis 14:18, donde se nos dice que Abraham pagó diezmos al Rey de Salem, Melquisedec (esto fue cerca de 2,000 años antes de la época de Jesús). Aunque no podemos saber con certeza que ésta es una referencia a Jerusalén, parece probable porque Abraham estaba en esa zona geográfica y el nombre de la ciudad, Salem, es la palabra raíz del nombre posterior de la ciudad, Jerusalén.
Más tarde, se nos dice que Abraham fue al Monte Moriah, justo al norte de la antigua Jerusalén, para ofrecer a su hijo, Isaac, como sacrificio (Génesis 22:2). Ese monte fue incorporado más tarde a la ciudad de Jerusalén durante la época de Salomón, y se convirtió en el Monte del Templo.
La primera mención de la ciudad con el nombre de Jerusalén se encuentra en Josué 10:1, donde se nos dice que el rey de la ciudad, Adonisedec, dirigió una coalición de reyes contra Josué y fue derrotado en la famosa batalla en el Valle de Ajalón, cuando el sol se detuvo. Sin embargo, la ciudad de Jerusalén no debe haber sido tomada en este momento por los israelitas, porque después de la muerte de Josué, se nos dice en Jueces 1:8 que “los hijos de Judá” capturaron la ciudad, “pasaron a sus habitantes a filo de espada y pusieron fuego a la ciudad”.
Pero los jebuseos la han de haber reclamado porque luego es mencionada en Jueces 19:10, como la ciudad de Jebús. Y aún estaba en manos de los jebuseos dos siglos después, cuando David la conquistó y la hizo la capital de la nación judía.
La historia de la captura de la ciudad por David y sus fuerzas está registrada en 2 Samuel 5 y 1 Crónicas 11. De acuerdo con estos pasajes, David reinó desde Hebrón durante siete años, mientras sirvió como rey de Judá. Pero, después de que fue coronado como rey de Judá e Israel, decidió mover su sede central hacia el norte, a una ubicación más central.
La ciudad que él escogió fue Jebús, que también era conocida como “la fortaleza de Sión” (2 Samuel 5:7). Después de que la conquistó, el nombre fue cambiado a Jerusalén, pero a menudo se le llamaba como “la ciudad de David” (2 Samuel 5:9). Esto ocurrió 1,000 años antes del nacimiento de Jesús — o unos 3,000 años antes de donde ahora nos encontramos en la historia humana —.
Ahora, con este breve bosquejo histórico como telón de fondo, echemos un vistazo a las profecías bíblicas que se relacionan con Jerusalén.
El Monte del Templo viendo hacia el Este, con el Monte de los Olivos al fondo (fuente desconocida).
Jerusalén Judía
El primer conjunto de profecías relacionadas con Jerusalén son aquellas que pertenecen a ella como la capital judía antes del tiempo de Jesús. Tenga en cuenta que el reino de David se dividió en dos naciones después de la muerte de su hijo Salomón.
La nación del norte, Israel, fue totalmente apóstata desde el comienzo. Fue entregada a la idolatría y no tuvo un solo rey justo en sus 200 años de historia. En agudo contraste, la nación del sur fue bendecida con muchos reyes justos. También fue bendecida al tener a Jerusalén como su capital. Y fue bendecida aun más al tener la gloria Shejiná de Dios residiendo en su templo.
Pero a pesar de todas estas bendiciones, el pueblo de Judá se enorgulleció y comenzó a desviarse de su relación con Dios. A medida que la nación comenzó a volver su espalda a Dios, el Señor misericordiosamente levantó profetas para advertirles y llamarles al arrepentimiento. Cuando se negaron a arrepentirse, los profetas profetizaron que la ciudad de Jerusalén sería destruida y que la nación sería llevada en cautiverio.
La primera de estas profecías fue proclamada por Miqueas en el siglo VIII a.C. — cerca de 130 años antes de que la ciudad fuera destruida —. Miqueas habló contra la corrupción política y religiosa, diciendo, “Sus jefes [de Judá] juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero” (Miqueas 3:11).
Lamentó el hecho de que cada vez que estos líderes eran llamados al arrepentimiento para que la ciudad no fuera destruida, siempre respondían arrogantemente al observar, “¿No está Jehová entre nosotros? [Una referencia a la Shekiná en el Templo]. No vendrá mal sobre nosotros”. A lo que Miqueas respondió: “Por tanto, a causa de vosotros Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque” (Miqueas 3:12).
Cien años después, Jeremías también advirtió que Jerusalén sería destruida (Jeremías 7:12-15). Hablando por el Señor, Jeremías declaró, “Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador” (Jeremías 9:11).
Cuando el pueblo se negó a creer en sus palabras e incluso trató de matarlo como un traidor, Jeremías les recordó la anterior profecía de Miqueas (Jeremías 26:18). Pero el pueblo aún se negó a arrepentirse, y las profecías se cumplieron en el año 587 a.C., cuando Nabucodonosor destruyó la ciudad y su templo.
Considere una de las declaraciones más tristes en la Biblia:
El Señor, Dios de sus padres, les envió sus mensajeros persistentemente, porque tenía misericordia de su pueblo y de su morada. 16 Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y hacían escarnio de sus profetas, hasta que la ira del Señor estalló contra su pueblo, y ya no hubo remedio (2 Crónicas 36:15-16 RVA-2015).
Jerusalén Gentil
Después de 70 años de cautividad en Babilonia, los judíos regresaron a Jerusalén y reconstruyeron su templo y su ciudad. Pero se negaron a recibir a su Mesías, y por eso el Señor dio un segundo grupo de profecías concernientes a un período de tiempo cuando Jerusalén caería bajo el control gentil.
Después de 70 años de cautividad en Babilonia, a los judíos se les permitió regresar a Jerusalén para reconstruir la ciudad y su templo. Pero se negaron a recibir a su Mesías, y por eso les fue dado un segundo grupo de profecías concernientes a un período de tiempo cuando Jerusalén caería bajo el control gentil.
Jesús mismo pronunció estas importantes profecías durante la última semana de Su vida. Mientas estaba sentado en el Monte de los Olivos hablando con Sus discípulos, Él señaló a Jerusalén y su tempo y dijo: “En cuanto a estas cosas que ven, vendrán días cuando no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Lucas 21:6).
Luego, en el mismo discurso, Jesús declaró que la ciudad sería rodeada por ejércitos que procederían a desolarla (Lucas 21:20). Refiriéndose a los judíos en la ciudad en ese momento, dijo, “Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones…” (Lucas 21:24a).
Estas profecías se cumplieron 40 años después en el año 70 d.C., cuando los romanos, bajo Tito, destruyeron completamente la ciudad, incluyendo el Templo.
Pero debe notarse que Jesús hizo otra profecía acerca de la ciudad en el mismo discurso. Él dijo: “Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles” (Lucas 21:24b). Los romanos fueron seguidos por los bizantinos, y ellos fueron sucedidos, en orden, por los musulmanes, los cruzados, los mamelucos, los turcos, los británicos y los jordanos.
Tal como Jesús profetizó, la ciudad sufrió un largo período de control gentil hasta el 7 de junio de 1967, cuando — por primera vez en 1,897 años — los judíos recuperaron la soberanía sobre la ciudad. Fue en ese día que el rabino Shlomo Goren fue al Muro Occidental y exclamó: “Les proclamo el comienzo de la Era Mesiánica”.
El tercer grupo de profecías sobre la ciudad explica por qué dijo estas palabras.
El Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, agradece al Presidente de EE.UU., Donald Trump, por su decisión de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, el 6 de diciembre de 2017
Jerusalén en el Tiempo del Fin
Cuatrocientos años antes de Jesús, el profeta Zacarías dio una extraordinaria serie de profecías acerca de los eventos que afectarían a Jerusalén en los tiempos del fin, justo antes de lo que llamamos la Segunda Venida del Mesías. Estas profecías están registradas en Zacarías 12:1-6. Específicamente, las profecías son las siguientes:
Los judíos estarán de regreso en la tierra de Israel.
Los judíos estarán de regreso en la ciudad de Jerusalén.
El ejército israelí será como “brasero de fuego entre leña”.
Jerusalén se convertirá en el punto focal de la política mundial.
Todas las naciones del mundo se unirán contra Jerusalén.
¡Por favor observe que éstas son profecías que se han cumplido! El judío está de regreso en su tierra y su ciudad. A pesar del minúsculo tamaño de la nación, sus fuerzas militares son consideradas entre las más poderosas del mundo. Realmente han sido como una “tea de fuego entre las gavillas” en guerra tras guerra.
Israel se convirtió en el punto focal de la política mundial en 1973, durante la Guerra de Yom Kippur. Cuando Occidente vino en ayuda de Israel, los árabes lanzaron un boicot petrolero (¿recuerdan aquellas largas filas en las gasolineras?), que hizo que las naciones occidentales se pusieran de rodillas. El resultado fue que todas las naciones de Europa Occidental retiraron su apoyo a Israel y tomaron una posición neutral o se alinearon con los árabes en su determinación de aniquilar al Estado judío.
Con respecto a la última profecía citada anteriormente, tan sólo en los últimos años, todas las naciones del mundo, incluyendo a los Estados Unidos, han venido contra Israel, que lo ha forzado a una política de apaciguamiento suicida de intercambiar tierra por paz.
Zacarías enumera algunas otras profecías del tiempo del fin con respecto a Jerusalén que aún no se han cumplido. Estas emocionantes profecías están contenidas en Zacarías 12:8-10. Declaran que el Señor defenderá a Jerusalén contra sus enemigos y que el resultado de todas las batallas del tiempo del fin será el arrepentimiento de un gran remanente de los judíos que “mirarán a Mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por Él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10). En respuesta, el Señor salvará este remanente al abrir una fuente de salvación en Jerusalén “para la purificación del pecado y de la inmundicia” (Zacarías 13:1)
En el capítulo 14, Zacarías describe en detalla cómo el Señor rescatará a Jerusalén en el último momento, cuando parece no haber esperanza: “Entonces saldrá el Señor y combatirá contra aquellos pueblos, como combatió en el día de la batalla” (Zacarías 14:3). Él hablará una plaga sobrenatural que matará a todos los soldados enemigos de golpe (Zacarías 14:12). El versículo 9 nos dice que el resultado de este día trascendental será la coronación de Jesús como “rey sobre toda la tierra”.
Esta maravillosa promesa nos introduce a la cuarta categoría de profecías que se relacionan con Jerusalén.
En el segundo y último segmento de esta serie veremos a Jerusalén en el Milenio y en la Eternidad, así como el significado que todo esto tiene para nosotros.
Si el Señor ha puesto en su corazón apoyar nuestra labor, visite la sección Donativos para que descubra cómo podrá hacerlo:
En el programa Orientaciones, que se transmite de lunes a viernes en Radio Ondas de Luz, hice un análisis de 10 razones por las que es importante estudiar la Profecía Bíblica.
Los anfitriones del programa fueron el pastor Marvin Úbeda y el hermano Yarok Bendaña.
En el programa Orientaciones, que se transmite de lunes a viernes en Radio Ondas de Luz, hice un análisis de 10 razones por las que es importante estudiar la Profecía Bíblica.
El anfitrión del programa fue el pastor Marvin Úbeda.