Uno de los servidores públicos más grandes en la historia de Inglaterra fue William Gladstone (1809-1898), quien sirvió como Primer Ministro cuatro veces durante la segunda mitad del siglo XIX.
Gladstone era un cristiano comprometido quien siempre asistía a la iglesia. También enseñó clases de la escuela dominical durante toda su vida adulta. De hecho, su objetivo temprano en la vida era convertirse en un clérigo anglicano, pero después de su graduación de Oxford, su empecinado padre insistió en que entrara en la política.1
William Gladstone
Poco antes de morir, Gladstone pronunció un discurso en el que contó que había sido visitado por un joven ambicioso que buscaba su consejo acerca de la vida. El muchacho le dijo al anciano estadista que lo admiraba más que a nadie y quería pedirle sus consejos con respecto a su carrera.2
Una Entrevista Extraordinaria
“¿Qué esperas hacer cuando te gradúes de la universidad”, le preguntó Gladstone.
El joven respondió, “Espero poder asistir a la facultad de Derecho, señor, tal como usted lo hizo”.
“Ésa es una meta noble”, dijo Gladstone, “¿y luego qué?”.
“Espero practicar la ley y hacerme un buen nombre, al defender a los pobres y a los marginados de la sociedad, tal como usted lo hizo”.
“Ése es un propósito noble”, respondió Gladstone. “¿Y luego qué?”.
“Bueno, señor, espero un día postularme para el Parlamento y convertirme en un servidor del pueblo, tal como usted lo hizo”.
“Ésa también es una esperanza noble. ¿Luego qué?, preguntó Gladstone.
“Espero poder servir en el Parlamento con gran distinción, al evidenciar integridad y preocupación por la justicia — así como usted lo hizo —”.
¿Luego qué?, preguntó Gladstone.
“Espero servir al gobierno como Primer Ministro, con los mismos vigor, dedicación visión e integridad que usted”.
“¿Y luego qué?”, preguntó Gladstone.
“Espero retirarme con honores y escribir mis memorias — así como usted lo está haciendo actualmente — para que otros puedan aprender de mis errores y triunfos”.
“Todo eso es muy noble”, dijo Gladstone, “¿y luego qué?”.
El joven pensó por un momento. “Bueno, señor, supongo que entonces moriré”.
“Eso es correcto”, dijo Gladstone. “¿Y luego qué?”.
El joven estaba perplejo. “Bueno, señor”, respondió con vacilación, “nunca he pensado en eso”.
“Joven”, respondió Gladstone, “el único consejo que tengo para ti es que vayas a casa, leas tu Biblia y piensa en la eternidad”.
Un Buen Consejo
¡Piensa en la eternidad! Qué buen consejo. La vida pasa muy rápidamente. Es como un vapor que está aquí en un momento y se evapora el siguiente. Nos estamos preparando para la eternidad. ¿Está usted listo?
O, ¿está viviendo como si esperara vivir para siempre? ¿Está enfocado en esta vida, determinado a acumular todo el dinero, el poder y la fama que pueda? ¿Es usted como el joven que visitó a Gladstone — es usted una persona que nunca ha pensado en la eternidad? —. Si es así, la Palabra de Dios tiene una severa advertencia para usted (Santiago 4:13-15):3
Presten atención, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y nos quedaremos un año. Haremos negocios allí y ganaremos dinero».
¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma.
Lo que deberían decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello».
En la segunda parte de esta serie acerca de vivir con una perspectiva eterna, exploraremos la fugaz naturaleza de la vida.
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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Notas
1) Roy Jenkins, Gladstone: A Biography (New York, New York: Random House, 1997), 768 pages.
2) Hay muchas versiones de esta conversación que circulan por Internet, todas haciendo el mismo punto. La versión reproducida aquí es una composición preparada por el autor.
3) Nueva Traducción Viviente