Encontrando a Dios a Medias
Mi papá no estaba muy entusiasmado con el tipo de negocio que yo tenía en mente. Él habría preferido algo más práctico, como una distribuidora de suministros de plomería.
Pero me animó a dar el paso. Mi hermano menor ya era un exitoso empresario. ¡Papá sintió que por fin podría haber alguna esperanza para mí!
Esperando Agradar a Dios
Me preocupaba más la reacción de mi Padre Celestial, porque lo que yo quería más que nada en el mundo era paz interior. Sabía que ella sólo podía provenir de Dios.
No sabía nada en esos días acerca de cómo buscar la voluntad de Dios. Sólo sabía que Dios me había llamado a ser un ministro, e imaginé que Él saltaría de alegría cuando finalmente dejé de huir de Él y di un paso en Su dirección, al iniciar un negocio relacionado con la iglesia.
Estaba equivocado. Iba a descubrir de la manera difícil que Dios no está interesado en que lo encontremos a medio camino. Él ha ido más que a la mitad del camino al enviar a Su Hijo a morir por nuestros pecados. Él espera que nos entreguemos plenamente, no parcialmente, a Su voluntad. Pero no lo entendía entonces.
Salté al proyecto con gran entusiasmo. Creí que éste tenía que tener éxito, debido que tenía la bendición de mi padre físico y de mi padre espiritual.
Dando el Paso Decisivo
Pasé un año y medio preparando el negocio. Tuve que encontrar un lugar, comprar un edificio, asegurar los accesorios, revisar las revistas comerciales y ordenar el inventario. Iba a ser la tienda cristiana más grande de Dallas — mucho más que una simple librería —. Íbamos a ofrecer música cristiana, currículos de escuela bíblica, arte religiosa, suministros para la iglesia, batas para coros, baptisterios de fibra de vidrio — lo que se le ocurra —.
Durante el año y medio que tomó iniciar el negocio, no tuve ingresos. Mi esposa y yo vendimos todos los activos que teníamos, incluyendo nuestra casa, para generar el dinero necesario para un negocio tan grandioso. No lo que no podíamos pagar, lo obteníamos a través de préstamos otorgados por el historial crediticio de mi papá. Nunca se me ocurrió empezar con algo pequeño y que luego creciera. No, mi tienda tenía que ser la más grande y la mejor.
La llamé Casa de Renovación. El nombre demostró ser profético, ya que Dios la usó para renovarme.
Operé la tienda durante un año y medio. Nuestro volumen de negocio crecía constantemente cada mes, pero nunca lo suficientemente rápido. Había demasiados gastos generales y demasiado interés de los préstamos. Finalmente, llegó el día en que ya no me quedaba efectivo. Llamé al banco para conseguir más. La respuesta fue “¡No!”.
Experimentando el Fracaso
Nunca olvidaré ese día. Tres años de mi vida — cada momento de ella — habían ido a este proyecto. Ahora me enfrentaba a la bancarrota. El fracaso de nuevo.
Era más de lo que podía soportar. Me enfermé físicamente. Descendí a un pozo de depresión.
Unos días más tarde tuve que poner el letrero de “CERRADO” en la puerta principal. Fue un momento difícil. Miré por la ventana el bar homosexual que estaba ubicado justo al otro lado de la calle de mi tienda. La capacidad del lugar se llenaba todas las noches. Estaban nadando en dinero. Yo quería gritar, “¿Por qué a mí, Dios? ¿Por qué no a esa guarida de iniquidad?”.
Justo en ese momento, el dueño del bar llegó en su Jaguar de cuatro puertas y se estacionó en frente. Usaba un traje costoso. Se detuvo a su coche por un momento, y encendió un cigarro. Era como si satanás estuviera burlándose de mí, diciendo, “¡Mira cómo recompenso a aquellos que me sirven!”.
La angustia emocional se intensificó más tarde ese día, cuando llamé al banco para obtener el total de cuánto debía. La respuesta me aturdió: “El saldo de su préstamo es de $100,000”. ¡Cien mil dólares! Ni siquiera podía imaginar tanto dinero. ¿Dónde lo conseguiría? ¿Cómo podría evitar la bancarrota y la humillación total?
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Traducido por Donald Dolmus
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