Parte I
La Misión
“Heme aquí, Señor — ¡Envía a alguien más!” —.
Evadiendo a Dios
Pasé 20 años huyendo tan duro como pude de Dios. Todo comenzó en 1959, cuando me gradué de la Universidad de Texas.
Había cursado la universidad en tres años, y estaba exhausto. Decidí faltar a clases por un año y trabajar para mi papá. Tenía la intención de usar el tiempo para descansar y decidir si iría a la escuela de derecho o a la escuela de posgrado.
Unos días después de que me mudé de regreso a casa, a través de una extraña serie de circunstancias, me encontré sirviendo como el pastor de una pequeña iglesia rural en Groesbeck, Texas. Supe, entonces, que Dios me estaba llamando a ser un ministro.
Pero yo no quería ser un ministro. Yo quería ser un político. Soñaba con ser gobernador o servir en el Congreso. Así que rechacé el llamado del Señor, y lo racionalicé diciendo, “Seré un político para Jesús”. En realidad, yo quería ser una gran cosa para Dave Reagan.
Empujando al Señor a un Lado
Serví a la pequeña iglesia rural durante un año y luego fui a una escuela de posgrado de Boston para estudiar política internacional. La escuela se llamaba The Fletcher School of Law and Diplomacy (Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia). Era propiedad y era operada conjuntamente por las Universidades Tufts y Harvard.
Hasta ese momento en mi vida había sido muy bendecido. Había nacido en una familia cristiana, criado en la iglesia, recibí una educación sobresaliente, y me había enamorado de una bella joven cristiana con la que me había casado.
Pero, cuando me fui a Fletcher, comencé a huir del Señor, y mi suerte comenzó a cambiar. No pude obtener mi maestría a tiempo porque no pude pasar el examen de idioma extranjero. Nunca había experimentado dificultades académicas de algún tipo antes en mi vida, y este fracaso fue una píldora amarga. Pero fui obstinado, y persistí.
Me convertí en uno de los primeros de mi clase en obtener un doctorado. Pero no hallé satisfacción en este logro. De hecho, odié cada momento. Escribir la disertación fue un puro trabajo fastidioso para mí, hasta tal punto que sólo lo he mirado un par de veces desde el día en que lo terminé. Fue simplemente un paso necesario para obtener una tarjeta sindical para enseñar a nivel universitario — un título de doctor —.
En Búsqueda de Propósito
Anhelaba enseñar con gran entusiasmo, creyendo que esto llenaría el vacío que sentía tan fuertemente en mi alma. Pero no lo hizo. Cambié a una carrera en administración académica. Pensé que la vida tendría un nuevo significado si tan sólo pudiera escapar del confinamiento del salón de clases. No lo hizo.
Finalmente, en 1972, decidí dejar la vida académica atrás y buscar el cumplimiento de los sueños de mi infancia. Entré a la política. Me presenté para postularme al Congreso y, de nuevo, a través de una extraña serie de circunstancias, ¡terminé como candidato de la nominación Republicana para gobernador de Texas! Sólo tenía 34 años. Fue una experiencia embriagadora.
También fue una experiencia terriblemente decepcionante. Siempre había estado políticamente motivado por consideraciones altruistas. Soñaba con un gobierno honesto que serviría a las necesidades de la gente. Descubrí que la mayoría de las personas involucradas en la política son impulsadas por motivos egoístas. Tenía mi cabeza en las nubes. Yo hablaba de metas idealistas como revisar la anticuada constitución de Texas. Descubrí que la gente estaba más preocupada por cuestiones de dólares y centavos.
Una vez más, probé la amargura del fracaso. Quedé en tercer lugar de siete participantes. Me enojé contra Dios en mi corazón. “¿Cómo pudo decepcionarme cuando quería hacer tanto bien en Su nombre”?
Sintiéndome Vacío
Durante los próximos años me concentré en pagar mis deudas de campaña. Regresé a la educación superior y serví como presidente de una facultad, decano de otra y vicepresidente de una tercera. Me mudé casi anualmente, dando poca consideración al efecto de una vida tan nómada sobre mi esposa y mis dos hijas. Todo lo que importaba era mi carrera.
Logré mucho en términos mundanos. Tuve posiciones de prestigio. Gané mucho dinero. Pero no había satisfacción. Me seguí sintiendo vacío por dentro.
Moviéndome en una Nueva Dirección
Entonces un día tuve una idea brillante. Decidí entrar en los negocios. Mi papá era un hombre de negocios muy exitoso, y me había instado durante años a salir de la torre de marfil y a vivir en el “mundo real”, al iniciar un negocio.
De repente se me ocurrió que podría matar dos pájaros con un solo tiro. Podría quitarme a mi padre terrenal de encima al entrar a los negocios. Al mismo tiempo, podría quitarme a mi Padre Celestial de encima al establecer un negocio relacionado con la iglesia. Anuncié que iba a abrir una librería y centro de suministro cristianos. ¡Pensé que era un momento de genialidad puro!
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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe
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