Seis razones por las que los cristianos deberían anhelar el cercano regreso de Jesús
"El Heraldo de la Medianoche", por William Halmark (williamhallmarkart.com)
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A medida que un nuevo año inicia, me encuentro anhelando fervientemente
que ése sea el año que iniciará los eventos del tiempo del fin que conducirán
al regreso del Señor a esta tierra.
El primero de esos eventos será el Rapto de la Iglesia. Éste será
seguido por la Gran Tribulación de siete años, un periodo de horror sin
paralelo que culminará en el regreso de Jesús para reinar sobre todo el mundo.
Los escritos de los Padres de la Iglesia Primitiva (100 al 300 E.C.)
revelan que una de las oraciones más tempranas de la Iglesia era “¡Maranata! (1 Corintios 16:22). Esa palabra en realidad es una frase
aramea que significa “¡Nuestro Señor viene!”.
Esta oración expresa un hecho que es confirmado por muchas otras
escrituras; a saber, que la Iglesia del Siglo I tenía un ardiente deseo por el
cercano regreso de Jesús.
Un Decaimiento del Celo
La Iglesia del Siglo XXI parece haber perdido ese deseo. La mayoría de
los cristianos profesantes de hoy en día no oran “¡Maranata!”. No anhelan el
regreso del Señor. En lugar de estar añorando, están bostezando.
La Cristiandad en general se encuentra atrapada en la apatía con
respecto al regreso de Jesús. Y eso es triste, ya que la Palabra dice que el
regreso del Señor es nuestra “Esperanza Bienaventurada” (Tito 2:13).
Además, somos amonestados constantemente por la Escritura a vigilar la
venida del Señor y a estar listos. Jesús mismo dijo, “Estén ceñidos
vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas… porque a la hora que no
penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lucas 12:35, 40). Pablo exhortó a
Tito a vivir “aguardando
la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y
Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Y mientras Pablo enfrentaba la muerte en prisión,
escribió: “He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo
demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez
justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su
venida” (2 Timoteo 4:7-8).
Piense en ello, Pablo dice que una recompensa especial, “una corona de
justicia”, será dada a cualquier persona que viva su vida amando la manifestación
del Señor.