A finales de julio, viajé a Cuba para enseñar en un
seminario ubicado en La Habana. No fue mi primera visita a un país comunista. He
estado en Rusia y en muchos de los países de Europa del Este cuando estaban
controlados por los comunistas. He visto de primera mano cómo el Comunismo
puede destruir literalmente una economía, esclavizar a la gente, y robarles
toda esperanza.
Pero Cuba todavía me sorprendió. El lugar está
congelado en el tiempo. Ir allí es como entrar en una máquina del tiempo y
viajar de regreso a la década de 1950. La revolución de Fidel Castro tuvo éxito
en 1959, hace 54 años, y todo el progreso se detuvo en seco en aquel momento.
Castro confiscó todo — casas, autos, negocios, plantaciones y cuentas
bancarias —. Luego todo fue “redistribuido” a las masas. El resultado fue la
destrucción de la clase media. Hoy en día, una pequeña élite comunista gobierna
con una mano de hierro sobre una población que está sumida en la miseria.
Sede de un comité de vigilancia de barrio.
De manera
clásica comunista, cada ciudad y pueblo cuenta con comités de vigilancia de
barrios que son llamados “Comités para Defender la Revolución”. Estos comités
vigilan todo lo que está pasando en su área asignada, y hacen informes al
gobierno de cualquier cosa que ellos consideren sospechosa, por los cuales
reciben recompensas.
El ingreso
promedio es de US$30 por persona por mes. Nadie es dueño de nada. Las casas y
los carros simplemente son legados de generación en generación, y pueden ser
quitados en cualquier momento si alguien de la familia se pasa de la raya.
Muy pocos
autos nuevos se han importado al país desde 1959. El curioso resultado es que
por dondequiera que usted mire, se ven los Chevrolet Bel Airs y Ford Fairlanes
de la década de 1950. ¡Llegué a la conclusión de que Cuba debe ser el “cielo”
donde los Chevrolet y los Ford de 1950 van cuando mueren! Es increíble pensar
que estos carros estén aún resoplando después de 50 años. A todos a los que me
subí, estaban despojados en su interior de sus paneles de las puertas y del
techo. No eran más que cascarones metálicos con un motor que sonaba como a una
segadora McCormick.
Un antiguo Chevrolet de 1950 convertido en taxi. Observe todos los autos viejos en el fondo. Fotografiado en el centro de La Habana.
El alimento
básico es el arroz con frijoles negros, que puede ser servido en todas las
comidas. Tienen acceso a una variedad de frutas tropicales, muchas de las
cuales crecen en sus patios. Para ocasiones especiales, pueden comer pollo.
Las personas
no tienen acceso a Internet. Supongo que la idea detrás de esto es mantenerlas
ignorantes acerca de la forma en la que el resto del mundo vive.
Mi único
descubrimiento sorprendente fue el grado de libertad religiosa que se le ha
concedido al pueblo de Cuba. Las iglesias en las casas están permitidas y los
seminarios son tolerados, a diferencia de China, donde los cristianos son
perseguidos, las iglesias están severamente limitadas en número y los seminarios
están celosamente vigilados, permitiendo sólo un puñado de graduados cada año. Sin
embargo, ningún grupo religioso en Cuba puede transmitir por radio o televisión
o publicar un anuncio en un periódico. Hablando de los medios de comunicación,
me dijeron que sólo hay cuatro cadenas de televisión en Cuba, y cuando pregunté
lo que eran, me dijeron, “¡Castro, Castro, Castro y más Castro”. Uno de los
líderes cristianos cubano me dijo que el gobierno deja en paz a las iglesias a
menos que haya un informe de que el pastor se haya pronunciado en contra de
algunas políticas gubernamentales.
Tuve a un
grupo de 42 estudiantes en mi clase de seminario acerca de los fundamentos de
la profecía bíblica. Casi todos eran pastores. Había algunos ancianos y unas
cuantas mujeres. Fueron muy cordiales, y disfruté compartir la Palabra de Dios
con ellos y responder a sus muchas preguntas. Enseñé durante cuatros días
completos en una habitación que cómodamente podía acoger a sólo unas 30
personas. Así pues, estábamos atestados en un pequeño espacio sin aire
acondicionado durante días cuando la temperatura alcanzaba los 38° y la humedad
se sentía como si fuera del 95 por ciento. Fue la obra misionera más difícil que
he hecho.
Dave y Don Otto, con su traductora al español, Tamara.
Mi maravilloso
anfitrión fue un gran hombre de Dios llamado Don Ott. Don es un psicólogo clínico
que vive en Arkansas. En su “tiempo libre”, pastorea una iglesia, enseña en un
instituto bíblico, y hace viajes misioneros por todo el mundo. Fue un anfitrión
perfecto.
Regresé a
casa totalmente agotado y enfermo. Desde entonces he estado orando que fui
capaz de lograr lo que Dios tenía en mente para esta jornada.
Traducido
por Donald Dolmus
En
Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)