¿Puede la Profecía Bíblica darnos esperanza?
La esperanza es
esencial para la vida. Sin ella, las personas descienden hacia una profunda
depresión o se suicidan o simplemente se tumban y mueren.
Durante el
Holocausto, Viktor Frankl, quien luego se convirtió en un renombrado psiquiatra
mundial, era un prisionero en uno de los campos mortales de los nazis. El
observó que cada año mientras Navidad se aproximaba, la esperanza de que los
prisioneros fueran liberados el día de Navidad se extendía por todo el
campamento. Era una esperanza irracional, pero era esperanza. Luego,
cuando la Navidad llegaba y se iba sin ninguna liberación, cientos de
prisioneros se tumbarían y morirían. Sin esperanza, ellos no podían vivir(1).
Frankl concluyó, “Es una peculiaridad del hombre que él sólo puede vivir
mirando hacia el futuro”(2).
Una necesidad desesperada
El mundo
necesita desesperadamente esperanza en estos tiempos finales. Vivimos en un
mundo de temores crecientes – temor a un holocausto nuclear, temor a un colapso
económico, temor a plagas como el SIDA, temor al terrorismo, temor a la guerra
y, por supuesto, temor a la vida y a la muerte.
Nuestra
nación necesita esperanza. Nuestra economía ha colapsado. Las personas están perdiendo sus trabajos. Las casas están siendo embargadas. Las corporaciones que han sido íconos
americanos por más de cien años están declarándose en bancarrota. Los fondos de
retiro han desaparecido. Muchas personas están experimentando un sentimiento de
desesperación por primera vez en sus vidas.
En todas
partes, las personas están buscando esperanza y eso incluye a los cristianos.
Algunos podrían responder diciendo: “¡Los cristianos son los únicos que tienen
alguna esperanza!”. Esto es cierto, pero el problema es que la mayoría de los
cristianos profesantes no pueden articular su esperanza más allá de una
declaración vaga como: “Mi esperanza es el cielo”.
Una virtud ignorada
Me
di cuenta de esto un día cuando estaba leyendo el gran poema de amor de Pablo
en 1 Corintios 13. Termina con la famosa frase: “Ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Cor.
13:13).
Mientras pensaba en estas palabras, de repente se me ocurrió que había
escuchado cientos de sermones acerca de la fe y cientos acerca del amor, pero
no pude pensar en uno solo acerca de la esperanza.
En
ese momento el Señor inculcó en mi corazón que la esperanza es la más ignorada
de las virtudes cristianas. Supe al instante el porqué esto es cierto. Es porque
la esperanza está relacionada directamente con el conocimiento de profecía
bíblica de alguien, y no hay tópico que sea más ignorado en la Iglesia moderna
que el de profecía.
Deténgase
y piense en ello por un momento. ¿Cuál es su esperanza? ¿Cómo se la explicaría
a un incrédulo? ¿Podría ir más allá de las palabras, “Mi esperanza es el
cielo”?
Mi herencia
Durante los primeros 30 años de mi
vida recibí casi ninguna enseñanza acerca de profecía bíblica y viví con poca
esperanza. Si usted me hubiera pedido que definiera mi esperanza, le habría
dado una respuesta patética, basada más en filosofía griega que en teología
hebrea.
Se me enseñó que si moría antes que
el Señor volviera, experimentaría “el sueño del alma”. En otras palabras, me
deslizaría hacia la inconsciencia total y yacería en mi tumba hasta que el
Señor volviera. A Su regreso, me enseñaron que se produciría un “big bang” que
evaporizaría el universo. Mi alma sería resucitada, y me marcharía hacia un
mundo etéreo llamado Cielo donde flotaría por ahí en una nube y tocaría un arpa
eternamente.
Para mí, era un cuadro sombrío. No
me agradaba la idea de yacer comatoso en una tumba por eones de tiempo. El “big
bang” me asustaba hasta la muerte. Me repulsaba la idea de convertirme en
alguna clase de espíritu incorpóreo sin ninguna individualidad o personalidad.
Ciertamente no podía emocionarme tener que tocar un arpa por siempre. De hecho, encontré esa francamente hilarante.
Verá,
crecí en una iglesia que creía que es un pecado terrible tocar un instrumento
musical en un servicio de adoración. Sin embargo, ¡íbamos a tocar arpas en el
Cielo eternamente! No tenía sentido para mí, así que lo descarté como un montón
de tonterías sin sentido.
No
tenía a quien culpar sino a mí mismo, porque no estudié la Palabra de Dios como
debí hacerlo. Cuando finalmente empecé a hacer eso y el Espíritu Santo empezó a
dirigirme hacia el estudio de la profecía bíblica, empecé a hacer
descubrimientos acerca del futuro que ministraron gran esperanza a mi espíritu.
De hecho, llegué a estar tan emocionado acerca de mis descubrimientos que
empecé a saltar los bancos de la iglesia y a colgarme de los candeleros
gritando “¡Aleluya!” y “¡Alabado sea el Señor!” ¡La gente pensó que me había
convertido en Pentecostal de la noche a la mañana! No, sólo había descubierto
las maravillosas promesas de Dios para el futuro que están diseñadas para
darnos esperanza en el presente.
La
falacia del sueño del alma
El
primer descubrimiento que hice se relacionaba con el “sueño del alma”. Averigüé
que es un concepto anti-bíblico. Es cierto que cuando morimos, nuestros cuerpos
“duermen” metafóricamente, pero los espíritus de los muertos nunca pierden su
conciencia.
Jesús
enseñó esto claramente en Su historia acerca del hombre rico y Lázaro (Lc. 16:19-31).
Cuando murieron, sus espíritus fueron al Hades. El espíritu del hombre rico fue a un compartimento en
el Hades llamado “Tormento”. El espíritu de Lázaro fue a un compartimento
llamado “el seno de Abraham”. En la Cruz, Jesús se refirió al seno de Abraham
como el “Paraíso” (Lc. 23:43). Los dos compartimentos estaban separados por un
“gran abismo” que no podía cruzarse.
En la historia de Jesús, ambos
hombres son retratados totalmente conscientes. Incluso sostienen una
conversación el uno con el otro. Sus almas no están dormidas.
Evidencia adicional de la conciencia
después de la muerte puede encontrarse en Apocalipsis 7. Juan ha sido llevado
al Cielo y se le está dando un recorrido del salón del trono de Dios. El mira
“una gran multitud… de cada nación y de todas las tribus y pueblos y lenguas”,
de pie ante el trono de Dios, “vestida con ropas blancas” y batiendo palmas en
adoración (Ap. 7:9). Ellos están completamente conscientes mientras cantan, “La
salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”
(Ap. 7:10).
Juan quiere saber la identidad de
estas personas. Se le dice que son mártires de Cristo que han salido de la
“gran tribulación” (Ap. 7:14).
Aquí hay dos escenas en las
Escrituras de personas que están totalmente conscientes después de la muerte.
Las afirmaciones de Pablo
El
apóstol Pablo afirmó acerca la conciencia después de la muerte. En 2 Cor. 5:8
él escribió que preferiría “estar ausente del cuerpo y estar en casa con el
Señor”. El repitió este sentimiento en su carta a los Filipenses donde
escribió, “el vivir es Cristo, y morir es ganancia” (Fil. 1:21). Él se explayó
acerca del significado de esta declaración al añadir que su deseo era “partir
para estar con Cristo” (Fil. 1:23). Pablo no tenía ningún concepto de yacer
comatoso en una tumba por eones de tiempo. Al morir, esperaba estar con el
Señor inmediatamente.
El estado intermedio
Mi
segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a una existencia etérea
como espíritus incorpóreos. Inmediatamente después de la muerte, tanto los
salvos como los perdidos reciben un cuerpo que voy a llamar un “cuerpo
espiritual intermedio”. Le he dado ese nombre porque es un cuerpo que es
intermedio entre nuestro cuerpo carnal actual y el cuerpo glorificado
definitivo que los santos recibirán al momento de su resurrección.
La
Biblia no nos dice mucho acerca de este cuerpo, excepto que es tangible y
reconocible. Un ejemplo de eso se encuentra en 1 Samuel 28 donde se nos dice
que el rey Saúl, en su rebelión contra Dios, buscó el consejo de una bruja.
Ella, a su vez, procuró invocar a su espíritu demonio familiar. En su lugar, el
Señor envió a Samuel, quien había muerto hace tiempo atrás. En el momento que
Samuel apareció, tanto la bruja como Saúl lo reconocieron.
Otro
ejemplo del cuerpo espiritual intermedio puede encontrarse en Mateo 17 donde se
cuenta la historia de la Transfiguración de Jesús. Esto fue cuando a Sus
discípulos se les dio una visión de Su gloria venidera. Mientras atestiguaban
este acontecimiento maravilloso, dos personas aparecieron repentinamente y
empezaron a hablar con ellos. Las dos personas eran Moisés y
Elías (Mt. 17:1-5). Ejemplos adicionales de cuerpos espirituales intermedio
pueden encontrarse en las dos escenas bíblicas que ya he mencionado: El hombre
rico y Lázaro en el Hades (Lc. 16) y los Mártires de la Tribulación en el Cielo
(Ap. 7).
Glorificación
Cuando
Jesús regrese, la Biblia dice que traerá con El los espíritus de los salvos (1
Tes. 4:13-14). El resucitará sus cuerpos en un gran milagro de recreación (ya
sea que sus cuerpos estén preservados, putrefactos, cremados o disueltos en el
océano). En un parpadeo, El reunirá sus espíritus con sus cuerpos resucitados y
luego glorificará sus cuerpos (1 Tes. 4:15-16). Luego, aquellos santos que
estén vivos serán arrebatados para recibir al Señor en el cielo y serán
transformados mientras ascienden (1 Tes. 4:17).
Toda
mi vida he escuchado a las personas decir: “Hay dos cosas en la vida que no
puedes evitar: muerte e impuestos”. Esa declaración está errada. La
única cosa que no podemos evitar es impuestos y más impuestos. Una generación
entera de creyentes evitará la muerte – la generación que esté viva cuando el
Señor regrese por Su Iglesia. Con razón Pablo concluyó este gran pasaje en 1
Tesalonicenses diciendo: “Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas
palabras” (1 Tes. 4:18).
¿Qué
es un cuerpo glorificado? Pablo escribió un capítulo entero acerca del tópico
en 1 Corintios 15. El dijo que nuestros cuerpos glorificados serán
incorruptibles, gloriosamente puros, poderosos y espirituales (1 Cor.
15:42-44). Pablo además declara que el cuerpo glorificado será inmortal y, como
tal, no estará más sujeto a la muerte (1 Cor. 15:53-55).
La naturaleza del cuerpo glorificado
Pablo hizo una declaración en su carta a los
Filipenses que creo que nos provee el marco de referencia para entender cómo
serán nuestros cuerpos glorificados. El escribió que cuando Jesús regrese,
“transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo
todas las cosas” (Fil. 3:20-21). En otras palabras, nuestros cuerpos
glorificados van a ser como el cuerpo resucitado de Jesús.
Ahora, piense en ello por un momento. Después de Su
resurrección, Jesús tenía un cuerpo tangible que podía ser tocado y reconocido
(Lc. 24:41-43 y Jn. 20:27-28). Al principio, las personas tenían dificultad en
reconocerle, pero eso es entendible. Si usted enterró a su amigo un día y él
golpeara su puerta al siguiente, ¿lo reconocería? ¿No asumiría que era alguien
que se parecía a su amigo? Una vez que los discípulos se dieron cuenta que
Jesús verdaderamente había resucitado, no tuvieron más dificultad en
reconocerle, incluso a la distancia (Jn. 21:1-7).
Así pues, Jesús tenía un cuerpo similar a los que
ahora tenemos. Era tangible y reconocible. También era un cuerpo que comía alimentos. Jesús es descrito comiendo con
Sus discípulos varias veces, incluyendo una porción de pescado en la playa del
Mar de Galilea (Lc.24:30-31, 41-42 y Jn. 21:10-13). Debo admitir que me
emociono cuando leo estos relatos de Jesús comiendo y también cuando leo acerca
de nuestra comida con Él en el Cielo en la “cena de las bodas del Cordero” (Ap.
19:7-9). ¡Tengo esta fantasía que seremos capaces de comer todo lo que queramos
en nuestros cuerpos glorificados y no tendremos que preocuparnos por aumentar
de peso! (Esto debería ser suficiente para provocar que muchos de ustedes
griten “¡Maranatha!”)
Una dimensión diferente
El cuerpo resucitado de Jesús era similar a los
nuestros en muchos sentidos, pero también había algunas diferencias. El cuerpo
de Jesús parecía tener una dimensión diferente, ya que podía pasar a través de
paredes de un cuarto encerrado (Jn. 20:26) y podía moverse de un lugar a otro
casi instantáneamente (Lc. 24:30-36). En un momento estaba en el camino a Emaús,
en el siguiente estaba en Jerusalén y luego aparecería en el área de Galilea.
Sus discípulos estaban tan sobresaltados y asustados
por Su habilidad de desaparecer y reaparecer repentinamente en otro lugar que
pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús contradijo esa idea
inmediatamente al decirles: “Palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo” (Lc. 24:39). Cuando la Palabra dice que
nuestros cuerpos glorificados serán “espirituales” en naturaleza (1 Cor.
15:44), no quiere decir que seremos espíritus etéreos. Dice que nuestro cuerpo
natural será resucitado como un cuerpo espiritual, no como un espíritu. Aún
tendremos un cuerpo, pero ya no será controlado más por la antigua naturaleza
pecaminosa, la carne. En cambio, será un cuerpo rendido completamente al
control del Espíritu Santo.
Hay otra cosa que la Biblia revela acerca del cuerpo
glorificado que debería ser una fuente de gran consuelo. El cuerpo glorificado será un cuerpo
perfeccionado. Eso significa que los ciegos verán, los sordos
oirán, los cojos caminarán, y los mudos hablarán. Aquéllos que son enfermos
mentales tendrán sus mentes sanadas (Is. 29:18-19, 32:3-4 y 35:5-6). Ya no
habrá más dolor o muerte (Ap. 21:4). Dios “enjugará toda lágrima” y “ya no
habrá más llanto, ni clamor ni dolor” (Ap. 21:4).
Actividades significativas
Mi primer descubrimiento fue que no hay tal cosa
como “sueño del alma”. Permanecemos conscientes después de la muerte. Mi
segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a ser espíritus
incorpóreos. Seguimos teniendo un cuerpo – primero, un cuerpo espiritual
intermedio y luego un cuerpo glorificado. Mi tercer descubrimiento fue que no
vamos a estar “aburridos como una ostra” tocando arpas por la eternidad. Vamos
a estar ocupados en algunas actividades significantes.
Si usted es
un creyente y muere antes que el Señor regrese, irá al Cielo, donde estará
involucrado en la adoración (Ap. 7:9-14) y el servicio (Ap. 7:15). Es cierto
que la Biblia no especifica acerca de
nuestra adoración y servicio, pero podemos estar seguros que encontraremos que
serán edificantes y llenos de satisfacción. También podría ser que éste será un
tiempo de descanso, preparándonos para el tiempo de servicio vigoroso que
seguirá, cuando el Señor regrese a la tierra.
Juicio y recompensas
En
el momento del Arrebatamiento (muy probablemente antes de la Tribulación), los
vivos y los muertos en Cristo recibirán sus cuerpos glorificados. Estaremos en
el Cielo con el Señor durante la Tribulación. Éste será el tiempo de nuestro
juicio, no para determinar nuestro destino eterno, sino para determinar
nuestros grados de recompensa. Cada uno de nosotros estaremos ante el tribunal
de Cristo y seremos juzgados en cuanto a cómo usamos nuestros dones espirituales
para avanzar Su reino (2 Cor. 5:10). Nuestras obras serán juzgadas en cuanto a
cantidad, calidad y motivo (1 Cor. 3:13:15 y 4:5). Algunos experimentarán
vergüenza mientras todas sus obras sean quemadas como despreciables (1 Cor.
3:13-15). Otros recibirán grandes recompensas.
Algunas de las recompensas estarán relacionadas con
el grado de autoridad gubernativa que nos será otorgada durante el reinado
milenial del Señor (Lc. 19:11-27). Otras consistirán de coronas y vestiduras
especiales. Habrá una “corona de justicia” para aquéllos que han vivido
añorando el regreso de Jesús (2 Tim. 4:7-8). Una “corona de vida” será dada a
aquéllos que perseveren en las pruebas (Ap. 2:10 y Stg. 1:12). Ancianos y
pastores fieles recibirán una “corona de gloria” (1 P. 5:4). Los ganadores de
almas recibirán una “corona de gozo” (Fil. 4:1 y 1 Tes. 2:19). Una “corona
incorruptible” será dada a aquéllos que ejercen dominio propio (1 Cor. 9:25).
Incluso las vestiduras que recibimos indicarán nuestros grados de recompensa.
De alguna manera reflejarán “las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).
Al final de este tiempo de juicio, nosotros, la
Novia de Cristo, nos sentaremos en una mesa de banquete en el Cielo para
celebrar nuestra unión con nuestro Novio, Jesús. La Biblia la llama la “cena de
las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Será un tiempo de celebración sin precedentes. ¡Los cielos resonarán con “Aleluyas”! (Ap. 19:1-6).
Testigos de gloria
Cuando se termine la comida, regresaremos a la
tierra con Jesús (Ap. 19:11-14). Estaremos ahí en nuestros cuerpos glorificados
cuando Sus pies pisen el Monte de los Olivos y ese monte se parta a la mitad
(Zac. 14:1-9). Estaremos ahí para gritar ”¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna al Rey de reyes!”, mientras cabalgue hacia el Valle del Cedrón
en Su caballo blanco y se aproxime a la Puerta Este. Estaremos ahí para ser
testigos de la apertura sobrenatural de esa puerta mientras le da la bienvenida
a Jesús a la santa ciudad de Jerusalén (Salmo 24:7-8):
Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey
de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
Estaremos ahí para gritar: “¡Aleluya!”, cuando
Jesús sea coronado Rey de reyes y Señor de señores y comience Su glorioso
reinado milenial.
El Reinado Milenial
Durante el reinado del Señor, los redimidos van a
estar haciendo cualquier cosa excepto flotando alrededor en las nubes tocando
arpas. Vamos a reinar con Jesús sobre aquéllos a quienes se les permita entrar
al Milenio en la carne (los cuales serán aquellos creyentes que estén vivos al
final de la Tribulación). Jesús reinará sobre toda la tierra desde Jerusalén
(Is. 2:1-4) como Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16). David, en su
cuerpo glorificado, reinará como rey de Israel (Ez. 37:24). Aquellos de
nosotros que seamos santos glorificados, seremos esparcidos por toda la tierra
para ayudar con el reinado de Jesús (2 Tim. 2:12).
Piense en ello – toda persona en la tierra que esté
en una posición de autoridad gubernativa será un santo glorificado. Algunos de
nosotros estaremos en posiciones administrativas, compartiendo el reinado de
Jesús como presidentes, gobernadores o alcaldes (Lc. 19:11-27). Otros fungirán
como jueces (1 Cor. 6:3). La mayoría de nosotros actuaremos como “pastores” o
maestros, procurando traer a aquéllos que nazcan durante el Milenio a la fe en
Jesús (Is. 66:18-21 y Jer. 3:15).
Ninguno de nosotros actuará como legisladores,
porque la ley será dada por Jesucristo mismo y será perfecta (Is. 2:1-4). No
habrá ninguna abominación conocida como la Legislatura de Texas o el Congreso
de los Estados Unidos. Tampoco habrá ningún grupo de presión o partidos
políticos.
El Señor regirá con “una
vara de hierro” (Sal. 2:9 y Ap. 2:27). El
gobierno del mundo será una teocracia, con Jesús actuando como el líder
político y espiritual. “Entonces recibirá el honor real y
desde su trono gobernará como rey; también desde su trono servirá como
sacerdote y habrá armonía perfecta entre sus dos oficios” (Zac. 6:13 Nueva Traducción Viviente).
Se nos dará la bendición de ver este antiguo mundo
enfermo de pecado inundado con paz, rectitud y justicia, “como las aguas cubren
el mar” (Is. 11:9). No habrá gente desamparada
o hambrienta (Is. 65:21-22 y Miq. 4:4). La paz cubrirá envolverá a la tierra
(Is. 11:4-5). El reinado del Señor se caracterizará por la
justicia, equidad y fidelidad (Is. 11:4-5). “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos
los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán
delante de ti” (Sal. 22:27)
El Estado Eterno
Cuando el Milenio termine y nos dirijamos hacia el
Estado Eterno, la Biblia no da detalles en cuanto a cuáles serán nuestras
actividades. Sólo nos dice tres cosas: veremos la cara de Dios (Ap. 22:4);
serviremos al Señor (Ap. 22:3) y reinaremos con Él para siempre (Ap. 22:5).
Ver la cara de Dios es una perspectiva emocionante,
ya que la Biblia dice que nadie ha visto nunca Su rostro (Ex. 33:20 y 1 Tim.
6:16). Creo que la promesa de ver el rostro de Dios significa que vamos a
disfrutar intimidad con Él para siempre. La mayor parte de ella será,
indudablemente, en la forma de adoración. Creo que también significa que
creceremos en nuestro conocimiento del Señor para siempre. Él es infinito, y
sin importar cuánto lleguemos a conocerle, habrá mucho más para que
experimentemos. Me siento seguro que un aspecto de esto será el estudio eterno
de Su Palabra. Me emociono por todo esto mientras pienso en cantar los salmos
con David o en estudiar el libro de Romanos con Pablo.
En
cuanto al servicio, imagino, por una parte, que nuestros dones y talentos serán
aumentados y que los usaremos para glorificar a Dios. De esta forma, un
cantante será capaz de cantar con un rango y perfección nunca antes logrado y
un pintor será capaz de pintar con una gloria nunca imaginada.
Reinar
con el Señor para siempre implica que estaremos reinando sobre alguien. Quiénes serán, no lo sé. Quizá serán las “naciones” misteriosas
referidas en Apocalipsis que parecen habitar la tierra nueva (Ap. 21:24-27 y 22:2).
Nuestro hogar eterno
Esto me lleva al cuarto y último descubrimiento que
hice cuando el Espíritu Santo me condujo a un estudio profundo de la profecía
bíblica. Descubrí que los Redimidos no van a vivir eternamente en un mundo
etéreo llamado Cielo. Aprendí, en cambio, que nuestra morada eterna va a ser en
una tierra nueva. La mayoría de los cristianos se asombran por esta verdad, lo
que demuestra cuán poco se enseña la profecía bíblica en la Iglesia de hoy.
Dado que la Biblia enseña que la tierra actual es
eterna (Sal. 78:69 y 148:6), he concluido que la “tierra nueva” será la tierra
actual renovada por el fuego. Es cierto que Pedro dijo que la tierra actual
será “destruida” por el fuego (2 Pedro 3:10-12), pero en el contexto, es
evidente que se está refiriendo a una transformación radical de la tierra
actual. Anteriormente en el mismo pasaje, se refirió a la tierra original como
siendo “destruida” por el agua, hablando del diluvio de Noé. La tierra de la época
de Noé no dejó de existir, pero el diluvio la “destruyó” en el sentido de que
éste cambió radicalmente la naturaleza de la tierra – inclinándola sobre su
propio eje, dividiendo los continentes, estableciendo el registro fósil,
depositando los organismos marinos que se convertirían en los depósitos de
petróleo y creando las profundidades del océano y las alturas de las montañas.
Al final del Milenio, el fuego será utilizado por Dios
para quemar la contaminación de la última revuelta de Satanás. En medio de ese
infierno ardiente, Dios le dará una nueva forma a la tierra como a una bola de
cera caliente. Él la refrescará y la restaurará a su perfección original
(Hechos 3:21). Él entonces hará descender a la Nueva Jerusalén a la tierra
nueva, con los redimidos dentro (Ap. 21:1-2). Luego, ¡Él mismo vendrá a la
tierra para vivir en nuestra presencia eternamente! “He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3).
El Cielo es
donde Dios reside. Cuando la tierra nueva sea suministrada, el Cielo descenderá
a la tierra mientras Dios establece su residencia en esta tierra nueva. Así
pues, es cierto que los redimidos vivirán eternamente en el Cielo, pero el
Cielo estará en la tierra.
La Redención de toda la Creación
Dios ama a Su creación y tiene la intención de
redimirla – toda ella – y no destruirla con algún “big bang” místico. Jesús
murió en la Cruz no sólo para redimir a la Humanidad, sino también para redimir
a la Creación. Ésa es la razón por la que el sumo sacerdote en el Antiguo
Testamento rociaba la sangre no sólo sobre el propiciatorio del Arca, sino
también sobre el suelo delante del Arca (Lev. 16:15).
La sangre en el propiciatorio del Arca era una profecía
simbólica señalando al hecho de que la sangre del Mesías cubriría la ley de
Dios (las tabletas dentro del Arca) con la misericordia y la gracia de Dios. La
sangre en el suelo era un recordatorio de que el sacrificio del Mesías haría
posible que la maldición sea removida y para que los reinos animal y vegetal
vuelvan a su perfección original (Is. 11:6-9 y Rom. 8:18-23).
Un temor injustificado
Muchas
personas tienen miedo de la profecía Bíblica. Dicen que está llena de
“pesimismo”. Esto es cierto para aquéllos que han rechazado al Señor. Pero para
aquéllos que lo conocen lo aman, sólo hay buenas noticias.
El
Antiguo Testamento termina con un ejemplo de lo que estoy hablando. Dice, “Miren, ya viene el día, ardiente como un
horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día
les prenderá fuego” (Mal. 4:1). Ésas son malas noticias. Pero
el mismo versículo siguiente contiene buenas noticias increíbles para los
creyentes: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el
Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como
becerros de la manada” (Mal. 4:2)
La
profecía Bíblica está llena de gloriosas promesas que están diseñadas para dar
al pueblo de Dios un fuerte sentido de esperanza mientras vive como peregrinos
y extranjeros en medio de un mundo cada vez más malo que rechaza a Dios. Cuando
usted lee estas maravillosas promesas, puede entender por qué Pablo escribió
estas palabras en 1 Corintios 2:9: “Cosas que ojo no vio, no oído oyó, ni han
subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que los
aman”.
Un
Dios de esperanza
Tal como este versículo
indica, no podemos siquiera empezar a imaginar las bendiciones maravillosas que
Dios tiene reservadas para los redimidos. Pero el mismo versículo siguiente
dice que el Espíritu Santo nos ha revelado estas bendiciones en la Palabra de
Dios (1 Cor. 2:10). Lo triste es que la mayoría de los cristianos son
ignorantes de esas promesas y, por lo tanto, no tienen idea de lo que Pablo
quiso decir cuando escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse” (Rom. 8:18).
En Romanos 15:13, Pablo
escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un
Dios de Esperanza que desea llenarnos de esperanza. Si conoce a Jesús como su
Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas
promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con
esperanza, gozo y grandes expectativas.
Mientras el mundo que
hemos construido sobre el dólar colapsa alrededor nuestro, mantengamos una
perspectiva eterna con nuestra esperanza firmemente fija en el cercano regreso
de Jesús. ¡Maranata!
Notes:
1) Viktor Frankl, Man's Search for Meaning (New York, NY: Washington Square Press, a division of Simon & Schuster, 1963, revised and updated edition in 1998).
2) Ibid., page 115.
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Traducido por Donald Dolmus
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