1. La Supremacía de la Palabra de Dios
2. La Suficiencia del Hijo de Dios
3. La Singularidad del Evangelio de Dios
4. La Soberanía de la Gracia de Dios
5. La Seguridad de los Hijos de Dios
6. La Santidad de la Iglesia de Dios
El ataque a gran escala de Satanás contra la Palabra de Dios empezó en el Jardín del Edén. Disfrazado como una encantadora serpiente, persuadió a Eva a desestimar la palabra de Dios y a creer en su mentira. Primero creó duda al preguntar: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3:1). Luego Satanás convenció a Eva de que la palabra de Dios no era cierta y no podía confiarse en ella. Él dijo: “¡Ciertamente no morirás!” (Gn. 3:4).
Ahora el Padre de Mentiras usa esta misma estrategia para engañar al mundo por medio de todas sus religiones. Él usa a líderes religiosos para preguntar: “¿Conque Dios ha dicho, ‘La paga del pecado es muerte’?” (Ro. 6:23). Luego, hablando por medio de la Iglesia Católica Romana, dice: “Ciertamente no morirás – los pecados veniales no producen condenación" (Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], párrafo 1863).
El ataque de Satanás contra la Palabra de Dios es comprensible, debido a que es la autoridad suprema para la fe cristiana y produce vida eterna a aquellos que la creen (1 P. 1:23). Nada más posee su carácter divino. La Escritura es digna de confianza debido a que es verdadera y dada por la inspiración de Dios (2 Tim. 3:16, Jn. 17:17). La Biblia también es el único libro que predice el futuro y lo hace con mucha precisión y detalle. Es sagrada y no debe ser alterada nunca (Prov. 30:6). De hecho, Dios dio una fuerte reprensión a los que pervierten la Palabra de Dios con las palabras de los hombres (Jer. 23:36).
Sin embargo, los obispos católicos romanos han escogido justamente hacer eso. Se atreven a decir que sus tradiciones, que neciamente han añadido a la Escritura, conforman un único depósito de la Palabra de Dios (CIC, 97). Al hacer esto, los obispos han elevado su tradición a la misma autoridad que la Escritura y, para su conveniencia, se han convertido en la autoridad suprema para la fe católica (CIC, 85). Cada vez que la autoridad suprema de Dios es reemplazada con la autoridad de los hombres, la perversión de las doctrinas bíblicas prolifera.
2. La Suficiencia del Hijo de Dios
La Resurrección de Jesús es uno de los pilares fundamentales del Cristianismo, ya que su veracidad demuestra que Jesús es quien dijo ser: El Hijo de Dios.
Por estas razones, Satanás ataca con venganza la suficiencia de Cristo. El príncipe de este mundo ha convencido a muchos de que necesitan a Cristo más la psicología, o a Cristo más rituales y sacramentos, o a Cristo más el purgatorio y las indulgencias, o a Cristo más el guardar la ley y hacer buenas obras. Sus agentes niegan que la obra de redención de Cristo esté terminada. Creen neciamente que tienen el poder de llamar de regreso del cielo al Señor Jesús para ofrecerlo una y otra vez en sus altares. Estos ataques difamatorios contra la suficiencia de Cristo no sólo le roban al verdadero Jesús Su gloria, sino que le señalan a los perdidos a otro Jesús que es incapaz de salvarlos sin la ayuda de otros (2 Cor. 11:4). Satanás ofrece otros mediadores, pero Dios nos ha dado sólo Uno (1 Tim. 2:5). Satanás ofrece otros salvadores, pero Dios ha dado sólo un Nombre (Hch. 4:12). Los ministros del diablo que niegan la suficiencia del Hijo de Dios deben predicar otro evangelio para instruirles a las personas lo que deben hacer para ser salvas. Otro Jesús siempre produce otro evangelio.
3. La Singularidad del Evangelio de Dios
Usted creería que la condenación indiscutible de Pablo de los judaizantes por pervertir el Evangelio mantendría al Evangelio puro dentro de la iglesia profesante. Sin embargo, el Evangelio de Roma es una distorsión mayor. Requiere que los católicos reciban los sacramentos, guarden la ley, asistan a sacrificios semanales y que hagan obras de misericordia por su salvación (CIC, Párr. 815; 1032; 1129; 2068). Los ataques implacables de Satanás contra el Evangelio continúan proviniendo de dos enemigos distintos – el legalismo, que es más prominente en el Catolicismo Romano, y el antinomianismo, que es más observable a lo largo del Protestantismo liberal. Los que enseñan el antinomianismo distorsionan el Evangelio al declarar que cualquier persona que ha sido justificada por la fe en Cristo no está obligada más a obedecer la ley moral. El apóstol Pablo corrigió esta doctrina impía en 1 Cor. 5-6.
Cada vez que el “Padre de Mentiras” sube al púlpito, no niega el Evangelio, sino que lo pervierte con adiciones o substracciones. Cualquier perversión del Evangelio es definitivamente el engaño del diablo, que mantiene prisioneros a sus cautivos. Con tantas perversiones en la Iglesia hoy, existe una necesidad desesperada de la predicación del puro Evangelio de Dios. Él solo tiene el poder para salvar a los pecadores del castigo, poder y, finalmente, la presencia del pecado (Ro. 1:16).
4. La Soberanía de la Gracia de Dios
Una de las expresiones más fuertes de la gracia soberana de Dios es dada por Pablo: “[Dios Padre] nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación del mundo… en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Ef. 1:4-6). Es claramente la voluntad de Dios, no la voluntad del hombre lo que determina quién será adoptado graciosamente dentro de la familia eterna del Padre (Jn. 1:12-13). Sin embargo, la Iglesia Católica Romana rechaza la soberanía de Dios y enseña que es la voluntad del hombre la que determina quién se convierte en un hijo de Dios. Considere las enseñanzas de Roma: “El Bautismo… hace al neófito una nueva criatura, un hijo adoptado de Dios… y co-heredero con Él” (CIC, 1265). “La Iglesia y los padres, le negarían a un hijo la gracia invaluable de convertirse en un hijo de Dios, sino le confirieran el Bautismo poco después de su nacimiento” (CIC, 1250).
La gracia soberana es el único medio por el cual nuestro Dios misericordioso salva a los pecadores (Ef. 2:8-9). Satanás, estando al tanto de todo esto, creó un camino falso de salvación que nulifica o suspende la gracia salvadora de Dios. Su sistema de obras-justicia se encuentra en todas las religiones del mundo. Desde el Budismo hasta el Zoroastrianismo, la influencia del diablo se encuentra en las enseñanzas que dicen que usted debe hacer buenas obras para merecer el favor de Dios o apaciguar Su justicia.
5. La Seguridad de los Hijos de Dios
El príncipe de las tinieblas sabe que nunca podrá secuestrar a los hijos de Dios que han sido trasladados a la gloriosa luz del Hijo, pero puede hacer su caminar ineficaz. Su herramienta más eficaz es el engaño. Usa a falsos maestros para mentir acerca del poder y las promesas de Dios que están reveladas explícitamente en el Evangelio de la gracia. La promesa misma del Evangelio es vida eterna respaldada por el poder del Dios Todopoderoso para guardar a los que ha salvado. Este regalo divino de vida eterna no puede perderse, revocado o rechazado una vez que se ha recibido (Jn. 10:28; Ro. 11:29). Los cristianos que están inseguros acerca de la duración eterna de su salvación son paralizados con frecuencia en su caminar con Cristo. Tropiezan con la duda y se sienten indefensos contra los ataques de Satanás.
6. La Santidad de la Iglesia de Dios
Como el falsificador maestro, Satanás deprecia la santidad de la Iglesia, al sembrar cizaña entre el trigo (Mt. 13:25-40). Esta cizaña podría no darse cuenta nunca que son peones del diablo, pero infectan a la Iglesia y traen mucha vergüenza al nombre de Jesucristo. Ninguna asamblea es inmune a estos infiltradotes demoniacos que causan desorden y división con sus errores doctrinales y su pecado habitual. Pablo escribió: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:29-30). Sabemos que la comisión primaria de la Iglesia es equipar y animar a los creyentes a ir por el mundo y hacer discípulos para el Señor Jesucristo. Con el fin de contrarrestar este objetivo, Satanás trae el mundo a la Iglesia para distraerla de su propósito. En lugar de alimentar a las ovejas, la Iglesia empieza a entretener a los cabros.
Cómo deben responder los creyentes
A medida que las tinieblas cubren la menguante luz del Evangelio, los creyentes deben ser de espíritu sobrio y estar alertas (1 P. 5:1). Los que pertenecen al Señor Jesús deben ponerse toda la armadura de Dios cada día y deben estar preparados para la guerra espiritual (Ef. 6:10-18). Satanás continuará tomando ventaja de los que ignoran sus maquinaciones (2 Cor. 2:11). Sus ataques sostenidos contra la fe cristiana se volverán más y más fieros a medida que nos acercamos al día cuando Jesucristo regrese triunfalmente a la tierra. Hasta esa gloriosa aparición de nuestro Salvador, los espíritus engañadores continuarán influenciando la gran apostasía de la fe. “La apostasía” está llevándose a cabo en todas partes, a medida que los apóstatas se apartan de la verdad para seguir las doctrinas de demonios (1 Tim. 4:1).
¿Cómo pueden los creyentes prepararse para la tormenta que sabemos que hará que naufrague la fe de los apóstatas? Pablo nos exhorta: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10). “Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre” (1 Cor. 15:58). En la epístola de Judas, que es llamada a menudo los Hechos de los Apóstatas, se nos exhorta a “contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).
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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Original article:
Satan's six strategic assaults on the Christian Faith
Proclaiming the Gospel Ministries (pro-gospel.org)