La iglesia cristiana visible ya no es un santuario para el pueblo de Dios. En cambio, se ha convertido en un gran campo misionero que necesita ser evangelizado. Las iglesias ahora están llenas de cristianos profesantes que dicen que tienen fe pero que nunca han nacido de Dios. Esto no debería sorprendernos, por causa de la parábola que Jesús dio en Mateo 13:25-43 que describe los días postreros. Él habló de un hombre dueño de un campo que sembró buenas semillas (los hijos del reino) en su campo, pero mientras sus hombres dormían, vino el enemigo y sembró cizaña (los hijos del diablo). Jesús dijo que el hombre dueño del campo es el Hijo del Hombre y que el enemigo es el diablo.
Actualmente tenemos mucha cizaña en nuestras iglesias debido a que los líderes de la iglesia no están protegiendo los campos. Muchos han hecho crecer sus iglesias a la manera del hombre en lugar de a la manera de Dios. Esta estrategia utilitarista ha producido algunas consecuencias trágicas – de las cuales la más seria es la falsa esperanza que da a la cizaña no convertida. Algunos de la cizaña son víctimas de métodos de evangelismo antibíblicos; otros son víctimas de evangelios falsificados. Estas víctimas no le pueden decir los elementos esenciales del Evangelio o lo que Dios requiere para entrar al Cielo. Algunos saben que su deuda eterna de pecado debe ser perdonada, pero muy pocos saben que también necesitan la justicia de Jesús y nacer de nuevo del Espíritu.
La necesidad del Nuevo Nacimiento
Jesús le dijo a Nicodemo “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:5). Sólo el Dios triuno puede producir vida. Jesús dijo: “Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). “El Espíritu es el que da vida” (Juan 6:63). Dios llama a los espiritualmente muertos a la vida por medio de Su Palabra. “Él, de Su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (Stg. 1:18). Los hijos de Dios son “renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23).
La fe salvadora viene del escuchar la palabra de Cristo. De ella aprendemos las doctrinas esenciales de la salvación: los atributos de Dios, el Evangelio de la gracia y la obra redentora de Jesucristo. Cuando las personas escuchan la Palabra de Dios y, mediante el Espíritu de Dios, confían en el Hijo de Dios, se convierten en un hijo de Dios, todo para la gloria de Dios.
Así como el hombre no puede iniciar su nacimiento físico, también es incapaz de causar su nacimiento espiritual. Antes que cualquiera de nosotros naciera, no pudimos haberle suplicado a nuestros padres que nos concibieran. ¡No existíamos! Lo mismo es cierto en la esfera espiritual (Juan 1:12-13). Los hijos de Dios no son nacidos de sangre (la vida espiritual no se hereda genéticamente), ni de voluntad de carne (la vida física no puede producir la vida espiritual, la carne sólo puede producir carne), ni de voluntad de hombre (la vida espiritual no puede iniciarse por los deseos de los hombres).
Entonces, ¿cómo ayudamos a la cizaña no convertida a ver que han sido confundidos o engañados? Como creyentes, debemos animar a todos a probar su fe por su propio bien así como para la gloria de Cristo. Pablo escribió: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estés reprobados?” (2 Cor. 13:5). Pedro nos exhortó: “Tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección” (2 P. 1: 10).
Siempre adoro escuchar testimonios de cómo nuestro Señor soberano llama hacia Él a los pecadores perdidos. Así pues, siempre que conozco cristianos, con frecuencia les pido que describan los eventos que rodearon su conversión. Una bandera roja se eleva si dicen que se hicieron cristianos en el momento que fueron: bautizados, pasaron al frente en una llamada al altar, repitieron una oración, firmaron una tarjeta de compromiso, se unieron a una iglesia local o que nacieron de padres cristianos. Hablando la verdad en amor, les explico que uno no se puede convertir en cristiano sin arrepentimiento y sin fe en el Señor Jesucristo (Hch. 20:21).
Muchos creen en un Evangelio falsificado
¿Qué acerca de aquellos que dicen que tienen fe en Jesús pero que no muestran ninguna evidencia de una vida cambiada? Todos ellos pueden creer en el Jesús histórico que vivió hace 2000 años, pero pocos de ellos creen lo que Él enseñó, lo que promete, lo que ordena, lo que consumó y lo que ahora está haciendo. Pueden ser víctimas de un evangelio falsificado, una versión adulterada que es ofrecida por un dios de amor genérico. Este evangelio ofrece un “seguro contra incendios” sin ningún llamado al arrepentimiento (Lc. 24:47). Es un evangelio de gracia barata que fracasa en instruir a las personas a decir “no” a la impiedad y a los deseos mundanos (Tito 2:12).
El otro evangelio falsificado que engaña a las personas es el asesino de la gracia, el evangelio de obras. Inicialmente introducido por los judaizantes, este evangelio nulifica la gracia de Dios al añadir requisitos para la salvación tales como la circuncisión, el bautismo, los sacramentos, las buenas obras, el guardar la ley, la penitencia o las indulgencias (Gál. 1:6-9).
Si no confrontamos amorosamente a las víctimas del evangelismo antibíblico y de evangelios falsificados, un día podrían oír las palabras más aterradoras que alguien puede alguna vez escuchar cuando Jesús diga: “Nunca os conocí, apartaos de Mí”. Estas horrorosas palabras serán escuchadas por muchos cristianos profesantes en el día final (Mt. 7:22-23).
Dos formas de probar la Fe
Aquellos que quieren probar su fe ahora, antes de que sea demasiado tarde, pueden hacerlo de dos maneras – objetivamente y subjetivamente. La prueba objetiva es ésta: ¿Ha creído usted las verdades objetivas de la Palabra de Dios? Pablo escribió: “Habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (Ef. 1:13). La Palabra de Dios es nuestra autoridad suprema para conocer la verdad objetiva. Debemos creer en el Evangelio eterno tal como está revelado en la Escritura. Hoy es el mismo Evangelio que el de hace 6000 años. El Evangelio de hoy es el mismo que el de hace 6000 años.
La prueba subjetiva hace la pregunta: ¿Hay alguna evidencia de fe salvadora? La fe genuina produce buenas obras, pero la fe sin obras está muerta (Ef. 2:10; Stg. 2:17). Esta segunda prueba es subjetiva, ya que existen diferentes niveles de madurez y crecimiento mientras los creyentes caminan con Cristo. Los nuevos bebés en Cristo pueden no mostrar tanta evidencia como aquellos que han caminado con Él durante muchos años. Cuando al principio nacemos en la familia de Dios, no nos parecemos en nada a Su Hijo. Pero, a medida que crecemos en la gracia y el conocimiento de Dios, por medio del poder del Espíritu Santo, somos conformados a la imagen de Cristo. Esto también lo miramos en el plano físico. Cuando un bebé nace, podría no parecerse a sus padres. Pero, a medida que crece, empieza a tomar las características físicas de sus padres.
El apóstol Juan nos da un retrato de cómo se miran los hijos de Dios en su primera epístola. Aquellos que son nacidos de Dios son adoptados en Su familia eterna para andar en la luz (1:6-7); guardan Sus mandamientos (2:3-5); no aman al sistema mundial (2:15); anhelan el regreso de Cristo para que puedan ser como Él (3:2-3); viven para agradarle y evitan pecar (3:7-8); aman a Sus otros hijos (3:14) y usan la doctrina apostólica para el discernimiento (4:6). Cada uno de nosotros debe determinar si ésta es una imagen de cómo nos vemos.
Dos clases de Fe
La prueba de la fe de uno es vital ya que la Biblia habla de dos clases de fe – una “fe dada por Dios, sobrenatural y salvadora” y una fe “muerta” que se encuentra en el hombre natural no convertido. Pablo escribió de personas que creyeron en vano debido a que no se aferraban a la enseñanza apostólica (1 Cor. 15:2). Jesús habló de otros que creyeron por las razones equivocadas (Juan 2:23).
La fe muerta está limitada a lo que el hombre natural puede comprender sin la ayuda divina debido a que sido cegado por Satanás y no puede ver la luz del Evangelio (2 Cor. 4:4). Ésa es la razón por la que Pablo escribió: “Que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor. 2:5).
La fe dada por Dios se inicia en la voluntad de Dios y es un regalo dado por el Padre de arriba (Fil. 1:29; Stg. 1:17). Será perfeccionada por el Hijo de Dios mientras el recipiente se conforma a la Palabra de Dios. Jesús es el Autor y Perfeccionador de esta fe, que es la certeza de lo que se espera y la convicción de las cosas que no se ven (Heb. 11:1, 12:2).
Los que tienen la fe dada por Dios entran por la puerta estrecha trayendo nada más que sus pecados a la cruz (Mt. 7:13). Los que tienen la fe muerta entran por la puerta ancha trayendo sus sucios trapos de justicia (Mt. 7:14).
Los que tienen la fe dada por Dios la demuestran dando mucho frutos para la gloria de Dios (Juan 15:8). Los que tienen la fe muerta la demuestran dando malos frutos para su propia gloria (Mt. 7:15-17).
Los que tienen la fe dada por Dios desean probar y prueban su fe con la Escritura sola (2 Cor. 13:5). Los que tienen la fe muerta prueban su fe con enseñanzas denominacionales y tradiciones del hombre (Juan 12:42-43; Hch. 15:5-10).
Los que tienen la fe dada por Dios habitualmente no escucharán o seguirán a un falso maestro (Juan 10:5-8). Los que tienen la fe muerta habitualmente no seguirá a un verdadero maestro (Juan 10:19).
Los que tienen la fe dada por Dios confían en el poder de Dios para guardarlos y protegerlos (1 P. 1:5). Los que tienen la fe muerta confían en su propio poder para guardarlos de apostatar.
La fe muerta sólo toca el intelecto. La fe dada por Dios involucra a la persona entera. La mente entiende, el corazón desea y la volunta actúa sobre la Palabra de Dios.
Para concluir, existen muchas preguntas minuciosas que podemos hacer a aquellos que desean probar su fe. ¿Ha renunciado a toda forma falsa que se opone al Evangelio de la gracia? ¿Vive en acción de gracia y alabanza por haber sido escogido y adoptado en la familia eterna de Dios? ¿Demuestra ser un discípulo de Cristo al permanecer en Su Palabra? ¿Se disciplina usted mismo para la piedad? ¿Saben sus amigos, vecinos y compañeros de labores que Jesucristo es su Señor y Salvador? ¿Tiene el deseo de compartir a Jesucristo con otros o se avergüenza de Su Evangelio?
Los hijos de Dios sabrán que le pertenecen a Él, porque “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). El Espíritu hace esto por medio de las Escrituras que Él inspiró. ¡Todos los hijos de Dios confían en Su Palabra!
Artículos recomendados:
>> Viendo al hombre en lugar de Dios
>> 3 errores comunes de los falsos maestros
>> ¿Se ha vuelto irrelevante la Iglesia?
>> La prueba del profeta
>> Cómo reconocer a un falso profeta
>> ¿Iglesias para artistas?
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Original article:
¿Does the Christian Church need to be evangelized?