1 Timoteo 1:3-11
Por Norbert Lieth
En la primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo muestra “cómo debe comportarse uno en la Casa de Dios, que es la congregación del Dios viviente, la columna y el fundamento de la verdad”. Lea usted aquí la Parte 2.
Llama la atención que cada vez que la primera carta a Timoteo trata de doctrinas falsas (doctrina de demonios, doctrinas falsas, doctrinas no sanas, extrañas y diferentes), doctrinas que no concuerdan con la Biblia, la palabra “doctrina” se encuentra en plural = “doctrinas”. Por el contrario, si se trata de la doctrina de las Sagradas Escrituras, la palabra “doctrina” siempre se encuentra en singular y, además, con la clara exhortación a “no enseñar algo diferente”. “Doctrinas extrañas” versus “doctrina sana” (1 Ti. 1:3,10; cp. 1 Ti. 4:1,6; 1 Ti. 6:3); este principio está contenido también en las demás cartas del Nuevo Testamento (por ej.: Hebreos 13:9). Es decir: la Biblia solamente conoce una doctrina. Eso debería llevarnos a tener un santo respeto por la Palabra de Dios. ¡Qué importante es que en nuestra interpretación encontremos esta doctrina, la representemos y no enseñemos nada diferente!
Conocemos diferentes interpretaciones, diversos comentarios, pero en verdad existe solamente una única doctrina verdadera sobre cada área de la vida y de la congregación, sobre la historia de la salvación, sobre Israel, sobre el pecado y la justificación, sobre la vida eterna, sobre la predestinación, sobre la ley y la gracia, sobre el Espíritu Santo, sobre la escatología (el arrebatamiento, el milenio, la esposa), etc.
Primera Timoteo 1:7 nos presenta esta conexión en forma de exhortación, diciendo que se puede representar cosas como seguras sin haberlas comprendido realmente. “Queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman”. De modo que con toda convicción uno puede estar pasando de largo de la verdad. Uno cree estar haciendo lo correcto, y aun así uno se encuentra errado.
La mejor manera de encontrar la verdadera doctrina es a través de un serio estudio de la Biblia y de la mano del Hilo Conductor Rojo que atraviesa la Biblia, de modo que la doctrina, al final, quede clara y sin contradicción. Eso, en verdad, necesita mucha oración, un estudio cuidadoso, respeto, y un mantenerse lo más cercano posible a la Biblia y a su contexto.
Un ejemplo al respecto lo encontramos en Hechos de los Apóstoles 18:24-28: “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo”.
Un ejemplo al respecto lo encontramos en Hechos de los Apóstoles 18:24-28: “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo”.
Apolos era un hombre elocuente y poderoso en las Escrituras del Antiguo Testamento. Era instruido y fogoso en el espíritu. Además, enseñaba con exactitud todo con respecto al Señor, pero le faltaba la enseñanza y la orientación neotestamentaria. Aquila y Priscila se hicieron cargo de él y le interpretaron la Palabra de Dios con mayor exactitud. Después de eso, él pudo predicar la Palabra del Señor mucho más intensamente. El trabajo de Aquila y Priscila fue el trabajo de un buen comentario del Nuevo Testamento. Algunos contemporáneos piensan que ellos no necesitan comentarios, pero este ejemplo nos muestra lo contrario.
El ejemplo mencionado, nos quiere mostrar lo importante que es para el Espíritu Santo el que sigamos siendo instruidos cada vez con mayor profundidad. Para un hijo de Dios nunca existe un “suficiente”, nunca una etapa final de aprendizaje. Debemos leer y estudiar sin cesar la Biblia, para poder comprender las conexiones de la salvación y así poder trasmitirlas. Parte de eso es, también, leer comentarios, aprobar cursos bíblicos, o ir a una escuela bíblica. Solamente podemos trasmitir aquello que nosotros mismos hemos aprendido.
En Apolos, el Señor nos muestra un hombre que se dejaba corregir y enseñar, un ejemplo para nosotros. Al mismo tiempo, vemos en él a una persona que, más adelante, se sujetó estrictamente a la guía de la Palabra de Dios y no fue más allá de lo que las Escrituras enseñan con claridad. “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Co. 4:6).
Si existen doctrinas extrañas, según 1 Ti. 1:3-11, entonces obligadamente también debe haber una doctrina conocida y reconocida. Existe una sola doctrina divina, y distintas doctrinas humanas. Si existe una doctrina sana, entonces también existen doctrinas no-sanas, es decir que “hacen enfermar”. La doctrina sana fortalece, las doctrinas no-sanas debilitan. Las doctrinas falsas confunden, la doctrina verdadera da seguridad.
¿Qué es lo que caracteriza a las doctrinas extrañas, no-bíblicas? Las doctrinas extrañas se ocupan principalmente de cosas secundarias. Quieren atar a la gente a personas u organizaciones. “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:30). Ése es el origen de toda secta y de toda agrupación con características sectarias. Se ocupan de leyendas, mitos, fábulas, y fantasías. Los contenidos, a menudo, también son esotéricos o filosóficos. Son agregados extra-bíblicos, es decir humanos, a la Palabra de Dios.
Timoteo debía cuidar de que no se propagaran doctrinas extrañas (vs. 3-4): “Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora” (cp. Tito 1:14).
En el caso de las genealogías, probablemente se trataba de que los judíos, a toda costa, querían ver de cuál patriarca provenían. Pero eso no juega ningún rol en el Nuevo Testamento. “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tito 3:9). Las genealogías actualmente, a veces, también juegan un rol importante en algunas sectas, como por ejemplo en los mormones y supuestos movimientos mesiánicos. Pero, el Nuevo Testamento ya no trata de descendencia, sino de llamado, fe y conversión.
Las doctrinas extrañas mayormente son agresivas, causan disensiones y cuestionamientos, y no sirven para la edificación divina. A menudo tergiversan ciertos puntos importantes, que son convertidos en lo principal. Es muy difícil dialogar con los representantes de tales doctrinas.
Los falsos maestros siempre quieren tener la razón y son altaneros, son desdeñosos y arrogantes, no se dejan corregir, e ignoran todo argumento bíblico contrario a lo que ellos dicen. No se pueden mantener diálogos edificantes con ellos; generalmente todo queda en charlatanería infructuosa o, incluso, termina en discusión (1 Ti. 1:6). Una cosa típica de los falsos maestros, es que ellos convierten la ley en lo principal, sin tener en cuenta que la misma ya fue cumplida (cp. Gá. 1:6-10; 3:1-5). En esto, llama la atención que ellos se presentan con mucha seguridad en sí mismos y que presentan su doctrina como algo irrefutable, siendo que, en realidad, ni siquiera han comprendido, todavía, la doctrina bíblica de la justificación. Porque a una persona justificada a través del evangelio de Jesucristo, ya no le es impuesta ninguna ley. Las instrucciones del Nuevo Testamento lo cumplen todo, y la obediencia a esas instrucciones es una señal de justicia. En la primera carta a Timoteo, por ejemplo, existen más de 20 ordenanzas personales.
La ley es buena (cp. Ro. 7:12), “si uno la usa legítimamente” (1 Ti. 1:8). Esto significa: Cuando la vemos y usamos para lo que fue dada. La ley no justifica a nadie. La ley trae maldición. La ley hace ver el pecado. La ley pone barreras protectoras. La ley no es por la fe. Pero, la ley lleva a la fe en Jesucristo. La ley es un maestro que nos lleva a Cristo. La ley no fue dada como medio de salvación, pero lleva a la salvación (Gá. 1:16,21; 3:10-13,23-25; Ro. 3:20). Alguien dijo, correctamente: “La ley nos enseña tres lecciones: Debemos. No tenemos. No podemos”.
En esas cosas la ley es buena. Quien la usa de esa manera y, a través de ella, se aferra a la gracia en Jesucristo, es justificado. Y porque ha sido justificado, la ley ha perdido su validez para él, ha dejado de servirle. Porque la ley fue dada – así lo dicen claramente las Escrituras – para convencer a los transgresores: “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina” (1 Ti. 1:8-10).
Los “transgresores” son las personas no salvas que no viven según la ley. El Anticristo venidero es denominado “el inicuo” (2 Ts. 2:8). Los insumisos son aquellos que abiertamente se rebelan contra la voluntad de Dios. Las palabras “impíos y pecadores, irreverentes y profanos”, describen todo lo que corresponde a una vida sin Dios. Los “parricidas y matricidas” (los que maltratan a su padre y madre) infringen contra el quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. Aquellos que “matan seres humanos” infringen contra el sexto mandamiento: “No matarás”.
Los “fornicarios” y “sodomitas” son mencionados separadamente. Eso significa que se trata de dos cosas diferentes. Fornicación es toda relación sexual antes y fuera del matrimonio. La Biblia habla claramente en cuanto al pacto del matrimonio, eso Jesús lo deja claro cuando habla con la samaritana en el Pozo de Jacob. “Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Jn. 4:17-18). La mujer vivía con un hombre sin haberse casado, lo que Jesucristo no reconoció como matrimonio. La palabra “sodomitas”, por el contrario, se deriva de una palabra griega, y se refiere a un hombre que fornica con otros hombres y con niños varones (1 Co. 6:9). El término “secuestradores”, se refiere al comercio de esclavos y a los secuestros, y seguramente también puede aplicarse a las sectas. Los “mentirosos” y “perjuros” son aquellos que no dicen la verdad, que resisten a la verdad o la quebrantan.
Todo lo que “se oponga a la sana doctrina” debilita el cuerpo de Cristo y lo enferma. Por un lado, no se puede enseñar ningún tipo de impiedad y, por otro lado, no se le puede quitar importancia al pecado. Pablo advierte tanto del legalismo como también de la impiedad.
¿Qué es lo que caracteriza la sana doctrina? Primera Timoteo 1:5 dice: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. Esto también se podría leer: “El propósito de la instrucción”, ya que la ley a la que se refiere Pablo acá es “instrucción”, “directiva”, “doctrina” o “mensaje”. De modo que esta exigencia quiere determinar en qué se diferencia la doctrina pura, buena y sana, de las “doctrinas extrañas”.Son cuatro las características:
1. Amor puro. No se obra para provecho propio, sino con la meta de edificar al otro.
2. Un corazón puro. No se tienen motivos impuros.
3. Una conciencia limpia. La palabra conciencia es mencionada tres veces en primera Timoteo (1:5,19; 4:2). El capítulo 1, versículos 5-6, dice: Quien se aparta de la doctrina pura, se ha apartado de una conciencia limpia. Según el versículo 19, una buena conciencia da testimonio de que uno se encuentra bien ubicado en la doctrina, y no ha tomado una dirección equivocada. Y según el capítulo 4, versículo 2, los falsos maestros están marcados con fuego en su conciencia, aun cuando ellos declaran su doctrina como segura. Personalmente, no creo, por ejemplo, que uno pueda negar la deidad de Jesucristo con una conciencia limpia.
4. Fe pura. La sana doctrina, nuevamente se distingue en que corresponde al evangelio apostólico: “…según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado” (v. 11). Al apóstol de los gentiles le fue encomendado un evangelio especial, el cual, incluso, él lo llama repetidas veces “mi evangelio” (Ro. 2:16; 16:25). ¿En qué consiste su evangelio? No debemos reducir la palabra “evangelio” a un mensaje puramente evangelístico. El evangelio recibido por Pablo es la totalidad de la doctrina que él trasmite en sus cartas. La profunda carta a los romanos, por ejemplo, él la llama “evangelio”: “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Ro. 16:25; cp. Gá. 1:8-9).
4. Fe pura. La sana doctrina, nuevamente se distingue en que corresponde al evangelio apostólico: “…según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado” (v. 11). Al apóstol de los gentiles le fue encomendado un evangelio especial, el cual, incluso, él lo llama repetidas veces “mi evangelio” (Ro. 2:16; 16:25). ¿En qué consiste su evangelio? No debemos reducir la palabra “evangelio” a un mensaje puramente evangelístico. El evangelio recibido por Pablo es la totalidad de la doctrina que él trasmite en sus cartas. La profunda carta a los romanos, por ejemplo, él la llama “evangelio”: “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Ro. 16:25; cp. Gá. 1:8-9).
Es el evangelio del “Dios glorioso” que le fue encomendado a Pablo. ¿Qué significa “Dios glorioso”? Dios es totalmente glorioso en sí mismo. Él, en realidad, no necesita a nadie, Él posee todo perfectamente en sí mismo. La palabra significa: “poseer total satisfacción”, “total independencia”. De modo que Él no nos necesita. Y aun así Él nos ama, y nos quiere ganar para sí a través del evangelio. Dios no se vuelve más glorioso con nosotros, ¡pero nosotros somos recibidos en Su gloria! Todo aquél que cree en Él, es recibido en la paz divina, y es feliz.
Tomado de la edición de junio del 2011 de la revista Llamada de Medianoche
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