[Nota: El siguiente es un extracto del maravilloso libro de Steve Miller, One Day Nearer, publicado por nuestros amigos de Harvest House Publishers. Como escribió Steve: “El fin de los tiempos se acerca rápidamente. Nuestro Señor nos ha llamado a ser vigilantes y fieles, a usar bien nuestro tiempo y a hacer que nuestra vida cuente por la eternidad. Cuanto mejor conozcamos los propósitos de Dios para el futuro, más podremos vivir sabiamente hoy”.
1) Dar Esperanza
Imagínese la Biblia sin profecías. Supongamos que Dios hubiera decidido no decirnos nada acerca de la Segunda Venida, la victoria final sobre el mal, y nuestro futuro hogar en el cielo y la eternidad. Si Dios hubiera dejado las profecías fuera de Su Palabra, no tendríamos idea de lo que nos depara el futuro. En cambio, todo lo que sabríamos es que el mundo en el que vivimos está descendiendo cada vez más profundamente hacia la oscuridad, el mal y la desesperanza.
Sin conocimiento de lo que está por venir, la vida sería sombría. No tendríamos nada que esperar. Pasaríamos de un día a otro llenos de temor e incertidumbre.
Pero, debido a que Dios eligió proporcionarnos vislumbres del glorioso futuro que nos espera, podemos vivir con esperanza. Esa es la razón principal por la que Dios llenó la Biblia con tantas profecías acerca de lo que está por venir: para darnos esperanza.
Lo que sabemos sobre el futuro ayuda a influir en nuestros pensamientos y acciones en el presente. Debido a que conocemos el resultado final de la batalla que ahora se libra en la tierra, podemos vivir con anticipación en lugar de angustia. La profecía bíblica nos ayuda a tener un enfoque eterno—nos recuerda que no importa lo mal que se pongan las cosas, el bien y la justicia prevalecerán. La victoria es segura.
Es por eso que, en 1 Tesalonicenses 4, Pablo escribió extensamente acerca del Rapto prometido que nos librará de este mundo y nos llevará al cielo. Concluyó con la exhortación “aliéntense los unos a los otros con estas palabras” (versículo 18). Cuanto más nos recordamos unos a otros las promesas proféticas de Dios, más esperanza nos damos unos a otros.
2) Darnos un Enfoque Eterno
Debido a que vivimos en un mundo caído, la vida está llena de luchas. Romanos 5:12 dice que, “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (NVI). Nadie puede evitar el pecado y sus devastadoras consecuencias. Incluso “la creación [está] sujeta a la vanidad” —toda la naturaleza está en “esclavitud a la corrupción”. Gime en anticipación del día en que seamos liberados de nuestros cuerpos mortales en descomposición y se nos den cuerpos nuevos e inmortales (Romanos 8:19-23).
El pecado es la razón por la que la vida está llena de dolor y pruebas. Y después de recibir la salvación en Cristo, entramos en un nuevo tipo de batalla. Debido a que nos hemos alejado del pecado para caminar en la luz, ahora estamos en desacuerdo con la oscuridad que nos rodea. Jesús advirtió a los discípulos, y a nosotros, por extensión, que “en el mundo tendréis tribulación” (Juan 16:33).
Pero fíjese en las siguientes palabras de Jesús: “Ánimo; Yo he vencido al mundo”. En nuestros momentos de sufrimiento, podemos encontrar esperanza en las promesas del Señor de redención y victoria futuras. Incluso cuando la vida se vuelve tan insoportable que no sabemos cómo podemos seguir adelante, se nos recuerda que “los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de comparación con la gloria que se nos ha de revelar”.
Las promesas de Dios sobre el futuro están destinadas a ayudarnos a mirar más allá del presente y desarrollar un enfoque eterno. A medida que aprendemos lo que significa vivir con la mente y el corazón puestos en la eternidad, somos más capaces de perseverar a través de las dificultades que enfrentamos ahora. Cada profecía sobre el futuro está diseñada para mantenernos mirando hacia arriba y hacia adelante a la gloria que nos espera.
3) Motivarnos a la Pureza
Una de las verdades más asombrosas de las Escrituras es que algún día seremos completamente transformados a la semejanza de Cristo.
Debido a que moramos en cuerpos imperfectos en un mundo caído, no somos capaces de comprender plenamente en qué nos convertiremos. Como escribió el apóstol Pablo, "porque ahora vemos en un espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12). Llegará un día en el que veremos con claridad, cuando “lo corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal se vista de inmortalidad" (1 Corintios 15:54). Por fin, seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Romanos 8:29).
Esperamos ansiosamente ese día, ¿no es así? Nos cansamos de sucumbir a la tentación y tropezar con el pecado. Nos sentimos cada vez más frustrados a medida que peleamos las mismas batallas espirituales una y otra vez. Con Pablo, decimos: “Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero” (Romanos 7:18-19; NVI).
Cuando luchamos con el pecado, la promesa profética de que algún día tendremos cuerpos glorificados y seremos como Cristo es edificante. Esta esperanza no sólo nos hace seguir adelante, sino que también nos motiva a la pureza personal. Como dice 1 Juan 3:3: “Todo el que tiene esta esperanza en Cristo se purifica a sí mismo, así como él es puro” (NVI).
A medida que fijamos nuestra esperanza en la premisa de que seremos transformados a la semejanza de Cristo en el futuro, el resultado es que querremos ser más como Él en el presente. De esta manera, la profecía bíblica tiene un efecto poderoso y santificador en nuestras vidas.
4) Estimularnos a Compartir el Evangelio
El tiempo se acaba. Cada día que nos acercamos más a la Segunda Venida de Cristo, nos acercamos más al momento en que será demasiado tarde para que los incrédulos reciban a Jesús como su Salvador. Cuando el Rey de reyes y Señor de señores descienda del cielo para reclamar la tierra, empuñará “una espada afilada para herir con ella a las naciones” (Ap. 19:15). En ese día, cada incrédulo en la tierra tendrá su destino eterno sellado.
Ahora, es cierto que después de que Cristo arrebate a todos los creyentes al cielo, la tribulación de siete años ofrecerá más tiempo para que los incrédulos vengan a la salvación. Podríamos pensar: Si mi ser querido o amigo no se convierte en cristiano antes del Rapto, todavía tendrá oportunidades durante la Tribulación.
Pero considere las pésimas tasas de supervivencia de aquellos que terminan estando en la tierra durante la Tribulación. En Apocalipsis 6:7-8, se nos dice que una cuarta parte de la población mundial morirá durante el cuarto Juicio de los Sellos. Luego, en Apocalipsis 9:15-18, leemos acerca de cuatro ángeles que “matarán a la tercera parte de la humanidad”. Entre esos dos eventos, la mitad de las personas en la tierra morirán. Además, muchas personas serán tan duras de corazón que, incluso cuando reconozcan a Dios como la fuente de los juicios de la tribulación, pedirán que las rocas y las montañas caigan sobre ellos en lugar de apartarse de su pecado (Ap. 6:15-17).
Cuando se trata de compartir el Evangelio, más vale temprano que tarde. El hecho de que no sepamos el tiempo de la venida de Cristo debería llenarnos de un sentido de urgencia. El deseo de Dios es que la profecía bíblica nos impulse a proclamar el mensaje de salvación antes de que sea demasiado tarde.
5) Descansar en la Soberanía de Dios
Sólo Dios es capaz de declarar “el fin desde el principio”. Y no sólo conoce el futuro, sino que lo planea. Se atreve a decir: “Mi propósito se cumplirá... Yo haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré” (Isaías 46:10-11; NVI).
Esas no son sólo palabras vacías. Hasta este momento, cada una de las declaraciones de Dios sobre el futuro, en forma de profecías bíblicas, se ha cumplido con precisión. Esto nos ayuda a darnos cuenta de que las profecías no son meras conjeturas o predicciones; más bien, revelan exactamente lo que Dios hará. La profecía es historia escrita de antemano.
La abundancia de profecías cumplidas sirve como una poderosa confirmación de que Dios es verdaderamente Dios. Su soberanía es total; nada puede alterar lo que Él dice que sucederá. Aquel que creó y sostiene el universo guía el curso de la historia humana y de nuestras vidas individuales. A medida que el caos se arremolina aparentemente fuera de control aquí en la tierra, todo está en calma en la sala del trono de Dios. Tan cierto como que Jesús silenció la tormenta y las olas, Dios tiene todos los acontecimientos del mundo en sus manos.
Debido a que cada profecía sobre la Primera Venida de Cristo se cumplió literalmente con un 100 por ciento de precisión, podemos estar en paz — confiados en que lo mismo será cierto con cada profecía sobre la Segunda Venida de Cristo. Llegará un día en que todo mal en este mundo será corregido — por toda la eternidad. Nada puede impedir que eso suceda, porque Dios es Dios. Debido a que Su soberanía es total, nuestro futuro celestial está asegurado.
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