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jueves, 16 de enero de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 2 (Parte 1 de 2)

Una Muerte Personal  

Por Dr. David R. Reagan

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Y oí [el apóstol Juan] una voz que me decía desde el cielo: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor”. — Apocalipsis 14:13

En 1980, decidí abandonar mi carrera académica como profesor de derecho y política internacional. Lo hice porque me sentí llamado por Dios a dar un paso de fe y comenzar a enseñar profecía bíblica y a proclamar el pronto regreso de Jesús. Esta decisión resultó en la fundación del Ministerio Cordero y León.

Casi de inmediato, el Señor comenzó a instarme a estudiar las secuelas de la muerte, algo de lo que sabía muy poco. Esto me llevó a escribir un artículo para la revista del ministerio que se tituló: “¿Qué Pasa Cuando Mueres?”.

Evidentemente, el artículo se dirigía a un área de intensa curiosidad cristiana porque tuvo una gran repercusión. La gente me colmó de agradecimientos y me pidió varias copias del artículo para distribuirlas a familiares y amigos.

Con el tiempo, esto llevó a la publicación de una versión ampliada del artículo en forma de folleto.1 Una vez más, fue recibido con gran entusiasmo. Y esa respuesta me motivó a escribir un libro en 2010 titulado “Eternidad: ¿Cielo o Infierno?”.2

En la década de 1990, tanto mi mamá como mi papá pasaron de esta vida a la presencia del Señor, y descubrí que una cosa era escribir objetivamente sobre la muerte y otra muy distinta experimentar subjetiva y emocionalmente la muerte de un miembro querido de la familia.

Ese sentimiento se intensificó enormemente con la muerte de mi esposa, Ann, en agosto de 2020, después de haber estado casados durante 60 años.

El Comienzo de las Aflicciones de mi Esposa

Ann era maestra de primer grado cuando comenzó su viaje de 18 años de regreso al Señor en agosto de 2001. Estaba en la escuela preparándose para el día de apertura de la semana siguiente. De repente sufrió un fuerte dolor en la zona del omóplato izquierdo. El dolor era tan intenso que la tiró al suelo.

Recibí una llamada telefónica en la oficina de mi ministerio para comunicarme que Ann había sufrido lo que parecía ser un ataque al corazón y que la habían llevado de urgencia al hospital en una ambulancia. Me dirigí de inmediato al hospital y, cuando llegué, los médicos me dijeron que le estaban haciendo pruebas para determinar qué le pasaba. Me dijeron que me sentara en la sala de espera de emergencias. Así lo hice, y esperé durante lo que me pareció una eternidad.

Finalmente, un médico salió y me informó que definitivamente no había experimentado un ataque al corazón. Dijo que tenía mucho dolor y que no tenían idea de lo que le pasaba. Preguntó si podían darle una inyección de morfina para calmar su dolor. Estuve de acuerdo. Más tarde, me dijeron que la morfina casi la mata. ¡Le provocó un shock anafiláctico!

Al día siguiente fue dada de alta del hospital todavía sufriendo muchas molestias, principalmente en el pecho. La llevé a un médico internista, que le diagnosticó fibromialgia — algo de lo que yo nunca había oído hablar.

Nos advirtieron que el mayor enemigo de la “Fibro” es el estrés y que, en consecuencia, lo más probable es que Ann tendría que retirarse de su carrera como maestra de primer grado. Eso resultó ser cierto, y se vio obligada a renunciar a su carrera de 30 años de enseñar a leer y escribir a niños de primer grado.

La ironía de todo esto era el hecho de que Ann había vivido en perfecto estado de salud durante 61 años. Nunca se había sometido a una operación de ningún tipo — ni siquiera a una apendicectomía o una amigdalectomía. De hecho, cuando se jubiló, tenía 180 días de baja acumulada. Pero, de la noche a la mañana, su vida había cambiado radicalmente.

Un Viaje Médico

Y así comenzó un largo viaje de visitas a médicos y clínicas en busca de algún alivio para Ann del dolor crónico de la Fibro. Probó con medicamentos, suplementos, masajes y ejercicio. Nada parecía funcionar. Mientras tanto, se nos había advertido que la Fibro probablemente se transformaría en lo que se llama “Síndrome de Fatiga Crónica”. Esto finalmente sucedió, y Ann comenzó a sentirse cansada todo el tiempo.

Luego, en la primavera de 2011, recibí una segunda llamada telefónica que resultó devastadora — aunque en ese momento no parecía haber nada de malo en ella. Esta vez, la llamada era de Ann. Parecía angustiada. Dijo que un trabajador que teníamos haciendo algunas reparaciones en la casa había terminado y que estaba tratando de pagarle. Cuando le pregunté qué le pasaba, me explicó que había intentado escribirle un cheque y parecía que no podía poner toda la información en las líneas correctas. ¡Había estropeado un total de cinco cheques! Le dije que le pagara con tarjeta de crédito.

No le presté mucha atención a la llamada. Había estado despierta hasta tarde la noche anterior, y supuse que estaba fatigada.

Pero las cosas se fueron volviendo caóticas poco a poco. Durante las siguientes semanas y meses, no pudo transferir sus cheques de su chequera a nuestro libro mayor. Los números estaban revueltos, ¡como si hubiera desarrollado dislexia de la noche a la mañana!

Luego comenzaron a suceder cosas raras, como cuando nos sentamos una noche a comer, y ella no pudo encontrar una olla de frijoles que decía haber preparado para la comida. ¡Tres días después, encontré la sartén llena de frijoles debajo del fregadero de la cocina! Sus lapsus de memoria como éste se volvieron cada vez más frecuentes.

El punto de inflexión llegó en diciembre de 2011, cuando me encontraba en el hospital recuperándome de una operación de reemplazo de rodilla. Ella vino a visitarme y me dijo: “He tomado una decisión importante que realmente va a impactar nuestras vidas". No podía empezar a imaginar lo que tenía en mente, y me sorprendió cuando lo reveló. “He decidido”, dijo, “no volver a conducir mi coche”. Cuando le pregunté por qué, me dijo que no sabía por qué, excepto que había empezado a sentirse incómoda e insegura al conducir. Fiel a su palabra, nunca volvió a conducir un automóvil, y eso requirió muchos cambios en la forma en que vivíamos.

Este incidente me convenció de que algo andaba muy mal con Ann, porque sabía por experiencia, que dejar de conducir es una de las cosas más difíciles de hacer para cualquier persona mayor, ya que esto significa el fin de su independencia.

Junto con su menguante memoria, Ann comenzó a experimentar la pérdida de su vista. Siempre había usado lentes de contacto, pero ya no parecían funcionar para ella. Consiguió unas gafas normales, pero no hubo mejora. Finalmente, se sometió a una cirugía de cataratas, pero fue en vano.

En ese momento, consulté varias fuentes para encontrar al mejor oftalmólogo de Texas, y llevé a Ann para que él la examinara. Procedió a hacerle todas las pruebas imaginables. Cuando terminó, levantó las manos con total frustración y dijo: “Sus ojos están bien. El problema debe ser la forma en que el cerebro está procesando las imágenes”. Demostró tener toda la razón, aunque él no lo sabía en ese momento.

Seguí llevando a Ann a un médico tras otro sin éxito en el diagnóstico de su estado general. Los oftalmólogos seguían desconcertados. Los neurólogos estaban igualmente desconcertados. Cada uno le hacía una prueba para detectar el Alzheimer y siempre la aprobaba.

El Punto de Inflexión

El quinto neurólogo al que la llevé fue quien nos indicó la solución del misterio. Después de sus exámenes, confesó su confusión. Pero, luego, dijo: “Sugiero que la lleven a los médicos de la clínica de neurología del Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern, en Dallas”. Explicó: “Han visto afecciones extrañas y raras que el neurólogo promedio nunca ha visto. Si alguien puede diagnosticarla, son ellos”.

Pasaron casi cuatro meses hasta que Ann fue admitida en la clínica. Dos médicos se sentaron con ella y comenzaron a hacerle preguntas. En cinco minutos, se dirigieron a mí y me dijeron que sabían exactamente qué le pasaba. “Ella tiene un caso clásico de síndrome de Benson”, dijeron. Les dije que nunca había oído hablar de él. Dijeron: “Es tan raro que la mayoría de los médicos tampoco han oído hablar de él”.

Procedieron a explicar que es una condición que comienza en la base del cerebro. Destruye toda habilidad matemática casi de la noche a la mañana. Luego comienza a destruir la vista. Finalmente, comienza a producir una pérdida de memoria a corto plazo. Era una descripción perfecta de lo que le estaba sucediendo a Ann.

La Tragedia de la Demencia

En los años que siguieron, la vista de Ann desapareció gradualmente y su demencia se intensificó. En el proceso, descubrí que simplemente no hay palabras para describir adecuadamente el horror de la demencia.

La demencia es un camino muy oscuro que hay que recorrer. Tiene muchos hitos, la mayoría de los cuales son desgarradores. Es difícil ver cómo una persona olvida cómo hacer las cosas fundamentales de la vida. Y es particularmente duro verla tomar conciencia de su condición.

El hito más difícil para mí llegó en 2014. Ann y yo siempre comenzamos cada día con un tiempo devocional juntos. Yo leía el Antiguo Testamento y ella leía el Nuevo Testamento. Luego leíamos un libro devocional y orábamos juntos. La mañana en la que estoy pensando fue cuando le tocó el turno a Ann de leer, y ella se quedó sentada mirando su Biblia, sin decir nada. Cuando le pregunté qué le pasaba, se volvió hacia mí llorando y dijo: “Ya no puedo leer”.

Aquí estaba una señora que había dedicado 30 años de su vida a enseñar a los niños a leer y escribir y, ahora, ya no podía leer.

Otro día memorable ocurrió un año después, en 2015, cuando me desperté una mañana y la encontré desaparecida. Me levanté de un salto y comencé a registrar la casa. La encontré acostada en un sofá en nuestra sala de devoción con una pequeña toalla de cocina en las piernas. Tenía tanto frío que temblaba. Mientras la acompañaba de regreso a su cama, de repente se volvió hacia mí y dijo: “Sabes, cariño, no soy la persona que solía ser”.

A pesar de todo su enorme sufrimiento, Ann nunca se dejó llevar por la autocompasión. Cuando le decía: “Lamento mucho que estés experimentando tanto sufrimiento”, ella siempre respondía diciendo: “Oh, hay muchas personas que están sufriendo mucho más que yo”.

A este respecto, después de su muerte, encontré la siguiente declaración que ella había escrito en su Biblia al final del libro de Job:

“La gran lección de este libro es que, si realmente conocemos a Dios, no necesitamos saber por qué nos permite experimentar lo que no entendemos. Él tiene el control y nos ama, incluso cuando parece que no lo hace”.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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domingo, 22 de diciembre de 2024

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 1

Dos Muertes Contrastantes  

Por Dr. David R. Reagan

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Porque yo no quiero la muerte del que muere, dice Jehová, el Señor. — Ezequiel 18:32

A principios de la década de 1980, estaba celebrando una reunión en una iglesia bastante grande en Jennings, Louisiana. Comenzó el domingo por la mañana y estaba previsto que se extendiera hasta el miércoles por la noche. Después del servicio del domingo por la noche, fui a la puerta principal para saludar a las personas que salían.

Una joven de unos 30 años se me acercó y me agradeció con entusiasmo el mensaje. Dijo que estaba ansiosa por que llegara el servicio del lunes por la tarde.

Estuve hablando de las “Señales de los Tiempos”, que apuntan al pronto regreso de Jesús. El mensaje del domingo había despertado su imaginación, y estaba emocionada.

“Tengo tantas preguntas”, dijo, “pero tendré que dejarlas para más tarde, porque tengo que apresurarme a mi trabajo”.

“¿Oh?”, respondí. “¿Qué tipo de trabajo tienes el domingo por la noche?”.

“Yo administro la pista de patinaje”, respondió, “y muchos niños de la iglesia vendrán a patinar esta noche. Tengo que darme prisa y abrir el lugar”.

Le agradecí sus amables comentarios y la insté a no olvidar sus preguntas. Ella se fue apresuradamente.

Alrededor de las 10:30 de la noche sonó el teléfono en la casa donde me estaba quedando. Escuché a mi anfitrión, uno de los ancianos de la congregación, exclamar de repente: “¡Oh, no! ¡Oh no!”. Colgó el teléfono y me gritó: “Tome su abrigo. Tenemos que ir al hospital”.

Mientras atravesábamos la ciudad en su camioneta, explicó que la llamada había sido sobre la joven que administraba la pista de patinaje. Había estado patinando con los niños cuando de repente se cayó al suelo. La habían llevado de urgencia al hospital. La situación parecía crítica.

En el momento en que entramos en el vestíbulo del hospital, supimos que estaba muerta. Grupos de jóvenes y amigos de la iglesia se reunieron en pequeños grupos por todo el vestíbulo y por el pasillo principal. Algunos estaban orando. Algunos cantaban suavemente. Algunos simplemente se consolaban unos a otros con abrazos de consuelo.

Había sufrido una hemorragia cerebral masiva. Ella tenía sólo 32 años. La muerte había llegado instantáneamente. El médico dijo que probablemente estaba muerta antes de caer al suelo.

Reaccionando en el Señor

Su hermana mayor llegó y recibió la terrible noticia. Era conocida como una mujer de gran fe. Intentamos consolarla, pero ella seguía consolándonos, recordándonos que su hermana ahora estaba con el Señor. Iba de grupo en grupo animándolos con la victoria que su hermana ahora disfrutaba.

Luego llegó su hermano. Él era un hombre de mundo. Había tratado a sus hermanas con dureza debido a sus convicciones religiosas.

Cuando se enteró de la muerte de su hermana, se sintió abrumado por el dolor y la culpa. Cayó al suelo en un grupo y comenzó a llorar y gemir en voz alta.

Su hermana corrió hacia él, lo agarró por los hombros y literalmente lo levantó del suelo. Ella lo golpeó contra la pared y lo sostuvo allí con el antebrazo. Mirándolo directamente a los ojos, dijo: “No llores por tu hermana. Llora por ti mismo. Ella está en el cielo con el Señor. Pero si estuvieras ahí en esa mesa, ¡estarías en el infierno!”.

Me sorprendió lo que parecía ser un enfoque brutal hacia una persona en duelo. Pero debe haber tenido el impacto correcto porque en un año ese hermano había aceptado al Señor.

Reaccionando Fuera del Señor 

Comencé a moverme por el pasillo de un grupo a otro, orando con ellos e intentando lo mejor que podía ofrecer algunas palabras de consuelo. De repente, se abrió una puerta lateral y entraron dos paramédicos corriendo y empujando una camilla con ruedas. En la camilla había un hombre que parecía tener 60 años. Estaba vestido con un esmoquin. Lo llevaron a una sala de emergencias.

Unos minutos más tarde llegó un gran séquito de “gente guapa”, todos vestidos con esmoquin y vestidos de noche. Se reunieron frente a las puertas de la sala de emergencias y esperaron alguna noticia. Me enteré de que habían estado de fiesta en un club nocturno, y que el hombre se había derrumbado en la pista de baile. Pensaron que había sufrido un infarto.

Tenían razón. El médico salió al pasillo y dio la triste noticia. El hombre murió de un ataque al corazón. Todos se quedaron allí por un momento aturdidos, y luego se volvieron el uno contra el otro como una manada de animales salvajes.

Una hija, vestida con un traje de noche rojo, se volvió hacia una mujer mayor y comenzó a gritarle maldiciones. La mujer era su madre, la viuda del hombre que acababa de morir. No hubo consuelo de hija a madre. Sólo maldiciones y acusaciones.

“Todo es culpa tuya”, gritó la hija. “Tú eres la causa de su ataque al corazón. Nunca le has dado nada más que dolor”.

“Mira quién está hablando”, gritó la madre, “la ramera más grande del sur de Luisiana”. Era una escena horrible. Los miembros de la familia se maldecían y se culpaban unos a otros.

Un Contraste Sorprendente

Estaba parado en una esquina del pasillo. En un pasillo vi gente que se maldecía y se arañaba unos a otros. Al otro lado del pasillo vi gente que se consolaba y se amaba. Vi la muerte en un pasillo. Vi vida en el otro. Vi la gloria de morir en el Señor y vi la triste realidad de morir sin esperanza.

Dios aprovechó ese momento para grabar en mi corazón la necesidad desesperada que tiene un mundo perdido y moribundo de las buenas nuevas de Jesucristo. De nuevo, Hebreos 2:15 dice que Jesús murió para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

Una Reflexión Sobre la Muerte

“Vemos un coche fúnebre y pensamos en tristeza. Vemos una tumba y pensamos en desesperación. Oímos hablar de una muerte y pensamos en pérdida. No es así en el Cielo. Cuando el Cielo ve un cuerpo sin aliento, ve el capullo desocupado y la mariposa liberada”. — Max Lucado (1955-), prolífico autor cristiano y ex pastor de la Iglesia Oak Hills en San Antonio, TX.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Índice

  Por Dr. David R. Reagan

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Índice

»» Prefacio

»» Introducción: El Temor a la Muerte

»» Capítulo 1 — Dos Muertes Contrastantes

»» Capítulo 2 — Una Muerte Personal

Capítulo 3 — Las Secuelas de la Muerte

                            Preguntas sobre la Muerte

Capítulo 4 — Enfrentando el Juicio

                            Preguntas sobre la Resurrección y el Juicio

Capítulo 5 — Reinar con Jesús

                           Preguntas sobre el Milenio

Capítulo 6 — El Destino Final del Creyente

                            Preguntas sobre el Cielo

Capítulo 7 — El Destino de los Incrédulos

                           Preguntas sobre el Infierno

Capítulo 8 — Preparación para la Muerte

Epílogo

Recursos

Sobre el Autor


Estimados lectores: Gracias a las ofrendas de amor de nuestros colaboradores, podemos poner gratuitamente a su disposición este material exclusivo de nuestro Ministerio. Si siente de parte del Señor apoyar la labor que su servidor está llevando a cabo, visite nuestra sección Donativos, para descubrir cómo podrá hacerlo.

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jueves, 19 de diciembre de 2024

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Introducción

El Temor a la Muerte 

Por Dr. David R. Reagan

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[Jesús] se hizo ser humano para destruir, por medio de la muerte como hombre, al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo, y para librar también a todos los que habían vivido toda su vida presa del temor de la muerte” — Hebreos 2:14-15 (El Nuevo Testamento en Inglés Moderno por J.B. Phillips)

A la mayoría de las personas no les gusta pensar en la muerte, y mucho menos hablar de ella. La descartamos de nuestras mentes, asegurándonos a nosotros mismos que está en un futuro muy lejano.

Me acordé de este hecho cuando hace muchos años vi una entrevista en televisión a Bill Gates, el multimillonario fundador de Microsoft. Le preguntaron por qué no había hecho ninguna donación financiera importante a la caridad hasta ese momento de su vida. Respondió que había vivido sólo la mitad de su vida y, por lo tanto, todavía tenía mucho tiempo para considerar la posibilidad de hacer donaciones.

Inmediatamente pensé: “¿Cómo sabe que ha vivido sólo la mitad de su vida? Podría estar muerto mañana”. Unos días más tarde, durante un viaje a Europa, una persona se le acercó y lo golpeó en la cara con un pastel. Se me ocurrió que la persona podría haberle disparado con la misma facilidad.

En marcado contraste, recuerdo a un amigo mío, Ed Towne, que fue pastor de la Iglesia Cristiana Pantano en Tucson, Arizona durante la década de 1980. Fue invitado a ir a la iglesia más grande del estado de Washington y predicar un domingo por la mañana y por la noche. Mientras se dirigía a la iglesia para el servicio de la noche, se vio involucrado en un terrible accidente automovilístico que lo mató instantáneamente. El escuadrón de rescate encontró su Biblia en el piso de su vehículo. En ella estaba el sermón que iba a pronunciar esa noche. La primera frase del sermón decía: “No hay una sola persona aquí esta noche que pueda decir con certeza que estará viva por la mañana”.

Enfrentando la Realidad de la Muerte

La Biblia dice que la vida es como un vapor — está presente en un momento y se va al siguiente (Santiago 4:14). En otros lugares, compara la vida con un simple soplo (Job 7:7 y Salmos 39:5), o una sombra pasajera (Salmos 144:4).

Pero no nos gusta enfrentarnos a esta realidad. La gente se hace cirugías plásticas y la cubre con cosméticos para camuflar su avanzada edad y su testimonio de la inevitabilidad de la muerte. Nos referimos a una persona como que ha “pasado a mejor vida”, o “se fue a casa”, o “colgó los tenis”, o “estiró la pata”. Los eufemismos siguen y siguen. Nos resulta casi imposible decir simplemente: “Murió”.

Tuve una terrible experiencia en este sentido hace muchos años, cuando una amiga mía me pidió que presidiera el funeral de su padre. Ella era una cristiana profesante, así que yo no estaba preparado para la conmoción que estaba a punto de experimentar.

Me pidió que la acompañara a la funeraria para ayudarla a hacer todos los planes para el servicio conmemorativo. Cuando llegamos, el director de la funeraria le dijo que su padre estaba listo para ser velado y le preguntó si le gustaría ver sus restos antes de sentarse a hablar sobre el servicio funerario. Ella dijo que lo haría.

Nos llevó a la sala de velatorio y, cuando miró dentro del ataúd, de repente comenzó a gritar a voz en cuello: “¡Parece muerto! ¡Parece muerto! ¡Parece muerto!”. Cometí el error de observar: “¡Pero si está muerto!”. Ese comentario la puso furiosa. Ella comenzó a gritar: “¡Quiero que parezca vivo! ¡Háganlo parecer vivo!”.

Muy rápidamente aparecieron varios técnicos y comenzaron a ajustar las luces y los cosméticos en la cara del hombre. Durante los siguientes minutos, trabajaron febrilmente, haciendo todo lo posible para hacer que un cadáver pareciera vivo.

Experimentando el Temor a la Muerte

La Biblia dice que la mayoría de las personas viven esclavizadas durante su vida al temor a la muerte (Hebreos 2:15). No hay duda de que esa afirmación es cierta.

Hace varios años, un colega mío, Dennis Pollock, hizo una investigación sobre cómo las personas con una visión secular de la vida han lidiado con la muerte. Sus hallazgos fueron muy reveladores.1

Permítanme compartir con ustedes dos ejemplos. El primero es Raymond Burr, el actor que interpretó al abogado Perry Mason en televisión. Aunque nunca perdió un caso en sus dramas televisivos, terminó perdiendo los estribos en su lecho de muerte. Le tenía tanto miedo a la muerte que se negaba a dormir, por temor a no despertar. Se sentó en su cama durante más de 30 horas luchando contra el sueño, antes de que el agotamiento lo venciera. Finalmente se rindió, y murió a las pocas horas después de irse a dormir.

El otro ejemplo es el de Alfred Hitchcock, el gran director de cine que jugaba con la muerte en sus películas y programas de televisión. Pero, cuando llegó el momento de morir, se derrumbó emocionalmente y lloró incontrolablemente, compartiendo con Ingrid Bergman su miedo macabro a la muerte.

Se podrían citar muchos otros ejemplos de celebridades que demuestran el miedo a la muerte. Pensemos en el gran jugador de béisbol Ted Williams. Hizo congelar su cuerpo para que pudiera ser preservado, con la esperanza de que algún día pudiera ser devuelto a la vida gracias a algún desarrollo científico.2 Woody Allen, el comediante y director de cine, lo resumió mejor con su estilo típicamente humorístico cuando dijo: “No le tengo miedo a la muerte. Simplemente no quiero estar allí cuando suceda”.3

En uno de los pasajes más antiguos de la Biblia, uno de los amigos de Job caracterizó a la muerte como el “rey de los espantos” (Job 18:14). Incluso el rey David, en uno de sus salmos, se refirió a los “terrores de muerte” que caían sobre él (Salmos 55:4). En el salmo procedió a lidiar con el miedo poniendo su confianza en Dios (Salmos 55:16), pero, en el proceso expresó el tipo de miedo que se apodera de la mayoría de las personas cuando se enfrentan a la muerte: “Temor y temblor vinieron sobre mí y me envuelve el espanto” (Salmos 55:5).

Suprimiendo el Miedo

La mayoría de las veces las personas son capaces de suprimir su miedo a la muerte, pero siempre está ahí, justo debajo de la superficie. Normalmente, surge cuando muere un amigo o un familiar; cuando una persona experimenta un evento cercano a la muerte, como un accidente automovilístico grave; o cuando una persona comienza a llegar a la mediana edad. Y, por supuesto, ¡estar tumbado en una trinchera con bombas explotando por todas partes siempre da lugar a pensamientos de muerte!

Creo que una de las razones por las que la muerte de la princesa Diana a los 36 años en 1997 tuvo un gran impacto mundial fue porque era muy joven. Cuando somos jóvenes tendemos a pensar que somos invencibles y que viviremos indefinidamente. Siempre es aleccionador cuando experimentamos la muerte de una persona joven. Nos obliga a pensar en nuestra propia mortalidad, algo que es muy incómodo de hacer. Pero nunca dura mucho, porque siempre estamos ansiosos por poner todo el tema en el fondo de nuestras mentes.

Vi que esto sucedía cuando era adolescente. Vivía en Waco, Texas, en mayo de 1953, cuando el peor tornado en la historia del estado azotó la ciudad. Un total de 114 personas murieron a causa de la tormenta. El centro de la ciudad parecía haber sido alcanzado por una bomba atómica.

Durante las semanas siguientes, las iglesias de Waco se llenaron a su máxima capacidad, mientras la gente intentaba lidiar con el terror de la tormenta. Pero en unos seis meses, la asistencia comenzó a disminuir, y en poco tiempo, las iglesias volvieron a la normalidad en su asistencia.

La muerte es un hecho que todas las personas deben enfrentar y prepararse para ello. Las únicas personas que no van a experimentar la muerte son aquellos creyentes en Jesucristo que estén vivos en el momento en que Él regrese para llevarse a Su Iglesia de este mundo en un evento llamado el Rapto (1 Tes. 4:13-18). Aquellos creyentes que mueran antes de ese momento vencerán a la muerte a través de la resurrección y la glorificación de sus cuerpos. Pero hablaremos de eso más adelante.

Nuestra Expectativa de Vida

Tengo un interés muy personal en el tema de la muerte porque, mientras escribo este libro, me acerco a la edad de 85 años. Eso significa que estoy viviendo en tiempo prestado. Digo esto porque la Biblia dice que: “Los días de nuestra edad son setenta años. Si en los más robustos son ochenta años” (Salmos 90:10).

Originalmente estábamos destinados a vivir para siempre en estrecha comunión con nuestro Creador, sosteniendo nuestras vidas alimentándonos del Árbol de la Vida (Génesis 2:9 y 3:22). Pero, cuando nuestros primeros antepasados, Adán y Eva, pecaron contra el Señor, fueron expulsados del Jardín del Edén y se les negó el acceso al Árbol de la Vida. La muerte física se convirtió en el castigo del pecado, y la esperanza de vida del hombre se redujo a mil años.

Con el paso de las décadas y los siglos, ocurrieron dos cosas que redujeron aún más esta expectativa de vida. Uno de ellos fue la creciente corrupción del código genético. El otro fue el gran diluvio mundial de la época de Noé, que produjo un ecosistema postdiluviano relativamente duro.

Durante los 400 años inmediatamente posteriores al diluvio, la expectativa de vida de la humanidad disminuyó drásticamente de un promedio de 912 años antes del diluvio a 222 años.4 A partir de entonces, la expectativa de vida continuó disminuyendo gradualmente. Abraham, que nació 350 años después del diluvio, murió a la edad de 175 años (Génesis 25:7). Moisés nació 255 años después de la muerte de Abraham y vivió hasta los 120 (Deuteronomio 34:7). Josué, el sucesor de Moisés, vivió 110 años (Jueces 2:8). Al final, la esperanza de vida del hombre se estableció en 70 años. Pero la esperanza de vida de los seres humanos cayó mucho más que eso. Se desplomó a unos 33 años.5

Sí, leyeron bien: 33 años. A lo largo de la mayor parte de la historia registrada, la vida ha sido dura y corta, caracterizada por una tasa de mortalidad infantil muy alta, enfermedades salvajes y guerras brutales.

Un resultado de esto es que la población del mundo permaneció relativamente estática durante siglos. La mayoría de los demógrafos estiman que la población de la Tierra en la época de Jesús era de 200 millones a lo sumo. Tuvieron que pasar 1,400 años para que ese número se duplicara. La población de la humanidad no alcanzó los mil millones hasta alrededor de 1850.6

La Revolución Médica

Fue durante el siglo XX cuando la población del mundo despegó como un cohete y comenzó a crecer exponencialmente. A principios de siglo, la población mundial era de 1,600 millones. A finales de siglo, eran 6,000 millones. Este crecimiento explosivo se debió al desarrollo de la medicina moderna. La mayoría de los logros médicos que damos por sentados hoy en día son relativamente nuevos:7

1862 — La teoría de los gérmenes como causas de las enfermedades

1867 — Procedimientos quirúrgicos antisépticos

1895 — Descubrimiento de los rayos X

1897 — Desarrollo de la aspirina

1901 — Desarrollo de la tipificación sanguínea

1907 — Primera transfusión de sangre exitosa

1922 — Primer uso de la insulina para tratar la diabetes

1927 — Primera vacuna contra el tétano

El descubrimiento más significativo no está incluido en la lista anterior. Ocurrió en 1928, cuando se descubrió la penicilina.8 Así es, ¡el primer antibiótico no se descubrió hasta 1928! La falta de este medicamento fue una de las razones por las que la pandemia de gripe de la Primera Guerra Mundial provocó más de 40 millones de muertes en todo el mundo. Verá, la gripe a menudo producía neumonía, y la neumonía conducía a la muerte.

Nací en 1938, diez años después del descubrimiento de la penicilina. El momento de mi nacimiento fue muy propicio para mí, porque en 1950 sufrí un grave ataque de apendicitis. Si hubiera nacido en el siglo XIX, o incluso a principios del siglo XX, habría muerto a la edad de 12 años.

Este punto me fue enfatizado recientemente mientras leía un bosquejo biográfico sobre el gran artista occidental, Frederick Remington.9 Murió en 1909, a la edad de 48 años de apendicitis. De manera similar, descubrí en una biografía del presidente Harry S. Truman, que su padre murió en 1914 de una simple operación de hernia, lo cual, por supuesto, en aquellos días no era sencillo10.

Hoy en día, rara vez nos preocupamos seriamente por enfermedades como la apendicitis y la neumonía, pero durante la mayor parte de los siglos de historia registrada, estas afecciones fueron las principales causas de muerte. Podría nombrar varias otras ocasiones en mi vida en las que habría muerto si hubiera nacido unos años antes. Todos los que vivimos hoy en día somos muy afortunados de poder esperar una expectativa de vida dos veces mayor que la de nuestros antepasados.

La Continua Realidad de la Muerte

En 1900, la esperanza de vida de un hombre en los Estados Unidos era de 47 años. Hoy es de 77 años. Para las mujeres, la esperanza de vida en 1900 era de 51 años; hoy es de 80.11 Debido a que hemos experimentado un aumento tan radical en la longevidad durante los últimos 100 años, la mayoría de nosotros hoy tendemos a tomar la realidad de la muerte mucho menos en serio que las personas de siglos anteriores.

Pero la muerte sigue siendo una realidad a la que todos debemos enfrentarnos. Hoy en día, 164,711 personas mueren cada día en todo el mundo. Eso se traduce en 114.3 por minuto, 6,863 por hora y 60.1 millones al año12.

A los 85 años, me estoy acercando rápidamente a mi cita con la muerte. Podría morir hoy o mañana. Pero tú también podrías. La vida es transitoria. Puede estar aquí en un momento y desaparecer al siguiente, independientemente de tu edad. El cuarto capítulo del libro de Santiago dice que la vida es como un vapor:

13) ¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», 

14) cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. 

15) En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»

Actitudes Hacia la Muerte

A medida que me acerco al final de mi vida, lo hago sin ningún temor, porque estoy absolutamente seguro de mi destino eterno. Eso es porque acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador en 1950, cuando tenía 11 años.

¿Y tú? ¿Le temes a la muerte? ¿Te sientes incómodo sólo de pensarlo? Tal vez creas que esta vida es todo lo que hay y que la muerte significa aniquilación. ¿O sospechas que podría ser la puerta a una eternidad muy incierta?

Una cosa es segura: Si nunca has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador, debes temer mucho a la muerte. Este libro dejará este hecho muy claro. Vas a descubrir que cada uno de nosotros tiene un destino eterno y que será el Cielo o el Infierno. ¿A qué destino eterno te enfrentas?

Echemos un vistazo a la única fuente autorizada sobre el tema — es decir, la Palabra de Dios.


Lea el Prefacio aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 21 de noviembre de 2024

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro

Por Dr. David R. Reagan

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¿Cómo puedes morir con una sonrisa en tu rostro?

Se dice que sólo dos cosas son inevitables: la muerte y los impuestos. Pero ninguna de las dos cosas es absolutamente cierta. Algunas personas viven de tal manera que evitan los impuestos por completo. Y, para los cristianos que estén vivos cuando Jesús venga a arrebatar a Su Iglesia, la muerte también será evitada.

Pero, para todos los demás, la sola idea de morir puede robarles la alegría en esta vida. Shakespeare se preguntaba: En ese sueño de la muerte, qué sueños pueden sobrevenir cuando nos hayamos desprendido de nuestras tribulaciones mortales; eso es lo que nos detiene… Sí, ahí está el obstáculo”.

Ciertamente, los cristianos no deberían tener esa ansiedad.

El Dr. David Reagan explora la transición final de la vida — ofreciendo seguridad a los cristianos y advirtiendo a los no creyentes. Describe el punto de vista bíblico de la vida después de la muerte. Dave explica por qué morir sin fe en Cristo es un destino demasiado horrible para ser imaginado, mientras que la muerte no tiene aguijón y el Hades no tiene victoria para aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo. Con su propio estilo claro y centrado en el Evangelio, explica cómo se puede morir con una sonrisa en el rostro.

El Dr. David Reagan es un escritor prolífico, orador y maestro de la Palabra profética de Dios, con numerosos libros de gran éxito, artículos y otros materiales que se centran en los tiempos del fin.

El Ministerio Cordero y León se inició en abril de 1980, cuando David Reagan dejó una exitosa carrera académica en Derecho Internacional y Política, para perseguir el llamado que Dios puso en su corazón. Bien conocido y amado por su estilo comprometido de “decir las cosas como son”, el compromiso de Dave de compartir las Buenas Nuevas del pronto regreso de Jesús continúa impactando almas en todo el mundo.

Si bien el Dr. Reagan ha renunciado como Director y Evangelista Sénior del Ministerio Cordero y León, continúa sirviendo escribiendo y apareciendo ocasionalmente como invitado en el programa del ministerio, Cristo en la Profecía.


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jueves, 28 de noviembre de 2019

¿Qué Pasa Cuando Mueres? (pdf)

¿Alma dormida o existencia consciente?  


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Estimados lectores: Gracias a las ofrendas de amor de nuestros colaboradores, podemos poner gratuitamente a su disposición este material exclusivo de nuestro Ministerio. Si siente de parte del Señor apoyar la labor que su servidor está llevando a cabo, visite nuestra sección Donativos, para descubrir cómo podrá hacerlo.

martes, 12 de noviembre de 2019

¿Qué Pasa Cuando Mueres? (conclusión)

¿Alma dormida o existencia consciente?




La Palabra vs. la Tradición

¿No es sorprendente lo lejos que podemos alejarnos de la Palabra de Dios cuando dejamos de leer Su Palabra y comenzamos a hablar de las tradiciones de los hombres?

A medida que seguía haciendo un descubrimiento tras otro en la Palabra Profética de Dios que iba en contra de lo que me habían enseñado, comencé a preguntarme sobre el origen de las doctrinas que había aprendido. No tardé mucho en descubrir que la fuente era la filosofía griega. 

El primer intento de mezclar los conceptos de la filosofía griega con las enseñanzas de la Palabra de Dios llegó muy temprano en la historia de la Iglesia. El intento se llamó gnosticismo. La herejía gnóstica surgió entre  los primeros conversos gentiles porque trataron de helenizar las Escrituras, es decir, trataron de hacer que las Escrituras se ajustaran a los principios básicos de la filosofía griega.

Los griegos creían que el universo material, incluido el cuerpo humano, era malo. Esta visión negativa de la creación era diametralmente opuesta al pensamiento hebreo, como se revela en la Biblia. Para la mente hebrea, el mundo fue creado bueno (Génesis 1:31). Y, a pesar de que la bondad de la creación fue corrompía por el pecado del hombre (Isaías 24:5-6), la creación aún refleja en cierto grado la gloria de Dios (Salmos 19:1). Lo más importante es que la creación algún día será redimida por Dios (Romanos 8:18-23).

La Herejía Gnóstica

Cuando los primeros gentiles se convirtieron al Evangelio, su mentalidad griega colisionó inmediatamente con algunas de las enseñanzas fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, se preguntaban: “¿Cómo pudo Jesús haber venido en la carne si Él era Dios? Dios es santo. ¿Cómo puede El que es santo encerrarse en un cuerpo que es malo?”.

En resumen, porque veían el universo material como malo, no podían aceptar la enseñanza de la Biblia de que Dios se encarnó. Su respuesta fue desarrollar la herejía gnóstica de que Jesús era un ser espiritual o fantasma que nunca se encarnó y, por lo tanto, nunca experimentó la muerte física. 

Esta herejía es denunciada fuertemente en la Escritura. En 1 Juan 4:1-2, se nos dice que probemos a quienes buscan nuestra comunión espiritual, pidiéndoles que confiese “que Jesucristo ha venido en carne...”.

La Corrupción Agustiniana

Alrededor del año 400 d.C., un notable teólogo llamado San Agustín, intentó helenizar lo que las Escrituras enseñaban sobre los eventos del tiempo del fin y la vida después de la muerte. Agustín tuvo mucho éxito en su intento. Sus puntos de vista fueron adoptados por el Concilio de Éfeso en el año 431 d.C., y han permanecido como dogma católico hasta este día. 

La influencia de la filosofía griega no le permitiría a Agustín aceptar lo que la Biblia enseñaba sobre la vida después de la muerte.

Por ejemplo, la Biblia dice que los santos pasarán la eternidad en cuerpos glorificados en una Tierra Nueva (Apocalipsis 21:1-7). Tal concepto era anatema para la mente griega de Agustín. Si el mundo material es malo, entonces razonó que el mundo material debe dejar de existir cuando el Señor regrese. Agustín resolvió el problema espiritualizando lo que la Biblia decía. Hizo esto argumentando que la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 es sólo un lenguaje simbólico para el cielo.

Las opiniones de Agustín son sostenidas por la mayoría de los cristianos profesantes hoy, tanto católicos como protestantes. Eso significa que la mayoría del cristianismo hoy enseña filosofía griega en lugar de la Palabra de Dios cuando se trata del ámbito de la profecía del tiempo del fin y la vida después de la muerte. 

El Estado Intermedio

Algunas de las mayores confusiones sobre la vida después de la muerte se relacionan con el estado intermedio entre la muerte y la eternidad. Algunas personas abogan por un concepto llamado “sueño del alma”. Argumentan que tanto los salvos como los no salvos están inconscientes después de la muerte hasta el regreso de Jesús. 

Pero la Biblia deja muy en claro que nuestro espíritu no pierde su conciencia después de la muerte. Pablo dice en 2 Corintios 5:8 que preferiría estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. En Filipenses 1:21, observa: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Luego añade en el versículo 23 que su deseo es “partir y estar con Cristo”. ¡Pablo ciertamente no esperaba estar en coma después de su muerte!

Si entonces nuestros espíritus retienen su conciencia después de la muerte, ¿a dónde van? La Biblia enseña que antes de la resurrección de Jesús, los espíritus muertos iban a un lugar llamado Hades (“Seol” en el Antiguo Testamento). Los espíritus existían allí conscientemente en uno de dos compartimentos, ya fuera el Paraíso o el Tormento. Este concepto se muestra gráficamente en la historia de Jesús del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31).

La Biblia indica que después de la muerte de Jesús en la Cruz, descendió al Hades y declaró a todos los espíritus allí Su triunfo sobre Satanás (1 Pedro 3:18-19; 4:6). La Biblia también indica que después de Su resurrección, cuando ascendió al Cielo, Jesús tomó el Paraíso con Él, transfiriendo los espíritus de los santos del Hades al Cielo (Efesios 4:8-9; 2 Corintios 12:1-4). Los espíritus de los santos muertos se describen posteriormente en el Cielo, ante el trono de Dios (vea Apocalipsis 6:9; 7:9). Los espíritus de los justos muertos no podían directamente ir al Cielo antes de la Cruz, porque sus pecados no estaban perdonados. En cambio, sus pecados fueron simplemente cubiertos por su fe. El perdón de sus pecados tuvo que esperar el derramamiento de la sangre de Cristo (Levítico 17:11; Romanos 5:8-9; Hebreos 9:22).

Eventos de la Muerte

Entonces, ¿qué pasa cuando mueres? Si eres un hijo de Dios, tu espíritu es inmediatamente introducido en el seno de Jesús por Sus santos ángeles. Tu espíritu permanece en el Cielo, en la presencia de Dios, hasta el momento del Rapto. Cuando Jesús venga por Su Iglesia, trae tu espíritu con Él, resucita y glorifica tu cuerpo, haciéndolo de naturaleza eterna (1 Corintios 15; 1 Tesalonicenses 4). Reinas con Cristo por mil años y luego vives eternamente con Él en una tierra nueva (Apocalipsis 20-22).


Si no eres un hijo de Dios, entonces tu espíritu va al Hades cuando mueres. Este es un lugar de tormentos, donde tu espíritu es mantenido hasta la resurrección de los injustos, que se lleva a cabo al final del reinado milenial de Jesús. En esa resurrección, eres llevado ante el Gran Trono Blanco de Dios, donde eres juzgado por tus obras y luego condenado a la “muerte segunda”, que es el “lago de fuego” o el Infierno (Apocalipsis 20:11-15).

Preparándose para la Eternidad

Una cosa es segura: “¡Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor!” (Isaías 45:23; Romanos 14:11). Tu destino eterno será determinado por cuándo hagas esta confesión. 


Si se hace antes de morir, entonces pasarás la eternidad con Dios. Si no, entonces harás la confesión ante el juicio del Gran Trono Blanco, antes de ser arrojado al Infierno. Para pasar la eternidad con Dios, tu confesión de Jesús como Señor debe hacerse ahora. 

“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

Lea la parte 1 aquí

Si desea obtener información adicional sobre este tema, visite nuestra sección:
La Muerte

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

jueves, 31 de octubre de 2019

¿Qué Pasa Cuando Mueres? (parte 1)

¿Alma dormida o existencia consciente?




Si hace varios años me hubieras preguntado qué pasa cuando mueres, te habría dado una respuesta patética. Te hubiera dicho que cuando mueres tu alma se duerme hasta que el Señor regrese. Al regreso del Señor, tu alma es resucitada y juzgada, y eres enviado al infierno o se te permite entrar al cielo.

Mi concepto del cielo era la de un mundo espiritual donde los salvos pasan la eternidad como espíritus incorpóreos, flotando en las nubes, tocando arpas.

Una Idea Equivocada

No hace falta decir que no podía entusiasmarme mucho con todo eso. Ciertamente no me gustaba la idea de estar inconsciente en la tumba durante eones de tiempo. Tampoco podía desarrollar ningún entusiasmo por la perspectiva de ser un espíritu incorpóreo sin una identidad o personalidad particular. Y la idea de tocar el arpa por toda la eternidad era absolutamente escandalosa, ¡porque me habían enseñado que la música de instrumentos en la adoración era una abominación!

Pueden imaginar, por lo tanto, la sensación de conmoción que sentí cuando comencé a estudiar la profecía bíblica y descubrí que todas estas ideas mías acerca de la vida después de la muerte eran ajenas a la Palabra de Dios. Pero mi conmoción rápidamente dio paso a la euforia cuando descubrí lo que el Señor realmente me tiene reservado. 

El Punto de Vista Bíblico

Aprendí de la Palabra de Dios que, cuando aquellos de nosotros que somos cristianos morimos, nuestros espíritus nunca pierden su conciencia (Filipenses 1:23). En cambio, nuestros espíritus plenamente conscientes son inmediatamente conducidos a la presencia de Jesús por Sus santos ángeles (2 Corintios 5:8).

El Cementerio Evergreen de Brooklyn está lleno de figuras de ángeles

Nuestros espíritus permanecen en la presencia del Señor hasta que Él aparezca por Su Iglesia. En ese momento, Él trae nuestros espíritus con Él, resucita nuestros cuerpos, reúne nuestros espíritus con nuestros cuerpos, y luego glorifica nuestros cuerpos, perfeccionándolos y haciéndolos eternos (1 Tesalonicenses 4:13-18).

Regresamos con Él al cielo en nuestros cuerpos glorificados donde se nos juzga por nuestras obras para determinar nuestros grados de recompensas (2 Corintios 5:10). Cuando se complete este juicio, participamos en una gloriosa fiesta de boda para celebrar la unión de Jesús y Su Novia, la Iglesia (Ap. 19:7-9).

Testigos de Gloria

Al concluir la fiesta, salimos de los cielos con Jesús, volviendo con Él a la tierra en gloria (Ap. 19:14). Somos testigos de Su victoria en Armagedón, gritamos “¡Aleluya!”, mientras es coronado Rey de reyes y Señor de señores, y nos deleitamos en Su gloria cuando comienza a reinar sobre toda la tierra desde el Monte Sion en Jerusalén (Zac. 14:1-9; Ap. 19:17-21).

Durante mil años participamos en ese reinado, ayudándole con la instrucción, administración, y la aplicación de Sus leyes perfectas (Ap. 20:1-16). Vemos la tierra generada y la naturaleza reconciliada (Is. 11:6-9). Vemos abundar la santidad y la tierra inundada de paz, rectitud y justicia (Miqueas 4:1-7).

Al final del Milenio, somos testigos de la liberación de Satanás para engañar a las naciones. Vemos la naturaleza verdaderamente despreciable del corazón del hombre, cuando millones se unen a Satanás en su intento de derrocar el trono de Jesús. Pero volveremos a gritar “¡Aleluya!”, cuando seamos testigos de la destrucción sobrenatural de los ejércitos de Satanás y veamos a Satanás mismo arrojado al infierno, donde será atormentado para siempre (Ap. 20:7-10).


Luego seremos testigos del Juicio del Gran Trono Blanco, cuando los injustos sean resucitados para presentarse delante de Dios. Veremos santidad y justicia perfectas en acción, cuando Dios pronuncie Su terrible juicio sobre esta congregación de los condenados, que han rechazado Su don de amor y misericordia en Jesucristo (Ap. 20:11-13).

Jesús será plenamente reivindicado, ya que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor. Entonces los injustos recibirán su justa recompensa, cuando sean arrojados al lago de fuego (Ap. 20:14-15).

Testigos de una Nueva Creación

Luego presenciaremos la exhibición de fuegos artificiales más espectacular de toda la historia. Seremos llevados a la Nueva Jerusalén, la mansión eterna preparada por Jesús para Su Novia, y desde allí veremos cómo Dios renueva esta tierra con fuego, quemando toda la inmundicia y contaminación dejada por la última batalla de Satanás (2 Pedro 3:12-13).

Así como los ángeles se regocijaron cuando Dios creó el universo, nos regocijaremos al ver a Dios sobrecalentar esta tierra y remodelarla como una bola de cera caliente en la Tierra Nueva, la tierra eterna, el paraíso donde viviremos para siempre en la presencia de Dios (Ap. 21:1).


Qué momento tan glorioso será cuando nos bajen bajados a la Tierra Nueva dentro de la fabulosa Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). Dios descenderá del cielo y morará con nosotros (Ap. 21:3). Él proclamará: “He aquí yo hago todas las cosas nuevas” (Ap. 21:5). Veremos a Dios cara a cara (Ap. 22:4). Enjugará todas nuestras lágrimas (Ap. 21:4). La muerte ya no existirá (Ap. 21:4). Se nos darán nuevos nombres (Ap. 2:17), y existiremos como personalidades individuales revestidas por cuerpos perfectos (Fil. 3:21). Y creceremos eternamente en el conocimiento de, y el amor por, de nuestro Creador infinito, honrándolo con nuestros talentos y dones.

¡Ahora sí que puedo emocionarme por eso! 


Si desea obtener información adicional sobre este tema, visite nuestra sección:
La Muerte

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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