¿Mito o Realidad?
Un Estudio Bíblico por el Dr. David R. Reagan
Fragmento:
¿Mito o Realidad?
Un Estudio Bíblico por el Dr. David R. Reagan
Fragmento:
Jesús en la Profecía Simbólica
El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. — Apocalipsis 19:10
“¡El Antiguo Testamento es tan difícil de entender!”. Ése es un lamento que he escuchado una y otra vez. Y es comprensible.
Después de todo, el Antiguo Testamento está lleno de historias arraigadas en una antigua cultura judía, con la que la mayoría de nosotros no estamos familiarizados. Esas historias también están situadas en un entorno geográfico en el Medio Oriente que nos es ajeno. Y las historias se refieren constantemente a civilizaciones como los hititas y los babilonios, de las que sabemos poco.
Sin embargo, un conocimiento práctico del Antiguo Testamento es esencial para una comprensión adecuada del Nuevo Testamento. No hay manera, por ejemplo, de entender los principios espirituales del libro de Hebreos sin alguna apreciación de las leyes sacrificiales del Pacto Mosaico. O considere el hecho de que el libro de Apocalipsis contiene más de 300 referencias a las escrituras del Antiguo Testamento y, sin embargo, ni una sola se identifica específicamente. Un ejemplo se puede encontrar en el tema del libro, expresado en Apocalipsis 1:7: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá: aun los que le traspasaron. Todas las tribus de la tierra harán lamentación por él...”. Este pasaje se compone de dos versículos del Antiguo Testamento puestos uno al lado del otro sin ninguna referencia a ninguno de ellos: Daniel 7:13 y Zacarías 12:10.
El Evangelio de Mateo estaba dirigido al pueblo judío, y debido a eso, cita constantemente las profecías del Antiguo Testamento que Jesús cumplió. Todo el concepto del Rapto de la Iglesia sigue el modelo de las prácticas matrimoniales judías del Antiguo Testamento. El compromiso continuo de Dios con la salvación del pueblo judío, como se expresa tan poderosamente en Romanos 9 al 11, es incomprensible aparte de la enseñanza del Antiguo Testamento de que los judíos son el Pueblo Escogido de Dios, escogidos para ser testigos de Él ante el mundo. Y volviendo al “misterioso” libro de Apocalipsis, una de las razones más importantes por las que es tan incomprensible para tantos cristianos es porque no se puede entender aparte del libro de Daniel. Los dos encajan como una mano en un guante.
Motivaciones para Estudiar el Antiguo Testamento
Entonces, ¿cómo se puede motivar a los cristianos a estudiar las Escrituras hebreas? Primero, es mostrarles, como he ilustrado anteriormente, que el Antiguo Testamento es esencial para una comprensión del Nuevo. Segundo, los animo a leer el Antiguo Testamento en una paráfrasis moderna, como The Living Bible.1 O bien, recomiendo que lo lean en una Biblia de estudio excepcional, como la nueva Biblia de Estudio ESV2 (Versión Estándar en Inglés), que contiene una gran cantidad de notas, mapas e ilustraciones que ayudan al lector a comprender la cultura, la geografía y la historia relevantes.
Pero la motivación más importante que trato de proporcionar es animar a las personas a buscar a Jesús mientras leen el Antiguo Testamento. Como ya he demostrado en el capítulo 1, hay muchas profecías específicas en el Antiguo Testamento concernientes a la Primera Venida del Mesías. En el capítulo 13, mostraré que hay aún más profecías — al menos el doble — sobre la Segunda Venida del Mesías. Y en el capítulo 8, señalaré que hay muchas apariciones pre-encarnadas de Jesús que están registradas en las Escrituras Hebreas.
Además de todos estos pasajes del Antiguo Testamento concernientes al Mesías, también hay muchas profecías simbólicas que apuntan al Mesías. La mayoría de las personas no son conscientes de éstas, sin embargo, se pueden encontrar en todos los libros del Antiguo Testamento, si sólo sabe cómo buscarlas.3
Profecía Simbólica
La profecía simbólica a menudo se conoce como “profecía en tipo”. Pablo se refiere a este tipo de profecía en Romanos 5:14, donde señala a Adán como “figura del que había de venir”. El autor de Hebreos también se refiere a ella cuando afirma que el Sumo Sacerdote y el Tabernáculo eran una “sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5).
Los Evangelios relatan que Jesús pasó parte de los 40 días entre Su resurrección y ascensión enseñando las Escrituras a Sus discípulos. Lucas dice: “Les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras” (Lucas 24:45). Sospecho que gran parte de Su enseñanza se centró en la profecía en tipo. Lo más probable es que haya pasado por la Torá, rollo por rollo, y les mostró cómo encontrarlo en cada columna, escondido en los tipos proféticos.
Hay cuatro clases principales de tipos proféticos: personas, eventos históricos, ceremonias y objetos inanimados.
Personas como Tipos
Casi todas las personas principales en el Antiguo Testamento son tipos de Cristo en el sentido de que algunos eventos en sus vidas profetizaron cosas que le sucederían a Jesús.
Tomemos a José, por ejemplo. Fue rechazado por sus hermanos. Fue dado por muerto, pero fue “resucitado” del pozo en el que había sido arrojado. Tomó una novia gentil, y luego redimió a sus hermanos de su hambre.
Del mismo modo, Jesús fue rechazado por Sus hermanos (los judíos), experimentó la muerte y la resurrección, ahora está tomando una Novia gentil (la Iglesia), y pronto regresará para salvar a un remanente de Sus hermanos de su hambre espiritual.
Otro buen ejemplo es Booz, en el libro de Rut. Él es un hermoso tipo profético de Jesús, porque es un Pariente-Redentor que toma una novia gentil. De la misma manera, Oseas y su tumultuosa relación con su esposa prostituta representan la relación de Dios con Su esposa infiel, Israel, y Su disposición, en Su amor perfecto, a pagar el precio de la redención para hacer posible que su esposa se reconcilie con él. Nehemías nos dice que los jueces fueron “salvadores” (Nehemías 9:27 – NVI), y en ese sentido, señalaron al Salvador supremo, el Mesías.
Josué, Jeremías y Daniel nos dan percepciones sobre la fe, el valor y la compasión del Mesías. Josué y Jesús incluso tenían exactamente el mismo nombre: Yeshúa, que significa la Salvación de Dios. “Josué” es una transliteración inglesa del nombre hebreo, Yeshúa, y “Jesús” es una transliteración del mismo nombre del griego.
Jesús identificó a Jonás como un tipo profético. Señaló que, así como Jonás había sido sepultado tres días en el vientre de un gran pez, Él también sería sepultado en la tierra durante tres días (Mateo 12:38-40).
La experiencia de Abraham al ofrecer a su hijo Isaac como sacrificio es uno de los tipos proféticos más importantes en el Antiguo Testamento (Génesis 22). Es la imagen de un padre amoroso dispuesto a sacrificar a su hijo inocente. El evento incluso tuvo lugar en el Monte Moriah, donde Jesús más tarde sería crucificado. Este evento se refiere específicamente en el Nuevo Testamento como un tipo profético que apunta simbólicamente a la muerte y resurrección de Jesús (Hebreos 11:19).
Eventos Simbólicos
La experiencia de la Pascua (Éxodo 12) es un ejemplo dramático de simbolismo histórico. Para evitar la muerte de los primogénitos, tanto de hombres como de bestias, en cada familia el día en que el Señor pasó sobre Egipto, cada familia judía tenía que sacrificar un cordero y poner su sangre en los postes de las puertas y dinteles de sus casas. Éste fue un símbolo profético de que la salvación de todos los hombres sería posible a través del sacrificio del Cordero de Dios y la apropiación de Su sangre.
Otro evento histórico con significado profético, ocurrió en el desierto, cuando los hijos de Israel fueron atacados por serpientes ardientes (Números 21:4-9). Una serpiente de bronce fue colocada en un poste y levantada para que todos la vieran. A los mordidos por las serpientes se les dijo que miraran a la serpiente de bronce para ser sanados.
Esa serpiente de bronce era un tipo de Cristo. Así como los israelitas mordidos por las serpientes ardientes murieron, así los hombres mordidos por la serpiente del pecado de Satanás deben sufrir la muerte espiritual. Y así como la serpiente de bronce fue levantada para su salvación, de la misma manera, Jesús fue levantado en una asta para salvar a los hombres de sus pecados (Juan 3:14).
Tanto el bronce como las serpientes son símbolos bíblicos del pecado. Jesús es tipificado como una serpiente de bronce en una asta, porque Él tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo mientras estaba en la Cruz.
Finalmente, los mordidos por las serpientes sólo tenían que mirar con fe a la serpiente de bronce para ser sanados. Y de la misma manera, los pecadores sólo necesitan mirar a Jesús con fe para ser salvos.
La historia temprana de la nación judía es la historia de Jesús en tipo profético. Los hijos de Israel nacieron en Canaán, descendieron a Egipto, emergieron a través del Mar Rojo (el bautismo de Moisés), soportaron pruebas en el desierto y luego entraron en la Tierra Prometida. Del mismo modo, Jesús nació en Canaán, descendió a Egipto, emergió públicamente en Su bautismo, fue tentado en el desierto y luego abrió el camino al Cielo.
Tipos Ceremoniales
Las siete fiestas de Israel son un buen ejemplo de simbolismo ceremonial. Jesús fue crucificado en la Fiesta de la Pascua como nuestro “cordero sacrificial”. Él se convirtió en nuestro “pan sin levadura”, cuando Su cuerpo sin pecado descansó en la tierra en ese día de fiesta. Él resucitó de entre los muertos en la Fiesta de las Primicias, y la Iglesia fue establecida en la Fiesta de Pentecostés.
Las tres fiestas incumplidas (Trompetas, Expiación y Tabernáculos) deben, de la misma manera, señalar eventos que aún no han ocurrido — muy probablemente, el Rapto, la Segunda Venida y el Reinado Milenial de Jesús.
Muchas de las ceremonias de la Ley de Moisés están profundamente impregnadas de una tipología simbólica relacionada con la Primera Venida. Todos los diversos tipos de ofrendas por el pecado (Levítico 1-6) apuntaban al adorador al Mesías, que serviría como la ofrenda perfecta y suficiente por todos nuestros pecados.
Éste es uno de los temas del libro de Hebreos. Comparando el sacrificio de animales bajo la Ley con el sacrificio de Jesús, el libro de Hebreos dice: “Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestra conciencia de las obras muertas para servir al Dios vivo!” (Hebreos 9:13-14).
Lea la parte 2 aquí
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
En la Parte 1, nos maravillamos de cuán pocas personas esperaban la llegada del Mesías en Su Primera Venida. Ahora examinaremos el mismo escenario con la Segunda Venida de Cristo.
Si la anticipación de Su primera venida era tan escasa, ¿qué pasa hoy? Al igual que la sociedad en la antigua Judea, las personas todavía tienden a caer en una de varias categorías diferentes:
El mundo incrédulo encaja claramente en la Categoría 1. Las personas que no conocen al Señor o lo han rechazado rotundamente no se dan cuenta de que Él vendrá pronto. Viven vidas despreocupadas, ajenas al hecho de que viven al borde de la eternidad y que la ira de Dios está sobre ellas (Juan 3:36). Viviendo en tinieblas espirituales, dicen, “paz y seguridad”, sin darse cuenta de que “la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como vienen los dolores de parto sobre la mujer que da a luz” (1 Tesalonicenses 5: 3). Como la mayoría de las personas que vivían en el tiempo de Noé, serán barridos cuando la ira de Dios sea derramada sobre el mundo.
Demasiados cristianos profesantes caen en la Categoría 2. Las encuestas realizadas por el Centro de Investigación Pew, el Grupo Barna, y otras organizaciones afiliadas a cristianos, han demostrado que muchos cristianos autodeclarados no se adhieren a los principios básicos de la fe. No creen en la Creación como se describe en la Biblia, el nacimiento virginal de Cristo, la muerte y resurrección literal de Jesús, o la promesa de Su regreso.
(¡Sorprendentemente, el 20% de los cristianos profesantes dicen que no creen en el Dios de la Biblia!)
Estamos siendo testigos de una gran apostasía de estos cristianos de conveniencia a medida que nuestra sociedad se vuelve cada vez más hostil a la fe cristiana genuina. Sin el capital social que se obtiene de la membresía de la iglesia, las listas han disminuido dramáticamente en muchas áreas urbanas. La deriva acelerada de los cristianos tibios hacia el secularismo explica por qué “Ninguna” es la categoría de afiliación religiosa de más rápido crecimiento en los Estados Unidos hoy en día.
En los últimos años, me he dado cuenta de que la mayoría de las iglesias encajan en la Categoría 3. Incluso las iglesias vibrantes llenas de seguidores sinceros de Jesucristo manifiestan una aversión a Su Palabra profética. Desdeñando a los extremistas, que han sembrado división, y a los fanáticos que trafican con lo sensacionalista y manipulan y citan erróneamente la Palabra de Dios, muchos pastores desconfían de cualquier presentación relacionada con la profecía bíblica.
Pero las señales de los tiempos son tan obvias, que los cristianos fieles se están pasando a la Categoría 4 — esperando ansiosamente al Mesías y hambrientos de enseñanza y predicación sobre la profecía bíblica.
Echando Nuestras Coronas
Cuando los magos vinieron de Oriente, trajeron regalos al infante rey judío. Las Escrituras dicen que le presentaron oro, incienso y mirra, ricos regalos adecuados para la realeza. Con el tiempo, la tradición oral imaginó a estos sabios como reyes, y asumieron que eran tres, porque ese era el número de sus regalos. Pero la Biblia no especifica ese detalle, y es poco probable que fueran gobernantes en el sentido clásico.
Lo que sí sabemos es que los sabios discernieron una señal en los cielos y emprendieron un largo y difícil viaje para ver al Mesías. La búsqueda de los magos para encontrar al Santo de Israel nos ofrece un modelo para nosotros — junto con su determinación de tener algo de valor para presentarle.
Abrí este artículo centrándome en Simeón y Ana, los únicos dos judíos registrados en los Evangelios que esperaban ansiosamente al Mesías, además de los padres de Jesús y Zacarías e Isabel. Incluso Juan saltó de alegría mientras aún estaba en el vientre de su madre en la presencia de su Señor no nacido.
Creemos que los sabios se enteraron de la venida del Mesías por las escrituras hebreas y por el testimonio de judíos fieles que vivían en el reino pagano de Babilonia. En ese sentido, tenían la misma Palabra profética que tenemos en el Antiguo Testamento — aunque tenemos el canon completo de las profecías del Antiguo y Nuevo Testamentos. Y, tenemos el don del Espíritu Santo morando en nosotros, iluminando la Palabra de Dios en nuestros corazones.
Entonces, ¿por qué no estamos tan decididos a estar atentos a las señales que el Señor está revelando a nuestro alrededor hoy? Las señales de los tiempos se multiplican ante nuestros ojos — y convergen como nunca antes. Pronto — tal vez muy pronto — Él irrumpirá desde el cielo. No tendremos que seguir “aquella estrella”, para encontrar Su humilde lugar de nacimiento; Él vendrá en gloria radiante para reinar sobre la tierra.
¿Alguna vez se ha preguntado qué le dará cuando lo vea por primera vez?
Esa es una pregunta que vale la pena reflexionar. La Escritura habla de varias coronas que se nos otorgarán en el cielo:
Pablo también dice que hay una corona de justicia guardada para todos los que han amado la venida de Jesús (2 Timoteo 4:8). Esa es una corona reservada sólo para aquellos que han estado ansiosos por ver al Mesías, como Simeón y Ana.
Siempre me he preguntado qué haría con una corona. Entonces, reflexionando sobre los dones de los magos y recurriendo a la Palabra profética de Dios, me di cuenta. Al igual que los ancianos descritos en Apocalipsis 4:10, echaremos nuestras coronas ante el trono del Cordero y diremos:
«Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque Tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas».
¡Oh, cómo quiero esas coronas! ¡No para mi propia gloria, o para darme lo que David Reagan describe como un dolor de cuello eterno! Cualquier gloria que experimente será un reflejo de la gloria que es Suya. La vida eterna que disfruto será gracias únicamente a Su muerte y resurrección.
Y la justicia manifestada en la corona que recibo me será acreditada por Su infinita justicia y santidad.
Incluso las coronas que me da le pertenecen. Quiero las cinco coronas para poder ponerlas como ofrenda a los pies de mi Señor y Salvador.
Pensando en el Futuro
Creo que algunos que lean esto no verán la muerte antes de que venga el Mesías del Señor (Lucas 2:26). ¿Está orando fervientemente para que Jesús rasgue los cielos y descienda? ¿Se despierta todos los días exclamando: “¡Maranata! ¡Ven pronto, Señor Jesús!”’
La “Luz de la revelación a los gentiles y la gloria del pueblo [de Dios] Israel”, ha llegado. Él vendrá de nuevo — no como un bebé humilde para ser envuelto en pañales, sino en poder y gloria.
La última estrofa de We Three Kings suena el coro expectante y triunfal de la Segunda Venida:
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Original article: Awaiting Our Messiah
He aquí, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre era justo y piadoso; esperaba la consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba sobre él. Lucas 2:25
En los largos y oscuros años que siguieron a la finalización del Antiguo Testamento, Israel descendió a un período de oscuridad silenciosa. Como se profetizó, parecía haber hambre por la Palabra del Señor, porque después de Malaquías no hubo más revelaciones.
El Imperio Griego se levantó y cayó, dando paso finalmente al Imperio Romano. Posicionado en la encrucijada del mundo antiguo, Israel se convirtió en un Estado sometido. Las revueltas de corta duración ofrecieron una esperanza de corta duración. Hace poco más de 2,000 años, la pesada bota de la paz romana había aplastado las esperanzas religiosas y nacionalistas de la mayoría de los judíos. Sólo los zelotes estaban listos para tomar las armas y luchar contra Roma.
Las provincias de Judea representaban una molestia constante para los jefes supremos romanos. Siempre discutiendo, y obstinadamente resistentes a abrazar a los dioses romanos, los judíos insistieron en endurecer sus cervices y adorar a su propio Dios, en lugar de seguir la corriente del gobierno romano.
Fue durante este tiempo oscuro en la historia humana — en un lugar remoto pero estratégico — que Dios envió a Su Hijo al mundo.
Todos estamos familiarizados con la historia de la Navidad, incluso si algunos de los detalles que conocemos son extrabíblicos. Gabriel se le apareció primero al padre de Juan el Bautista, Zacarías, y luego a María. José también tuvo un visitante angelical que predijo el nacimiento de Jesús.
Aparte de esos tres y la esposa de Zacarías, Elizabeth, no hay registro en las Escrituras de que el nacimiento real de Jesús haya sido predicho a nadie más.
La noche en que Jesús nació, aparecieron ángeles en el cielo sobre Belén. No vinieron a proclamar las Buenas Nuevas a los bien conectados o religiosamente orgullosos. Llegaron a “algunos pastores” — hombres en los márgenes mismos de la sociedad que dormían con su ganado en los campos por la noche. Pero, ¡oh, qué espectáculo vieron cuando una multitud de las huestes celestiales apareció sobre sus cabezas y prorrumpió en un canto de alabanza. Informados del nacimiento del Salvador, se apresuraron a Belén para ver al Bebé. Al regresar a sus rebaños, iban “glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho” (Lucas 2:20).
Pero había otras dos personas que, según la Biblia, estaban anticipando al Mesías del Señor. Simeón era un anciano que aguardaba “la consolación de Israel”, un título que se refería a la promesa de que el Mesías liberaría a Israel. Y Ana era una profetisa de 84 años. Viuda por muchos años, estaba en el templo día y noche, ayunando, orando y esperando en el Señor.
Lucas describe cómo estos dos judíos fieles recibieron la bendición de conocer al Niño Jesús. El Espíritu Santo le había revelado a Simeón que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo (Lucas 2:26). Ana también tenía discernimiento espiritual. Tan pronto como lo vio, reconoció a Jesús como el Ungido y dio gracias a Dios por permitirle mirar la Redención de Jerusalén.
¿Por Qué Sólo Dos?
Nos gustaría suponer que Simeón y Ana, un hombre y una mujer devotos, eran representantes de un grupo mucho más grande que estaba esperando al Mesías. Pero no creo que ése sea el caso. Sabemos que, cuando los magos llegaron a Jerusalén buscando encontrar y adorar al “Rey de los judíos”, Herodes se turbó — y toda Jerusalén junto con él.
¿Por qué se turbó el rey idumeo y por qué la ciudad se inquietó junto con él? Ciertamente no porque carecieran de señales con respecto al nacimiento de Jesús. Los principales sacerdotes y escribas que se reunieron para responder a la pregunta de Herodes dijeron correctamente que el Mesías nacería “en Belén de Judea, porque esto es lo que ha escrito el profeta” (Mateo 2:5). Las Escrituras no indican que ninguno de ellos se molestara en ir a Belén y ver por sí mismos. A diferencia de los humildes pastores que se apresuraron a ver al Niño Jesús, no pudieron molestarse en caminar las pocas millas hasta la ciudad de David, literalmente en las afueras de Jerusalén hacia el sur.
Herodes tampoco estaba interesado en ir a ver o adorar al niño Rey de los judíos. Envió a los magos visitantes en su camino y les pidió que le informaran. El supuesto deseo de Herodes de eventualmente adorar era evidentemente falso, por lo que Dios advirtió a los sabios en un sueño que no regresaran a Herodes.
No, el rey de los judíos de Idumea estaba preocupado porque el verdadero rey de los judíos —incluso cuando era un niño pequeño en Belén — representaba una gran amenaza para su reinado. Herodes hizo matar a su amada esposa Mariamna y a dos de sus propios hijos, sólo porque su paranoia lo llevó a pensar que su poder estaba en riesgo. Entonces, dada la tendencia de Herodes a arremeter contra cualquiera que pudiera socavar su derecho al trono, toda la ciudad estaba nerviosa preguntándose cómo podría reaccionar cuando los emisarios extranjeros vinieran a adorar al Mesías recién nacido.
Isaías dijo que el Mesías surgiría de la raíz de Isaí (Isaías 11:1), pero que como un “brote tierno” o una “raíz de tierra seca”, Él no tendría “aspecto hermoso ni majestuoso” (Isaías 53:2). Con respecto a la referencia a la tierra seca, la brecha de 400 años entre el Antiguo Testamento y el Nuevo refleja ese período de silencio celestial, y demuestra al menos un cumplimiento parcial de Amós 8:11-12:
“He aquí que vienen días, dice el SEÑOR Dios, en los cuales enviaré hambre a la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del SEÑOR. Irán errantes de mar a mar. Desde el norte hasta el oriente andarán errantes buscando palabra del SEÑOR y no la encontrarán”.
El Ungido nacido en Belén no era el poderoso rey guerrero que muchos judíos anhelaban. Querían un salvador que los liberara de la opresión romana y restaurara su primacía nacional, no un Salvador que los liberara de sus pecados y restaurara su relación con el Dios Todopoderoso. De hecho, los sacerdotes y escribas se ofendieron mucho cuando Jesús se atrevió a sugerir que serían considerados indignos, o peor aún, que la gracia de Dios se extendería a los gentiles en lugar de a ellos. Fue la referencia de Jesús a la bendición de Dios extendida a los gentiles en lugar de a los judíos lo que indignó a las personas reunidas en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4:22-29).
Desde el momento en que nació, Jesús no fue anunciado para las masas. Según las Escrituras, sólo había seis judíos (María, José, Zacarías, Isabel, Simeón y Ana) que esperaban a Jesús con anticipación, junto con “algunos pastores”, a quienes se les informó de Su llegada. El resto de la sociedad judía parece haber estado viviendo sin discernimiento espiritual alguno.
El Patrón Consistente Durante Su Ministerio
De niño, Jesús no sólo era precoz; era diferente a cualquiera que hubiera venido antes (¡un eufemismo de todos los tiempos!). Cuando tenía sólo 12 años, los maestros de la Ley en el templo estaban “asombrados de su entendimiento y de sus respuestas” (Lucas 2:47). Después de que comenzó su ministerio público, confundió a los escribas y fariseos al enseñar como alguien con autoridad. Y aun así, la gente no lo reconoció por quién era.
Incluso los discípulos de Jesús no estaban seguros de qué hacer con Él. Multiplicar panes y peces; calmar un mar tormentoso; curar a los sordos, cojos, leprosos y ciegos; liberar a los poseídos por demonios de la esclavitud; todavía se necesitó la revelación del Padre en el cielo para que Pedro finalmente confesara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:13-17).
Mientras tanto, las masas, aunque atraídas por los milagros de alimentación y curación, ignoraban en gran medida que Jesús era el Mesías profetizado.
Por Sus propias buenas razones, Jesús no transmitió ese hecho. La mayoría de las veces, les dijo a las personas que sanó que siguieran la Ley, pero que no le dijeran a nadie acerca de Él. Incluso habló en parábolas, para que la plenitud de Su significado fuera irreconocible para las masas que realmente no habían puesto su confianza en Él. Sus palabras y la verdad que revelaron fueron para “los que tienen ojos para ver y oídos para oír” (Mateo 13:16).
En un sentido muy real, sólo las ovejas que reconocieron Su voz lo escucharían y seguirían —entonces y ahora (Juan 10:27-28).
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Juan 10:27-28
Para algunos de nosotros, la promesa de Su venida resuena en nuestros corazones e inspira nuestros días. Nos despertamos cada mañana con la esperanza de que Él venga ese mismo día.
En la segunda y última parte de este artículo acerca de aquellos que esperan a su Mesías, examinaremos las cuatro categorías de anticipación de los creyentes por el regreso de Cristo y reflexionaremos en qué categoría podemos caer cada uno.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Original article: Awaiting Our Messiah
Del Pesebre a la Cruz
Temas incluidos en esta edición:
Nuestra revista Lamplighter de septiembre/octubre presentó nuestra nueva serie de televisión Christ in Prophecy (Cristo en la Profecía), que se centra en Jesús en el Antiguo Testamento. Aunque varios autores inspirados registraron el Antiguo Testamento, la misma palabra “testamento” transmite la comprensión de que es un testimonio unificado.
Dios mismo fue el único testigo ocular del Comienzo real. Allí no podría haber mejor testigo, ni fuente más creíble, que el Dios Todopoderoso.
El capítulo inicial del primer “sujetalibros” de la Biblia, Génesis, describe cómo Dios creó todo lo que conocemos y observamos. Génesis 3 infiere que Dios interactuaba con el hombre regularmente cuando “se paseaba en el huerto, al aire del día” (3:8).
Claramente, el hombre fue creado para estar en comunión con Dios. Pero, a causa del pecado, hombres y mujeres fueron echados del jardín — separados del Dios Santo y maldecidos para oponerse a la creación misma que los rodea. Y, sin embargo…
Incluso cuando se pronunció el justo juicio de Dios, Él reveló la venida de Uno que devolvería el golpe a Satanás, y restauraría tanto el orden de la creación como la relación del hombre con Dios.
A lo largo del Antiguo Testamento, la metanarrativa de Dios — Su historia dominante — apunta al que Pablo llamó el segundo o “postrer” Adán (1 Corintios 15:45–49). Isaías nos dijo Su nombre: Emanuel— que significa “Dios con nosotros”.
Cuando Josué se encontró con el Capitán del ejército del SEÑOR, aprendió a no presumir que Dios se pone de nuestro lado en toda circunstancia (Josué 5:13–15). En cambio, nos ofrece algo mucho más profundo: una vía hacia una relación restaurada con el Rey del Universo.
Jesucristo cumplió las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, señalando a un Salvador. “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Los apóstoles “vieron su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” — y nos han testificado. Algún día, este mismo Jesús que ascendió al cielo mientras ellos miraban, vendrá de nuevo de la misma manera (Hechos 1:11).
Entonces, el Verbo — el eterno Hijo de Dios — morará entre nosotros para siempre.
Tim Moore
A. PROFECIAS DEL PRIMER ADVIENTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
1. INTRODUCCIÓN
La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que hay alrededor de 300 profecías en el Antiguo Testamento que se relacionan con la Primera Venida del Mesías. Pero, éstas no son 300 profecías diferentes. Muchas, como la profecía de que el Mesías nacerá de la simiente de Abraham, se repiten varias veces.
Cuando se eliminan todas las profecías repetitivas, quedan un poco más de cien profecías distintivamente diferentes y específicas sobre el Primer Adviento del Mesías. Estas profecías se describen en detalle más adelante en este capítulo.
Tipos Proféticos
Además de las profecías específicas, hay muchas profecías en tipo que apuntan a varios aspectos del Primer Adviento.
La profecía en tipo es profecía simbólica. Pablo se refiere a esta clase de profecía en Romanos 5:14, donde señala a Adán como “figura del que había de venir”. El autor de Hebreos también se refiere a ella cuando declara que el Sumo Sacerdote y el Tabernáculo eran una sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5).
Los Evangelios relatan que Jesús pasó algunos de los 40 días entre Su resurrección y ascensión enseñando las Escrituras a Sus discípulos. Lucas dice que les abrió el entendimiento para que entendieran las Escrituras (Lc. 24:27, 31-32). Sospecho que gran parte de Su enseñanza se centró en la profecía en tipo. Lo más probable es que recorriera la Torá, rollo por rollo, y les mostrara cómo encontrarlo en cada columna, escondido en tipos proféticos.
Un buen ejemplo es Booz, en el libro de Ruth. Él es un hermoso tipo profético de Jesús, porque es un Pariente-Redentor, que toma a una novia gentil. De igual manera, Oseas, y su tumultuosa relación con su esposa prostituta, representan la relación de Dios con Su esposa infiel, Israel, y Su disposición, en Su perfecto amor, a pagar el precio de la redención para hacer posible que su esposa se reconcilie con Él. Nehemías nos dice que los jueces eran “salvadores” (Nehemías 9:27, NVI), y, en ese sentido, señalaban al Salvador supremo, el Mesías.
Josué, Jeremías y Daniel nos dan una idea acerca de la fe, el valor y la compasión del Mesías. Josué y Jesús incluso tenían el mismo nombre — Yeshúa, que significa la Salvación de Dios. “Joshua” es una transliteración inglesa del nombre hebreo, Yeshúa, y “Jesús” es una transliteración del mismo nombre del griego.
Jesús identificó a Jonás como un tipo profético. Señaló que, así como Jonás había estado sepultado tres días en el vientre de un gran pez, Él también sería sepultado en la tierra por tres días (Mateo 12:38-40).
La experiencia de Abraham al ofrecer a su hijo como sacrificio es uno de los tipos proféticos más importantes del Antiguo Testamento (Génesis 22). Es la imagen de un padre amoroso dispuesto a sacrificar a su hijo inocente. El evento incluso tuvo lugar en el Monte Moriah, donde Jesús sería crucificado más tarde. Este evento se menciona específicamente en el Nuevo Testamento como un tipo profético que apunta simbólicamente a la muerte y resurrección de Jesús (Hebreos 11:19).
Anti-Tipos Proféticos
Otra figura importante del Antiguo Testamento, que sirve como un tipo de Cristo, es Adán, aunque en realidad es más un anti-tipo. Un anti-tipo es un símbolo negativo que apunta a verdades positivas. La naturaleza profética anti-típica de Adán se ilustra a continuación en la figura 1.
Satanás es un anti-tipo de Cristo. Sus debilidades apuntan a las fortalezas de Jesús. Por ejemplo, el pecado básico que causó su caída fue el orgullo (Isaías 14:13-14). Por el contrario, Jesús era la esencia de la humildad (Filipenses 2:5-8). El agente de Satanás en la Tribulación, el Anticristo, también será un anti-tipo del verdadero Cristo. Mientras que el Anticristo será un engañador, un mentiroso y un blasfemo (Apocalipsis 13:1-6), Jesucristo regresará como el “Fiel y Verdadero” (Apocalipsis 19:11).
Figura 1
Adán como un Anti-tipo de Jesús
Adán Jesús
1) Un alma viviente. 1) Un espíritu vivificador
(1 Corintios 15:45) (1 Corintios 15:45)
2) De la tierra 2) Del Cielo
(1 Corintios 15:47) (1 Corintios 15:45)
3) Se rebeló contra Dios 3) Obedeció a Dios perfectamente
(Génesis 3:1-7) (Hebreos 5:8-9)
4) Por medio de él, todos fueron hechos pecadores 4) Por medio de Él, muchos serán hechos justos.
(Romanos 5:19) (1 Corintios 15:45)
5) Trajo la muerte 5) Trajo la vida
(Romanos 5:14-15; 1 Corintios 15:22) (Hebreos 2:14-15)
6) Perdió el dominio 6) Ganó el dominio
(Génesis 1:26; 3:17-24) (Hebreos 2:5-9)
Tipos Ceremoniales
Gran parte de la ley ceremonial en la Ley de Moisés está profundamente impregnada de tipología simbólica relacionada con el Primer Adviento. Todos los diversos tipos de ofrendas por el pecado (Levítico 1-6) apuntaban al adorador al Mesías que serviría como la ofrenda perfecta y suficiente por todos nuestros pecados.
Éste es uno de los temas del libro de Hebreos. Comparando el sacrificio de animales bajo la Ley al sacrificio de Jesús, el libro de Hebreos dice: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:13-14).
Uno de los tipos ceremoniales más detallados del Mesías que se encuentra en las Escrituras del Antiguo Testamento es el Tabernáculo de Moisés. Cada aspecto del Tabernáculo era profético del Mesías Vea la figura 2 en la página siguiente.
Figura 2
El Tabernáculo de Moisés como un Tipo Profético
1) La Puerta — Jesús como la Puerta. (Juan 10:9)
2) El Altar — Jesús como el Cordero Sacrificado. (Juan 1:29)
3) La Fuente — Jesús como el Espíritu Bautizador. (Juan 1:33)
4) El Pan de la Proposición — Jesús como el Pan de Vida. (Juan 6:35)
5) El Candelero — Jesús como la Luz del Mundo. (Juan 8:12)9
6) El Incienso — Jesús como el Intercesor que ofrece las oraciones de los Santos a Dios. (Hebreos 4:14-16)
7) El Velo — Jesús como el que rasgaría el velo, haciendo posible que los santos tengan acceso directo a Dios a través de Él (Mateo 27:51).
8) El Sumo Sacerdote — Jesús como nuestro Sumo Sacerdote que entra al Lugar Santísimo en el Cielo como nuestro Mediador ante el Padre (Hebreos 8:1-2; 9:24).
El Arca del Pacto
El Lugar Santísimo contenía el Arca del Pacto. Todo en el Arca era un símbolo del Mesías. Estaba hecha de madera, lo que indica que el Mesías sería humano. Estaba recubierta de oro, lo que significa que el Mesías sería divino. Contenía tres objetos: las tablas de piedra, una olla con maná y la vara de Aarón que floreció. Las tablas significaban que el Mesías tendría la Ley de Dios en Su corazón. El maná significaba que el Mesías sería el Pan de Vida. La vara con flores era una profecía de que el Mesías se levantaría de entre los muertos.
La tapa del Arca se llamaba Propiciatorio. Una vez al año, el Sumo Sacerdote rociaba sangre sobre el Propiciatorio para expiar los pecados de Israel. El Propiciatorio señalaba el hecho de que, a través de la obra del Mesías, la misericordia de Dios cubriría la Ley. La sangre presagiaba el hecho de que el Mesías tendría que derramar Su propia sangre para expiar nuestros pecados.
Jesús cumplió cada tipo profético del Arca. Era Dios en la carne (Juan 10:30). Tenía la Ley en Su corazón (Mateo 5:17). Se declaró a sí mismo como el “pan de vida” (Juan 6:35). Y derramó Su sangre en la Cruz, expiando por nuestros pecados y cubriendo la Ley con la Gracia (Romanos 3:21-26).
Tipos Históricos
Incluso algunos eventos históricos son tipos proféticos. Un ejemplo dramático es la experiencia de la Pascua (Éxodo 12). Para evitar la muerte del primogénito tanto del hombre como de las bestias en cada familia, el día que el Señor pasó por Egipto, cada familia judía tuvo que sacrificar un cordero y poner su sangre en los postes de las puertas y los dinteles de sus casas. Éste era un símbolo profético de que la salvación de todos los hombres sería posible mediante el sacrificio del Cordero de Dios y la apropiación de Su sangre.
Otro evento histórico con significado profético ocurrió en el desierto, cuando los hijos de Israel fueron atacados por feroces serpientes (Números 21:4-9). Se colocó una serpiente de bronce en un poste y se levantó para que todos la vieran. A los mordidos por las serpientes se les dijo que miraran a la serpiente de bronce para curarse.
Esa serpiente de bronce era un tipo de Cristo. Así como los israelitas mordidos por las serpientes ardientes murieron, así los hombres mordidos por la serpiente del pecado de Satanás, deben sufrir la muerte espiritual. Y así como la serpiente de bronce fue levantada para su salvación, de la misma manera, Jesús fue levantado sobre un poste para salvar a los hombres de sus pecados (Juan 3:14).
El bronce y las serpientes son símbolos bíblicos del pecado. Jesús es tipificado como una serpiente de bronce en un poste porque tomó los pecados de la humanidad sobre sí mismo mientras estaba en la Cruz.
Finalmente, los mordidos por las serpientes sólo tenían que mirar con fe a la serpiente de bronce para ser sanados. Y, de igual manera, los pecadores sólo necesitan mirar a Jesús con fe para ser salvos.
La historia temprana de la nación judía es la historia de Jesús en tipo profético. Los hijos de Israel nacieron en Canaán, descendieron a Egipto, emergieron a través del Mar Rojo (el bautismo de Moisés), soportaron pruebas en el desierto, y luego entraron a la Tierra Prometida. Del mismo modo, Jesús nació en Canaán, descendió a Egipto, emergió públicamente en Su bautismo, y dirigió el camino al Cielo.
Bosquejo de la Profecía
En el bosquejo que sigue, 109 de las profecías específicas del Antiguo Testamento sobre el Primer Adviento se identifican y clasifican en categorías relacionadas con la cronología de la vida de Cristo. En cada caso, el origen de la profecía se cita de una fuerte importante del Antiguo Testamento (con fuentes alternativas indicadas en paréntesis). Luego, se cita una fuente del Nuevo Testamento para mostrar el cumplimiento de la profecía en la vida de Jesús. Una cosa interesante a tener en cuenta es que la mayoría de las 34 profecías concernientes a la muerte del Mesías se cumplieron en un período de 24 horas.
El Evangelio de Mateo fue escrito para los judíos. Por esta razón, enfatiza el cumplimiento en el cumplimiento de la profecía judía en la vida de Jesús. Mateo es, por lo tanto, un excelente lugar para comenzar cualquier estudio de la profecía concerniente al Primer Adviento.
“El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. — Apocalipsis 19:10
¿Es la esencia del Evangelio?
¿Es la esencia del Evangelio?
Crecí en una iglesia legalista y sectaria que se consideraba la única iglesia verdadera. La iglesia tenía varias doctrinas distintivas. El uso de la música instrumental en la adoración era condenado como anti bíblico. El Espíritu Santo era visto como un objeto inanimado — es decir, la Biblia misma. El concepto de un futuro reinado del Señor en la tierra era despreciado. Y la regeneración bautismal era el concepto de salvación del grupo. O, para decirlo de otra manera, creían que eras salvo por el rito del bautismo. En consecuencia, uno de nuestros lemas favoritos era: “Te encuentras con la sangre en el agua” (hablando de la sangre de Jesús).
Sólo escuchábamos dos tipos de sermones. La mayoría, estaban relacionados con lo que llamábamos “el plan de salvación”. El resto se dedicaban a demostrar por qué éramos la única iglesia verdadera.
Nuestro plan de salvación consistía de cinco pasos. Cuando éramos niños, nos enseñaron a memorizarlo mientras contábamos los pasos con los dedos. Los cinco pasos eran: “escuchar, creer, arrepentirse, confesar y bautizarse”.
Predicando un Plan
Nuestros ministros predicaban este plan una y otra vez, dedicando un sermón completo a cada paso. El sermón culminante —el tour de force — siempre era el del bautismo. Nuestros predicadores eran juzgados por el poder de sus sermones sobre el bautismo. Y a menudo eran tan conmovedores en su elocuencia, que los miembros que ya habían sido bautizados marchaban por los pasillos durante el “tiempo de invitación”, para ser bautizados una y otra vez — sólo para asegurarse de que “lo habían hecho bien”.
Cada versículo en la Biblia que mencionaba el agua se aplicaba al bautismo, fuera aplicable o no. Como suelen decir nuestros críticos, éramos un pueblo con “agua en el cerebro”. El único pasaje que nunca oíamos citar era el que se encuentra en 1 Corintios 1:17, donde el apóstol Pablo escribió: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”. Ese versículo era anatema para nosotros porque, en lo que a nosotros respecta, el bautismo era el evangelio.
Ahora tenga en cuenta que esta retorcida predicación del plan de salvación era presentada domingo tras domingo a una audiencia en la que el 90% de la audiencia ya había respondido al plan — y el resto eran niños pre–adolescentes que lo harían tan pronto como alcanzaran la “edad de responsabilidad” (que para nosotros era alrededor de los 13 años). El trágico resultado era que no había crecimiento espiritual en el Señor. ¿Cómo podría haberlo? Nos alimentaban sólo con bazofia — y nos la daban una y otra vez.
No aprendíamos nada sobre la guerra espiritual ni sobre las cosas más profundas relacionadas con el Señor y nuestro caminar con Él. No teníamos ningún concepto sobre cómo aplicar la Biblia a nuestra vida diaria. Nos dejaban vivir en el poder de nuestra carne, ya que no sabíamos nada acerca del Espíritu de Dios.
Mientras nuestros ministros hablaban sin cesar sobre el plan de salvación, nos volvimos “tardos para oír” (Hebreos 5:11). Necesitábamos alimento sólido. Todo lo que obteníamos era leche (Hebreos 5:12). Estábamos atascados en los principios elementales, incapaces de avanzar hacia la madurez espiritual (Hebreos 6:1). Pero aún, teníamos los principios elementales erróneos. Instábamos a las personas a poner su fe en un plan en lugar de en un Salvador. No entendíamos que la salvación es una cuestión de relación con una persona: Jesús de Nazaret. En lugar de señalar a la gente a este Hombre, el Hijo de Dios, les pedíamos que pusieran su fe en un plan mecánico.
Un Punto de Inflexión Personal
El avance (y ruptura) para mí comenzó durante mi último año en la universidad en 1959, cuando mi mamá y mi papá me dieron un regalo de navidad muy especial. Era una copia del Nuevo Testamento en Inglés Moderno, de J.B Philips (Macmillan, 1958).
Phillips fue un clérigo anglicano que intentó enseñar la Biblia a adolescentes británicos, durante la Segunda Guerra Mundial. Se dio cuenta de que el lenguaje shakesperiano de la Biblia King James desalentaba a los niños. Entonces, decidió preparar su propia traducción del pasaje de las Escrituras asignado cada semana. A los niños les encantó su versión fresca y moderna, que en realidad era más una paráfrasis que una traducción.
Aunque se me había enseñado un gran respeto por la Biblia como la Palabra de Dios, a mí también me había desanimado el lenguaje forzado y arcaico de la versión King James. La versión de Phillips cambió todo eso. Hizo que la Biblia cobrara vida para mí. Por primera vez, la lectura de la Biblia se volvió agradable, tanto que, de hecho, no podía dejarla. Leía y leía y leía, y luego volvía a leer.
Nunca volví a ser el mismo desde entonces. Es una de las razones por las que me apresuro a comprar una copia de cada nueva versión de la Biblia. Siempre obtengo una nueva perspectiva de cada una.
Predicando al Hombre
La percepción que me cambió la vida, que recibí de la versión de Phillips vino de mi lectura del libro de los Hechos. Comencé a notar que nunca había escuchado sermones como los registrados allí. Tomemos, por ejemplo, el primer sermón del Evangelio que alguna vez se haya predicado — el que Pedro predicó en Pentecostés, después de la Ascensión de Jesús (Hechos 2:14:42). De principio a fin, el centro del sermón es Jesús.
Pedro comenzó con una afirmación de que “Jesús de Nazaret fue un hombre confirmado a ustedes por Dios a través de las obras de poder, los milagros y las señales que Dios mostró a través de él en medio de ustedes…” (Versión de Phillips, traducción de su servidor). En otras palabras, Jesús era Dios encarnado. Entonces Pedro afirmó audazmente que quienes lo escuchaban eran responsables del asesinato de Jesús. Luego se mueve al corazón de su sermón:
Dios lo volvió a la vida —y de hecho, no había nada por lo que la muerte pudiera detener a un hombre así…Cristo no fue abandonado en la muerte y su cuerpo nunca fue destruido. Cristo es el hombre Jesús, a quien Dios resucitó — ¡un hecho del que todos somos testigos presenciales! (versión de Phillips, traducción del traductor).
Como dejan en claro estas palabras, el evangelio no es el bautismo. Es, en cambio, la Resurrección — el triunfo de Jesús sobre la muerte — porque este evento es lo que valida a Jesús como quien dijo que era; a saber, el Hijo de Dios.
El tema del bautismo no surge hasta después de que el sermón termina. En respuesta al sermón, la gente exclama: “¿Qué debemos hacer?”. Pedro responde llamándolos a arrepentirse y bautizarse.
Centrándose en la Resurrección
La certeza y la gloria de la Resurrección, y la esperanza proporcionada por ella, es el enfoque central de todos los sermones registrados en el libro de los Hechos (todas las citas a continuación son de la RVA-2015, con énfasis añadido).
1) El segundo sermón de Pedro (pronunciado en el Monte del Templo):
…Hombres de Israel…ustedes mataron al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos… (Hechos 3:12, 15).
2) La predicación inicial de los apóstoles en Jerusalén:
Mientras ellos [los apóstoles] estaban hablando al pueblo, llegaron los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos, resentidos de que [los apóstoles] enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de entre los muertos (Hechos 4:1–2).
3) Pedro ante el Concilio Sanedrín (los líderes espirituales de los judíos):
…sea conocido a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel, que ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por Jesús este hombre está de pie sano en su presencia (Hechos 4:10).
4) Los apóstoles predicando en Jerusalén, a medida que la persecución de la Iglesia aumentaba:
Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos (Hechos 4:33).
5) Pedro ante el Sanedrín otra vez:
El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándole en un madero.
6) Esteban ante el Sanedrín:
¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios! (Hechos 7:56)
7) Pedro predicándole a Cornelio y su casa en Cesarea Marítima:
Me refiero a Jesús de Nazaret…A él le mataron colgándole sobre un madero, pero Dios le levantó al tercer día… (Hechos 10:38–40).
8) Pablo en Antioquía de Pisidia (durante su segundo viaje misionero):
Hombres de Israel…Dios trajo para Israel un Salvador, Jesús…Dios le levantó de entre los muertos…esta [promesa] la ha cumplido Dios para nosotros sus hijos, cuando resucitó a Jesús… (Hechos 13:16, 23, 30, 33).
9) Pablo en Atenas (durante su segundo viaje misionero):
…les anunciaba [Pablo] el evangelio de Jesús y la resurrección (Hechos 17.18).
10) El sermón de Pablo en el Areópago, en Atenas:
Por cuanto ha establecido [Dios] un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos (Hechos 17:31).
11) La defensa de Pablo ante el rey Agripa (en Cesarea Marítima):
Me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles (Hechos 26:22–23).
La Centralidad de la Resurrección
Como pueden ver, el mensaje central, repetidamente, es que “¡Jesús ha resucitado!”. En 1 Corintios 15, Pablo afirma dogmáticamente que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes” (versículo 14). Luego vuelve a declarar la misma verdad con palabras similares con gran fuerza: “…si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados” (versículo 17).Luego declara: “Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron” (versículo 20). La conclusión, como Pablo lo expresa tan sucintamente en Romanos 1:4 es que Jesús “…fue declarado Hijo de Dios con poder…por su resurrección de entre los muertos…”. En resumen, la Resurrección es el validador de Jesús como Salvador y Señor.
Pedro se hace eco de este sentimiento en 1 Pedro 1:3— “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos…”.
Jesús mismo enfatizó la importancia de Su resurrección cuando se le apareció a Juan en la isla de Patmos, 65 años después de Su Ascensión al Cielo. Jesús dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17–18).
¡Qué palabras tan increíbles! Y cuán tranquilizadoras son para todos los que han puesto su fe en Jesús. Él está diciendo: “Soy el comienzo de la historia. Soy el fin de la historia. Soy el significado de la historia. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo. Y debido a que he vencido a la muerte, tengo autoridad sobre ella”.
Un día pronto, Jesús ejercerá esa autoridad al resucitar a todos los muertos que hayan puesto su fe en Él. Los que estén vivos en ese momento serán trasladados — cambiados de mortales a inmortales — en un abrir y cerrar de ojos (1 Tesalonicenses 4:13–18).
¿Serás uno de ésos? Lo serás si pones tu fe en Jesús. No puedes ser salvo poniendo tu fe en una iglesia, un credo o un “plan de salvación”.
Jesús le dijo a ella [Martha]: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25 — hablado por Jesús a Marta en la tumba de Lázaro).