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jueves, 30 de enero de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 3 (Parte 1 de 2)

 Las Secuelas de la Muerte  

Por Dr. David R. Reagan

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Si hace 50 años me hubieras preguntado qué pasa cuando mueres, te habría dado una respuesta patética.

Te hubiera dicho que, cuando mueres, tu alma se duerme hasta que el Señor regrese. Al regreso del Señor, tu alma es resucitada y juzgada, y eres enviado al infierno o se te permite entrar al cielo.

Mi concepto del cielo era la de un mundo espiritual donde los salvos pasan la eternidad como espíritus incorpóreos, flotando en las nubes, tocando arpas.

Una Visión Equivocada

No hace falta decir que no podía entusiasmarme mucho con todo eso. Ciertamente no me gustaba la idea de estar inconsciente en la tumba durante eones de tiempo. Tampoco podía desarrollar ningún entusiasmo por la perspectiva de ser un espíritu incorpóreo sin una identidad o personalidad particular.

Y la idea de tocar el arpa por toda la eternidad era absolutamente escandalosa, ¡porque me habían enseñado que la música de instrumentos en la adoración era una abominación!

Pueden imaginar, por lo tanto, la sensación de conmoción que sentí cuando comencé a estudiar la profecía bíblica y descubrí que todas estas ideas mías acerca de la vida después de la muerte eran ajenas a la Palabra de Dios. Pero mi conmoción rápidamente dio paso a la euforia cuando descubrí lo que el Señor realmente tiene reservado para los creyentes.

La Perspectiva Bíblica

Aprendí de la Palabra de Dios que, cuando aquellos de nosotros que somos cristianos morimos, nuestros espíritus nunca pierden su conciencia (Filipenses 1:23). En cambio, nuestros espíritus plenamente conscientes son inmediatamente conducidos a la presencia de Jesús por Sus santos ángeles (2 Corintios 5:8).

Nuestros espíritus permanecen en la presencia del Señor hasta que Él aparezca por Su Iglesia. En ese momento, Él trae nuestros espíritus con Él, resucita nuestros cuerpos, reúne nuestros espíritus con nuestros cuerpos, y luego glorifica nuestros cuerpos, perfeccionándolos y haciéndolos eternos (1 Tes. 4:13-18).

Regresamos con Él al cielo en nuestros cuerpos glorificados donde se nos juzga por nuestras obras para determinar nuestros grados de recompensas (2 Corintios 5:10). Cuando se complete este juicio, participamos en una gloriosa fiesta de boda para celebrar la unión de Jesús y Su Novia, la Iglesia (Ap. 19:7-9).

Testigos de Gloria

Al concluir la fiesta, irrumpimos de los cielos con Jesús y regresamos con Él a la tierra en gloria (Ap. 19:14). Somos testigos de Su victoria en Armagedón; gritamos “¡Aleluya!”, mientras es coronado Rey de reyes y Señor de señores; y nos deleitamos en Su gloria cuando comienza a reinar sobre toda la tierra desde el Monte Sion en Jerusalén (Zac. 14:1-9; Ap. 19:17-21).

Durante mil años participamos en ese reinado, ayudándole con la instrucción, administración, y la aplicación de Sus leyes perfectas (Ap. 20:1-16). Vemos la tierra generada y la naturaleza reconciliada (Is. 11:6-9). Vemos abundar la santidad y la tierra inundada de paz, rectitud y justicia (Miqueas 4:1-7).

Al final del reinado milenial del Señor, somos testigos de la liberación de Satanás para engañar a las naciones. Vemos la naturaleza verdaderamente despreciable del corazón del hombre, cuando millones se unen a Satanás en su intento de derrocar el trono de Jesús. Pero volveremos a gritar “¡Aleluya!”, cuando seamos testigos de la destrucción sobrenatural de los ejércitos de Satanás y veamos a Satanás mismo arrojado al infierno, donde será atormentado para siempre (Ap. 20:7-10).

Luego seremos testigos del Juicio del Gran Trono Blanco, cuando los injustos sean resucitados para presentarse delante de Dios. Veremos santidad y justicia perfectas en acción, cuando Dios pronuncie Su terrible juicio sobre esta congregación de los condenados, que han rechazado Su don de amor y misericordia en Jesucristo (Ap. 20:11-13).

Jesús será plenamente reivindicado, ya que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor. Entonces los injustos recibirán su justa recompensa, cuando sean arrojados al lago de fuego (Ap. 20:14-15).

Testidos de una Nueva Creación

Luego presenciaremos la exhibición de fuegos artificiales más espectacular de toda la historia.

Seremos llevados a la Nueva Jerusalén, la mansión eterna preparada por Jesús para Su Novia, y desde allí veremos cómo Dios renueva esta tierra con fuego, quemando toda la inmundicia y contaminación dejada por la última batalla de Satanás (2 Pedro 3:12-13).

Así como los ángeles se regocijaron cuando Dios creó el universo, nos regocijaremos al ver a Dios sobrecalentar esta tierra y remodelarla como una bola de cera caliente en la Tierra Nueva, la tierra eterna, el paraíso donde viviremos para siempre en la presencia de Dios (Ap. 21:1).

¡Qué momento tan glorioso será cuando nos bajen bajados a la Tierra Nueva dentro de la fabulosa Nueva Jerusalén! (Ap. 21:2). Dios descenderá del cielo y morará con nosotros (Ap. 21:3). Él proclamará: “He aquí yo hago todas las cosas nuevas” (Ap. 21:5).

Veremos a Dios cara a cara (Ap. 22:4). Enjugará todas nuestras lágrimas (Ap. 21:4). La muerte ya no existirá (Ap. 21:4). Se nos darán nuevos nombres (Ap. 2:17), y existiremos como personalidades individuales revestidas por cuerpos perfectos (Fil. 3:21). Y creceremos eternamente en el conocimiento de, y el amor por, de nuestro Creador infinito, honrándolo con nuestros talentos y dones.

¡Ahora sí que puedo emocionarme por eso! 

La Palabra Versus la Tradición

¿No es sorprendente lo lejos que podemos alejarnos de la Palabra de Dios cuando dejamos de leer Su Palabra y comenzamos a hablar de las tradiciones de los hombres?

A medida que seguía haciendo un descubrimiento tras otro en la Palabra Profética de Dios que iba en contra de lo que me habían enseñado, comencé a preguntarme sobre el origen de las doctrinas que había aprendido. No tardé mucho en descubrir que la fuente era la filosofía griega. 

El primer intento de mezclar los conceptos de la filosofía griega con las enseñanzas de la Palabra de Dios llegó muy temprano en la historia de la Iglesia. El intento se llamó gnosticismo. La herejía gnóstica surgió entre los primeros conversos gentiles porque trataron de helenizar las Escrituras, es decir, trataron de hacer que las Escrituras se ajustaran a los principios básicos de la filosofía griega.

Los griegos creían que el universo material, incluido el cuerpo humano, era malo. Esta visión negativa de la creación era diametralmente opuesta al pensamiento hebreo, como se revela en la Biblia. Para la mente hebrea, el mundo fue creado bueno (Génesis 1:31). Y, a pesar de que la bondad de la creación fue corrompía por el pecado del hombre (Isaías 24:5-6), la creación aún refleja en cierto grado la gloria de Dios (Salmos 19:1). Lo más importante es que la creación algún día será redimida por Dios (Romanos 8:18-23).

La Herejía Gnóstica

Cuando los primeros gentiles se convirtieron al Evangelio, su mentalidad griega colisionó inmediatamente con algunas de las enseñanzas fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, se preguntaban: “¿Cómo pudo Jesús haber venido en la carne si Él era Dios? Dios es santo. ¿Cómo puede El que es santo encerrarse en un cuerpo que es malo?”.

En resumen, porque veían el universo material como malo, no podían aceptar la enseñanza de la Biblia de que Dios se encarnó. Su respuesta fue desarrollar la herejía gnóstica de que Jesús era un ser espiritual o fantasma que nunca se encarnó y, por lo tanto, nunca experimentó la muerte física. 

Esta herejía es denunciada fuertemente en la Escritura. En 1 Juan 4:1-2, se nos dice que probemos a quienes buscan nuestra comunión espiritual, pidiéndoles que confiese “que Jesucristo ha venido en carne...”.

La Corrupción Agustiniana

Alrededor del año 400 d. C., un notable teólogo llamado San Agustín, intentó helenizar lo que las Escrituras enseñaban sobre los eventos del tiempo del fin y la vida después de la muerte. Agustín tuvo mucho éxito en su intento. Sus puntos de vista fueron adoptados por el Concilio de Éfeso en el año 431 d. C., y han permanecido como dogma católico hasta este día. 

La influencia de la filosofía griega no permitió que Agustín aceptara lo que la Biblia enseñaba sobre la vida después de la muerte. Por ejemplo, negó que los santos resucitados gobernarían en la tierra durante mil años en un reino encabezado por Jesús — un concepto que se enseña claramente en toda la Biblia y cuyo período de tiempo se menciona específicamente seis veces en Apocalipsis 20.

En cambio, Agustín argumentó que ahora estamos en el Milenio, con Jesús reinando desde el Cielo. Descartó los mil años como una expresión figurativa que sólo simbolizaba un largo período de tiempo. Para él, era el lapso de tiempo entre la Primera y la Segunda Venida de Jesús.2

Con respecto al estado eterno, Agustín aceptó el concepto de que los creyentes vivieran en cuerpos glorificados eternamente en una nueva tierra, pero lo hizo porque creía que los nuevos cuerpos y la nueva tierra estarían libres de pecado.3

Pero muchos, si no la mayoría, de sus seguidores llevaron sus espiritualizaciones a los extremos, argumentando que la Nueva Tierra era sólo un nombre en clave para el Cielo, y que nuestra existencia eterna consistiría en que viviríamos para siempre en un mundo etéreo como espíritus incorpóreos flotando en las nubes.4

Las opiniones de Agustín son sostenidas por la mayoría de los cristianos profesantes hoy, tanto católicos como protestantes. Eso significa que la mayoría del cristianismo hoy enseña filosofía griega en lugar de la Palabra de Dios cuando se trata del ámbito de la profecía del tiempo del fin y la vida después de la muerte. 

El Estado Intermedio

Algunas de las mayores confusiones sobre la vida después de la muerte se relacionan con el estado intermedio entre la muerte y la eternidad. Algunas personas abogan por un concepto llamado “sueño del alma”. Argumentan que tanto los salvos como los no salvos están inconscientes después de la muerte hasta el regreso de Jesús. 

Pero la Biblia deja muy claro que nuestro espíritu no pierde la conciencia con la muerte. Lo único que se duerme es nuestro cuerpo, en un sentido simbólico (porque un día nuestros cuerpos despertarán cuando resucitemos).

Pablo dice en 2 Corintios 5:8 que preferiría estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. En Filipenses 1:21, observa: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Luego añade en el versículo 23 que su deseo es “partir y estar con Cristo”. ¡Pablo ciertamente no esperaba estar en coma después de su muerte!

Si entonces nuestros espíritus retienen su conciencia después de la muerte, ¿a dónde van? La Biblia enseña que antes de la resurrección de Jesús, los espíritus muertos iban a un lugar llamado Hades (“Seol” en el Antiguo Testamento). Los espíritus existían allí conscientemente en uno de dos compartimentos, ya fuera el Paraíso o el Tormento. Este concepto se muestra gráficamente en la historia de Jesús del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31).

La Biblia indica que después de la muerte de Jesús en la Cruz, descendió al Hades y declaró a todos los espíritus allí Su triunfo sobre Satanás (1 Pedro 3:18-19; 4:6). La Biblia también indica que después de Su resurrección, cuando ascendió al Cielo, Jesús tomó el Paraíso con Él, transfiriendo los espíritus de los santos del Hades al Cielo (Efesios 4:8-9; 2 Corintios 12:1-4). Los espíritus de los santos muertos se describen posteriormente en el Cielo, ante el trono de Dios (vea Ap. 6:9; 7:9).

Pablo confirma que el Paraíso fue trasladado al Cielo en 2 Corintios 12:1-4, donde dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, donde reside Dios. Luego se refiere a este lugar como el Paraíso.

Los espíritus de los justos muertos no podían directamente ir al Cielo antes de la Cruz, porque sus pecados no estaban perdonados. En cambio, sus pecados fueron simplemente cubiertos por su fe. El perdón de sus pecados tuvo que esperar el derramamiento de la sangre de Cristo (Levítico 17:11; Romanos 5:8-9; Hebreos 9:22).

Pero, desde el tiempo de la Cruz, los que mueren en el Señor son llevados directamente al Cielo porque hoy, cuando una persona recibe a Jesús como Señor y Salvador, los pecados de esa persona son perdonados y olvidados. El estado de los incrédulos, sin embargo, sigue siendo el mismo de siempre. Sus espíritus van al Hades, al compartimento llamado Tormentos, donde esperan su juicio final y su confinamiento en el Infierno.

El Cuerpo Intermedio

Durante el estado intermedio, entre la muerte y la resurrección, ¿cuál es la naturaleza de la existencia de los salvados y los perdidos? ¿Se convierten en espíritu puro en la naturaleza? La respuesta es no, en absoluto.

Sólo Dios es espíritu (Juan 4:24). Los seres humanos, al igual que los ángeles, fueron creados para tener cuerpos. Como dice Pablo en 2 Corintios 5:3, no seremos hallados desnudos.

Cuando nos despojamos de nuestros cuerpos mortales en la muerte, con la separación del espíritu del cuerpo, la Biblia enseña claramente que recibimos un cuerpo espiritual intermedio — intermedio entre nuestro cuerpo mortal actual y el cuerpo inmortal que recibiremos en el momento en que resucitemos. La evidencia de este hecho se puede encontrar en varios lugares de la Biblia.

  • Cuando el rey Saúl quiso saber cómo le iría en una próxima batalla, fue a ver a una bruja en Endor y le pidió que llamara a Samuel de entre los muertos, para que pudiera consultar con él. Evidentemente, pensando que su espíritu demoníaco familiar aparecería, la bruja se asombró cuando Samuel apareció en su lugar y procedió a condenar a Saúl por traficar con el ocultismo (1 Samuel 28:7-19). Tanto ella como Saúl reconocieron a Samuel cuando apareció.

  • Cuando Jesús contó la historia de Lázaro y el rico, dejó en claro que se reconocieron completamente después de que murieron y sus espíritus fueron al Hades — Lázaro al compartimento llamado el Paraíso, y el rico al compartimento llamado Tormentos. Sus espíritus fueron incorporados a cuerpos identificables (Lucas 16:19-31).
  • En Su transfiguración, Moisés y Elías se unieron a Jesús, y los apóstoles que estaban presentes pudieron reconocer a ambos hombres mientras hablaban con Jesús (Mateo 17:1-7).
  • Cuando el apóstol Juan fue llevado al Cielo, vio una inmensa multitud de personas vestidas de blanco frente al trono de Dios, con ramas de palma en sus manos. Cuando preguntó quiénes eran, se le dijo que eran mártires que estaban saliendo de la Gran Tribulación (Ap. 7:9-15).

En cada uno de estos casos, vemos personas muertas cuyos espíritus se han incorporado a cuerpos reconocibles que están vestidos.

Un Resumen

Entonces, ¿qué pasa cuando mueres? Si eres un hijo de Dios, tu espíritu es inmediatamente conducido a la presencia de Jesús por Sus santos ángeles. Te dan un cuerpo espiritual intermedio, y permaneces en el Cielo, en la presencia de Dios, hasta el momento del Rapto.

Cuando Jesús viene por Su Iglesia, Él trae tu espíritu con Él, resucita tu cuerpo y vuelve a poner tu espíritu en ese cuerpo. Luego glorifica tu cuerpo, haciéndolo eterno en naturaleza (1 Corintios 15 y 1 Tes. 4). Reinas con Jesús por mil años y luego vives eternamente con Él en la nueva tierra (Ap. 20-22).

Si no eres un hijo de Dios, entonces tu espíritu va al Hades en tu muerte, donde vives en un cuerpo espiritual intermedio. Este es un lugar de tormentos, donde estás cautivo hasta la resurrección de los injustos, que tiene lugar al final del reinado milenario de Jesús. En esa resurrección, usted es llevado ante el Gran Trono Blanco de Dios, donde es juzgado por sus obras y luego condenado a la muerte segunda, que es el lago de fuego o el infierno (Ap. 20:11-15).

Preparándose para la Eternidad

Una cosa es cierta: Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que ‘¡Jesús es el Señor!’ (Isaías 45:23 y Romanos 14:11). Tu destino eterno será determinado por el momento en que hagas esta confesión.

Si se hace antes de que mueras, entonces pasarás la eternidad con Dios. Si no, entonces harás la confesión en el juicio del Gran Trono Blanco antes de que seas arrojado al Lago de Fuego. Para pasar la eternidad con Dios, tu confesión de Jesús como Señor debe hacerse ahora. Te insto a que hagas esta sencilla oración:

Amado Padre Celestial, vengo a ti confesando que soy un pecador y que deseo arrepentirme de mis pecados y recibir a tu Hijo, Jesús, como mi Señor y Salvador. Dame el don de tu Espíritu Santo para que pueda nacer de nuevo, para que pueda ser sellado para la redención y para que pueda ser reconciliado contigo. En el nombre de Jesús, te lo ruego, Amén.

Lo siguiente que debes hacer es buscar una iglesia que crea en la Biblia y exalte a Jesús. donde puedas hacer una profesión pública de tu fe en Jesús y ser bautizado. Luego, busca un grupo de estudio bíblico, donde puedas participar en un estudio sistemático de la Palabra de Dios.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 19 de diciembre de 2024

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Introducción

El Temor a la Muerte 

Por Dr. David R. Reagan

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[Jesús] se hizo ser humano para destruir, por medio de la muerte como hombre, al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo, y para librar también a todos los que habían vivido toda su vida presa del temor de la muerte” — Hebreos 2:14-15 (El Nuevo Testamento en Inglés Moderno por J.B. Phillips)

A la mayoría de las personas no les gusta pensar en la muerte, y mucho menos hablar de ella. La descartamos de nuestras mentes, asegurándonos a nosotros mismos que está en un futuro muy lejano.

Me acordé de este hecho cuando hace muchos años vi una entrevista en televisión a Bill Gates, el multimillonario fundador de Microsoft. Le preguntaron por qué no había hecho ninguna donación financiera importante a la caridad hasta ese momento de su vida. Respondió que había vivido sólo la mitad de su vida y, por lo tanto, todavía tenía mucho tiempo para considerar la posibilidad de hacer donaciones.

Inmediatamente pensé: “¿Cómo sabe que ha vivido sólo la mitad de su vida? Podría estar muerto mañana”. Unos días más tarde, durante un viaje a Europa, una persona se le acercó y lo golpeó en la cara con un pastel. Se me ocurrió que la persona podría haberle disparado con la misma facilidad.

En marcado contraste, recuerdo a un amigo mío, Ed Towne, que fue pastor de la Iglesia Cristiana Pantano en Tucson, Arizona durante la década de 1980. Fue invitado a ir a la iglesia más grande del estado de Washington y predicar un domingo por la mañana y por la noche. Mientras se dirigía a la iglesia para el servicio de la noche, se vio involucrado en un terrible accidente automovilístico que lo mató instantáneamente. El escuadrón de rescate encontró su Biblia en el piso de su vehículo. En ella estaba el sermón que iba a pronunciar esa noche. La primera frase del sermón decía: “No hay una sola persona aquí esta noche que pueda decir con certeza que estará viva por la mañana”.

Enfrentando la Realidad de la Muerte

La Biblia dice que la vida es como un vapor — está presente en un momento y se va al siguiente (Santiago 4:14). En otros lugares, compara la vida con un simple soplo (Job 7:7 y Salmos 39:5), o una sombra pasajera (Salmos 144:4).

Pero no nos gusta enfrentarnos a esta realidad. La gente se hace cirugías plásticas y la cubre con cosméticos para camuflar su avanzada edad y su testimonio de la inevitabilidad de la muerte. Nos referimos a una persona como que ha “pasado a mejor vida”, o “se fue a casa”, o “colgó los tenis”, o “estiró la pata”. Los eufemismos siguen y siguen. Nos resulta casi imposible decir simplemente: “Murió”.

Tuve una terrible experiencia en este sentido hace muchos años, cuando una amiga mía me pidió que presidiera el funeral de su padre. Ella era una cristiana profesante, así que yo no estaba preparado para la conmoción que estaba a punto de experimentar.

Me pidió que la acompañara a la funeraria para ayudarla a hacer todos los planes para el servicio conmemorativo. Cuando llegamos, el director de la funeraria le dijo que su padre estaba listo para ser velado y le preguntó si le gustaría ver sus restos antes de sentarse a hablar sobre el servicio funerario. Ella dijo que lo haría.

Nos llevó a la sala de velatorio y, cuando miró dentro del ataúd, de repente comenzó a gritar a voz en cuello: “¡Parece muerto! ¡Parece muerto! ¡Parece muerto!”. Cometí el error de observar: “¡Pero si está muerto!”. Ese comentario la puso furiosa. Ella comenzó a gritar: “¡Quiero que parezca vivo! ¡Háganlo parecer vivo!”.

Muy rápidamente aparecieron varios técnicos y comenzaron a ajustar las luces y los cosméticos en la cara del hombre. Durante los siguientes minutos, trabajaron febrilmente, haciendo todo lo posible para hacer que un cadáver pareciera vivo.

Experimentando el Temor a la Muerte

La Biblia dice que la mayoría de las personas viven esclavizadas durante su vida al temor a la muerte (Hebreos 2:15). No hay duda de que esa afirmación es cierta.

Hace varios años, un colega mío, Dennis Pollock, hizo una investigación sobre cómo las personas con una visión secular de la vida han lidiado con la muerte. Sus hallazgos fueron muy reveladores.1

Permítanme compartir con ustedes dos ejemplos. El primero es Raymond Burr, el actor que interpretó al abogado Perry Mason en televisión. Aunque nunca perdió un caso en sus dramas televisivos, terminó perdiendo los estribos en su lecho de muerte. Le tenía tanto miedo a la muerte que se negaba a dormir, por temor a no despertar. Se sentó en su cama durante más de 30 horas luchando contra el sueño, antes de que el agotamiento lo venciera. Finalmente se rindió, y murió a las pocas horas después de irse a dormir.

El otro ejemplo es el de Alfred Hitchcock, el gran director de cine que jugaba con la muerte en sus películas y programas de televisión. Pero, cuando llegó el momento de morir, se derrumbó emocionalmente y lloró incontrolablemente, compartiendo con Ingrid Bergman su miedo macabro a la muerte.

Se podrían citar muchos otros ejemplos de celebridades que demuestran el miedo a la muerte. Pensemos en el gran jugador de béisbol Ted Williams. Hizo congelar su cuerpo para que pudiera ser preservado, con la esperanza de que algún día pudiera ser devuelto a la vida gracias a algún desarrollo científico.2 Woody Allen, el comediante y director de cine, lo resumió mejor con su estilo típicamente humorístico cuando dijo: “No le tengo miedo a la muerte. Simplemente no quiero estar allí cuando suceda”.3

En uno de los pasajes más antiguos de la Biblia, uno de los amigos de Job caracterizó a la muerte como el “rey de los espantos” (Job 18:14). Incluso el rey David, en uno de sus salmos, se refirió a los “terrores de muerte” que caían sobre él (Salmos 55:4). En el salmo procedió a lidiar con el miedo poniendo su confianza en Dios (Salmos 55:16), pero, en el proceso expresó el tipo de miedo que se apodera de la mayoría de las personas cuando se enfrentan a la muerte: “Temor y temblor vinieron sobre mí y me envuelve el espanto” (Salmos 55:5).

Suprimiendo el Miedo

La mayoría de las veces las personas son capaces de suprimir su miedo a la muerte, pero siempre está ahí, justo debajo de la superficie. Normalmente, surge cuando muere un amigo o un familiar; cuando una persona experimenta un evento cercano a la muerte, como un accidente automovilístico grave; o cuando una persona comienza a llegar a la mediana edad. Y, por supuesto, ¡estar tumbado en una trinchera con bombas explotando por todas partes siempre da lugar a pensamientos de muerte!

Creo que una de las razones por las que la muerte de la princesa Diana a los 36 años en 1997 tuvo un gran impacto mundial fue porque era muy joven. Cuando somos jóvenes tendemos a pensar que somos invencibles y que viviremos indefinidamente. Siempre es aleccionador cuando experimentamos la muerte de una persona joven. Nos obliga a pensar en nuestra propia mortalidad, algo que es muy incómodo de hacer. Pero nunca dura mucho, porque siempre estamos ansiosos por poner todo el tema en el fondo de nuestras mentes.

Vi que esto sucedía cuando era adolescente. Vivía en Waco, Texas, en mayo de 1953, cuando el peor tornado en la historia del estado azotó la ciudad. Un total de 114 personas murieron a causa de la tormenta. El centro de la ciudad parecía haber sido alcanzado por una bomba atómica.

Durante las semanas siguientes, las iglesias de Waco se llenaron a su máxima capacidad, mientras la gente intentaba lidiar con el terror de la tormenta. Pero en unos seis meses, la asistencia comenzó a disminuir, y en poco tiempo, las iglesias volvieron a la normalidad en su asistencia.

La muerte es un hecho que todas las personas deben enfrentar y prepararse para ello. Las únicas personas que no van a experimentar la muerte son aquellos creyentes en Jesucristo que estén vivos en el momento en que Él regrese para llevarse a Su Iglesia de este mundo en un evento llamado el Rapto (1 Tes. 4:13-18). Aquellos creyentes que mueran antes de ese momento vencerán a la muerte a través de la resurrección y la glorificación de sus cuerpos. Pero hablaremos de eso más adelante.

Nuestra Expectativa de Vida

Tengo un interés muy personal en el tema de la muerte porque, mientras escribo este libro, me acerco a la edad de 85 años. Eso significa que estoy viviendo en tiempo prestado. Digo esto porque la Biblia dice que: “Los días de nuestra edad son setenta años. Si en los más robustos son ochenta años” (Salmos 90:10).

Originalmente estábamos destinados a vivir para siempre en estrecha comunión con nuestro Creador, sosteniendo nuestras vidas alimentándonos del Árbol de la Vida (Génesis 2:9 y 3:22). Pero, cuando nuestros primeros antepasados, Adán y Eva, pecaron contra el Señor, fueron expulsados del Jardín del Edén y se les negó el acceso al Árbol de la Vida. La muerte física se convirtió en el castigo del pecado, y la esperanza de vida del hombre se redujo a mil años.

Con el paso de las décadas y los siglos, ocurrieron dos cosas que redujeron aún más esta expectativa de vida. Uno de ellos fue la creciente corrupción del código genético. El otro fue el gran diluvio mundial de la época de Noé, que produjo un ecosistema postdiluviano relativamente duro.

Durante los 400 años inmediatamente posteriores al diluvio, la expectativa de vida de la humanidad disminuyó drásticamente de un promedio de 912 años antes del diluvio a 222 años.4 A partir de entonces, la expectativa de vida continuó disminuyendo gradualmente. Abraham, que nació 350 años después del diluvio, murió a la edad de 175 años (Génesis 25:7). Moisés nació 255 años después de la muerte de Abraham y vivió hasta los 120 (Deuteronomio 34:7). Josué, el sucesor de Moisés, vivió 110 años (Jueces 2:8). Al final, la esperanza de vida del hombre se estableció en 70 años. Pero la esperanza de vida de los seres humanos cayó mucho más que eso. Se desplomó a unos 33 años.5

Sí, leyeron bien: 33 años. A lo largo de la mayor parte de la historia registrada, la vida ha sido dura y corta, caracterizada por una tasa de mortalidad infantil muy alta, enfermedades salvajes y guerras brutales.

Un resultado de esto es que la población del mundo permaneció relativamente estática durante siglos. La mayoría de los demógrafos estiman que la población de la Tierra en la época de Jesús era de 200 millones a lo sumo. Tuvieron que pasar 1,400 años para que ese número se duplicara. La población de la humanidad no alcanzó los mil millones hasta alrededor de 1850.6

La Revolución Médica

Fue durante el siglo XX cuando la población del mundo despegó como un cohete y comenzó a crecer exponencialmente. A principios de siglo, la población mundial era de 1,600 millones. A finales de siglo, eran 6,000 millones. Este crecimiento explosivo se debió al desarrollo de la medicina moderna. La mayoría de los logros médicos que damos por sentados hoy en día son relativamente nuevos:7

1862 — La teoría de los gérmenes como causas de las enfermedades

1867 — Procedimientos quirúrgicos antisépticos

1895 — Descubrimiento de los rayos X

1897 — Desarrollo de la aspirina

1901 — Desarrollo de la tipificación sanguínea

1907 — Primera transfusión de sangre exitosa

1922 — Primer uso de la insulina para tratar la diabetes

1927 — Primera vacuna contra el tétano

El descubrimiento más significativo no está incluido en la lista anterior. Ocurrió en 1928, cuando se descubrió la penicilina.8 Así es, ¡el primer antibiótico no se descubrió hasta 1928! La falta de este medicamento fue una de las razones por las que la pandemia de gripe de la Primera Guerra Mundial provocó más de 40 millones de muertes en todo el mundo. Verá, la gripe a menudo producía neumonía, y la neumonía conducía a la muerte.

Nací en 1938, diez años después del descubrimiento de la penicilina. El momento de mi nacimiento fue muy propicio para mí, porque en 1950 sufrí un grave ataque de apendicitis. Si hubiera nacido en el siglo XIX, o incluso a principios del siglo XX, habría muerto a la edad de 12 años.

Este punto me fue enfatizado recientemente mientras leía un bosquejo biográfico sobre el gran artista occidental, Frederick Remington.9 Murió en 1909, a la edad de 48 años de apendicitis. De manera similar, descubrí en una biografía del presidente Harry S. Truman, que su padre murió en 1914 de una simple operación de hernia, lo cual, por supuesto, en aquellos días no era sencillo10.

Hoy en día, rara vez nos preocupamos seriamente por enfermedades como la apendicitis y la neumonía, pero durante la mayor parte de los siglos de historia registrada, estas afecciones fueron las principales causas de muerte. Podría nombrar varias otras ocasiones en mi vida en las que habría muerto si hubiera nacido unos años antes. Todos los que vivimos hoy en día somos muy afortunados de poder esperar una expectativa de vida dos veces mayor que la de nuestros antepasados.

La Continua Realidad de la Muerte

En 1900, la esperanza de vida de un hombre en los Estados Unidos era de 47 años. Hoy es de 77 años. Para las mujeres, la esperanza de vida en 1900 era de 51 años; hoy es de 80.11 Debido a que hemos experimentado un aumento tan radical en la longevidad durante los últimos 100 años, la mayoría de nosotros hoy tendemos a tomar la realidad de la muerte mucho menos en serio que las personas de siglos anteriores.

Pero la muerte sigue siendo una realidad a la que todos debemos enfrentarnos. Hoy en día, 164,711 personas mueren cada día en todo el mundo. Eso se traduce en 114.3 por minuto, 6,863 por hora y 60.1 millones al año12.

A los 85 años, me estoy acercando rápidamente a mi cita con la muerte. Podría morir hoy o mañana. Pero tú también podrías. La vida es transitoria. Puede estar aquí en un momento y desaparecer al siguiente, independientemente de tu edad. El cuarto capítulo del libro de Santiago dice que la vida es como un vapor:

13) ¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», 

14) cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. 

15) En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»

Actitudes Hacia la Muerte

A medida que me acerco al final de mi vida, lo hago sin ningún temor, porque estoy absolutamente seguro de mi destino eterno. Eso es porque acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador en 1950, cuando tenía 11 años.

¿Y tú? ¿Le temes a la muerte? ¿Te sientes incómodo sólo de pensarlo? Tal vez creas que esta vida es todo lo que hay y que la muerte significa aniquilación. ¿O sospechas que podría ser la puerta a una eternidad muy incierta?

Una cosa es segura: Si nunca has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador, debes temer mucho a la muerte. Este libro dejará este hecho muy claro. Vas a descubrir que cada uno de nosotros tiene un destino eterno y que será el Cielo o el Infierno. ¿A qué destino eterno te enfrentas?

Echemos un vistazo a la única fuente autorizada sobre el tema — es decir, la Palabra de Dios.


Lea el Prefacio aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 21 de noviembre de 2024

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro

Por Dr. David R. Reagan

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¿Cómo puedes morir con una sonrisa en tu rostro?

Se dice que sólo dos cosas son inevitables: la muerte y los impuestos. Pero ninguna de las dos cosas es absolutamente cierta. Algunas personas viven de tal manera que evitan los impuestos por completo. Y, para los cristianos que estén vivos cuando Jesús venga a arrebatar a Su Iglesia, la muerte también será evitada.

Pero, para todos los demás, la sola idea de morir puede robarles la alegría en esta vida. Shakespeare se preguntaba: En ese sueño de la muerte, qué sueños pueden sobrevenir cuando nos hayamos desprendido de nuestras tribulaciones mortales; eso es lo que nos detiene… Sí, ahí está el obstáculo”.

Ciertamente, los cristianos no deberían tener esa ansiedad.

El Dr. David Reagan explora la transición final de la vida — ofreciendo seguridad a los cristianos y advirtiendo a los no creyentes. Describe el punto de vista bíblico de la vida después de la muerte. Dave explica por qué morir sin fe en Cristo es un destino demasiado horrible para ser imaginado, mientras que la muerte no tiene aguijón y el Hades no tiene victoria para aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo. Con su propio estilo claro y centrado en el Evangelio, explica cómo se puede morir con una sonrisa en el rostro.

El Dr. David Reagan es un escritor prolífico, orador y maestro de la Palabra profética de Dios, con numerosos libros de gran éxito, artículos y otros materiales que se centran en los tiempos del fin.

El Ministerio Cordero y León se inició en abril de 1980, cuando David Reagan dejó una exitosa carrera académica en Derecho Internacional y Política, para perseguir el llamado que Dios puso en su corazón. Bien conocido y amado por su estilo comprometido de “decir las cosas como son”, el compromiso de Dave de compartir las Buenas Nuevas del pronto regreso de Jesús continúa impactando almas en todo el mundo.

Si bien el Dr. Reagan ha renunciado como Director y Evangelista Sénior del Ministerio Cordero y León, continúa sirviendo escribiendo y apareciendo ocasionalmente como invitado en el programa del ministerio, Cristo en la Profecía.


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lunes, 11 de octubre de 2021

Viviendo con una Perspectiva Eterna (pdf)

 Por Dr. David R. Reagan

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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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viernes, 8 de octubre de 2021

Viviendo con una Perspectiva Eterna: Una Prueba de Actitud Eterna


Permítame darle una prueba para determinar si está viviendo con una perspectiva eterna o no: ¿Cómo se siente acerca del regreso del Señor? Ésta es una prueba de fuego que determinará si está enamorado del mundo o del Señor.

La actitud de la persona que está enamorada del mundo se puede expresar mejor con estas palabras: “Quiero que el Señor vuelva, pero...”. Siempre hay un “pero”.

  • “Quiero que el Señor regrese, pero quiero que Él venga después de haber ganado un millón de dólares”.
  • “Quiero que el Señor venga, pero quiero que Él venga después de haber escrito una gran novela”.
  • “Quiero que el Señor venga, pero quiero que Él venga después de que yo aparezca en la portada de la revista Time”.
  • “Quiero que el Señor venga, pero quiero que Él venga después de que haya construido una gran iglesia”.
  • Quiero que el Señor venga, pero quiero que Él venga después de que tenga 85 años y haya experimentado todo lo que la vida tiene para ofrecer.

Lo que esta gente realmente está diciendo es: “¡Quiero que venga Jesús, pero no quiero que arruine mi vida!”. Están enamorados del mundo.

Verás, cuando estás enamorado de alguien, quieres estar con él. Eso es un hecho de la vida. Observa a las personas que se acaban de enamorar. Quieren estar juntos todo el tiempo. Cuando están separados, ¡están constantemente hablando por teléfono sobre cuándo volverán a estar juntos!

Lo mismo ocurre con el Señor. Si realmente amas a Jesús, querrás estar con él. Hablarás con él en oración. Tendrás comunión con Él en Su Palabra y en adoración. Pero estas formas de comunicación nunca satisfarán su anhelo de estar en Su presencia, de tener una comunión personal e íntima con Él, cara a cara.

Serás como Pablo, dispuesto a permanecer en este mundo sirviendo al Señor, pero anhelando el día en que estarás unido a Él, ya sea a través de la muerte o Su regreso (2 Corintios 5:8; Filipenses 1:23–24). 

Una Sugerencia Práctica

Te sugiero que la próxima vez que dejes escapar tu perspectiva eterna, recuerdes el Salmo 73 y léelo. Cuando termines, invierte los números y vaya al Salmo 37. Allí encontrará un poderoso resumen de lo que Asaf aprendió. Es un salmo del mentor de Asaf, el rey David.

David dice: “No te impacientes a causa de los malignos…porque como la hierba serán pronto cortados y como la hierba verde se secarán” (versículos 1–2). Nos dice qué hacer en su lugar: “Confía en Jehová y haz el bien…Deléitate asimismo en Jehová” (versículos 3–4). Una y otra vez nos advierte que no nos preocupemos por los malhechores, porque dice que llegará el día cuando serán “cortados” (v. 9). En contraste, “los que esperan en Jehová heredarán la tierra” (v. 9).

¿Cuál es tu Actitud?

¿Estás enfocado en este mundo? ¿Estás apegado a él o tienes la sensación de que sólo estás de paso, en dirección a un hogar eterno?

Esta vida es transitoria. Esta vida es sólo el preludio de la eternidad. 

El compositor de himnos, Emiliano Ponce, lo puso todo en perspectiva cuando escribió:

Aunque en esta vida no tengo riquezas,
Sé que allá en la gloria tengo una mansión;
Cual alma perdida entre las pobrezas,
De mí es Jesucristo tuvo compasión.

//Más allá del sol, más allá del sol,
Yo tengo un hogar, hogar bello hogar,
Mas allá del sol//

Así, por el mundo, yo voy caminando,
De pruebas rodeado, y de tentación;
Pero a mi lado viene consolando
Mi bendito Cristo en la turbación.

A los pueblos todos del linaje humano
Cristo quiere darles plena salvación.
También una casa para cada hermano,
Fue a prepararle a la santa Sion.

Hay otro cántico que resume toda la esencia de lo que significa vivir con una perspectiva eterna:6

Vuelve tus ojos a Jesús
Míralo de lleno en Su rostro maravilloso,
Y las cosas de la tierra
Se volverán extrañamente oscuro
A la luz de Su gloria y gracia.

Hace algunos años recibí la bendición de conocer a un gran hombre de Dios llamado Leonard Ravenhill, un predicador profético de Inglaterra. Después de nuestra reunión, mantuvimos una breve correspondencia. Justo antes de morir, en la última carta que me envió, adjuntó una pequeña tarjeta que contenía un breve mensaje de una oración. Me instó a memorizar el mensaje y vivirlo a diario.

Eso fue en julio de 1988. Todavía tengo la tarjeta. Está desgastada y hecha jirones, porque me he propuesto mantenerla en el bolsillo de mi camisa en todo momento. El mensaje impreso en ella es simple pero profundo: “Señor, mantenme consciente de la eternidad”.

Lea la parte 1 aquí

Lea la parte 2 aquí

Lea la parte 3 aquí

Lea la parte 4 aquí

Lea también:
»» Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin (pdf)
»» Viviendo a la Luz de Su Venida
»» La Curva Exponencial (pdf)
»» Un Manifiesto Profético (pdf)
»» 50 Razones por las que Estamos Viviendo en los Tiempos del Fin (pdf)

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Notas

6) Helen H. Lemmel, “Turn Your Eyes Upon Jesus,” © 1922, renovado en 1950 por Singspiration, Inc.

Este artículo es una abreviatura de un capítulo contenido en el libro del Dr. Reagan, Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Viviendo con una Perspectiva Eterna: Mi Actitud sobre el Mundo


Permítanme pedirles su indulgencia por un momento, mientras les comparto mis sentimientos personales sobre este mundo. La palabra que usaría es “odio”. Sí, odio este mundo. Lo odio con una pasión tan fuerte y tan intensa que me cuesta expresarlo con palabras.

Ahora, permítanme apresurarme a aclarar mi sentimiento afirmando que no odio la hermosa y maravillosa creación de Dios. He tenido el privilegio de ver la majestuosidad de los Alpes. Me ha impresionado la belleza escarpada de Alaska. Nunca dejo de asombrarme por las maravillas creativas de Dios en el gran suroeste de Estados Unidos. He tenido la suerte de ver la increíble belleza de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Y me he sentido abrumado una y otra vez por la cruda y casi mística desnudez del desierto de Judea en Israel.

Cuando digo que “odio” este mundo, no me refiero a la creación de Dios. Me refiero, en cambio, al malvado sistema mundial en el que vivimos. Permítanme darles algunos ejemplos de lo que estoy hablando:

  • Odio un mundo donde miles de bebés son asesinados todos los días en el útero de sus madres.
  • Odio un mundo donde las drogas ilícitas destruyen la vida de los jóvenes en la flor de la vida.
  • Odio un mundo que mima a los criminales y se burla de la justicia.
  • Odio un mundo que glorifica el crimen en sus películas y programas de televisión.
  • Odio un mundo que aplaude a artistas indecentes y vulgares como Lady Gaga.
  • Odio un mundo donde el gobierno ha convertido el juego de un vicio en una virtud.
  • Odio un mundo en el que a los atletas profesionales se les paga millones de dólares al año, mientras cientos de miles duermen sin hogar en las calles todas las noches.
  • Odio un mundo en el que las personas se juzgan y se condenan unas a otras por el color de la piel.
  • Odio un mundo que llama al mal bien al exigir que la homosexualidad sea reconocida como un estilo de vida alternativo legítimo.
  • Odio un mundo en el que las madres se ven obligadas a trabajar, mientras sus hijos crecen en guarderías impersonales.

Espero que ahora entiendan a qué me refiero cuando digo: “¡Odio este mundo!”.

El Punto de Vista de Jesús

Pero, cómo me siento personalmente sobre este mundo no es importante. El punto crucial que debe considerar es el punto de vista bíblico. Veámoslo y, mientras lo hacemos, compare el punto de vista bíblico con el suyo.

Comencemos con el punto de vista que Jesús nos dijo que deberíamos tener. Está registrado en Juan 12:25: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”.

Ésas son palabras fuertes. Son del tipo que nos hacen estremecernos y pensar: “Seguramente no quiso decir lo que dijo”. Pero el contexto indica que Jesús quiso decir exactamente lo que dijo. Entonces, ¿qué pasa con eso? ¿Odias tu vida en este mundo o la amas? 

El Punto de Vista de los Apóstoles

El apóstol Pablo dio una advertencia muy fuerte acerca de sentirse cómodo con el mundo. En Romanos 12: 2, escribió: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente”. ¿Cómo está a la altura de esta exhortación?

¿Está conformado al mundo? ¿Ha adoptado la forma de vestir del mundo? ¿Qué pasa con la forma de hablar del mundo o el amor del mundo por el dinero? ¿Son sus metas las metas del mundo: poder, éxito, fama y riquezas?

El hermano de Jesús expresó el asunto en un lenguaje muy directo. Él dijo: “¿No saben que la amistad con el mundo es hostilidad hacia Dios?” (Jacobo 4:4).

¿Eres amigo del mundo? ¿Se siente cómodo con lo que el mundo tiene para ofrecer en música, películas, programas de televisión y libros más vendidos? ¡La amistad con el mundo es hostilidad hacia Dios!

De hecho, Jacobo lo pone aún más fuerte que eso, porque al comienzo del pasaje que cité anteriormente (Jacobo 4:4), dice que aquellos que son amigos del mundo son adúlteros espirituales.

El apóstol Juan argumenta eso con la misma fuerza en 1 Juan 2:15–16:

No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. 

Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo.

No hay forma de escapar de la triste realidad de estas palabras. ¿Amas el mundo? Si es así, ¡el amor del Padre no está en ti!

El Enfoque de tu Mente

Pablo nos dice cómo evitar sentirnos cómodos con el mundo. En Colosenses 3:2 dice: “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. En Filipenses 4:8, expresa la misma advertencia en estas palabras:

Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.

Como indican estos versículos, una de las claves para vivir una vida triunfante en Cristo — para vivir una vida gozosa y victoriosa en medio de un mundo que se revuelca en la desesperación — es vivir con una perspectiva eterna consciente.

Los cristianos estamos llamados a ser "extranjeros y extraños" en este mundo porque estamos de paso en nuestro camino hacia nuestro hogar celestial definitivo.

¿Qué significa eso? En palabras de Pedro, eso significa vivir como “extranjeros y peregrinos” en este mundo (1 Pedro 2:11). De manera similar, en palabras del escritor de Hebreos, significa vivir como extranjeros y peregrinos” (Hebreos 11:13). Pablo lo expresó de esta manera: No pongan la mente en las cosas terrenales porque, “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:19–20).

El gran escritor cristiano, C. S. Lewis, explicó que vivir con una perspectiva eterna significa “vivir como comandos que operan detrás de las líneas enemigas, preparando el camino para la llegada del Comandante en Jefe”.5

En la cuarta parte de esta serie sobre cómo vivir con una perspectiva eterna, veremos el ejemplo bíblico de Asaf.

Lea la parte 1 aquí

Lea la parte 2 aquí

Lea también:
»» Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin (pdf)
»» Viviendo a la Luz de Su Venida
»» La Curva Exponencial (pdf)
»» Un Manifiesto Profético (pdf)
»» 50 Razones por las que Estamos Viviendo en los Tiempos del Fin (pdf)

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Notas

5) El autor no pudo localizar la fuente precisa de esta cita que se atribuye a C. S. Lewis. Lewis se refiere varias veces a vivir en territorio enemigo en su clásico, Mere Christianity, (Nueva York, Nueva York: MacMillan Publishing Co., 1960), p. 51.

jueves, 30 de julio de 2020

El Mayor Misterio de la Profecía Bíblica (pdf)

El Estado Eterno


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Hay muchos misterios en la profecía bíblica. 

Para mí, el mayor misterio de la profecía bíblica se relaciona con algo que se dice sobre el Estado Eterno.



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jueves, 25 de junio de 2020

El Mayor Misterio de la Profecía Bíblica (parte 4 de 4)



Soluciones Propuestas a la “Sanidad de las Hojas”

Al igual que las referencias a las naciones en la Tierra Nueva, el comentario en Apocalipsis 22:2 acerca de las naciones siendo sanadas por las hojas del Árbol de la Vida generalmente se pasa por alto en los comentarios o se espiritualiza en un sinsentido.

Como un ejemplo de espiritualización, considere esta explicación de Robert Hawker (1753-1827):26

Mirad a Jesús como el Árbol de la Vida…Él da doce frutos, es decir, toda variedad: Tiene perdón, misericordia, paz, gracia, amor, fortaleza, consuelo, liberación en tentaciones, recuperaciones en deslices, ayuda en momentos de necesidad, preparación para las ordenanzas, y bendiciones en el uso de ellas.

Afortunadamente, la mayoría de los comentaristas son más sensatos. La vasta mayoría toma la posición de que la palabra, “sanidad”, debería traducirse como “salud” o “servicio”. Señalan que Apocalipsis 21:4 proclama que, cuando el Estado Eterno comience, la muerte será abolida y ya no habrá más duelo, llanto o dolor. Por lo tanto, la “sanidad” provista por las hojas del Árbol de la Vida debe referirse al mantenimiento de una salud perfecta y no a la sanidad de la enfermedad. 


Aquí hay algunas muestras representativas de esta explicación:
  • Clarence Larkin: “Las hojas de los árboles son para la Sanidad de las Naciones que ocuparán la Tierra Nueva. No es que haya ninguna enfermedad, sino para preservarlas en salud, como Adán habría sido preservado en salud si hubiera comido del Árbol de la Vida en el Jardín del Edén”.27
  • David Hocking: “Significa que el Árbol de la Vida es la clave para la salud perpetua de todas las personas que se encuentran en el Estado Eterno. Es difícil concebir la necesidad de curación en el Estado Eterno, cuando todo el dolor y la muerte han sido removidos para siempre”.28
  • John MacArthur: “Quizás una mejor manera de traducirlo sería “dador de vida” o “dador de salud”, ya que la palabra griega para “sanidad” también puede significar ‘terapéutico’. Las hojas del Árbol de la Vida pueden compararse a vitaminas sobrenaturales, ya que las vitaminas no se toman para tratar enfermedades, sino para promover la salud general”.29

Conclusiones

Entonces, ¿dónde estamos? ¿Qué podemos concluir con certeza? No mucho. Principalmente tenemos que especular y abstenernos del dogmatismo.

Lo único que siento que puedo personalmente con certeza es que, en el Estado Eterno, habrá naciones viviendo en la Tierra Nueva fuera de la Nueva Jerusalén.

La identidad de las naciones sólo se puede adivinar. Mi mejor conjetura es que serán los sobrevivientes creyentes de la Tribulación, que entrarán al Milenio en la carne, así como sus descendientes nacidos durante el Milenio, que aceptarán a Jesús como su Señor y Salvador. Todas estas personas vivirán hasta el final del Milenio en cuerpos naturales. Nunca se nos dice que estas personas recibirán cuerpos glorificados como los que recibirán los creyentes resucitados.

Independientemente de su identidad, creo que las naciones en la Tierra Nueva estarán en cuerpos que son capaces de reproducirse, porque la Biblia dice que nunca un habrá un final para el crecimiento y la expansión del reino eterno de Jesús (Isaías 9:6-7).

También se nos dice que aquellos de nosotros que recibamos cuerpos glorificados y cuya residencia será la Nueva Jerusalén reinaremos como sacerdotes y reyes con Jesús para siempre (Apocalipsis 5:9-10). Para hacerlo, se requiere una población a la que ministrar y reinar. 


El principal problema que me queda es si las naciones de la Tierra Nueva serán capaces de pecar. La mayoría de los comentaristas creen que no lo harán, y tienen buenas razones para creer esto. De nuevo, la Biblia dice que “la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23), y las Escrituras también nos dicen que, en el Estado Eterno, la muerte será abolida (1 Corintios 15:25-26; Apocalipsis 21:4). 

Pero la prohibición de que los pecadores entren a la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:27) parece indicar que las personas que componen las naciones serán capaces de cometer pecados. Y si no lo son, ¿por qué necesitarían sacerdotes y reyes? Esto es un misterio para mí, para el que no tengo respuesta.


Considere también que Dios nunca ha creado robots. Incluso los ángeles son capaces de pecar, y muchos lo hicieron cuando se unieron a la rebelión de Satanás. Todos los seres creados de Dios tienen libre albedrío. ¿Se eliminado esto de aquellos que estén en cuerpos naturales que habitarán la Tierra Nueva?

Desearía poder darle las respuestas a estas preguntas, pero no puedo. Para mí, las respuestas son un misterio.

Pero, lo que no es un misterio es que Dios ha prometido que, en el Estado Eterno, los redimidos van a ser bendecidos más allá de lo imaginable: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).

Debido a promesas como ésta, anhelo con todo mi corazón ese día en que Jesús aparecerá en los cielos y nos llamará a casa para estar con Él.

¡Maranata!


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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe

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