Génesis 6
Satanás no había olvidado la profecía de Dios de que una Simiente prometida de la mujer un día lo destruiría. Él había implantado su propia simiente espiritual en Caín y sus descendientes, pero Dios había preservado la línea de la verdadera Simiente por medio de Set. Cuando Noé nació y Lamec fue llevado a profetizar que “alivio” concerniente a la Maldición vendría a través de él (Génesis 5:29), Satanás y sus ángeles debieron temer que sus oportunidades de victoria en este conflicto cósmico estaban en peligro inminente. Deseando refuerzos para una batalla venidera contras las huestes del cielo, y también deseando, de ser posible, corromper por completo a la humanidad antes de que la Simiente prometida pudiera lograr la derrota de Satanás, parecen haber decidido utilizar el maravilloso poder de la procreación que Dios le había dado a la familia humana y corromperla para sus propios fines. Los hombres ahora se estaban multiplicando rápidamente sobre la tierra y, al implantar su propia “simiente” en la humanidad, ellos podrían reclutar en sólo una generación a una vasta multitud de aliados contra Dios. Así que estos “hijos de Dios” vieron a las hijas de los hombres y “tomaron esposas [o, literalmente, “mujeres”] escogiendo entre todas”.
Algunos comentaristas han dicho que, dado que la frase “tomaron esposas” es la misma frase que se usa normalmente en todo el Antiguo Testamento para “tomar esposa”, aquí no puede haber algo más que el matrimonio humano normal. Por lo tanto, argumentan, estos “hijos de Dios” deben ser simplemente creyentes masculinos en la línea de Set que se casaron con mujeres atractivas de la línea cainita (u otra), sin importar si eran o no verdaderos creyentes en Dios. Este argumento, sin embargo, es débil y, por lo demás, es apenas suficiente para derrocar el peso de la evidencia. La palabra usada para “esposa” (hebreo ishah) también se usa comúnmente para “mujer”, independientemente si era o no una mujer casada. La palabra para “tomar” (hebreo laqach) es un verbo muy común, y puede tener cualquier sustantivo como su objeto. Siquem, por ejemplo, “tomó” a Dina y se acostó con ella, aunque no estaba casado con ella (Génesis 34:2).
El hecho de que estas criaturas pudieran tomar cualquier mujer que eligieran sugiera además un estado de libertinaje que hizo que las uniones sexuales indiscriminadas fueran comunes. Esto también es sugerido por la frase descriptiva de Cristo “casándose y dándose en casamiento” (Mateo 24:38), como característica de las actitudes negligentes de los días de Noé.
Si, por el bien del argumento, al menos, asumimos que los bene elohim, eran, de hecho, ángeles, y que los ángeles pueden asumir una forma humana tan total que realmente tienen sistemas reproductivos masculinos, entonces una pregunta grave tendría que plantearse relativa a la naturaleza de la progenie que resultaría de su relaciones sexuales con mujeres humanas. La identidad de los “gigantes” se discute más abajo, pero la seriedad de este problema influye en cómo deberíamos interpretar estas uniones. Los ángeles caídos no tienen la posibilidad de salvación, pero los hombres y las mujeres caídos tienen al menos esta posibilidad. ¿Cuál sería, entonces, el caso de “personas” que eran mitad ángel, mitad hombres?
Ésta parece ser una situación tan grotesca que parece extremadamente dudoso que Dios la habría permitido en absoluto, incluso si realmente fuera fisiológicamente una posibilidad realista. Y, sin embargo, como ya se indicó, violenta el texto real del pasaje si hacemos que signifique simplemente que los hijos de Set comenzaron a casarse con las hijas de Caín. (Si esto lo que significaba, ¿por qué el escritor simplemente no lo dijo, y evitar así toda esta confusión?). ¿Y por qué los gigantes, y por qué la violencia universal?
Seguramente no todos los hijos de Set eran hombres piadosos; entonces, ¿por qué deberían ser llamados hijos de Dios? (recuerde que todos ellos perecieron en el Diluvio). Además, Adán tuvo muchos hijos además de Caín y Set; ¿eran ellos “hijos de Dios” espirituales también? No es muy probable, en este período de la historia. Además, ¿por qué destacar sólo la unión de hombres piadosos con mujeres impías? ¿Qué pasa con las “hijas de Dios”? ¿Se estaban casando con los “hijos de los hombres”?
Esta interpretación naturalista es tan forzada e incómoda que parece perjudicar a la doctrina de la inspiración divina suponer que esto es realmente lo que el escritor quiso decir. Seguramente quería transmitirles a sus lectores la idea de que, en estos días de Noé, una irrupción tan terrible de anormalidades y maldades estalló en la tierra que sólo podía ser explicada por una causa demoníacamente sobrenatural.
Los exégetas racionalistas, por supuesto, aceptan el significado llano del texto aquí y están de acuerdo de que éste habla de ángeles cohabitando con mujeres humanas. Entonces, siendo racionalistas, mantienen que dado que este tipo de cosas es imposible, el escritor del Génesis simplemente recurriendo a los mitos y leyendas de los semidioses en diversas tradiciones religiosas.
Por otro lado, ¿no es posible que la Biblia tenga el verdadero registro y que estas diversas leyendas de gigantes y semidioses representen las distorsiones que se habían acumulado a través de largos siglos de transmisión verbal de los cuentos en culturas removidas de la verdadera línea de transmisión patriarcal?
Es significativo que la Septuaginta traduzca la frase “hijos de Dio” como “ángeles de Dios”. Ésta era la versión del Antiguo Testamento en uso dominante en el período apostólico y, por lo tanto, ésta sería la forma en que la frase habría sido leída por Cristo y Sus apóstoles. El libro apócrifo de Enoc también existía entonces, y aparentemente era conocido por los escritores del Nuevo Testamento (Judas 14); y éste desarrollaba intensamente esta interpretación angelical. Como resultado aparente de estos hechos, esta interpretación está fuertemente implícita, y probablemente requerida (como se señala a continuación) por tres pasajes del Nuevo Testamento: Judas 6; 2 Pedro 2:4-6; 1 Pedro 3:19,20.
Es cierto, sin embargo, que existe una grave dificultad en la idea de las uniones sexuales entre ángeles y humanos, no sólo la cuestión de si tal cosa es posible, sino aún más en la teológicamente paradójica y grotesca naturaleza de la progenie de tales uniones. ¿Hay alguna forma de resolver este dilema?
Una solución parece consistir en reconocer que los hijos eran verdaderos hijos humanos de verdaderos padres y madres humanos, pero que todos estaban poseídos por espíritus malignos. Es decir, estos angélicos “hijos de Dios” caídos cumplieron sus propósitos por algo equivalente a la posesión demoníaca, morando en los cuerpos de hombre humanos, y luego también tomando (o “poseyendo”) los cuerpos de las mujeres también. Los hombres cuyos cuerpos poseían evidentemente se hicieron tan atractivos para las mujeres negligentes y rebeldes de la época, que podían apoderarse y usar a cualquiera de las mujeres que eligieran. La belleza seductora de las mujeres, probablemente reforzada por diversos cosméticos artificiales y seducciones desarrolladas en ese tiempo, era suficiente para inducir a los hombres a la constante obsesión con el sexo, lo que aseguraba una máxima rapidez de multiplicación de la población. Así pues, los “hijos de Dios” controlaban no sólo a los hombres cuyos cuerpos habían adquirido para su propia explotación, sino también a las mujeres que tomaron para sí mismos de esta manera, y luego a todos los hijos que tuvieron.
Estos ángeles satánicos particular, por lo tanto, agravaron su pecado original al seguir a Satanás en su rebelión contra Dios al dejar ahora “su propia habitación” y no guardar su “primer estado” (literalmente, “principado”), “yendo tras carne extraña” como más tarde hicieron los sodomitas “de la misma manera” (Judas 6,7). Por lo tanto, Dios ya no les permite vagar por la tierra como a otros demonios, sino que los ha confinado en “prisiones de oscuridad”, arrojándolos a un “infierno” especial (literalmente, “Tártaro”, no el lugar ordinario de los espíritus difuntos) donde están “reservados para el juicio” (2 Pedro 2:4).
Este horrible fenómeno de la “toma” y “habitación” demoníaca de cuerpos humanos a menudo se ha repetido desde entonces, aunque aparentemente nunca en una escala mundial que Satanás intentó en los días de Noé. Muchos de esos casos de posesión demoníaca se mencionan en el Nuevo Testamento, y los misioneros aún dan testimonio de su ocurrencia común en tierras de paganas hoy en día. Incluso en las modernas “tierras cristianas”, donde la influencia del Evangelio hasta ahora la ha mantenido al mínimo, esta forma de actividad satánica está evidentemente aumentando rápidamente. El espiritismo, la brujería, y otras formas de creencias y prácticas ocultas — incluso el propio satanismo — están cautivando las mentes y cuerpos de multitudes hoy, especialmente entre los jóvenes.
Un fenómeno estrechamente relacionado es el tremendo aumento reciente de interés en las “huestes del cielo” — en términos de astrología, las así llamadas carrozas de los dioses, las diversos objetos voladores no identificados, y sus extraños ocupantes —. Aunque los científicos muy acertadamente han señalado las falaces suposiciones e interpretaciones involucradas en éstos, queda un residuo obstinado de fenómenos científicamente inexplicables, pero aparentemente bien comprobados, unidos a estos tipos de datos altamente inusuales.
No debe olvidarse que existen “principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12) y que Satanás es el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Los ángeles malvados, así como los santos ángeles de Dios, aparentemente en ciertas ocasiones tienen la habilidad de aparecer en formas materiales de varios tipos (incluso como “ministros de justicia — 2 Corintios 11:15) y también de habitar y controlar los cuerpos de seres humanos. Además, Jesús advirtió que, en los días postreros, “habrá terror y grandes señales del cielo” (Lucas 21:11). Es posible que esta característica particular de los días de Noé esté comenzando a repetirse en la proliferación moderna de este gran complejo de fenómenos ocultos inexplicables y espiritualmente intimidantes, cuyo propósito para ser ganar control satánico directo sobre las mentes y cuerpos de huestes de seres humanos antes de que Cristo regrese.
Este artículo fue tomado de la magistral obra “The Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris.
El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.
Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.
El Dr. Morris fundó en 1970 el Institute for Creation Research con el propósito de llevar a cabo investigaciones científicas en el área de los orígenes e historia de la Tierra.
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Traducido por Donald Dolmus
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