martes, 28 de enero de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 2 (Parte 2 de 2)

Una Muerte Personal  

Por Dr. David R. Reagan

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Los Últimos Años

El momento más difícil para mí llegó en octubre de 2017, cuando los cuidadores de Ann vinieron a mí y me dijeron que ya no podían brindarle a Ann la atención que necesitaba. Me recomendaron que la internara en un centro de atención para personas con problemas de memoria.

Mis dos hijas y yo habíamos anticipado que este día llegaría, y ya habíamos hecho una investigación considerable sobre este tipo de instalaciones en nuestra área, por lo que ya habíamos seleccionado un lugar para Ann.

El día que la llevamos allí resultó ser el día más desgarrador de mi vida. Lloré todo el camino de regreso a casa y continué haciéndolo, de vez en cuando, durante varios días después. Pronto descubrí que mi hogar sin Ann se había convertido en una casa vacía.

Ann pasó los siguientes tres años en centros de atención para personas con problemas de memoria. Cuando llegó el comienzo de su tercer año (2019-2020), ya no podía ver, hablar ni caminar.

Durante esos tres años, decidí hacer de Ann mi ministerio principal. Dejé de llevar grupos a Israel y comencé a limitar mis compromisos de conferencias a uno por mes. Quería enfocar mi atención en el ministerio a Ann.

Cada noche, visitaba a Ann durante dos o tres horas. Durante ese tiempo, le daba de cenar, le hacía ejercicios de brazos y piernas y le leía. Como ya no tenía memoria a corto plazo, no podía seguir un cuento corto o un artículo devocional. Así que me concentré en leerle las Escrituras, ya que sabía que tendría un impacto sobrenatural en su espíritu. Y así fue, la calmaba.

Cada noche, antes de partir, siempre le leía el mismo versículo — Romanos 8:18, que dice: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

También cambié mis oraciones durante este tiempo. En lugar de orar por la sanidad de Ann, como lo había hecho durante varios años, comencé a orar para que el Señor me ayudara a aprender de su sufrimiento. También comencé a orar para que el Señor aliviara su sufrimiento y pronto lo terminara llamándola a casa para estar con Él.

El Señor respondió a esas oraciones. Comenzó a enseñarme paciencia, empatía, compasión, perseverancia, y el significado de esa frase del Salmo 23, donde el salmista proclama que sabe que Dios estará con él cuando camine “por el valle de sombra de muerte”. El Señor ministró a Ann librándola del dolor de la fibromialgia que había sufrido durante 15 años. La graduó al cielo en agosto de 2020, dos meses después de nuestro 60mo aniversario de bodas.

El Humor de Ann

A pesar de todo su sufrimiento, Ann fue capaz de mantener su sentido del humor. Permítanme darles un ejemplo que ocurrió en enero de 2018, el séptimo año de su demencia. Sucedió mientras le daba de cenar en el comedor de su centro de cuidado de la memoria. Para este entonces, sólo podía hablar en susurros y ya no podía armar una oración.

Le pregunté: “¿Sabes qué año es?”. Ella dijo: “No”. “Bueno”, le dije, “estamos en 2018 y es un año muy importante. ¿Sabes por qué?”. De nuevo, ella dijo: “No”. Le expliqué: “Es porque este año voy a cumplir 80 años, y eso es muy, muy viejo. De hecho, es tan viejo que podré reclamar el título de ‘viejo cascarrabias’”. Ann respondió gritando literalmente: “¡Maravilloso!”.

Me sorprendió el volumen de su respuesta, al igual que todos los demás en el comedor. Le pregunté: “¿Por qué es tan maravilloso?”. Y clara como el día, en voz alta, sin vacilar, respondió: “¡Porque los viejos cascarrabias siempre tienen mucho dinero!”.

A menudo llevaba a Ann a escuchar a un cantante que venía a su centro de cuidado de la memoria una vez al mes. Siempre deleitaba a los residentes con su combinación de canciones de Elvis, canciones pop, canciones patrióticas e himnos de la iglesia. De vez en cuando, añadía algunas canciones country y western.

A pesar de que Ann ya no podía hablar más allá de un susurro y no podía articular una frase, podía cantar canciones junto con este hombre, particularmente los himnos de la iglesia. Éste es uno de los misterios de la demencia. Las letras de las canciones parecen estar almacenadas en una parte diferente del cerebro que, por lo general, no se ve afectada por la enfermedad.

En una ocasión, el cantante invitado comenzó a cantar una canción de country y western que Ann nunca había escuchado. Ella no pudo cantar con él, ¡pero de repente comenzó a reír a carcajadas con las palabras que estaba cantando! La frase de la canción que tanto le hizo gracia fue: “Todos mis ex viven en Texas... y es por eso que cuelgo mi sombrero en Tennessee”. Me quedé allí sentado, asombrado por el hecho de que una persona que ya no podía hablar conmigo pudiera entender el humor de esta canción y responder a ella.

Una Canción Secular con Impacto Espiritual

Quiero terminar compartiendo con ustedes una historia de cómo Dios me ministró a través de una canción mientras yo ministraba a Ann.

Cuando iba a alimentar a Ann todas las noches y le leía y oraba con ella, nunca sabía con certeza qué esperar. A veces estaba alerta y respondía. Y aunque ya no podía armar una oración, podía decir: “Sí”, o “No”, o “Está bien”. Más a menudo, expresaba su respuesta poniendo los ojos en blanco o haciendo una mueca — como cuando le preguntaba en la cena si estaba llena, y ella hacía una cara de globo para decir “Sí”.

Otras veces, ella no respondía por completo, ni siquiera levantaba la cabeza de su pecho o abría los ojos mientras la alimentaba. Cuando estaba en ese estado, a veces bromeaba con ella diciéndole: “Sabes, Ann, he oído hablar de los sonámbulos, pero nunca de los comedores dormidos”. Ella no respondía de ninguna manera, excepto para seguir comiendo. Lo llamé su estado semiconsciente, y esos días se hicieron más frecuentes en sus últimos años.

Después de uno de esos días malos, a menudo conducía a casa llorando. En uno de esos días difíciles, tenía un gran nudo en la garganta y estaba a punto de romper a llorar cuando me estiré acerqué y encendí la radio del automóvil. Inmediatamente, comenzó una canción que me impactó profundamente, tanto emocional como espiritualmente.

Curiosamente, no era una canción espiritual. Era secular. Y lo que es más extraño, ¡era una canción cantada por, entre todas las personas, Willie Nelson! La canción era corta y sencilla. Se titulaba “If I Had My Way” (Si Por Mí Fuera). Decía así:3

Si por mí fuera, querida,
Por siempre habría
Un jardín de rosas para ti y para mí.
Mil y una cosas, querida,
Haría por ti
Sólo por ti, solo por ti.
Si por mí fuera, querida,
Nunca envejeceríamos
Y te traería el sol cada día.
Reinarías completamente sola
Como una reina en un trono.
Si por mí fuera.

Ahora, la razón por la que esa canción me impactó emocionalmente es porque resumía exactamente cómo me sentía. Pero me impactó aún más espiritualmente, porque de repente se me ocurrió que cada deseo expresado en esa canción — cada deseo, cada esperanza, cada anhelo — se iba a cumplir en mi vida y en la de Ann, porque habíamos aceptado a Jesús como nuestro Señor y Salvador.

Y eso, amigos míos, es la razón por la que Ann y yo pudimos sobrevivir a 18 años de sufrimiento — ella físicamente y nosotros dos emocionalmente. Ambos teníamos enormes esperanzas para el futuro. Realmente creímos en la declaración del apóstol Pablo de que “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Cuando Ann finalmente dio su último suspiro, estaba en estado de coma. Pero sonreí por ella y mis hijas y yo comenzamos a alabar al Señor por su vida aquí en la tierra y por su nueva vida con el Señor.

Al igual que Ann, nos sostuvo durante todo el proceso la esperanza. Una esperanza vibrante. Una esperanza fantástica.

¿Qué es esa esperanza?

Siga leyendo.


Lea la parte 1 aquí.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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