La vida de Daniel tenía los ingredientes de una gran tragedia. Llevado al exilio por el pueblo que conquistó su nación, podría haber sucumbido a la desesperación o haber sido subsumido en la cultura pagana de Babilonia. En cambio, decidió permanecer fiel al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Debido a que era fiel, el Señor le dio visiones dramáticas de los Tiempos del Fin.
Del mismo modo, el apóstol Juan fue exiliado a la isla de Patmos a finales del siglo I bajo el reinado de Domiciano. Él también podría haber abandonado la esperanza, pero fue un “participante de la tribulación, del reino y de la perseverancia que hay en Jesús” a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
Tanto Daniel como Juan fueron bastante realistas acerca de las visiones que se les dieron, y ambos registraron que no entendían todo lo que veían. Daniel lo dijo de manera directa (Daniel 12:8) y Juan utilizó constantemente la palabra “semejante”, para transmitir que era difícil incluso describir las maravillas que vio. Pero, mientras que Dios le dijo a Daniel que “estas palabras están ocultas hasta el tiempo del fin”, cuando “los entendidos comprenderán” (12:9-10), a Juan se le dijo: “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” (22:10).
Ciertamente, hay aspectos del plan eterno de Dios que están más allá de la comprensión humana. Daniel testificó: “Él revela lo profundo y lo escondido, y sabe lo que se oculta en las sombras. ¡En él habita la luz!” (Daniel 2:22) Pero, incluso el gran vidente e intérprete de sueños y visiones no pudo entender todo lo que fue revelado. A Juan se le dijo deliberadamente que no registrara las cosas que los siete truenos hablaron en el cielo (Ap. 10:4). Pero Dios ha elegido revelar ciertas cosas a aquellos que son Suyos. Moisés respetó este equilibrio que honraba a Dios. Él escribió: “Lo secreto pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre...” (Dt. 29:29).
Tenemos una ventaja de la que carecían Moisés, Daniel e incluso Juan. Tenemos una visión retrospectiva.
Vivimos en el siglo XXI, y conocemos la identidad del Mesías y podemos adorarlo por Su nombre. En la Era de la Iglesia, tenemos la bendición del Espíritu Santo: “el Espíritu de la verdad [que Jesús envió] para guiarnos a toda la verdad... y anunciar[nos] las cosas por venir” (Juan 16:13). Y, a medida que se acercan los Tiempos del Fin, tenemos la promesa dada a Daniel de que “los entendidos comprenderán”.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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