Dios del Espacio y el Tiempo
Aunque estamos confinados al tiempo y limitados en nuestro conocimiento, Dios no lo está. Él es el Dios del espacio y del tiempo — una verdad claramente demostrada incluso en el primer milagro de Jesús.
Ante la crisis única y personal de la escasez de vino en Caná, la mamá judía de Jesús lo animó a ayudar al anfitrión de la boda. Reacio a revelar Su poder, porque aún no había llegado Su hora, Jesús honró la petición de su madre (Juan 2:1-11). Sin fanfarria y sin esfuerzo o intervención personal, milagrosamente transformó el agua en vino.
Este comienzo relativamente mundano de Sus señales y milagros estableció Su poder sobre el universo material (porque el agua no se transforma naturalmente en vino), el tiempo (porque la conversión del jugo de uva en vino no es instantánea) y el espacio (porque Él sabía que el vino estaba listo sin interactuar físicamente con las tinajas).
Después de Su resurrección, Jesús tenía un cuerpo físico y podía comer y tener comunión con Sus discípulos (Lucas 24:38-43). Sin embargo, también demostró Su capacidad para pasar a través de puertas cerradas (Juan 20:19 y 26), desaparecer en un instante (Lucas 24:31) y ascender a los cielos y desaparecer de la vista (Hechos 1:9). Tal vez disfrutemos de estas mismas habilidades en nuestros cuerpos glorificados.
Debido a que Dios existe fuera del espacio y el tiempo, Él puede mirar hacia abajo en nuestro universo y en el tiempo tal como lo conocemos sin restricciones. Y, aunque Él eligió entrar en el mundo en forma humana en un momento señalado en el tiempo humano, Él también puede ver de eternidad en eternidad. Eso le da una perspectiva única.
La Visión del Ojo de Dios
El desafío de prever el futuro ha intrigado a la humanidad a lo largo de la historia. Pero sólo somos capaces de experimentar el tiempo de una manera lineal. Tenemos algún recuerdo del pasado, pero no tenemos conciencia del futuro.
Viajar por la autopista presenta una analogía adecuada. Podemos mirar por el espejo retrovisor y ver una distancia limitada detrás de nosotros. Si el tiempo está despejado, podemos ver una distancia limitada por delante. Pero, a menos que tengamos una aplicación moderna en nuestro automóvil o en nuestro teléfono, no tenemos forma de saber qué nos espera más allá del próximo giro. Inevitablemente, nos sorprendemos cuando llegamos a una colina y nos encontramos en un atasco de tráfico de kilómetros de largo.
Pero, como piloto, puedo volar por encima de la tierra y ver muchos kilómetros por delante de los conductores justo debajo de mí. De hecho, desde 30-40,000 pies, puedo ver más de cien millas en todas las direcciones. Sé lo que les espera a los conductores inconscientes en la próxima curva y una hora por delante. Los pilotos llaman a esto una “visión del ojo de Dios”, no por falta de respeto, sino porque reconocen que la perspectiva de Dios está mucho más allá de la de los humanos confinados a la tierra.
La capacidad de Dios para ver mucho más allá de los horizontes de nuestro tiempo es muy parecida. Sin estar limitado por nuestra línea de tiempo lineal, Él ve detrás y delante de nosotros con la misma claridad. Desde su infinita perspectiva, el principio y el fin son tan claros como el aquí y el ahora. Es por eso que Él puede proclamar: “Yo soy Dios, y no hay otro. Yo soy Dios, y no hay nadie semejante a mí. “Yo anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no ha sido hecho. Digo: Mi plan se realizará, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).
El Propósito de la Profecía
Hice la afirmación de que la profecía bíblica tiene la intención de ofrecer una advertencia, instrucción, expectativa o exhortación divina, pero que, en todos los casos. el profeta y la profecía señalan y glorifican a Dios. El “consiervo” que Juan encontró en su visión del cielo explicó que “el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía” (Ap. 19:10). Pedro nos recuerda que “porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Así que, de nuevo, las profecías son reveladas por Dios, al pueblo de Dios, y para el propósito de Dios.
A medida que somos testigos de la disolución de nuestra sociedad y de la convergencia de señales que apuntan a los Tiempos del Fin, el valor de la profecía bíblica se demuestra día tras día. Satanás todavía está susurrando: “¿Realmente dijo Dios?”. Los burladores todavía se burlan: “¿Dónde está la promesa de Su venida?”. Ciertamente, en este mundo, nuestros problemas se multiplican.
Todo lo que el Señor nos ha revelado se adhiere a la revelación que Jesús compartió con sus discípulos: “Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33). La tribulación o aflicción que tenemos en el mundo es externa, mientras que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, [guarda nuestros] corazones y mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:7).
La profecía bíblica me asegura que Dios tiene el control, que Él hace que todas las cosas cooperen para Su gloria y mi bien (Ro. 8:28), y que Jesús me rescatará de la ira venidera (1 Tes. 1:10).
¿Qué Harás con la Palabra Profética de Dios?
Pilato hizo una pregunta retórica a la muchedumbre reunida alrededor de su palacio en Jerusalén: “¿Qué haré con Jesús, llamado el Cristo?” (Mateo 27:22). Su respuesta demostró la dureza de su corazón y su rechazo al Señor: “¡Crucifícalo!”.
Hoy en día, la Palabra de Dios presenta un desafío para todos los que afirman seguirlo. ¿Qué harás con la Palabra profética que Él ha revelado para tu instrucción, exhortación y Su gloria? ¿La creerás, la estudiarás y la obedecerás? ¿O la desestimarás, la descartarás y la ignorarás?
La elección es tuya, pero la bendición es sólo para aquellos que “la leen y la guardan”, como se describe en Apocalipsis 1:3 y 22:7.
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