El Punto de No Retorno
Donald Trump asumió el cargo en 2016 con la promesa de “¡Hacer que Estados Unidos sea Grande Otra Vez!”. Hizo campaña con su intención de crear empleos, detener la inmigración ilegal, traer a las corporaciones estadounidenses de vuelta a casa, y reconstruir nuestras fuerzas armadas.
Sonaba genial para muchos estadounidenses, pero no había manera de que realmente pudiera tener éxito. La razón es simple. Nosotros, como nación, le hemos dado la espalda a Dios. Estamos en el proceso de burlarnos de Aquel que hizo de nuestra nación la más grande que el mundo jamás haya conocido.
¿La Ciudad en una Colina?
La caracterización de Estados Unidos como la “ciudad resplandeciente sobre una colina”, se remonta al líder puritano, John Winthrop. Usó la frase en un sermón pronunciado en 1630 en el barco Arbella, mientras se dirigía al Nuevo Mundo. Les dijo a sus futuros colonos de la Bahía de Massachusetts que su nueva comunidad sería “como una ciudad sobre una colina”, que sería observada por el mundo. Fue uno de los primeros ejemplos de lo que se conocería como el concepto de “excepcionalismo estadounidense”.
El concepto demostró ser cierto, porque Dios derramó Sus bendiciones sobre la nueva nación incipiente. Estados Unidos se convirtió en un brillante ejemplo de libertad, prosperidad y esperanza. Llegó gente de todas partes del mundo en busca de una oportunidad para escapar de la tiranía y la pobreza. Los estadounidenses respondieron a sus bendiciones dadas por Dios enviando misioneros cristianos por todo el mundo e imprimiendo y distribuyendo Biblias en muchos idiomas.
Al amanecer del siglo 20, nos convertimos en el “Arsenal de la Democracia”, cuando acudimos al rescate de Europa en la Primera Guerra Mundial, y luego luchamos tanto en Asia como en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, para defender al mundo contra el fascismo alemán y japonés. Al final de la Segunda Guerra Mundial, éramos la potencia dominante en el mundo.
Pero, en el apogeo de nuestra gloria, quitamos nuestros ojos de Dios y comenzamos a deleitarnos en el orgullo de nuestros logros. La década de los 60 resultó ser el punto de inflexión, cuando dejamos de lado la Palabra de Dios y lanzamos una revolución sexual. Nuestra sociedad cambió el respeto por Dios y Su Palabra por una libertad ilimitada que exaltó al Hombre en lugar de a Dios.
El resultado hasta ahora ha sido una plaga de homosexualidad, la abominación del matrimonio entre personas del mismo sexo, y una confusión desenfrenada sobre la distinción básica entre hombres y mujeres. Y la revolución sigue avanzando.
La “ciudad resplandeciente sobre una colina” se ha convertido en un barrio pobre oscuro cuya luz se ha apagado. Nuestras grandes ciudades son fosas sépticas de crimen y están repletas de drogas y personas sin hogar.
El Ataque Judicial
Mientras tanto, nuestra Corte Suprema tomó la determinación de secularizar nuestra nación. Mientras que la Corte había dictaminado en 1892 (en el caso de la Iglesia de la Santísima Trinidad contra los Estados Unidos) que “ésta es una nación cristiana”, en la última mitad del siglo XX, la Corte tomó varias decisiones cruciales diseñadas para poner un muro de separación entre el cristianismo y la sociedad.
Las decisiones cruciales fueron las siguientes:
La Corte prohibió la oración en las escuelas públicas
La Corte prohibió la publicación de los Diez Mandamientos en las escuelas.
La Corte anuló las leyes contra la sodomía y, por lo tanto, legalizó el comportamiento homosexual.
La Corte legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Antes de mediados del siglo XX, el principio gobernante había sido la separación de la iglesia y el estado, en el sentido de que no podía haber una iglesia estatal oficial. Pero la Corte de repente comenzó a interpretar la Constitución en el sentido de que debe haber una separación entre la religión y el Estado.
La Corte, en efecto, le declaró la guerra a la herencia judeocristiana de nuestra nación, que es la razón por la que Dios nos levantó para ser “una ciudad resplandeciente sobre una colina”. La intención de la Corte quedó clara en su razonamiento declarado para prohibir la publicación de los Diez Mandamientos:
Si las copias publicadas de los Diez Mandamientos tienen van a tener algún efecto, inducirán a los niños de la escuela a leer, meditar, tal vez venerar y obedecer los Mandamientos. Éste no es un objetivo estatal permisible bajo la cláusula de establecimiento de la Primera Enmienda.
¡Increíble! Los 10 Mandamientos sirven como la piedra angular de la civilización y la ley occidentales y, sin embargo, ¡a nuestros hijos se les niega la exposición a ellos sobre la base de que podrían obedecerlos!
Es esclarecedor considerar el hecho de que, desde que la oración y los Diez Mandamientos fueron prohibidos en nuestras escuelas, nuestras instituciones educativas se han convertido en selvas de violencia.
Lea la parte 2 aquí
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
America's Suicidal Trajectory
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