Titulares como éstos son suficientes para hacerle pensar que toda la naturaleza está fuera de control. Y eso, de hecho, es exactamente lo que está sucediendo desde un punto de vista humano. Pero espiritualmente, la Biblia nos asegura que Dios está en control, y lo que estamos presenciando es el cumplimiento de las profecías del tiempo del fin.
Incluso los escritores seculares han reconocido el fenómeno. La autora Alva Yaffe escribió recientemente en Living Magazine: “Desde las aves que vuelan hacia el sur antes de una tormenta, hasta la nieve agrietada antes de una avalancha, hasta lagos cercanos a volcanes, la naturaleza tiene su forma de enviarnos señales que pueden tomarse en serio o ignorarse. Y todo se reduce a tomar una decisión de vida o muerte en muchos casos”.
Si bien aquellos de nosotros que nos especializamos en la enseñanza de la profecía bíblica no atribuimos la Fuente de esas señales simplemente a la “naturaleza”, estaríamos de acuerdo en que el discernimiento con respecto a las señales realmente hace la diferencia en la vida o la muerte. Eso se debe a que Dios usa señales de la naturaleza, junto con otras cinco categorías de señales, para ofrecer una advertencia profética al mundo. La Biblia nos dice que estemos atentos a todas las categorías de señales en los tiempos del fin.
Estas señales de la naturaleza son muy importantes y, sin embargo, reciben el menor respeto. Hay dos razones para esto: una que es conceptual y la otra que es filosófica.
Problemas con las Señales de la Naturaleza
El problema conceptual reside en el hecho de que siempre ha habido señales de la naturaleza. Entonces, cuando se enfrentan con las señales de la naturaleza profetizadas, muchas personas se encogen de hombros y preguntan: “¿Qué más hay de nuevo? Siempre ha habido tornados, huracanes y terremotos”.
Lo que pasan por alto es que Jesús dijo que estas señales serían como “dolores de parto” (Mateo 24:8). Eso significa que aumentarán en frecuencia e intensidad a medida que nos acerquemos al regreso del Señor. Y eso es exactamente lo que parece estar sucediendo hoy.
El problema filosófico que muchas personas tienen con las señales de la naturaleza se debe al hecho de que el racionalismo científico occidental nos ha lavado el cerebro para que creamos que, para que algo exista, debes poder verlo, medirlo, pesarlo y diseccionarlo.
En contraste, la Biblia enseña que hay todo un reino de lo sobrenatural que normalmente no puede ser percibido por los sentidos. Este reino incluye ángeles, demonios y la operación del Espíritu Santo. También incluye la intervención de Dios en la historia de vez en cuando a través de manifestaciones sobrenaturales y desastres naturales.
Dios y las Señales de la Naturaleza
A veces Dios usa señales de la naturaleza para subrayar la importancia de los eventos importantes. Por lo tanto, en el nacimiento de Jesús, Dios colocó una luz especial en los cielos, probablemente una manifestación de Su gloria Shejiná. Cuando Jesús fue crucificado, la tierra experimentó tres horas de oscuridad y un gran terremoto. Y la Biblia dice que, cuando Jesús regrese, el mundo experimentará el terremoto más grande de su historia. Toda isla se moverá, los valles serán levantados, las montañas serán abatidas, y la ciudad de Jerusalén será levantada como una joya, posiblemente convirtiéndose en el lugar más alto de la tierra (Ap. 16:18-21 e Isaías 40:3-5).
Más a menudo, Dios usa las señales de la naturaleza como juicios correctivos para llamar a las naciones al arrepentimiento. Tanto la Biblia como la historia atestiguan el hecho de que Dios tiene un patrón para tratar con las naciones. Cuando una nación se rebela contra Dios, Él responde primero levantando voces proféticas para llamar a la nación al arrepentimiento. Éstas no son necesariamente personas con conocimiento sobrenatural del futuro. Simplemente tienen el don del discernimiento para ver dónde una nación está perdiendo la marca de Dios. Para decirlo de otra manera, saben cómo aplicar las Escrituras a los acontecimientos contemporáneos.
Si una nación se niega a escuchar las voces proféticas, Dios enviará juicios correctivos. Éstos pueden tomar muchas formas. Deuteronomio 28 menciona el fracaso económico, la rebelión de la juventud, una epidemia de divorcios, confusión en el gobierno, dominación extranjera y derrota militar. El capítulo también menciona desastres naturales como sequías, malas cosechas y pestilencias.
Finalmente, si una nación se atrinchera contra Dios y no responde positivamente a Sus llamados al arrepentimiento, se alcanzará un punto de no retorno — a menudo referido como “cuando la herida se vuelve incurable” (Nahum 3:19, Jeremías 30:12 y Miqueas 1:9). En este punto, el Señor llevará a la nación del juicio a la destrucción. Esa destrucción puede ocurrir rápidamente, como con Babilonia y la Unión Soviética, o puede ocurrir gradualmente durante un período de tiempo, como con el Imperio Romano.
Ejemplos de Juicios Correctivos
Hay muchos ejemplos de juicios correctivos en la Biblia que involucran desastres naturales. Tomemos, por ejemplo, las plagas con las que Dios afligió a Egipto para convencer a Faraón de que debía liberar a los hijos de Israel del cautiverio. El Señor envió plagas de ranas, mosquitos, moscas y langostas. Además, contaminó el agua de la nación, afligió al ganado con pestilencia, hirió a la gente con llagas y forúnculos, envolvió la tierra en una espesa oscuridad y, finalmente, tomó la vida de los primogénitos, tanto de hombres como de ganado.
Cuando el rey Acab llevó a los israelitas a adorar a un dios pagano, el Señor levantó al profeta Elías para llamar al rey y a su pueblo al arrepentimiento. Cuando ignoraron a Elías, el Señor puso un juicio correctivo sobre la tierra en la forma de una severa sequía de tres años y medio (1 Reyes 17 y 18).
El libro de Joel habla de una invasión de langostas que afligió a Judá. Ésta era una de las peores calamidades que podía sobrevenirle a una sociedad agrícola. Parece que la gente comenzó a lamentarse de su “mala suerte”. Fue entonces cuando Dios envió al profeta Joel para informarles que el desastre no tenía nada que ver con la suerte. Joel proclamó audazmente que las langostas habían sido enviadas por Dios para llamar al pueblo al arrepentimiento. Advirtió que, si no se arrepentían, el Señor enviaría algo aún peor: un ejército enemigo. La gente ignoró a Joel y a los profetas que lo siguieron, y finalmente Dios envió al ejército, llevándolos del juicio a la destrucción.
Setenta años más tarde, cuando terminó el cautiverio babilónico, los judíos que regresaron a Judá sentaron los cimientos para un nuevo templo, y luego rápidamente perdieron interés en el proyecto. En cambio, dirigieron su atención a la construcción de sus hogares personales. Durante 14 años, los cimientos del templo permanecieron vacíos. Finalmente, Dios levantó a un profeta anciano y de habla dura llamado Hageo. Se enfrentó a la gente preguntándoles: “¿Habéis notado que cuando plantáis vuestros cultivos, son destruidos por la podredumbre de raíz? ¿Y que cuando los volvéis a plantar, son destruidos de nuevo por el granizo? ¿Y que cuando los volvéis a plantar, una tormenta de viento viene? ¡Dios les está hablando! Él los está llamando a arrepentirse por tener vuestras prioridades fuera de lugar y a prestar atención a la reconstrucción de Su templo”. Por una vez, el pueblo escuchó, obedeció y fue bendecido.
La Naturaleza de Dios
Dios ha continuado a lo largo de la historia usando señales de la naturaleza para llamar a las naciones al arrepentimiento. Algunas personas dicen: “Oh no, Dios ya no hace eso porque ésta es la ‘Era de la Gracia’”. El primer problema con esa declaración es que implica que hubo un tiempo anterior sin gracia. De hecho, sólo hay un medio de salvación, a saber, la gracia por medio de la fe (Joel 2:32).
Además, la Biblia dice que Dios es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Hebreos 13:8). No existe tal cosa como el Dios de la ira del Antiguo Testamento, y el Dios de la gracia del Nuevo Testamento. Dios no cambia (Malaquías 3:6). Él es inmutable.
El Dios de la ira del Antiguo Testamento es el que mostró gracia hacia la malvada ciudad de Nínive, cuando su pueblo se arrepintió en respuesta al mensaje de Jonás. El Dios de la gracia del Nuevo Testamento es quien advirtió a la iglesia en Tiatira que si continuaba tolerando a una falsa profetisa, “la arrojaría sobre un lecho de enfermedad y, a aquellos que cometieran adulterio con ella, en gran tribulación”. Además, Él amenazó con “matar a sus hijos con pestilencia” (Ap. 2:22-23).
Nuestro Dios es un Dios de gracia, misericordia y amor. Pero también es un Dios de santidad, rectitud y justicia. La visión equilibrada de Dios es presentada por el profeta Nahúm. Hablando de la gracia de Dios, escribió: “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nahúm 1:7). Pero Nahúm advirtió que el mismo Dios es Uno que es justo y santo, y que no tolerará el pecado (Nahúm 1:2-3):
Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable.
Lea la parte 2 aquí
Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Natural Signs of Jesus' Soon Return
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