jueves, 9 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (parte 2 de 2)

Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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Actividades Significativas

Mi primer descubrimiento fue que no existe tal cosa como el “sueño del alma”. Permanecemos conscientes después de la muerte. Mi segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a ser espíritus incorpóreos. Seguimos teniendo un cuerpo — primero, un cuerpo espiritual intermedio, y luego un cuerpo glorificado. Mi tercer descubrimiento fue que no vamos a estar aburridos tocando el arpa por la eternidad. Vamos a participar en en algunas actividades significantes.

Si usted es un creyente y muere antes que el Señor regrese, irá al Cielo, donde estará involucrado en la adoración (Ap. 7:9–14) y el servicio (Ap. 7:15). Es cierto que la Biblia no especifica acerca de nuestra adoración y servicio, pero podemos estar seguros que encontraremos que serán edificantes y llenos de satisfacción. También podría ser que éste será un tiempo de descanso, preparándonos para el tiempo de servicio vigoroso que seguirá, cuando el Señor regrese a la tierra.

Juicio y Recompensas

En el momento del Arrebatamiento (muy probablemente antes de la Tribulación), los vivos y los muertos en Cristo recibirán sus cuerpos glorificados. Estaremos en el Cielo con el Señor durante la Tribulación. Éste será el tiempo de nuestro juicio, no para determinar nuestro destino eterno, sino para determinar nuestros grados de recompensa. Cada uno de nosotros estaremos ante el tribunal de Cristo y seremos juzgados en cuanto a cómo usamos nuestros dones espirituales para avanzar Su reino (2 Corintios 5:10). Nuestras obras serán juzgadas en cuanto a cantidad, calidad y motivo (1 Corintios 3:13–15, 4:5). Algunos experimentarán vergüenza, mientras todas sus obras son quemadas como carentes de valor (1 Corintios 3:13–15). Otros recibirán grandes recompensas.

Algunas de las recompensas estarán relacionadas con el grado de autoridad gobernante que nos será otorgada durante el reinado milenial del Señor (Lucas 19:11–27). Otras consistirán de coronas y vestiduras especiales. Habrá una “corona de justicia” para aquellos que han vivido anhelando el regreso de Jesús (2 Timoteo 4:7–8). Una “corona de vida” será dada a aquellos que perseveren en las pruebas (Ap. 2:10; Jacobo 1:12). Los ancianos y pastores fieles recibirán una “corona de gloria” (1 Pedro 5:4). Los ganadores de almas recibirán una “corona de gozo” (Filipenses 4:1; 1 Tes. 2:19). Una “corona incorruptible” será dada a aquellos que ejercen dominio propio (1 Corintios 9:25). Incluso las vestiduras que recibimos indicarán nuestros grados de recompensa. De alguna manera reflejarán “las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).

Al final de este tiempo de juicio, nosotros, la Novia de Cristo, nos sentaremos a una mesa de banquete en el Cielo para celebrar nuestra unión con nuestro Novio, Jesús. La Biblia la llama la “cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Será un tiempo de celebración sin precedentes. ¡Los cielos resonarán con “Aleluyas”! (Ap. 19:1–6).

Testigos de Gloria

Cuando termine la comida, regresaremos a la tierra con Jesús (Ap. 19:11–14). Estaremos ahí en nuestros cuerpos glorificados cuando Sus pies pisen el Monte de los Olivos y ese monte se parta a la mitad (Zacarías 14:1–9). Estaremos ahí para gritar “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna al Rey de reyes!”, mientras cabalgue hacia el Valle del Cedrón en Su caballo blanco y se acerque a la Puerta Oriental. 

Estaremos ahí para ser testigos de la apertura sobrenatural de esa puerta mientras le da la bienvenida a Jesús a la santa ciudad de Jerusalén (Salmos 24:7–8):

7) Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

8) ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.

Estaremos ahí para gritar: “¡Aleluya!”, cuando Jesús sea coronado Rey de reyes y Señor de señores y comience Su glorioso reinado milenial.

El Reinado Milenial

Durante el reinado del Señor, los redimidos van a estar haciendo cualquier cosa excepto flotando alrededor en las nubes tocando arpas. Vamos a reinar con Jesús sobre aquellos a quienes se les permita entrar al Milenio en la carne (los cuales serán aquellos creyentes que estén vivos al final de la Tribulación). Jesús reinará sobre toda la tierra desde Jerusalén (Isaías 2:1–4), como Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16). David, en Su cuerpo glorificado, reinará como rey de Israel (Ezequiel 37:24). Aquellos de nosotros que seamos santos glorificados, seremos esparcidos por toda la tierra para ayudar con el reinado de Jesús (2 Timoteo 2:12).

Piense en ello — toda persona en la tierra que esté en una posición de autoridad gobernante será un santo glorificado. Algunos de nosotros estaremos en posiciones administrativas, compartiendo el reinado de Jesús como presidentes, gobernadores o alcaldes (Lucas 19:11–27). Otros fungirán como jueces (1 Corintios 6:3). La mayoría de nosotros actuaremos como “pastores” o maestros, procurando traer a aquellos que nazcan durante el Milenio a la fe en Jesús (Isaías 66:18–21; Jeremías 3:15).

Ninguno de nosotros actuará como legisladores, porque la ley será dada por Jesucristo mismo y será perfecta (Isaías 2:1–4). No habrá ninguna abominación conocida como la Legislatura de Texas o el Congreso de los Estados Unidos. Tampoco habrá ningún grupo de presión o partidos políticos.

El Señor regirá con “una vara de hierro” (Salmos 2:9; Ap. 2:27). El gobierno del mundo será una teocracia, con Jesús actuando como el líder político y espiritual. “Entonces recibirá el honor real y desde Su trono gobernará como rey; también desde Su trono servirá como sacerdote y habrá armonía perfecta entre sus dos oficios” (Zac. 6:13; NTV).

Se nos dará la bendición de ver este viejo mundo enfermo de pecado inundado con paz, rectitud y justicia, “como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). No habrá gente desamparada o hambrienta (Isaías 65:21–22; Miqueas 4:4). La paz envolverá a la tierra (Isaías 11:4–5). El reinado del Señor se caracterizará por la justicia, equidad y fidelidad (Isaías 11:4–5). “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti” (Salmos 22:27).5  

El Estado Eterno

Cuando el Milenio termine y entremos en el Estado Eterno, la Biblia no da detalles en cuanto a cuáles serán nuestras actividades. Sólo nos dice tres cosas: veremos la cara de Dios (Ap. 22:4); serviremos al Señor (Ap. 22:3) y reinaremos con Él para siempre (Ap. 22:5).

Ver la cara de Dios es una perspectiva emocionante, ya que la Biblia dice que nadie ha visto nunca Su rostro (Éxodo 33:20; 1 Timoteo 6:16). Creo que la promesa de ver el rostro de Dios significa que vamos a disfrutar intimidad con Él para siempre. Gran parte de eso será, indudablemente, en forma de adoración. Creo que también significa que creceremos en nuestro conocimiento del Señor para siempre. Él es infinito, y sin importar cuánto lleguemos a conocerle, habrá mucho más para que experimentemos. Me siento seguro que un aspecto de esto será el estudio eterno de Su Palabra. Me emociono por todo esto mientras pienso en cantar los salmos con David, o en estudiar el libro de Romanos con Pablo.  

En cuanto al servicio, imagino, por una parte, que nuestros dones y talentos serán aumentados y que los usaremos para glorificar a Dios. De esta forma, un cantante será capaz de cantar con un rango y perfección nunca antes logrado, y un pintor será capaz de pintar con una gloria nunca imaginada.

Reinar con el Señor para siempre implica que estaremos reinando sobre alguien. Quiénes serán, no lo sé. Quizá serán las “naciones” misteriosas referidas en Apocalipsis que parecen habitar la tierra nueva (Ap. 21:24–27, 22:2).

Nuestro Hogar Eterno

Esto me lleva al último descubrimiento que hice cuando el Espíritu Santo me condujo a un estudio profundo de la profecía bíblica. Descubrí que los Redimidos no van a vivir eternamente en un mundo etéreo llamado Cielo. Aprendí, en cambio, que nuestra morada eterna va a ser en una tierra nueva. La mayoría de los cristianos se asombran por esta verdad, lo que demuestra cuán poco se enseña la profecía bíblica en la Iglesia de hoy.

Dado que la Biblia enseña que la tierra actual es eterna (Salmos 78:69, 148:6), he concluido que la “tierra nueva” será la tierra actual renovada por el fuego. Es cierto que Pedro dijo que la tierra actual será “destruida” por el fuego (2 Pedro 3:10–12), pero, en el contexto, es evidente que se está refiriendo a una transformación radical de la tierra actual. 

Anteriormente en el mismo pasaje, se refirió a la tierra original como siendo “destruida” por el agua, hablando del diluvio de Noé. La tierra de la época de Noé no dejó de existir, pero el diluvio la “destruyó”, en el sentido de que éste cambió radicalmente la naturaleza de la tierra — inclinándola sobre su propio eje, dividiendo los continentes, estableciendo el registro fósil, depositando los organismos marinos que se convertirían en los depósitos de petróleo, y creando las profundidades del océano y las alturas de las montañas.

Al final del Milenio, el fuego será utilizado por Dios para quemar la contaminación de la última revuelta de Satanás. En medio de ese infierno ardiente, Dios le dará una nueva forma a la tierra como a una bola de cera caliente. Él la refrescará y la restaurará a su perfección original (Hechos 3:21). Él entonces hará descender a la Nueva Jerusalén a la tierra nueva, con los redimidos dentro (Ap. 21:1–2). Luego, ¡Él mismo vendrá a la tierra para vivir en nuestra presencia eternamente! “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3).

El Cielo es donde Dios reside. Cuando se suministre la tierra nueva, el Cielo descenderá a la tierra, cuando Dios establezca Su residencia en esta tierra nueva. Así pues, es cierto que los redimidos vivirán eternamente en el Cielo, pero el Cielo estará en la tierra.

La Redención de Toda la Creación

Dios ama a Su creación y tiene la intención de redimirla — toda ella — y no destruirla con algún “big bang” místico. Jesús murió en la Cruz no sólo para redimir a la Humanidad, sino también para redimir a la Creación. Ésa es la razón por la que el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento rociaba la sangre no sólo sobre el propiciatorio del Arca, sino también en el suelo frente al Arca (Levítico 16:15).

La sangre en el propiciatorio del Arca era una profecía simbólica que apuntaba al hecho de que la sangre del Mesías cubriría la ley de Dios (las tablas dentro del Arca) con la misericordia y la gracia de Dios. La sangre en el suelo era un recordatorio de que el sacrificio del Mesías haría posible que la maldición fuera removida, y que los reinos animal y vegetal volvieran a su perfección original (Isaías 11:6–9; Romanos 8:18–23).

Un Temor Injustificado

Muchas personas tienen miedo de la profecía Bíblica. Dicen que está llena de “pesimismo”. Esto es cierto para aquellos que han rechazado al Señor. Pero, para aquellos que lo conocen y lo aman, sólo hay buenas noticias. El Antiguo Testamento termina con un ejemplo de lo que estoy hablando. Dice, “Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego” (Malaquías 4:1). Ésas son malas noticias. Pero el mismo versículo siguiente contiene buenas noticias increíbles para los creyentes: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2)

La profecía Bíblica está llena de gloriosas promesas que están diseñadas para dar al pueblo de Dios un fuerte sentido de esperanza, mientras vive como peregrinos y extranjeros en medio de un mundo cada vez más malo que rechaza a Dios. Cuando usted lee estas maravillosas promesas, puede entender por qué Pablo escribió estas palabras (1 Corintios 2:9):6 

“Cosas que ojo no vio, no oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que los aman”.

Un Dios de Esperanza

Tal como este versículo indica, no podemos siquiera empezar a imaginar las bendiciones maravillosas que Dios tiene reservadas para los redimidos. Pero el mismo versículo siguiente dice que el Espíritu Santo nos ha revelado estas bendiciones en la Palabra de Dios (1 Corintios 2:10). 

Lo triste es que la mayoría de los cristianos son ignorantes de esas promesas y, por lo tanto, no tienen idea de lo que Pablo quiso decir cuando escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

En Romanos 15:13, Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un Dios de esperanza que desea llenarnos de esperanza. 

Si conoce a Jesús como su Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con esperanza, gozo y grandes expectativas.

Mientras el mundo que hemos construido sobre el dólar colapsa alrededor nuestro, mantengamos una perspectiva eterna con nuestra esperanza firmemente fija en el cercano regreso de Jesús. ¡Maranata!

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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