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lunes, 13 de septiembre de 2021

Libro: El Plan de Dios para las Edades (2da. Ed.) – Capítulo 9

 Los Árabes en la Profecía

¿Tienen alguna esperanza?



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“¿Por qué ustedes los que enseñan profecía bíblica pasan todo el tiempo hablando sobre los judíos? Hay muchos más árabes que judíos. ¿No creen que Dios también se preocupa por los árabes?”.

Fue una pregunta irritante durante un foro abierto en una de mis conferencias sobre profecía. Era una que había escuchado muchas veces antes de varias maneras. Me recordó a una carta que había recibido en la que una persona preguntaba: “¿No tienen derechos los palestinos también? ¿Dios ama sólo a los judíos?”.

No hay duda de que los maestros de profecía bíblica pasan mucho tiempo hablando y escribiendo sobre el pueblo judío. Sería fácil, por lo tanto, concluir que los pueblos árabes son ignorados en la Palabra Profética de Dios. Pero, como veremos, ese no es el caso. La profecía bíblica se centra en el pueblo judío porque es el Pueblo Elegido de Dios. En el proceso, no ignora a los árabes.

La Importancia de los Judíos

Dios escogió a los judíos para que le dieran al mundo las Escrituras, y fue a través de los judíos que proveyó al Mesías. Los judíos también sirven como el reloj profético de Dios, ya que él a menudo señala eventos futuros en su historia como la clave para el momento de otros eventos importantes.

Por ejemplo, el momento de la Primera Venida del Mesías estuvo relacionado con eventos en la historia judía. Daniel dijo que el Mesías vendría 483 años después de que se emitiera un edicto para la reconstrucción de Jerusalén (Daniel 9:25–26).

De la misma manera, Jesús les dijo a Sus discípulos que Jerusalén un día caería en manos de los gentiles (lo cual sucedió 40 años después en el 70 d.C.) y que permanecería bajo el control de los gentiles hasta que llegara el momento de que Él regresara a la tierra (Lucas 21:24). En otras palabras, Jesús dijo que Su Segunda Venida ocurriría cuando Jerusalén estuviera de vuelta en manos de los judíos judíos (algo que sucedió el 7 de junio de 1967).

El Testimonio Continuo de los Judíos

Hay otra clave para la importancia de los judíos. Continúan sirviendo hoy como testigos escogidos de la gracia de Dios. Esto se manifiesta en su propia existencia, porque ¿qué otro Dios, excepto un Dios de gracia, hubiera tolerado durante tanto tiempo a un pueblo tan terco y rebelde?

También continúan siendo testigos de lo que significa tener una relación con Dios. Su historia revela que, cuando las personas son fieles a la Palabra de Dios, Él bendice; cuando son infieles, disciplina; y cuando se arrepienten, perdona, olvida y comienza a bendecir de nuevo. Este es el ciclo constante que está claramente modelado en el libro de los Jueces.

La Primacía de los Judíos

La Biblia dice que el pueblo judío continuará sirviendo como el Pueblo Elegido — como Su testigo especial — en el futuro.

Al final de la Tribulación, un gran remanente de los judíos será llevado al final de sí mismos y se volverá a Dios en arrepentimiento y aceptará a Su Hijo como su Mesías (Zacarías 12:10; 13:1). Exclamarán: “¡Baruj haba b'shem Adonai!” — es decir, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mateo 23:39). Es en este punto que se levantará la disciplina de Dios y el pueblo judío comenzará a ser bendecido nuevamente.

Moisés profetizó que, cuando el remanente judío se arrepienta, serán reunidos de todo el mundo de regreso a la tierra de Israel (Deuteronomio 30:1–5). Isaías dice que Israel entonces servirá como la nación principal del mundo (durante el reinado milenial del Señor), y detalla todas las increíbles bendiciones que serán derramadas sobre la nación y la ciudad de Jerusalén (Isaías 60– 62).

Pero los judíos no serán sólo un depositario de las bendiciones de Dios. Zacarías dice que serán un canal de bendiciones para el mundo entero (Zacarías 8:13), y dice que la actitud del mundo hacia los judíos cambiará radicalmente. El antisemitismo será reemplazado por respeto y admiración: “En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros” (Zacarías 8:23).

¿Significan estas promesas a los judíos que Dios no tiene bendiciones para los multitudinarios pueblos árabes? Para nada. Dios les ha dado grandes bendiciones en el pasado y tiene grandes bendiciones reservadas para ellos en el futuro.

Identidad Árabe

Pero antes de ver esas bendiciones, consideremos primero la identidad de los pueblos árabes. ¿Quiénes son ellos?

Un concepto erróneo popular es que la identidad árabe está determinada por la religión—que, si eres musulmán, entonces eres árabe. Eso no es cierto.

La nación musulmana más poblada del mundo es Indonesia, una nación insular en el sudeste asiático. Los indonesios no son árabes. Son malayos. Asimismo, la nación de Irán está compuesta por musulmanes, pero no son árabes. Son persas.

También hay árabes cristianos esparcidos por todo el Medio Oriente. Hasta hace poco, la ciudad de Belén estaba dominada por árabes cristianos. Nazaret sigue siendo una ciudad con muchos cristianos árabes.

La identidad árabe no está determinada por la religión. La mayoría de los árabes son musulmanes, pero no todos; y ciertamente no todos los musulmanes son árabes. La identidad árabe está determinada por la herencia étnica. ¡Y lo asombroso es que todos los árabes — como todos los judíos — son descendientes de la familia de Abraham! Eso significa que el conflicto árabe-israelí es una disputa familiar, la disputa familiar más prolongada e intensa de la historia.

Orígenes Árabes

Todo comenzó cuando Abraham decidió ayudar a Dios. Ésa es una forma agradable de decir que decidió adelantarse a Dios. Me refiero, por supuesto, a su impaciencia con la promesa de Dios de que un heredero le sería dado.

Mientras él y Sara continuaban avanzando en años sin un hijo, decidieron “ayudar” a Dios haciendo que Abraham concibiera un hijo por medio de Agar, la esclava egipcia de su esposa. El niño nacido de esa unión fue nombrado Ismael. Dios dejó en claro que Ismael no sería el hijo de la promesa, por medio del cual todo el mundo sería bendecido (Génesis 17:20–21), pero Dios hizo algunas promesas grandes a la madre de Ismael.

Dios prometió que haría fructífero a Ismael y que multiplicaría sus descendientes en gran manera, haciendo de él una “gran nación” (Génesis 17:20). También dio a los descendientes de Ismael la tierra al oriente de Canaán (Génesis 16:12).

Dios ha sido fiel a esas promesas. Hoy en día, hay 22 naciones árabes con una población combinada de más de 400 millones de personas. Los árabes ocupan un área total de 5.3 millones de millas cuadradas de tierra rica en petróleo. Por el contrario, solo hay un estado judío con una población de 7 millones de judíos que están apretujados en sólo 8,000 millas cuadradas de espacio. Esa es una proporción de población de 57 a 1 y una proporción de tierra de 662 a 1. Los árabes han sido verdaderamente bendecidos.

Tribus Árabes

Ismael tomó a una esposa egipcia (Génesis 21:21) y se convirtió en el padre de 12 tribus que se enumeran en Génesis 25:12–16. Estas tribus se convertirían en el núcleo de los pueblos árabes, un pueblo con una mezcla de sangres semítica y egipcia.

Otras tribus árabes remontan su origen a los seis hijos de Abraham que le nacieron de su segunda esposa, Cetura. Se enumeran en Génesis 25:1–4. Finalmente, algunas tribus árabes surgirían de los descendientes de Esaú, el hermano gemelo de Jacob, que engendró las 12 tribus de Israel.

Todas las tribus árabes históricamente se han caracterizado por su naturaleza impulsiva y violenta. Han estado involucradas en interminables guerras entre ellas mismas y contra judíos y cristianos.

Es interesante observar que su naturaleza volátil es un cumplimiento de la profecía. Dios le dijo a Agar que su hijo, Ismael, sería “un hombre indómito como asno salvaje” y que “su mano será contra todos” (Génesis 16:12).

Profecías Árabes

Veamos ahora lo que la Biblia profetiza acerca de los pueblos árabes. Primero, dice que reclamarán la tierra de Israel que Dios dio a sus hermanos, los judíos. El profeta Ezequiel dice que este reclamo será hecho en los tiempos del fin (Ezequiel 35:5, 10; 36:2, 5).

Esta profecía se cumplió en el siglo XX. Durante más de 1,900 años, los judíos fueron dispersados de la tierra que Dios les dio, y durante ese largo período de tiempo nunca hubo un estado árabe en el área que el mundo llamara Palestina. Los árabes que vivían en la tierra se consideraban sirios. No tenían conciencia como palestinos, y nunca se hizo ningún esfuerzo por crear un estado palestino.

Cuando los judíos comenzaron a regresar a principios del siglo XX, los árabes alegremente les vendieron la tierra a precios inflados, porque era considerada sin valor. Fue la Primera Guerra Mundial que cambió el punto de vista árabe. La guerra produjo que la tierra de Palestina fuera transferida de los turcos a los británicos, y los británicos inmediatamente proclamaron que sería una patria para los judíos. De repente, los árabes se enfrentaron con la perspectiva de un Estado judío, y comenzaron a ser intransigentes, reclamando la tierra como propia.

Los británicos cedieron a la presión árabe y, en 1922, entregaron dos tercios de Palestina a los árabes, creando el Estado de Trans-Jordania. Ésta era tierra que implícitamente habían prometido a los judíos. Pero esta acción no satisfizo el apetito árabe. Querían toda la tierra que Dios les había dado a los judíos, y ellos aún la codician hasta este día, tal como se profetizó.

Juicios Árabes

La Biblia también profetiza que Dios derramará juicio sobre las naciones árabes en los tiempos del fin por su hostilidad hacia los judíos y por su intento de reclamar como propia la patria judía. 

Considere, por ejemplo, Joel 3:19. Este pasaje tiene un claro contexto del tiempo del fin y en ese contexto dice, “Egipto quedará desolado, y Edom convertido en desierto, por la violencia cometida contra el pueblo de Judá, en cuya tierra derramaron sangre inocente”.

Tenga en cuenta que Edom se usa a menudo como un término simbólico para todos los pueblos árabes, así como Israel se usa como un término para todas las tribus judías. Ezequiel dice que Dios se encargará de “todo Edom” en los tiempos del fin, debido a su odio contra los judíos, y el resultado será desolación (Ezequiel 35:10–11, 15). El libro de Abdías profetiza un destino similar para Edom en “el día del Señor” (Abdías 15–18).

Promesas Árabes

Pero el futuro de los árabes no es del todo sombrío. Deben sufrir por sus pecados, tal como lo ha hecho el pueblo judío durante siglos y continuará haciéndolo durante la Tribulación. Y, como los judíos, un remanente de los árabes emergerá de su sufrimiento con el corazón vuelto hacia el único Dios verdadero (Jeremías 12:14–17).

La profecía más notable concerniente a la salvación futura de un remanente árabe está contenida en Isaías 19:16–25. Isaías afirma que cuando el Señor hiera a Egipto y Asiria, ellos se volverán a Él y Él tendrá compasión de ellos y “los sanará”. ¡Isaías presenta luego una imagen increíble de Egipto, Asiria e Israel viviendo juntos en paz, adorando al mismo Dios!

Otra profecía notable se refiere a los árabes que estarán viviendo en la tierra de Israel después de que el Señor regrese. Esta profecía se relaciona con el hecho de que el territorio de Israel se expandirá enormemente cuando Jesús regrese, incorporando muchas de las naciones árabes que existen hoy. (Las fronteras considerablemente ampliadas de Israel durante el Milenio están detalladas en Ezequiel 47:15–20). Asombrosamente, ¡Ezequiel dice que a los árabes viviendo en Israel en esa época se les dará “su heredad” de la tierra junto con las tribus de Israel! (Vea Ezequiel 47:21–23 e Isaías 14:1–2).

Un Dios Imparcial

No hay acepción de personas con Dios (Romanos 2:11). Escogió a los judíos, no para ser un depósito de Sus bendiciones, sino para ser un vehículo a través del cual bendeciría a todas las naciones del mundo, incluidos los árabes. Pero el requisito fundamental para recibir las bendiciones de Dios — para los judíos y los árabes, así como para todas las personas — es aceptar el regalo de amor de Dios en Jesús, al recibirle como Mesías.

Cuando considero la gracia de Dios hacia los pueblos árabes, me acuerdo de lo que Pablo escribió cuando consideró la gracia de Dios hacia sus hermanos judíos: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos!” (Romanos 11:33).

Tenga en cuenta que la asombrosa gracia que Dios está mostrando hacia los árabes y los judíos está disponible para usted. El mensaje de las relaciones de Dios con los descendientes físicos de Abraham es que no hay ningún pecado tan grande y oscuro que pueda separarle del amor de Dios, que Él ha expresado en Jesús.

La clave para experimentar esa gracia es el arrepentimiento. Tal como Pablo lo dijera en su sermón en Atenas: “Dios ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).

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Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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