Tabla de Contenido
I. El Primer Milagro Mesiánico: La Sanidad de un Leproso
A. Introducción
B. La Sanidad del Leproso
C. La Respuesta Judía
II. El Segundo Milagro Mesiánico: Echando Fuera a un Demonio Mudo
A. Introducción
B. Echando fuera a un Demonio Mudo
C. La Respuesta Judía
D. El Juicio
E. El Cambio en el Ministerio Del Mesías
1. Concerniente al Propósito de Sus Milagros
2. Concerniente a la Base de Sus Milagros
3. Concerniente al Mensaje de que Él era el Mesías
4. Concerniente al Método de Sus Enseñanzas
F. Otro Demonio Mudo
III. El Tercer Milagro Mesiánico: La Sanidad de un Hombre que Nació Ciego
A. Introducción
B. La sanidad Física de un Hombre que Nació Ciego
C. El Primer Interrogatorio del Hombre
D. El Interrogatorio de sus Padres
E. El Segundo Interrogatorio del Hombre
F. La Sanidad Espiritual
En
el tiempo previo a la venida de Yeshúa (Jesús), los rabinos de entonces
separaban los milagros en dos categorías. Primero eran los milagros que
cualquier persona podía hacer, si era investido del poder de Dios. La segunda
categoría era llamada “Los Milagros Mesiánicos”, que eran los milagros que sólo
el Mesías podría hacer. Yeshúa hizo milagros en ambas categorías: Milagros
generales y también mesiánicos. Según las enseñanzas de los rabinos, ciertos
milagros estaban reservados sólo para el Mesías, y cada vez que Él hacía un
milagro mesiánico causaba una reacción diferente a la que causaba cuando hacía
otra clase de milagro. Éste es un estudio de tres Milagros Mesiánicos, las
reacciones hacia ellos, y los resultados de los mismos.
I. El Primer Milagro Mesiánico: La
Sanidad de un leproso
Desde
el tiempo en que quedó concluida la Ley Mosaica, no existía registro de que
algún judío hubiese sido sanado de lepra. Miriam fue limpiada de su lepra, pero
eso sucedió antes que la ley quedara concluida. Naamán fue sanado de su lepra,
pero él no era judío, era un gentil sirio. Desde el tiempo en que se concluyó
la Ley Mosaica, no hubo un solo caso en el que algún judío hubiese sido sanado
de lepra.
La
lepra era una enfermedad que quedó fuera de las curas rabínicas; no había
curación para la lepra. Sin embargo, en Levítico 13-14 se dan instrucciones
detalladas al sacerdocio levítico de lo que habían de hacer en el caso de que
un leproso fuera sanado. En el día que un leproso se acercaba al sacerdote y
decía: “Yo estaba leproso pero he sido sanado” el sacerdote tenía que dar una
ofrenda inicial de dos avecillas.
Por los siguientes
siete días, ellos debían investigar intensamente la situación para determinar
tres cosas. Primero, ¿en realidad la persona había sido leprosa? Segundo, si en
realidad había sido leproso, ¿qué tan cierto era que había sido sanado de su
lepra? Tercero, si en realidad había sido sanado de su lepra, ¿cuáles eran las
circunstancias de su sanidad?
Aunque el
sacerdocio tenía todas las instrucciones detalladas acerca de qué hacer en caso
de que un leproso fuera sanado, nunca tuvo la oportunidad de poner en práctica
las instrucciones, porque desde que la Ley Mosaica fue dada, ningún judío había
sido sanado de lepra. Debido a ello, los rabinos enseñaban que sólo el Mesías
podría sanar a un judío leproso.
La sanidad de un
leproso era clasificada como el primero de los tres Milagros Mesiánicos.
B. La Sanidad de un Leproso
Los pasajes de los
tres Evangelios que nos hablan de la sanidad del leproso son: Mateo 8:2–4,
Marcos 1:40–45 y Lucas 5:12–16. Mateo y Marcos sólo citan que el hombre era leproso,
pero Lucas, que era médico de profesión, da más detalles.
De acuerdo a Lucas
5:12 el hombre estaba lleno de lepra. Eso quiere decir que la lepra estaba ya
totalmente desarrollada, y que no pasaría mucho tiempo para que la lepra acabara
con la vida de este hombre. Este hombre lleno de lepra “vino a Jesús y le rogó diciendo: Señor, si
quieres, puedes limpiarme”. El leproso claramente reconoció la autoridad
de Jesús como el Mesías, y que tenía poder para sanar de la lepra. La única pregunta
del leproso era si Él quería hacerlo. En ese momento leemos en el versículo 13 que
Yeshúa tocó al leproso, “Y al instante la lepra se
fue de él”.
Pero notemos con
atención lo que le dijo al leproso que hiciera, según Lucas 5:14, “Y Él le mandó
que no lo dijese a nadie; Pero ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece
por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos”.
Por los siguientes
siete días, ellos investigaron intensamente la situación y descubrieron tres
cosas. Primero, descubrieron que este hombre en realidad había estado leproso. Segundo,
descubrieron que el hombre había sido perfectamente sanado de su lepra. Tercero,
descubrieron que Yeshúa de Nazaret fue quien había sanado a este hombre de su lepra.
Debido a que ellos
enseñaban que la sanidad de un leproso era un milagro mesiánico, quien sanara a un leproso, por el mismo acto,
debía ser declarado como el Mesías. Jesús intencionalmente envió a este leproso
sanado ante el sacerdocio para que los líderes comenzaran a investigar Sus
afirmaciones mesiánicas y que llegaran a
una conclusión en cuanto a Sus afirmaciones de ser el Mesías. Él quiso forzar a
los líderes judíos a tomar una decisión en cuanto a Su Persona, que Él era el
Mesías; y su mensaje, que Él estaba ofreciendo a Israel el Reino predicho por
los profetas judíos.
Habiendo enviado al
leproso sanado ante los líderes de Israel, Yeshúa “…se apartaba al desierto, y oraba”
(Lc. 5:16). Él se fue al desierto donde, en una ocasión, Él ayunó y fue tentado
por Satanás. Esta vez Él fue al desierto con el propósito de orar. ¿Acerca de
qué oraba? Él oraba por lo que pasaría enseguida y por la reacción que los
líderes de Israel habían de tener ante este milagro mesiánico.
Lo que ocurrió
enseguida lo encontramos en tres de los Evangelios: Mateo 9:1–8, Marcos 2:1–12
y Lucas 5:17–26. Marcos señala que este incidente sucedió en Capernaúm, en Galilea,
a muchos kilómetros de Jerusalén.
Sin embargo, Lucas
5:17 dice: “Y
aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley
estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de
Judea y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos”.
De acuerdo a la ley
del Sanedrín, si había algún tipo de movimiento mesiánico, el Sanedrín debía
investigar la situación en dos etapas. La primera era llamada “La etapa de observación”.
Se formaba una delegación para investigar con sólo observar. Tenían que observar
qué se decía, se hacía y se enseñaba, y no se les permitía hacer preguntas o presentar
objeciones. Después de un período de observación, debían regresar a Jerusalén y
reportarse ante el Sanedrín, y allí se daba un veredicto. El movimiento, ¿era
relevante, o insignificante? Si declaraban que el movimiento era insignificante,
se abandonaba el asunto. Pero si declaraban que el movimiento era relevante,
entonces seguía una segunda etapa de investigación llamada “La etapa de
interrogatorio”. En esta etapa se interrogaba al individuo o a los miembros del
movimiento. Entonces hacían preguntas y presentaban objeciones para descubrir
si los reclamos debían ser aceptados o rechazados. Este incidente en Lucas 5:17
registra la primera etapa, la de observación. Los líderes judíos estaban allí
para observar lo que Jesús decía, hacía y enseñaba. Hasta este punto ellos no podían
hacer preguntas o presentar objeciones. Pero debido a que un milagro mesiánico
había sido hecho, todos los líderes de todas las aldeas, habían venido a
Jerusalén para participar en la etapa de observación, para ver lo que Yeshúa
decía, hacía y enseñaba.
En Marcos 2:5
leemos: “Y al
ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son
perdonados”.
En vez de
simplemente sanar al hombre, Jesús hizo una declaración extraordinaria: “Hijo, tus
pecados te son perdonados”, sabiendo de antemano que al estar presentes los
líderes judíos Sus palabras iban a provocar una respuesta negativa. Y en efecto
así sucedió, pues en Marcos 2:6 leemos: “Y estaban sentados allí unos de los escribas, los cuales
pensaban en sus corazones…”.
Esta era la etapa
de observación. Ellos sólo podían observar; no tenían permiso de hacer preguntas
o presentar objeciones.
De acuerdo a Marcos
2:7, ellos pensaban en sus corazones: ¿Por qué habla Éste así? Blasfemias dice.
¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? La teología de ellos era
totalmente correcta; nadie podía perdonar pecados, sino sólo Dios. Y ya que Yeshúa
se había tomado la prerrogativa de perdonar pecados, esto podía significar una
de dos cosas. La primera, que tal vez era un blasfemo. Pero la segunda
posibilidad era que en verdad Él era quien decía ser, La Persona del Mesías.
Fue en este momento que Yeshúa se dirigió a los líderes de Israel y les
preguntó en Marcos 2:9: “¿Qué es más fácil, decir
al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu
lecho y anda?”.
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