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jueves, 3 de septiembre de 2015

Rebelión

Observaciones del Dr. David R. Reagan


Nubes oscuras se han asentado sobre nuestra nación, mientras nos hemos arraigado en nuestra rebelión contra Dios. Como señalo en el artículo principal de esta edición, la legalización de la abominación del matrimonio entre personas del mismo sexo de nuestra Corte Suprema ha sellado nuestra perdición, y ahora somos una nación muerta en vida.

Dios odia la rebelión, y la castiga severamente. Cuando el rey Saúl trató de justificar su violación de los mandamientos de Dios, Samuel respondió con una fuerte reprimenda (1 Samuel 15:22-23):

Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.

Cuando Dios llamó a Ezequiel para que fuera un profeta a Judá, lo hizo con el propósito de advertir a la nación de que Él estaba hastiado de su espíritu rebelde (Ezequiel 2:6-7):

Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.

Y cuando la nación apretó sus dientes contra Dios, negándose a responder en arrepentimiento a las palabras de Sus profetas y las calamidades de Sus juicios correctivos, Dios envió a los babilonios a conquistarlos y a llevarlos en cautiverio. Este acto de destrucción por parte de Dios está descrito en 2 Crónicas 36:15-16. Al leer el pasaje, casi se puede oír a Dios llorando:

Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio.

Ahí es precisamente dónde estamos hoy. Como muestro en el artículo principal de esta edición, como nación nos hemos burlado de las voces proféticas que Dios ha enviado en el pasado y que aún sigue enviando. Y hemos fallado en arrepentirnos en respuesta a los juicios correctivos que han afectado a nuestra nación.

En lugar de arrepentirnos, hemos acelerado nuestra rebelión y, en el proceso, hemos sellado nuestra destrucción. La “brillante ciudad en una colina” se ha convertido en un oscuro tugurio en un pantano moral.

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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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