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miércoles, 2 de julio de 2014

Libro: El Pueblo Judío - ¿Rechazado o Amado?


Prefacio


Cuando establecí el Ministerio Cordero y León en 1980, la primera enseñanza que grabé en una cinta de casete fue una titulada, “Los Judíos en la Profecía”. Aunque había crecido en una iglesia amilenial que no ponía ningún énfasis en la profecía bíblica y que no tenía ningún sentimiento hacia el pueblo judío, mi estudio de la profecía bíblica — que había sido motivado por la Guerra de los Seis Días de 1967 — me había llevado a un gran aprecio de la herencia judía del Cristianismo. También había impresionado sobre mí el amor de Dios por el pueblo judío.

Y el persistente amor de Dios hacia los judíos, a pesar de su constante rebelión contra Él, había abierto mis ojos al verdadero significado de la asombrosa gracia de Dios.

Desde el comienzo de mi ministerio, he hablado apasionadamente y en gran detalle acerca de los judíos, debido a que el Ministerio Cordero y León fue llamado a la existencia para proclamar el cercano regreso de Jesús, y el pueblo judío es el centro de las señales del tiempo del fin que apuntan al inminente regreso del Mesías.

Ese primer mensaje acerca de los judíos que grabé en 1980, dio lugar a tres respuestas que nunca olvidaré.

La Primera Respuesta

La primera fue una llamada telefónica de un granjero del enclave de Texas. Él dijo que alguien le había enviado una copia de la cinta y que mientras él la estaba escuchando, el Señor le habló y dijo, “Llama a David y dile que quiero este mensaje en la radio”. Luego él preguntó, “¿Estás en la radio?”.

Le dije que no lo estaba, y procedí a explicarle que no podía estar en la radio aunque quisiera, porque mi ministerio sólo tenía tres meses y yo no tenía dinero.

“¿Cuánto cuesta estar en la radio?”, preguntó. Le dije que no tenía idea. “Bueno”, respondió él, “averígualo y me llamas”.

Pronto descubrí que sólo había una estación de radio cristiana en Dallas en ese momento que aceptaría programas de enseñanza. Esa estación cobraba $50 por día por un programa de 15 minutos, para un total de $250 por semana.

Llamé de regreso al granjero y le informé lo que había averiguado. “¡Ésos son cacahuetes!”, exclamó. Le dije que podían ser “cacahuetes” para él, pero para mí, era una fortuna.

“Te diré lo que voy a hacer”, respondió el granjero. “Voy a enviarte un cheque, y quiero que lo uses para entrar en la radio y proclamar tu mensaje acerca del pueblo judío y el cercano regreso de Jesús”. Y antes de que yo pudiera decir nada, rápidamente agregó, “Esto es todo el dinero que te voy a dar, así que no se te ocurra pedir más. Sólo estoy siendo obediente al Señor”. ¡Le di las gracias y le recordé que yo no le había pedido nada de dinero en primer lugar!

¡Unos días más tarde, recibí un cheque por correo por $4,000! Yo estaba estupefacto. Un hombre que ni siquiera conocía — un hombre que había escuchado uno de mis mensajes acerca del pueblo judío y que no sabía nada más acerca de mí — me había enviado miles de dólares para proclamar el mensaje por la radio.

Usé ese dinero para comenzar a transmitir un programa diario de quince minutos en una estación de Dallas. Durante el curso de los años, ese alcance creció constantemente hasta que estábamos transmitiendo el programa en más de 80 estaciones de todo el país.

Cada año le escribiría una carta al granjero y le diría en cuantas estaciones estábamos transmitiendo. Y cada vez él respondería con una carta que decía “¡Alabado sea el Señor!”, ¡pero nunca dio otro centavo más!

Continuamos transmitiendo en la radio durante casi 22 años, produciendo un total de 5,810 programas de radio. En septiembre de 2002, cambiamos de la radio a la televisión y comenzamos a producir un programa semanal de 30 minutos que continúa centrándose en la profecía bíblica del tiempo del fin, el cercano regreso de Jesús y la importancia del pueblo judío en la comprensión de lo que Dios está haciendo en el mundo hoy.

La Segunda Respuesta

La segunda respuesta significativa que recibí a mi mensaje acerca de los judíos en la profecía también llegó por teléfono, y fue una que realmente me impactó. Esto ocurrió durante el verano de 1980.

La voz en el teléfono preguntó, “¿Eres tú el David Reagan que tiene un mensaje en cinta de casete que se titula, ‘Los Judíos en la Profecía’?”. Le contesté que yo era. La voz entonces dijo, “Bueno, soy Moishe Rosen. ¿Sabes quién soy?”.

“Sí”, respondí, “eres el líder del ministerio Judíos por Jesús”.

“Así es”, respondió, “y estoy llamando para felicitarte por tu mensaje. Uno de nuestros seguidores me envió una copia, y quería llamar y felicitarte por el mensaje y animarte a seguir proclamándolo”.

No tengo palabras para expresar lo que esa llamada significó para mí. Yo era un ministro completamente desconocido con una oficina en uno de los dormitorios del dúplex donde vivíamos. Esto fue 15 años antes de la época de Internet, la que puede ser utilizada hoy para crear un ministerio nacional e internacional de la noche a la mañana, si usted tiene algo que valga la pena decir.

También iba a aprender en los siguientes días que había muy pocos ministerios que estuvieran dispuestos a ayudar a uno nuevo en alguna manera. Por el contrario, tendían a responder a las peticiones de ayuda con sospecha. Sin embargo, inesperadamente, Moishe Rosen me llamó para alentarme. Sentí como que si Dios lo estaba usando para darme una palmada en la espalda — al igual que lo había hecho con el granjero de Texas —.

Comencé a darme cuenta de que el mensaje que me sentí llamado por Dios para proclamar acerca de los judíos y el cercano regreso de Jesús era uno muy importante.

La Tercera Respuesta

Mi esposa, Ann, fue la fuente de la tercera respuesta a mi mensaje acerca del pueblo judío en los tiempos del fin.

Después de que me escuchó predicar el mensaje en persona, me dijo, “Cariño, cuando hablas acerca de cuánto ama Dios al pueblo judío, a pesar de su rechazo de Él como rey de su nación y su rechazo de Su Hijo como rey de sus corazones, ¡me haces querer ser un judío!”.

“No”, le contesté, “no quieres ser judía, porque las abrumadoras probabilidades son que si fueras judía, tendrías una ceguera espiritual que te impediría reconocer a Jesús como tu Mesías”. Y luego, añadí esta observación:

Lo importante que debes tener en cuenta es que Dios no está haciendo algo por el pueblo judío que no esté dispuesto a hacer por todos nosotros. Ellos son una demostración colectiva de Su gracia. Es cierto que no se merecen Su amor. Pero tampoco ninguno de nosotros. Él nos ama no porque lo merezcamos, sino que por Su gracia. Él no está dispuesto a renunciar al pueblo judío, así como no está dispuesto a renunciar a ti y a mí, ya que Él no quiere que ninguno perezca.

El propósito de este libro es compartir con usted el mensaje que Dios puso en mi corazón hace casi 35 años con respecto al pueblo judío.

Una Triste Herencia

Lamento tener que decir que el mensaje que voy a compartir con ustedes es uno que la Iglesia en general odia, y lo odia con pasión. Durante casi 2,000 años la Iglesia ha enseñado una mentira acerca del pueblo judío. Esa mentira es la afirmación de que debido a que los judíos mataron a Jesús, Dios ha lavado Sus manos de ellos y ya no tiene ningún propósito para ellos.

Como mostraré en este libro, esa afirmación es abiertamente contraria a las Escrituras, y ha dado lugar a un sufrimiento inimaginable.

Un Llamado Irreversible

Romanos 11:29 dice “los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables”. Dios llamó a los judíos para que fueran Su Pueblo Escogido (Deuteronomio 7:6-9), y lo siguen siendo hoy. El tiempo se ha vencido desde hace rato para que la Iglesia reconozca este hecho y lo acepte. Hasta que lo haga, la Iglesia nunca va a entender plenamente el plan de Dios para las edades.


Dave Reagan
Allen, Texas
Primavera de 2014

Agradecimiento Especial

Quiero expresar mi agradecimiento a Gary Byers y a Kay Bien por sus servicios de revisión del texto. También estoy agradecido con Gary Gaskin por ayudar con la corrección de pruebas, por proporcionar excelentes sugerencias de edición, y por animarme con este proyecto.

Mi colega, Arnold Fruchtenbaum, me ha bendecido durante años con sus escritos perspicaces referentes a las raíces judías del Cristianismo, por lo cual estoy muy agradecido. También estoy en deuda con Richard Booker y Elwood McQuaid por los escritos excepcionales que han producido con respecto al pueblo judío y la nación de Israel.


Estimados lectores: Sus oraciones y ofrendas harán posible que su servidor pueda continuar con la traducción y publicación de capítulos adicionales de este excepcional libro.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org) 

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