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sábado, 31 de mayo de 2014

La Recuperación de la Tierra - Parte 1

Israel en la Profecía Bíblica





Antes de que los hijos de Israel entraran a la Tierra Prometida, Dios les habló de una serie de severas advertencias por medio de Moisés, su líder y profeta. Las advertencias están registradas en Deuteronomio 28 y 29.

Estos capítulos constituyen el Pacto de la Tierra de Dios con el pueblo judío. En este pacto, Dios dejó en claro que aunque Él le había dado al pueblo judío un título eterno de la tierra, su disfrute de ella dependería de su obediencia a las leyes que Él les había dado en el Pacto Mosaico.

La Esperanza de Bendiciones


El Pacto de la Tierra comienza con promesas de bendiciones si son obedientes (Deuteronomio 28:1-2):

Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios…

Moisés procedió entonces a enumerar las bendiciones en detalle. Éstas incluían cosas como la abundancia agrícola, la derrota de los enemigos, prosperidad financiera y lluvia abundante (Deuteronomio 1:3-13).

La Advertencia de Maldiciones


Pero entonces, Moisés comenzó a declarar advertencias acerca de maldiciones que caerían sobre ellos si eran desobedientes al Señor (Deuteronomio 1:15ss.). La variedad de estas maldiciones era impresionante — ciudades en caos, juventud en rebelión, una epidemia de divorcios, políticas gubernamentales confusas, derrotas por sus enemigos, enfermedad galopante, sequía que llevaría a la pérdida de cosechas, dominación extranjera e incluso exilio a una tierra extraña—.

Moisés concluyó la lista con una explicación detallada de lo que sería el juicio definitivo de Dios, en caso de que llegaran a arraigarse en rebelión y se negaran a arrepentirse (Deuteronomio 28:64-67):

Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: ¡Quién diera que fuese la tarde! y a la tarde dirás: ¡Quién diera que fuese la mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos.

En resumen, el castigo definitivo que el pueblo judío recibiría por la rebelión deliberada e impenitente contra la Palabra de Dios, sería la expulsión de su tierra, su dispersión por todo el mundo y su persecución a donde quiera que fueran.

La Maldición sobre la Tierra


Tampoco eso sería todo. Moisés declaró además que Dios pondría una maldición sobre su tierra y, como resultado de esa maldición, la tierra se llenaría de enfermedades y plagas (Deuteronomio 29:22), y la propia tierra llegaría a estar “abrasada; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna,…” (Deuteronomio 29:23).

La maldición sería tan terrible, que cuando los extranjeros vinieran a visitar la tierra, exclamarían, “¿Por qué hizo esto Jehová a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?” (Deuteronomio 29:24). Y la respuesta sería: “Por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres… y fueron y sirvieron a dioses ajenos, y se inclinaron a ellos… Por tanto, se encendió la ira de Jehová contra esta tierra, para traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro; y Jehová los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con grande indignación.…” (Deuteronomio 29:25-28).

La Promesa de Esperanza


Afortunadamente para el pueblo judío, Moisés no terminó ahí. Él procedió a pronunciar algunas palabras de esperanza. Les aseguró que si alguna vez eran esparcidos por todo el mundo, llegaría un día cuando Dios en Su compasión los “restauraría de su cautividad”, al reunirlos de vuelta en su patria (Deuteronomio 30:3). “Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará” (Deuteronomio 30:4).

El profeta Ezequiel retomó a partir de ahí, profetizando lo que le pasaría a la tierra cuando el pueblo judío fuera reunido a ella (Ezequiel 36:34-35):

Y la tierra asolada será labrada, en lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas.

Cumplimiento Profético


¡Qué panorama tan increíble de eventos futuros que se han cumplido precisamente en detalle!

Después de que el pueblo judío ocupó su Tierra Prometida, bajo el liderazgo de Josué, inmediatamente comenzaron a desviarse de la Palabra de Dios. Violaron el mandato de Dios de no casarse con los pueblos paganos de la tierra. A medida que lo hicieron, comenzaron a adorar a los falsos dioses de estos pueblos.

Dios respondió enviando profetas para llamarlos al arrepentimiento. Cuando se negaron a arrepentirse, Dios comenzó a afligirlos con las maldiciones que Moisés había esbozado en sus advertencias. Finalmente, tal como Moisés había profetizado, fueron llevados al exilio. Después de que Dios les permitió regresar, persistieron en su rebelión, consumando con el rechazo del Mesías que Dios les envió.

Fue en ese momento que Dios les permitió a los romanos destruir a Jerusalén en el año 70 EC, incluyendo al Templo judío. Esto comenzó el proceso de su expulsión de la tierra y su dispersión mundial, un proceso que se aceleró después de la Segunda Revuelta Judía en 132-136 EC.

Durante los siguientes 1800 años, los judíos fueron esparcidos literalmente a los cuatro ángulos de la tierra, en cumplimiento de la profecía de Moisés. Y, en cumplimiento adicional de esa profecía, fueron perseguidos a dondequiera que fueron, y su patria se volvió totalmente desolada.

La Naturaleza de la Tierra Prometida


Tenga en cuenta que su patria era una de gran abundancia cuando el pueblo judío entró en ella, unos 1400 años antes de la época de Jesús. Así es cómo Moisés la describió (Deuteronomio 8:7-9):

…Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre.

Moisés además caracterizó la tierra de una forma muy diferente a la tierra árida de Egipto, debido a que ésta “bebe las aguas de la lluvia del cielo” (Deuteronomio 11:10-11). Moisés también la describió como “tierra de la cual Jehová tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año hasta el fin” (Deuteronomio 11:12). Ezequiel afirmó esta evaluación de la tierra muchos años después, cuando escribió que Dios le juró al pueblo judío que Él los sacaría de la tierra de Egipto a una tierra “que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras” (Ezequiel 20:6-7, 15).

La Desolación de la Tierra


Sin embargo, tal como fue profetizado, esta tierra gloriosa se convirtió en “morada de chacales” y “un montón de ruinas” (Jeremías 9:11).

Las lluvias disminuyeron, los árboles fueron talados, el suelo superior se erosionó y la sedimentación excesiva en los valles produjo el anegamiento y la creación de pantanos. Con los pantanos, vino un brote de malaria que debilitó a la población y que condujo al abandono de villas y de la tierra anteriormente cultivada.1


Las áridas afueras de Jerusalén en 1938.

La tierra se volvió repugnante, y durante los 1800 años que los judíos estuvieron fuera exiliados de ella, nadie realmente la deseaba. Se convirtió en un páramo desolado, y Jerusalén se volvió una incubadora de enfermedades. Para comienzos del siglo XIX, era un lugar que la gente evitaba, excepto por los más fanáticos peregrinos cristianos — como los rusos, que caminarían todo el camino hasta la Tierra Santa y morirían allí—.

En mi biblioteca tengo un número de libros escritos en el siglo XIX por exploradores occidentales, quienes escribieron descripciones gráficas de la tierra. A continuación algunos ejemplos:

1855


En 1855, un doctor estadounidense, llamado Jonathan Miesse, viajó a la Tierra Santa y publicó sus recuerdos en 1859, en un libro titulado A Journey to Egypt and Palestine [Un Viaje a Egipto y Palestina].2 (Israel había sido renombrado Palestina por los romanos y aún era llamado así en el siglo XIX).3

…en el presente, casi tres mil años después de David, el país es presa de las bestias salvajes, y de los beduinos más salvajes; y de los habitantes, cada uno planta apenas lo suficiente para satisfacer sus mayores necesidades corporales; todo exceso los beduinos se lo llevarán, y lo que ellos dejan atrás, los gobernantes turcos lo confiscarán.

Su referencia a los turcos indicaba otra maldición sobre la tierra. El Imperio Otomano y los turcos habían tomado control de la tierra en 1516, y rápidamente establecieron una reputación de incompetencia y corrupción administrativas.

1867


Doce años después, un periodista estadounidense, llamado Mark Twain, hizo un viaje a Palestina. Él publicó sus impresiones en 1869, en un libro titulado The Innocents Abroad [Los Inocentes en el Extranjero].4 Fue el libro que hizo famoso a Twain. Él describió a Palestina como una “tierra abrasadora, desnuda y sin árboles”.5


Mark Twain en 1867.

Con respecto al área del Mar de Galilea, en particular, Twain escribió, “No hay ni una villa solitaria…Hay dos o tres pequeños clústeres de tiendas de beduinos, pero ni una sola habitación permanente. Uno puede viajar diez millas, por aquí, y no ver diez seres humanos”. Luego, refiriéndose a la profecía bíblica, escribió: “A esta región, las profecías aplican: ‘Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren’” (Levítico 26:32).6

Una referencia a la profecía cumplida en este pasaje es notable, puesto que Mark Twain no era un creyente. Más aun cuando usted considera que él añadió esta declaración: “Ningún hombre puede permanecer aquí [en esta área desierta] y decir que la profecía no se ha cumplido”.7

Con relación al Valle de Jezreel, (o el Valle de Armagedón, como los cristianos lo llaman), Twain observó, “Hay aquí una desolación que ni siquiera la imaginación puede agraciar con la pompa de la vida y la acción”.8 Él describió el altiplano central de Samaria indicando, “Apenas había un árbol o un arbusto en cualquier parte. Incluso el olivo y el cactus, amigos de un suelo inútil, habían casi abandonado el país”.9

Continuando con su descripción de Samaria, escribió: “No existe ningún paisaje que sea más agotador para el ojo que aquél que delimita las cercanías de Jerusalén”.10

La descripción resumida de Twain de la tierra era triste: “…ciertamente es monótona y nada invitadora…Es una tierra sin esperanza, triste y descorazonadora”.11

Twain concluyó sus observaciones acerca de Palestina a mediados del siglo XIX con estas conmovedoras palabras: “Palestina se sienta en cilicio y cenizas… ¿y por qué debería ser de otra manera? ¿Puede la maldición de la Deidad embellecer una tierra?”.12

1884


Otro turista estadounidense, Henry M. Field, publicó un libro acerca de su viaje a Palestina en 1884. Escribió acerca del paisaje desolado y sin árboles de la siguiente manera:13

El país parecía desierto de habitaciones humanas…Su apariencia se hacía aun más desolada por estar sin árboles. Mientras cabalgaba entre las colinas, no vi un solo árbol. Si esto se debe al impuesto del gobierno sobre los árboles, o al despilfarro de la gente en cortar para combustible todo joven árbol casi tan pronto como éste muestra su cabeza sobre el suelo, no lo sé; yo sólo consigno el hecho, que el paisaje estaba absolutamente sin árboles.

1912


Al iniciar el siglo XX, y a medida que los judíos comenzaron a regresar a su patria, la condición de la tierra no había mejorado. En 1912, un viajero británico con el nombre de Sir Frederick Treves, publicó un libro titulado apropiadamente, The Land That Is Desolate [La Tierra que está Desolada].14


Arando en Palestina en 1890, con unos disparejos vaca y burro.

Al describir el acercamiento a Jerusalén, Treves escribió:15

[El área] está prácticamente sin árboles. Las coberturas que existen son en su mayoría de cactus espinosos. Las villas pasadas son masas secretas de chozas de cimas planas hechas, al parecer, de un barro de color chocolate y decoradas con basura y desperdicios.

Hablando de los alrededores de Jerusalén, Treves observó que “las colinas están desnudas, excepto por algo de hierba agitada y matorrales famélicos”.16 En cuanto a Jerusalén, escribió:17

…la ciudad en sí es como la sombra de una roca en una tierra cansada. Con la excepción de unos pocos olivos pálidos, un parche aquí y allá de un verde indefinido, y un ciprés melancólico, los alrededores de Jerusalén son un polvoriento y nada agradable desperdicio de piedra caliza.


Arando en 1900 con un equipo disparejo de una vaca y un camello.

Treves describió a Belén como una “monótona ciudad de casas monótonas en un risco, tan monótono en color y de sombrío aspecto como una pila de huesos secos”.18 De igual forma, él escribió acerca de la zona de Nazaret como “un triste país, porque la tierra está desnuda, áspera y sin árboles…Aquí ciertamente es vista la pobreza de la tierra”.19 Con respecto a la zona de Galilea, la describió como “abandonada”. En cuanto a la “completamente sucia ciudad de Tiberias”, declaró que era “un lugar horrible y apestoso”, con “robustas alimañas”.21 

1924


Incluso en una fecha tan tardía como a mediados de 1920, Palestina todavía era descrita como “una tierra árida, rocosa y amenazadora”, por Oliver C. Dalby en su folleto, Rambles in Scriptural Lands [Caminatas en Tierras de la Escritura].22 Él caracterizó a Jerusalén como un lugar donde las calles eran “estrechas y sucias”, y donde “los edificios son austeros y poco atractivos”.23

Notas


1) Scientific American, "50 Years Ago: The Reclamation of a Man-Made Desert," April 1960, www.scientificamerican.com.
2) Dr. Jonathan Miesse, A Journey to Egypt and Palestine in the Year 1855 (Chillicothe, Ohio: Scioto Gazette Office, 1859).
3) Miesse, page 157.
4) Mark Twain, The Innocents Abroad (Hartford, Connecticut: The American Publishing Co., 1860).
5) Twain, page 482.
6) Ibid., page 485.
7) Ibid.
8) Ibid., page 520.
9) Ibid., page 555.
10) Ibid.
11) Ibid., page 606.
12) Ibid., pages 607-608.
13) Dr. Henry M. Field, Among the Holy Hills (New York: Charles Scribner's Sons, 1884), page 179.
14) Sir Frederick Treves, The Land That Is Desolate: An Account of a Tour in Palestine (London: Smith, Elder & Co., 1912).
15) Treves, page 21.
16) Ibid., page 33.
17) Ibid., page 40.
18) Ibid., page 120.
19) Ibid., page 177.
20) Ibid., page 193.
21) Ibid., pages 193, 196, 197.
22) Oliver C. Dalby, Rambles in Scriptural Lands (Self-published in 1924).
23) Dalby, page 91.

Continuará...

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:
The Reclamation of the Land

Courtesy of:

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