El otro día alguien me llamó y me preguntó: “Cómo es
posible que hayamos sido elegidos, y a pesar de eso tengamos que anunciar el Evangelio
a los perdidos, para que sean añadidos y lleguen a ser hijos de Dios?“ Citó
como fundamento de su pregunta el pasaje de Efesios 1:4: “Según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha
delante de él, en amor habiéndonos predestinado”.
Es cierto que podríamos sacar de esto la lógica
conclusión de que si hay elegidos también debe haber no elegidos, en otras
palabras: personas salvas y personas perdidas, predestinadas para esto. Y si
existiera este tipo de predestinación, todo el esfuerzo humano por ganar almas para
Jesús no tendría sentido.
Pero, ¿realmente es así? ¡No! Detrás de estos
pensamientos está la astucia de Satanás, que quiere llevarnos a un callejón sin
salida por medio de falsas conclusiones, aparentemente lógicas. Si escucháramos
al adversario, ya no haríamos nada para llevar a las personas a Cristo,
pensando que, de todos modos, todo saldrá como debe salir. Pero, ¿qué significa
realmente la predestinación
bíblica?
Es un hecho inamovible que Dios “quiere que todos
los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Ti.
2:4). Pero, en Su grandeza, en Su conocimiento inconmensurable, Él hace una elección
porque sabe cuál será la decisión de cada persona individualmente. Con nuestra
razón limitada y oscurecida por el pecado, no podemos concebir el conocimiento
absoluto de nuestro Dios y las consecuencias que resultan de él. Pero, las
palabras de Romanos 8:29 nos hacen entrever algo de esta verdad: “A los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo…”. Dios nos vio desde el principio, desde la eternidad,
incluso ya nos conocía por nombre (comp. Éxodo 33:12). También nuestra decisión
a favor o en contra de Él le es conocida. En 2 Timoteo 2:19 leemos: “Pero el
fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: “Conoce el Señor a los que
son suyos”. Y Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo: “Yo soy el buen pastor,
y conozco mis ovejas” (Jn. 10:14). Lo mismo leemos en el Salmo 1:6: “Porque
Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá”.
La libre elección es parte de la dignidad del ser
humano. Él tiene la libertad de decidir qué hará con Jesucristo. Si bien
nuestra libre voluntad está bajo el yugo del pecado y de Satanás, esto no
significa que no podamos decir “sí” o “no”. Incluso después del arrebatamiento
de la Iglesia, en el período de la Gran Tribulación, las personas tendrán la
libertad de decir “sí” a Dios.
La decisión en contra de Cristo, lleva al ser humano
a un terrible abismo de donde no habrá vuelta. Pero, la decisión a favor de Él
nos hace participes de la maravillosa elección de Dios. Entonces, sigamos caminando
con Jesús, pues Su elección nos lleva a la gloria: “… los predestinó para
que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo… Y a los que predestinó, a
éstos también llamó, y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó” (Ro. 8:29-30). ¿No nos da esto razón
suficiente para involucrarnos más activamente en Su causa?
Cordialmente
en Cristo, les saluda
Peter
Malgo
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