¿De dónde viene el pecado? ¿Cómo
pudo entrar en esa creación “tan buena”? ¿Será que Dios quería que el pecado
entrara en el mundo? ¿Quizás Él, incluso, sea el verdadero autor del pecado?
Por David Dunlap
En el correr de la historia, a
menudo se ha meditado en el origen del pecado. Muchos plantearon la
interrogante: Ya que Dios es perfecto, sin mácula de pecado y el absoluto
soberano de Su universo, ¿cómo pudo entrar el pecado en el mundo que Dios había
encontrado “tan bueno”? Después de todo, Dios podría haber creado ángeles y
seres humanos perfectos y santos, de modo que ni siquiera hubieran podido
pecar. Eso, sin embargo, habría significado reducir a la creación más noble de
Dios a ser seres parecidos a máquinas, sin libre albedrío. El deseo de Dios,
sin embargo, es que el ser humano se decida voluntariamente por Él.
Dios, en Su soberanía, dio al ser
humano una libre voluntad, la cual representa una parte esencial de su ser.
Dios nunca se opondría a Su propia voluntad, ni despreciaría la forma de ser
del ser humano, como Él lo ha creado. La Escritura, no obstante, deja claro que
las decisiones del ser humano no siempre corresponden a la voluntad de Dios.
¿Cómo entró el pecado en el
mundo? A través de la desobediencia del primer hombre y de la primera mujer
frente a la voluntad revelada de Dios. Leemos: “Por tanto, como el pecado entró
en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Dios no lo decretó,
pero lo permitió.
Es verdad que el libre albedrío
del ser humano exige un alto precio – guerra, delitos, rebelión y pecado. Dios
considera que esa libre voluntad dada a los seres humanos es digna del precio.
De ahí que nunca debemos llegar a la conclusión, que el libre albedrío del ser
humano contrariaría la voluntad definitiva de Dios. Esa perfecta voluntad es el
designio eterno de Dios, fundamentado en Su consejo sabio y eterno, que decide
y determina, y es inalterable (Ef. 3:11).
En la lucha con este problema tan
grave, algunos han llegado a la triste conclusión de que Dios mismo debía ser
el verdadero autor del pecado. Esta doctrina fue difundida por los fanáticos
discípulos de Juan Calvino, quienes deseaban confirmar su teología. No
obstante, es necesario decir que Juan Calvino mismo y muchos calvinistas
moderados no sostenían esa doctrina. Sus raíces, sin embargo, se encuentran en
los escritos y el pensamiento de Calvino. Él creía, correctamente, en la
soberanía de Dios sobre Su creación, pero luego llevó esa importante doctrina
un lamentable paso más allá, enseñando que Dios determina todos los sucesos de
antemano. Según esta doctrina, el así-llamado determinismo, no existe ningún
acontecimiento, ninguna acción, ninguna decisión del ser humano que no haya
sido predeterminada por Dios de esa manera. Eso incluye la guerra, la
corrupción política, la injusticia, la inmoralidad y el pecado. En su obra
teológica más importante, que influenció la manera de pensar de sus seguidores,
Juan Calvino escribió: “El poder de la providencia divina llega hasta el punto
de que las cosas tienen que resultar de la buena manera que Dios las ha
previsto, y también la voluntad del ser humano debe dirigirse por ese plan”.1
A él le siguió el audaz
reformador Martín Lutero, quien en su clásico De la libre voluntad defendió el
punto de vista de que Dios determina todas las cosas de antemano, incluyendo
los actos pecaminosos del ser humano y del mismo Satanás. “Todo lo que hacemos,
todo lo que ocurre, aun cuando nos parezca que sucede de manera cambiable y
coincidente, sucede, de hecho, de manera compulsiva e inmutable… Aun cuando, de
acuerdo a ese pensar, Dios obra y crea todo en todos, Él necesariamente también
obra y crea en Satanás y en los paganos. Pero en ellos Él obra tal como ellos
son y como los encuentra, es decir, como ellos están errados y son malos, y son
arrancados de aquella eficacia de la omnipotencia divina, ellos solamente hacen
lo errado y lo malo… De ahí que el incrédulo no puede sino errar y pecar
siempre, porque alejado del impulso de la omnipotencia divina no le es
permitido estar ocioso, sino que tiene que querer, desear y actuar tal como ha
sido creado”.2
Este enfoque teológico aún es
enseñado en la actualidad. A.W. Pink, autor hipercalvinista que falleció en el
año 1952, escribió: “Nada sucede jamás, sin que Él lo haya predestinado así”.3
El próximo paso lógico en esta
doctrina del determinismo consiste en la declaración que dice que Dios es el
autor del pecado. Después de la muerte de Juan Calvino, en el año 1564, el
principal defensor de esta falsa doctrina especial del calvinismo llegó a ser
Theodore Beza, profesor de teología en la Universidad de Ginebra. A través de
su amplia influencia, este error pronto llegó a ser aceptado como ortodoxia, y
se propagó rápidamente en toda Europa. Desafortunadamente, esta doctrina de que
Dios es el autor del pecado, aun hoy es propagada por muchos calvinistas. Esto
se trata de la inevitable consecuencia de la doctrina de que Dios predestina y
fija todos los acontecimientos de antemano. Si uno quiere ser un determinista
consecuente, uno debe creer que Dios, quien ha determinado la salvación eterna
para los escogidos, del mismo modo ha predeterminado las cosas más horrendas
que han sucedido en el correr de la historia. Esto también incluye, según la
opinión de muchos autores calvinistas, la entrada del pecado en este mundo.
Un cristiano sincero tiene que
estremecerse de horror y rechazar la blasfemia de una doctrina de este tipo,
que deshonra a Dios. Es casi imposible imaginar que haya cristianos que
propaguen esta doctrina públicamente, sin embargo, esto es un triste hecho. Tan
sólo hay que escuchar las palabras del profesor calvinista Dr. John Feinberg,
del Trinity Evangelical Divinity School: “Yo creo que todas las cosas están
condicionadas en forma causal… Dios es quien escoge, y creó a Adán como pecador”.4
Esto parece implicar que Dios no
solamente creó a Adán y Eva, sino que también participó en el pecado de Adán y
Eva. Esta cita no es algo aislado; su autor es solamente uno de los muchos
calvinistas que han enseñado que el pecado ocurrió porque Dios lo había
predeterminado en el ser humano. A.W.Pink impone esta doctrina a sus lectores,
cuando declara firmemente: “Era claramente la voluntad de Dios que el pecado
entrara en el mundo, o eso no hubiera ocurrido. Dios tenía el poder de evitar
eso. Nada ocurre jamás, si Él no lo ha determinado de antemano… La
determinación de Dios de que el pecado debía venir al mundo, era un misterio
escondido en Él”.5
¿Será esta una doctrina bíblica?
¿Cómo entró el pecado en el mundo? Al utilizar las Escrituras como nuestro
compás divino, vemos claramente la doctrina de que Dios ni es el autor del
pecado, ni ha seducido al ser humano al pecado. En el Nuevo Testamento, dice:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios
no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Sg. 1:13).
En otro pasaje leemos: “Muy
limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a
los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él”
(Hab. 1:13). Quien estudia las Escrituras cuidadosamente, llegará a la
conclusión de que Dios jamás ha seducido a alguien al pecado, porque el pecado
siempre es el resultado de una rebelión contra Dios. “¿De dónde vienen las
guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales
combaten en vuestros miembros?” (Sg. 4:1).
Dios, sin lugar a dudas, es
soberano, santo, fiel, justo, bueno, inmutable, todopoderoso, incomparable, por
encima de todo. De ahí que el suponer, o atribuirle, en cualquier forma, que
Dios sea el autor del pecado, signifique ensuciar y difamar la incomparable
grandeza de Su nombre. El profesor de Biblia Harold Mackay enfatiza la seriedad
de esta falsa doctrina, y escribe en forma apasionada:
“¿Sabe Dios todas las cosas de antemano? ¡Sin
lugar a dudas! ¿Permite Dios todas las cosas? ¡Sí! ¿Ha Dios predeterminado
todas las cosas? ¡No! No hay duda de que todos los planes y designios eternos
de Dios terminarán cumpliéndose en su totalidad. Pero eso no significa que Dios
haya predeterminado todos los acontecimientos en la historia de la humanidad.
Deducir que todos los delitos, corrupciones, atrocidades, tragedias y guerras
que han mancillado la historia de la humanidad, sean parte de la
predeterminación eterna de Dios es un pensamiento demasiado terrible como para,
siquiera, sostenerlo por tan solo un momento”.6
Pero, ¿cómo hacen las Escrituras
entonces, para armonizar la soberanía de Dios con la entrada del pecado? Vemos
que Dios, con toda seguridad, a causa de Su omnisciencia y Su omnipotencia, es
capaz de saber todo y de determinar todo, y la Biblia enseña que Dios permite
ciertas cosas y predetermina otras, pero que no determina todo de antemano.
Aun cuando las Escrituras
declaran inequívocamente que el ser humano puede oponerse, tanto a la voluntad
como al plan de Dios (Lc. 7:30; Mt. 23:37), un ser mortal, sin embargo, no
puede evitar, ni contrariar, el plan definitivo de Dios para este mundo. Todo
individuo, sin embargo, puede decidir por sí mismo si quiere participar en ese plan.
El Señor Jesucristo volverá y arrebatará a la iglesia – ése es Su plan
definitivo; pero algunos, posiblemente, decidan no participar en eso. Las
Escrituras enfatizan, repetidas veces, que el ser humano puede ejercer la
voluntad que Dios le ha dado, o que con esa voluntad puede rechazar los deseos,
bendiciones y privilegios que Dios tiene preparados para él.
El Salmo 32 nos revela aún más de
los caminos eternos de Dios. El salmista dice: “Te haré entender, y te enseñaré
el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el
caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con
cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (vs. 8-9). Este
versículo puede ser entendido en el sentido de que Dios, en Su soberanía, no
quiere seguidores “parecidos a los mulos”. Al contrario. Él desea seguidores
que acepten Sus indicaciones y Sus consejos por su libre voluntad. Él desea,
para con Su pueblo, una relación fundada en el afecto y el amor mutuos, no en
compulsión y presión.
En sentido figurado, Dios podría
ponerles “cabestro y freno” a los incrédulos y llevar sus corazones y mentes
irresistiblemente a que hagan Su voluntad. Eso, sin embargo, produciría
“mulo(s)… con cabestro y freno, sin voluntad propia, y justamente eso es lo que
Dios no quiere. Dios desea que el ser humano crea en Él con naturalidad,
solamente por la libre voluntad que Dios le ha dado.
¿Por qué entró el pecado en el
mundo? Por la misma razón por la que algunas personas perecen y otras creen en
Cristo hasta la eternidad – es la decisión del ser humano de despreciar la
voluntad de Dios por la rebelión. Debemos liberarnos de la idea de que el
pecado ha entrado en el mundo por la voluntad de Dios, y también de la idea de
que Dios no quiere que todas las personas sean salvas, ya que las Escrituras
dicen que Él desea justamente eso (cp. 1 Ti. 2:4). Pero, el ser humano puede
rechazar la voluntad y el plan que Dios tiene para él, y muchos lo harán. En Su
soberanía, Dios creó al ser humano con libre voluntad, y a pesar de la caída y
la perdición del pecado, Su propósito eterno no ha sido desbaratado. Él no
obliga al ser humano a tener fe, sino que, más bien, desea que todas las
personas vengan a la fe en Cristo voluntariamente.
Nota: Todos los énfasis son añadidos por mí - Donald Dolmus
Publicado por primera vez en la
“Carta de Amigos” del Ariel Ministries, Primavera/verano 09; publicado con la
amable autorización de Georg Hagedorn, CMV (cmv-cmv@t-online.de)
1 Juan Calvino, Instituto, Libro
II, Cap 4.6
2 Martín Lutero, “Vom unfreien
Willen” (De la voluntad no libre)
3 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures
(Espigueos de las Escrituras), Chicago, IL; Moody, 1954, pág. 206
4 John Feinberg, Predestination and Free Will
(Predestinación y libre voluntad), Downers Grove, IL, InterVarsity Press, 1986,
pág. 24
5 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures,
Chicago, IL; Moody, 1964, pág. 207
6 H.G. Mackay, Biblical Balance
(Equilibrio Bíblico), Toronto, Everyday Publications, 1978, pág. 55
Tomado de:
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