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domingo, 27 de diciembre de 2009

La Prueba del Profeta


Los imitadores y los falsificadores siempre han asediado la Palabra y el Camino verdaderos de Dios. Por esta razón, el Señor determinó un claro conjunto de pruebas que la persona debe pasar para que la reconozcan como vocero auténtico de Dios. Hay cuatro pasajes principales del Antiguo Testamento que tratan el tema de los falsos profetas: 1) Deuteronomio 13:1-18; 2) Deuteronomio 18:9-22; 3) Jeremías 23:9-40; y 4) Ezequiel 12:21-14:11.

Al examinar estos cuatro pasajes, y muchos otros, la Escritura presenta por lo menos siete características del profeta verdadero. Aunque todas estas características no se hallen en cada profeta, algunos profetas las presentan todas. Sin embargo, para todo seguidor de Dios que realmente deseara saber quién era verdadero y quién era falso, no había duda acerca de la autenticidad del profeta.

Las siete características distintivas del profeta verdadero

1. El profeta verdadero nunca recurría a la adivinación, la hechicería ni la astrología (Dt. 18:9-14: Miqueas 3:7; Ezequiel 12:24). La fuente del mensaje profético era Dios mismo (2 Pedro 1:20-21).

2. El profeta verdadero nunca adaptaba su mensaje para servir las ansias o deseos de la gente (Jeremías 8:11; 28:8; Ezequiel 13:10). Los profetas falsos daban un mensaje que les acarreaba popularidad y dinero. Eran los profetas al estilo de las grandes empresas ricas, como las 500 de la revista Fortune, los oportunistas religiosos (Miqueas 3:5-6, 11). El profeta verdadero daba el mensaje de Dios sin alteraciones e independientemente de sufrir pérdidas y vergüenzas personales y hasta daño físico.

3. El profeta verdadero mantenía su integridad y carácter personal (Isaías 28:7; Jeremías 23:11; Oseas 9:7-9; Miqueas 3:5, 11; Sofonías 3:4). Jesús dice que los profetas verdaderos y los falsos serían conocidos por sus frutos, esto es, por lo que hacen y dicen (Mateo 7:15-20).

4. El profeta verdadero estaba dispuesto a sufrir en aras de su mensaje (1 Reyes 22:27-28; Jeremías 38:4-13; Ezequiel 3:4-8).

5. El profeta verdadero anunciaba el mensaje coherente con la ley y los mensajes de otros profetas verdaderos (Jeremías 26:17-19). El mensaje nunca contradecía ni desechaba una verdad anteriormente revelada, sino que la confirmaba y se edificaba sobre ese cuerpo de verdad (Dt. 13:1-3).

6. El profeta verdadero tenía el cien por ciento de éxito cuando predecía acontecimientos futuros (Dt. 18:21-22). ¡Al contrario de los “psíquicos” (espiritistas) modernos, no bastaba con tener una tasa de éxito que fuera interior a lo absoluto! Si el supuesto profeta no tenía el cien por ciento de precisión, la gente tenía que sacarlo fuera de la ciudad y apedrearlo (Dt. 18:20).

7. A veces el profeta veía legitimado su mensaje por la obra de uno o más milagros (ver Éxodo 5-12). Sin embargo, esta prueba no era concluyente porque los profetas falsos también hacían milagros ocasionalmente (Éxodo 7:1-12; 8:5-7; Marcos 13:22; 2 Tes. 2:9). Por tanto, Moisés señala más de esta prueba en Deuteronomio 13:1-3:

Si se levanta en medio de ti un profeta o soñador de sueños, y te anuncia una señal o un prodigio, y la señal o el prodigio se cumple, acerca del cual él te había hablado, diciendo: “Vamos en pos de otros dioses a los cuales no has conocido y sirvámosles”, no darás oído a las palabras de ese profeta o de ese soñador de sueños; porque el Señor tu Dios te está probando para ver si amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.

La prueba verdadera era el contenido del mensaje, no los milagros. El profeta verdadero sólo hablaba en el nombre del Señor y llamaba a la gente hacia Dios, no para alejarla de Dios.


Tomado de:
El Libro Completo sobre Profecía Bíblica; por Mark Hitchcock

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viernes, 25 de diciembre de 2009

Esperamos al Señor Jesús


Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Apocalipsis 22:20

Aún un poquito, y el que ha de venir vendrá.
Hebreos 10:37

El momento del arrebatamiento de los creyentes, cuando el Señor Jesús venga, puede parecer más lejano de lo que desearíamos, pero no debemos desanimarnos, porque una de las razones de esa demora es la salvación de los pecadores. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Toda clase de cataclismos, revoluciones, guerras y acontecimientos extraños y terribles pueden sucederse en breve plazo en la tierra. Si anuncian el próximo fin del tiempo de la gracia, no hay ninguno que haya sido dado como señal precisa de la inminente venida del Señor. El regreso de los judíos a su país, anunciado proféticamente en la Escritura, ya empezó bajo nuestros ojos, pero podría interrumpirse por un tiempo. De todos modos se efectuará completamente después del arrebatamiento de los creyentes.

Nuestra partida para ir al encuentro del Señor es independiente de todo lo que ocurre en la tierra. Esperemos al Señor, atentos a la misión que él nos dejó hasta su venida. “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así” (Mateo 24:46). Entonces los acontecimientos terrenales y las maquinaciones de los hombres ya no serán nuestra mayor preocupación. Cuidémonos de no dejarnos seducir y aturdir por este mundo, así su venida no nos pillará de sorpresa.

Tomado de: www.labuenasemilla.net; meditación del 17 de febrero 2009

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