¿Estás Preocupado por los Tiempos del Fin?
Dr. David R. Reagan

El Enfoque del Conflicto
Quizás el ejemplo más claro de la determinación de Satanás de ejercer su dominio en desafío a la voluntad de Dios se encuentra en su oposición al restablecimiento de la nación de Israel.
A lo largo del Antiguo Testamento, Dios promete repetidamente que, en los tiempos del fin, reunirá al pueblo judío desde los cuatro rincones de la tierra hacia la tierra de Israel (véase Is. 11:10-12 y Ez. 36:22-37:12). Dios revela que Su propósito es realizar una obra poderosa en los corazones de los judíos que resultará en que un remanente acepte a Su Hijo como su Mesías (Zac. 12:10, 13:1 y Ro. 9:27, 11:1-6, 25-32).
Satanás odia este propósito de Dios porque odia al pueblo judío con pasión. Su odio se alimenta del hecho de que Dios ha utilizado al pueblo judío como vehículo para bendecir a todas las naciones del mundo. A través de los judíos, Dios dio al mundo las Escrituras. A través de los judíos, Dios dio al Mesías.
Satanás está decidido a destruir al pueblo judío para que Dios no pueda cumplir Su promesa de traer un remanente a la salvación. Ésta es la razón por la que Satanás está orquestando hoy a todas las naciones de la tierra contra Israel. Dios ha levantado una nación que Satanás, como príncipe de este mundo, está decidido a destruir.
Ira Versus Risa
Estoy personalmente indignado por los muchos intentos de Satanás de frustrar y derrotar la voluntad de Dios en Israel y en toda la Tierra hoy. A menudo me siento tan frustrado que quiero gritar: “¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, te abstendrás de juzgar y vengar?”, enviando a tu Hijo de regreso para reinar con gloria, majestad, justicia y rectitud? (Ap. 6:10)
La única manera en que puedo contener mi ira es recordándome a mí mismo lo que Dios está haciendo en el cielo, mientras me enfurezco por los complots de Satanás en esta tierra. ¿Sabes lo que dicen las Escrituras que Dios está haciendo?
¡Él se está riendo! Sí, Dios está sentado en Su trono riéndose, no porque no le importe, sino porque tiene los eventos del mundo bajo control. Esto puede ser difícil de creer, pero puedo demostrártelo. Volvamos al Salmo 2.
Dios se Ríe
4) El que se sienta como Rey en los cielos se ríe,
El Señor se burla de ellos.
5) Luego les hablará en Su ira,
Y en Su furor los aterrará, diciendo:
6) “Pero Yo mismo he consagrado a Mi Rey
Sobre Sion, Mi santo monte”.
Dios se ríe de Satanás y de todos los políticos aliados con él mientras intentan frustrar los propósitos de Dios en la historia. Se ríe por tres razones.
Primero, el pasaje dice: “El Señor se burla de ellos”. El hebreo aquí significa literalmente que “el Señor los tiene en escarnio”.
En resumen, esto significa que no importa lo que haga Satanás, Dios se asegura de que le salga mal para la gloria de Jesús. Salmos 76:10 dice que incluso “la ira del hombre” será para la alabanza de Dios.
La Frustración de Satanás
En este sentido, Satanás debe ser la persona más frustrada del planeta. Todos sus planes fracasan. Tarde o temprano, todas sus conspiraciones se desmoronan.
La Cruz es el ejemplo clásico. Satanás pensó que había logrado su mayor victoria. En cambio, resultó ser una derrota. Dios tomó el acontecimiento más vil de la historia y lo convirtió en algo majestuoso mediante el poder de la resurrección.
En la Primera Guerra Mundial, Satanás logró organizar un conflicto de una masacre sin precedentes, pero Dios actuó a través del mal de esa guerra para cumplir un propósito espiritual. Liberó la tierra llamada Palestina de los turcos y la entregó a los británicos, quienes proclamaron de inmediato que sería un hogar para los judíos.
De manera similar, durante la Segunda Guerra Mundial, Dios actuó a través del increíble mal del Holocausto de Satanás para preparar al pueblo judío para su patria. Salieron del Holocausto diciendo: “¡Nunca más! ¡Nunca más! Vamos a tener nuestra propia tierra, nuestra propia nación, nuestro propio estado”. En consecuencia, comenzaron a regresar a Israel por cientos de miles.
Dios utilizó la Primera Guerra Mundial para preparar la tierra para su pueblo. Trabajó a través de la Segunda Guerra Mundial para preparar al pueblo para la tierra.
Dios se sienta en los cielos y se ríe, mientras Satanás se retuerce de frustración.
Un Día de Ira
La segunda razón por la que Dios se ríe es porque “Les hablará en su furor y los turbará con su ira” (Salmos 2:5). Esta declaración se refiere al hecho de que Dios ha fijado un día en el que tratará con todos los reinos de la tierra y sus líderes políticos derramando Su ira mediante el regreso de Su Hijo, Jesús el Mesías.
Pablo habló de este día trascendental durante su sermón en el Areópago en Atenas: “Dios ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).
Este día es mencionado con frecuencia por los profetas del Antiguo Testamento. Lo llamaron “el día del Señor” (Joel 2:1). El profeta Sofonías lo describió como “un día de ira, de angustia y de aflicción, de desolación y devastación, de tinieblas y de oscuridad” (Sof. 1:15). Dijo que el Señor traerá tal aflicción sobre la gente que tambalearán, caminando como ciegos (Sof. 1:17).
El Falso Dios de Satanás
Este día de ira que Dios ha reservado para las naciones rebeldes del mundo y sus líderes es uno de los secretos mejor guardados del universo. Satanás no quiere que nadie lo sepa. En su intento de encubrirlo, ha creado una imagen falsa de Dios que ha sido aceptada tanto por cristianos como por no creyentes.
El falso dios en el que Satanás quiere que creamos es uno blandengue, que podría caracterizarse como “el osito cósmico”. Es grande, cálido, suave y abrazable. Y cuando nos presentemos ante él para ser juzgados, nos pondrá el brazo alrededor, nos abrazará y dirá: “Sé que nunca aceptaste a Mi Hijo como tu Señor y Salvador, pero está bien, porque eras una persona mucho mejor que el réprobo que vivía en la calle de al lado. Así que ven a Mi reino y disfruta de la vida eterna conmigo”.
No existe tal dios tan débil y pusilánime. És un engaño cruel creado por Satanás. Todos nosotros estamos condenados ante el Dios verdadero, porque “todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas” (Is. 53:6). Nuestra única esperanza es a través de la fe en Jesús (Ro. 3:21-24). Dios no califica según la media ni es un tonto que pueda ser engañado fácilmente. Dios no puede ser engañado ni burlado (Gá. 6:7).
Sí, Dios está lleno de gracia y misericordia (Sal. 86:15), y no desea que nadie perezca (2 P. 3:9), pero también es un Dios de perfecta justicia, santidad y rectitud — y, como tal, no puede tolerar el pecado.
Dios debe tratar con el pecado, y lo hace ya sea con gracia o con ira. Por eso Juan el Bautista declaró que toda persona en la tierra está bajo la gracia de Dios o bajo Su ira (Jn. 3:36).
Un Reinado Venidero
El pasaje del Salmo 2 indica una tercera razón por la cual Dios se está riendo. Dios lo explica diciendo: “Yo he instalado a Mi Rey en Sion, mi monte santo” (Sal. 2:6).
El lenguaje aquí es muy interesante. Dios habla de un evento futuro —el reinado milenario de Jesús— como si fuera un hecho histórico ya cumplido. Esta extraña manera de hablar del futuro como si fuera pasado es una característica muy común en la profecía bíblica —tan común, de hecho, que los teólogos han acuñado una palabra para ello. La llaman discurso “proléptico”.
Tal discurso es particularmente característico de Dios en las Escrituras. La razón es que Dios no está en el tiempo como nosotros. Nosotros estamos en una línea de tiempo. Tenemos un pasado, un presente y un futuro. Dios está fuera del tiempo. Si Él desea algo, se realiza, haya ocurrido o no aún en la historia tal como la conocemos.
Tomemos por ejemplo la crucifixión de Jesús. Pensamos en ella como si hubiera ocurrido hace 2,000 años en las afueras de Jerusalén, y así fue, según percibimos el tiempo. Pero, ¿cuándo tuvo lugar la crucifixión según la perspectiva de Dios sobre el tiempo? La Biblia dice que Jesús fue sacrificado “desde la fundación del mundo” (Ap. 13:8) porque así lo quiso Dios.
El principio proléptico se expresa mejor por el mismo Dios en 2 Reyes 19:25: “¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse”.
Pero volvamos a nuestro punto. El punto es que Dios se sienta en los cielos y se ríe de los reinos rebeldes de la tierra porque ha decretado que un día pronto Su Hijo regresará como “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap. 19:16) para gobernar sobre toda la tierra y someterla a la perfecta voluntad de Dios (Is. 9:6-7).
Una Promesa Incumplida
¿Cómo sabemos que ésta es una declaración proléptica — que, aunque está expresada en tiempo pasado, es una promesa aún por cumplirse? La respuesta es obvia: es decir, no hay cumplimiento en la historia. ¿Reina Jesús hoy como Rey de reyes desde el Monte Sion en Jerusalén? ¿Alguna vez lo ha hecho?
Hay quienes argumentan que Él está reinando espiritualmente sobre las naciones de la tierra. Si es así, entonces lo está haciendo muy mal, porque la tierra está dominada por la rebelión maligna contra Dios.
Cuando se considera lo que la Biblia dice que serán las características del reinado del Señor sobre la tierra, es fácil ver que ese reinado aún es futuro. Isaías 11 dice que el reinado se caracterizará por la justicia, la equidad y la fidelidad. ¿Son éstas las características de los gobiernos nacionales hoy en día? En ese mismo capítulo, Isaías dice: “La tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar” (Is. 11:9). ¿Cómo podría alguien argumentar que tal profecía ya se ha cumplido? La promesa de Dios en Salmos 2 de que Su Hijo gobernará algún día sobre toda la tierra aún es futura. ¡El Rey viene! Los reyes de la tierra viven a tiempo prestado. Traman y conspiran, pero su destino está sellado. Así que Dios se sienta en los cielos y se ríe.
Jesús Proclama
El siguiente portavoz en el Salmo 2 es Jesús mismo. Hace una gloriosa proclamación sobre el futuro en la que confirma la intención de Su Padre de establecerlo como el Rey de reyes:
7) Ciertamente anunciaré el decreto del Señor
Que me dijo: “Mi Hijo eres Tú,
Yo te he engendrado hoy”.
8) “Pídeme, y te daré las naciones como herencia Tuya,
Y como posesión Tuya los confines de la tierra”.
9) “Tú los quebrantarás con vara de hierro;
Los desmenuzarás como vaso de alfarero”.
El Engendrado
Jesús comienza Su proclamación repitiendo la promesa del Padre de que un día gobernará desde el Monte Sion sobre “los confines de la tierra”. Es una promesa que sin duda se remonta a la fundación del mundo mismo. Lo digo porque la Biblia nos dice que Jesús fue conocido de antemano como el Salvador que derramaría Su sangre “desde antes de la fundación del mundo” (1 P. 1:19-20; Ap, 13:8 y Ef. 1:4).
Debido a que Jesús es el Cordero Digno que fue sacrificado por los pecados del hombre (Ap. 5:9), Él es el único con derecho a ejercer dominio sobre la creación de Dios. En ese sentido, es el “Hijo unigénito” (Jn. 1:14,18), el único Ungido de Dios autorizado para actuar en nombre del Padre como Regente del planeta tierra.
Este sentido de significado se refleja en la paráfrasis que la Biblia Viviente da de la proclamación de Jesús: “Revelaré los designios eternos de Dios, porque el Señor me ha dicho: ‘Tú eres mi Hijo. Este es tu Día de Coronación. Hoy te doy tu gloria. Sólo pide, y te daré todas las naciones del mundo” (Sal. 2:7-8).
Nótese que la declaración, “Hoy te he engendrado”, se parafrasea para presentar el significado real: “Este es tu Día de Coronación”. Por eso Jesús pudo dirigirse a la iglesia de Filadelfia como el que “tiene la llave de David” (Ap. 3:7). Él es el cumplimiento del Pacto Davídico y de su promesa:
“Yo he hecho un pacto con Mi escogido, He jurado a David Mi siervo: Estableceré tu descendencia para siempre, y edificaré tu trono por todas las generaciones” (Salmos 89:3-4).
Una vez más, ten en cuenta que la promesa del Padre a Jesús aún está por cumplirse. Recuerda, Jesús fue “inmolado desde la fundación del mundo” (Ap. 13:8), porque fue entonces cuando el Padre quiso que sucediera. Pero la voluntad del Padre no se convirtió en una realidad histórica hasta miles de años después. De manera similar, Jesús fue coronado desde la fundación del mundo, también porque el Padre lo quiso entonces, pero es un evento que aún está por ocurrir en la historia.
Los Papeles de Jesús
La primera vez que Jesús vino, vino como nuestro Salvador Sufriente (Is. 53). Después de Su resurrección, se convirtió en nuestro Sumo Sacerdote (He. 4:14-16). Continúa en esa función hoy, ministrando como el mediador de nuestras oraciones ante el trono de Dios (He. 8:1-2). Pero un día muy pronto volverá, y cuando lo haga, regresará como nuestro Rey Glorioso para gobernar sobre todas las naciones del mundo (Ap. 19:16).
Jesús no está sirviendo como rey ahora. Nunca se le presenta como el rey actual de este mundo ni como el rey de la Iglesia. Su relación con la Iglesia se describe como la de la cabeza con el cuerpo (Ef. 5:23) o como un novio con una novia (Ap. 19:6-9).
Jesús es un rey en espera. La situación es similar a la que prevaleció en la vida de David durante muchos años. David fue ungido como Rey de Israel por Samuel. Pero David tuvo que esperar muchos años antes de ser coronado. De manera similar, Jesús ha sido ungido como Rey de reyes y Señor de señores, pero no será coronado como tal en la historia hasta que regrese a la tierra.
Una Herencia Increíble
Cuando Jesús regrese, las promesas del Salmo 2 se cumplirán para Él. La primera de esas promesas es que heredará la tierra: “los confines de la tierra” se convertirán en Su posesión (Sal. 2:8).
Existe un mito popular de que, cuando Jesús regrese la tierra se quemará y dejará de existir. Eso no puede ser cierto, porque la Biblia afirma que la tierra es “eterna” (Sal. 148:6; 78:69 y Ecl. 1:4).
Es cierto que la tierra será radicalmente cambiada cuando el Señor regrese. Los agentes del cambio serán los terremotos y fenómenos sobrenaturales en los cielos (Ap. 6:12-13). Se nos dice que cada isla será removida y que cada montaña será rebajada y cada valle elevado (Ap. 6:14 e Is. 40:4). La imagen que se presenta es la de la superficie de la tierra siendo nivelada, con Jerusalén siendo levantada para convertirse en el punto más alto del planeta (Miq. 4:1).
La tierra también será renovada. Los desiertos florecerán (Is. 35:1,6-7). Las colinas “gotearán vino dulce” y “fluirán con leche” (Joel 3:18). La abundancia agrícola será tan grande que “el que ara alcanzará al que siega” en el sentido de que se sembrará una nueva cosecha tan rápido como se pueda cosechar la anterior (Amós 9:13). Incluso el Mar Muerto cobrará vida y estará lleno de peces (Ez. 47:8-9).
El reino animal también será restaurado. Se nos dice que los animales carnívoros se volverán herbívoros. Así, “el león comerá paja como el buey” (Is. 11:7). Este cambio permitirá que los animales vivan juntos en paz entre ellos y con el hombre. “El lobo morará con el cordero” (Is. 11:6), y un “niño que mama jugará junto al agujero de la cobra” porque la cobra ya no será venenosa” (Is. 11:8).
La Tierra Eterna
Incluso cuando termine el Milenio, la tierra no dejará de existir. En cambio, su naturaleza fundamental será cambiada una vez más. Esta vez, el agente de cambio será el fuego.
Dios tomará a los redimidos de este planeta y nos pondrá en la Nueva Jerusalén. Desde ese punto de vista veremos cómo el Señor sobrecalienta la tierra y quema la contaminación de la última rebelión de Satanás.
Luego, trabajando con la tierra como una bola de cera caliente, el Señor la remodelará, y de ese infierno llameante surgirá una nueva tierra, una tierra perfeccionada, una tierra que servirá como nuestro hogar eternamente (Ap. 21:1).
Coherederos
Dios ha prometido dar ese planeta redimido a Su Hijo y a Sus coherederos, es decir, a aquellos que han recibido a Jesús como su Señor y Salvador. En Salmos 2, Él promete la tierra a Su Hijo. En Salmos 37:11, extiende esa promesa a los redimidos: “Los humildes heredarán la tierra”. Esa promesa se repite en los versículos 22, 29 y 34.
Estas promesas son a las que Jesús se refirió en Su Sermón del Monte cuando dijo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt. 5:5). Pablo reconoció que la misma promesa se infiere en el Pacto Abrahámico cuando escribió que la promesa de Dios a Abraham y a sus descendientes (por fe) es que ellos “heredarían el mundo” (Ro. 4:13).
Un Reinado Mundial
La segunda promesa que el Padre hace a Su Hijo en Salmos 2 es una consecuencia natural de la primera. No sólo heredará Jesús la Tierra, sino que también reinará sobre ella: “Te daré las naciones como herencia Tuya… Los quebrantarás con vara de hierro” (Sal. 2:8-9).
Jesús viene a gobernar. Ése es uno de los temas más persistentes de las Escrituras de principio a fin. Y, de nuevo, los redimidos serán coherederos de esta promesa. ¡Reinarermos con Jesús!
Estas verdades fueron gráficamente reveladas a Daniel en una serie de visiones nocturnas. En una de ellas vio al “Hijo del Hombre” aparecer ante el “Anciano de Días” y recibir dominio y un reino que incluía “todos los pueblos, naciones y lenguas” (Dn. 7:13-14). Entonces a Daniel se le dijo que “los santos del Altísimo” recibirían el reino y ejercería “la soberanía, el dominio y la grandeza de todos los reinos debajo de todo el cielo” (Dn. 7:18,27).
En el libro de Apocalipsis, Jesús promete que dará a los vencedores “autoridad sobre las naciones” y que gobernarán sobre las naciones “con vara de hierro” (Ap. 2:26,27).
En Apocalipsis 4, cuando Juan es arrebatado al Cielo y se encuentra en el salón del trono de Dios, escucha a la multitud celestial cantando un himno de alabanza a Jesús. En el canto se afirma que aquellos que han sido redimidos por la sangre del Cordero han sido hechos un reino, y “reinarán sobre la tierra” (Ap. 5:9-10).
Lea la parte 1 aquí
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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