Mientras celebramos el nacimiento de Jesús este año durante la temporada de Navidad, acordémonos de las promesas que fueron hechas a María cuando fue visitada por el Ángel Gabriel:
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David Su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin. (Lucas 1:31-33)
Siete Promesas Gloriosas
Esta magnífica declaración contiene siete promesas. Cuatro de ellas se relacionan con la Primera Venida del Señor:
1. María concebiría un hijo.
2. María daría a luz un hijo.
3. El hijo sería grande
4. El hijo sería llamado “el Hijo de Dios”.
Todas estas cuatro profecías se cumplieron en la vida de Jesús.
María concibió (Mateo 1:18-20) y tuvo un hijo (Mateo 1:25). Su nombre fue llamado Jesús (Mateo 1:21). Él fue grande (Lucas 7:16) y fue llamado el Hijo de Dios (Mateo 16:16, 27:54; Marcos 1:1).
Las tres últimas promesas que Gabriel hizo a María no se han cumplido. Se relacionan con la Segunda Venida de Jesús:
5. Le será dado el trono de David.
6. Reinará sobre la casa de Jacob.
7. Su reino no tendrá fin.
Yo llamo a estas promesas, las “promesas olvidadas” de Navidad, porque no son enseñadas por la mayoría de las iglesias en la Cristiandad hoy en día. Eso es debido a que la mayoría de las iglesias toman la postura de que Jesús nunca regresará a esta tierra a reinar. Esto es llamado el punto de vista Amilenial.
Promesas Espiritualizadas
El enfoque Amilenial está basado en la suposición de que la Biblia no significa lo que dice. Para substanciar el punto de vista, sus proponentes se ven obligados a espiritualizar la Escritura.
De esta forma, en su interpretación de las tres últimas promesas hechas a María por Gabriel, convierten el trono de David en el trono de Dios y la casa de Jacob se convierte en la Iglesia. Concluyen entonces que las promesas han sido cumplidas en el reinado actual de Jesús desde el trono de Su Padre sobre Su Iglesia.
El Trono de David
No hay duda de que Jesús está reinando actualmente desde el trono de Su Padre sobre Su reino, la Iglesia. Pero identificar ese reino con el reino prometido a María requiere un gran salto de la imaginación.
El “trono de David” no es el trono de Dios. El trono de Dios está en el Cielo. El trono de David está en Jerusalén (Salmo 122:5).
Jesús mismo distingue claramente entre el trono de Dios y Su propio trono en Apocalipsis 3:21. En ese verso, Jesús dice que algún día les permitirá a los creyentes sentarse con Él en Su trono así como Su Padre actualmente le está permitiendo compartir Su trono.
Jesús no está en el trono de David hoy en día. Está sentado a la diestra de Su Padre, en el trono de Su Padre. Él ocupará el trono de David cuando regrese a la tierra para reinar desde el Monte Sión en Jerusalén (Isaías 24:21-23).
La Casa de Jacob
La “casa de Jacob” no es la Iglesia. Éste es un término del Antiguo Testamento para los hijos de Israel (Éxodo 19:3). La Iglesia nunca es referida en la Escritura como la casa de Jacob.
La Biblia enseña que un remanente de los judíos un día aceptará a Jesús como su Mesías (Zacarías 12:10; Romanos 9:27 y Romanos 11:25-26). Esto ocurrirá al final de siete años de sufrimiento terrible llamado la Tribulación o “el tiempo de angustia de Jacob” (Jeremías 30:7).
Cuando Jesús regrese al final de ese tiempo de sufrimiento, el remanente judío será reunido en la tierra de Israel y será hecha la nación más importante del mundo (Ezequiel 37:11-28 y Zacarías 8:22-23). Jesús reinará entonces sobre la casa de Jacob.
El Reino Eterno
El reino de la Iglesia actual no es un reino eterno. El reino de la Era de la Iglesia finalizará con el Rapto de la Iglesia.
El reino de la Iglesia será seguido por el reino Milenial cuando Jesús reinará sobre toda la tierra desde el Monte Sión en Jerusalén (Isaías 2:1-4). Ese reino durará mil años (Apocalipsis 20:1-7).
El reino final y eterno de Cristo será establecido en una tierra nueva y perfeccionada (1 Corintios 15:24 y Apocalipsis 21:1-8).
Creyendo a la Palabra de Dios
¿Por qué no podemos aceptar que las promesas hechas a María significan lo que dicen? Las primeras cuatro significaron exactamente lo que dijeron. ¿Por qué deben espiritualizarse las últimas tres? La única razón para espiritualizarlas es para forzarlas a conformarse a alguna doctrina preconcebida.
Creo que Dios sabe cómo comunicarse. Si Dios hubiera tenido la intención de prometerle a María que su Hijo reinaría desde el Cielo sobre la Iglesia para siempre, Él lo hubiera dicho así. En cambio, Él le reafirmó la promesa que había hecho muchas veces por medio de los profetas del Antiguo Testamento que Su Hijo reinaría desde el trono de David en Jerusalén sobre Israel y que le sería dado un reino que duraría para siempre (Isaías 9:6-7 y Ezequiel 37:21-28).
Si las promesas que Dios les hizo a los judíos no significaron lo que dijeron, entonces, ¿cómo podemos estar seguros de que Sus promesas a la Iglesia significan lo que dicen? Yo creo que cuando Dios dice algo, lo dice en serio.
Una Esperanza de Navidad
Durante esta temporada de Navidad, voy a alabar a Dios por enviar a Su Hijo a morir por mis pecados.
También voy a orar para que Dios envíe otra vez a Su Hijo pronto para cumplir las “promesas olvidadas” que Gabriel hizo a María. Le agradezco a Dios de que Él nunca olvida una promesa.
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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Original article:
The Forgotten Promises of Christmas
Cortesía de:
Lamb & Lion Ministries (www.lamblion.com)
sábado, 18 de diciembre de 2010
Las Promesas Olvidadas de Navidad
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